El Confidencial, 26 de marzo de 2022.
Miguel Hernández tenía 31 años, aquel 28 de marzo de hace ochenta años en que un viacrucis de enfermedades y prisiones provocó su muerte. Poco antes había escrito a su amigo Carlos Rodríguez Spiteri: “Lo importante […] es dar una solución hermosa a la vida”. En una carta el 12 de septiembre de 1939 a su mujer, Josefina Manresa, resumía su estado: “¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad […] no sabe qué postura tomar”. Adjuntaba, para consolar a su hijo “indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche” porque la madre no comía otra cosa, unas coplillas que se llamaron “Nanas de la cebolla”.