Antonio Duplá

Indignaciones selectivas
(Hika, 142zka. 2003ko martxoa; Página Abierta, nº 136, abril de 2003)

Las últimas semanas han sido particularmente pródigas en acontecimientos políticos y sociales de primera magnitud. Unos, por ahondar en nuestro particular agujero negro político; otros, por la dimensión mundial de lo que estaba en juego, o alguno, también, por su capacidad de provocar la reacción inmediata y masiva, incondicional casi, de una parte significativa de nuestra sociedad. Quiero referirme en concreto a tres de estos acontecimientos: el asesinato en Andoain de Joseba Pagazaurtundua a manos de ETA, la impresionante movilización en la calle contra la guerra y, finalmente, el cierre de Egunkaria, con la detención y encarcelamiento de varios de sus directivos.
Me interesa, en especial, la diferente respuesta social a cada uno de ellos y sus claves. Los interrogantes que se plantean, o que me han sugerido, me producen cierta perplejidad que quisiera exponer. Cuando hablo de la respuesta política y social me refiero a la de los sectores que pueda conocer más de cerca. Por tanto, no comentaré, por ejemplo, las respuestas procedentes del mundo político institucional, del PP y de otros, que no interesan para lo que quiero plantear.

ETA

El asesinato de Joseba Pagazaurtundua, destacado militante socialista y miembro de ¡Basta ya!, continúa una vía de eliminación física del contrario en función de sus ideas políticas. Constituye una agresión flagrante a la libertad de expresión y asociación, se sitúa fuera de todo parámetro democrático, resulta injusta, sumaria y brutal. Las palabras se quedan huecas para calificarlo.
Sin embargo (¡ojalá me equivoque!), me temo que muy poca gente de Zutik y de la izquierda abertzale o de los sindicatos de la llamada mayoría sindical vasca participó en las movilizaciones en contra de su muerte. En ese ámbito todavía es relativamente mucha la gente que dice que ¡Basta ya!, Savater y compañía están haciendo mucho daño a este pueblo y, al mismo tiempo, es incapaz de participar en una concentración en contra de ETA. No es que estén a favor, pero su actitud ante las víctimas está lastrada todavía por criterios estrictamente políticos, de siglas, de bandos, que no parece posible superar. No hay compasión, no hay solidaridad con las víctimas como tales. ¿Hasta cuándo? Sinceramente, no lo entiendo. En cualquier caso, en conclusión, muy poca gente en la calle.

La guerra

El 15 de febrero puede ser un día para la historia. Millones de personas en todo el mundo contra la guerra auspiciada por Bush y sus aliados, los fieles vasallos Blair, Aznar y algún otro. En el caso español y vasco todo jugó a favor de una movilización sin precedentes: convocatoria mundial, coyuntura preelectoral, calentamiento mediático, hartazgo del PP y sus chapuzas. Las manifestaciones en Euskadi fueron impresionantes, con un público heterogéneo, auténticamente transversal social y políticamente, excepto el PP. Se veía en la calle. Nada que objetar, salvo las dificultades para introducir unos comentarios críticos contra el régimen de Sadam en el manifiesto de la convocatoria que reflejaran claramente una posición contra la guerra, pero también contra la tiranía del régimen iraquí.
Destacable también quizá la sorprendente diferencia en la movilización social general, no sólo ese día, de determinados sectores muy activos en el resto del Estado, en particular en Madrid, y bastante poco aquí. Me refiero, por ejemplo, al mundo de la farándula. ¿Algo que ver con las dificultades de definición indirecta ante el conflicto local? No lo sé, pero sorprende.
En relación también con ese diferente grado de sensibilidad, otro ejemplo de un espacio que conozco mejor, el de los grupos de estudiantes abertzales activos en mi facultad, con una escasa o nula actividad contra la guerra después del día 15, frente a los temas de siempre. Choca también, aunque no sorprende, sinceramente hablando.

Egunkaria

Último golpe de efecto en la situación política vasca. Cierre de Egunkaria, detención y encarcelamiento de varios de sus responsables y personas relevantes en el mundo euskaltzale, denuncias de torturas en varios casos. Sorprende la brusca irrupción del juez Del Olmo, no tanto por el tema, cuanto por el momento y los métodos. No resulta inverosímil una intervención indirecta de ETA en los entresijos administrativos y financieros de Egunkaria en un momento dado. Ese extremo debe ser investigado y aclarado. Pero sí sorprende la intervención judicial ahora, claramente abusiva, desproporcionada y comprensible tan sólo en términos de provocación o, cuando menos, de agudización consciente de la tensión. Por no hablar de la respuesta de Acebes a las denuncias de torturas, impresentable en un Estado de derecho.
Pero, por otro lado, sorprende también la reacción social que ha provocado y sus términos. Oímos que ahora sí que es grave la situación en este país. Vemos a decenas de miles de personas en la calle. Sufrimos, se ha dicho, un genocidio cultural contra Euskal Herria. Escuchamos en las filas movilizadas increpar a Ibarrretxe y al Gobierno vasco. Asistimos a convocatorias sin cuento de sindicatos, intelectuales, periodistas o universitarios. Se nos exhorta a no mirar hacia otro lado ante la tortura.
No cuestiono la legitimidad de todas estas iniciativas, pero sí algunas afirmaciones, y observo, en todo caso, una cierta desproporción. ¿La situación de este país sólo es grave ahora y no antes? ¿Cómo se conjuga el número de manifestantes con el de lectores de Egunkaria, o las críticas al Gobierno vasco con la subvención institucional que recibía dicho periódico, sin la cual difícilmente hubiera sobrevivido? ¿De qué Euskal Herria se habla, de la real, plural, heterogénea, bilingüe, nacionalista y no nacionalista, o de una parte, importante sí, pero sólo una parte de ella? ¿Qué movilizaciones a favor de la libertad de expresión se convocaron cuando el asesinato de López de la Calle, también en Andoain, por cierto? ¿Hacia qué lado miran algunos de quienes denuncian ahora la tortura cuando ETA mata o amenaza?

ETA, de nuevo

Porque en el fondo de lo que se trata, creo, también en el caso de Egunkaria, es de ETA, no del euskera. No creo que estén en peligro Euskaltzaindia, ni ETB1, ni el Departamento de Filología Vasca de la UPV/EHU. No, de nuevo, lo que facilita, justifica en último término incluso lo injustificable y da argumentos al contrario es ETA y el cómo enturbia, como mínimo, todo lo que toca. ¿Por qué no hablamos de eso? Resulta fácil ponerse de acuerdo en denunciar al Gobierno de Madrid o el imperialismo yanqui. Más complejo resulta profundizar en la libertad individual y la ciudadanía, en el antimilitarismo, en la desideologización del euskera o en una política lingüística integradora. Creo que también tienen interés estos temas, sobre los que, por cierto, se está escribiendo últimamente de manera sugerente y relativamente nueva.
En caso contrario, no me salen las cuentas desde el punto de vista de las distintas respuestas. En ese sentido me sorprende la capacidad de indignación selectiva de este país. La capacidad de separar los derechos humanos, las libertades. Pero si se separa de tal manera el concepto de libertad, al final se habla tan sólo de la libertad, o de los derechos humanos, de los míos. Mal camino para intentar superar una fractura que crece y puede traspasar los límites de la clase política y llegar –está llegando ya– a la sociedad, a las familias, a las amistades, a los colegas.