Luis Alejos

Podemos, desde Podemos

 

 

"Cambiar la vida. Transformar la sociedad."
Paris, Mayo del 68

 

Como todo fenómeno novedoso e innovador, Podemos conlleva paradojas. Algunas aparecen en hemerotecas y mediatecas, otras requieren análisis de proximidad. Lo vamos a abordar desde un círculo de Podemos, asumiendo el riesgo de equivocarnos, dando validez general a experiencias concretas. Se trata de una mirada crítica, basada en la convicción de que la autocomplacencia conduce al fracaso. En cualquier caso, Podemos seguirá dando sorpresas, continuará incidiendo en la agenda política, sin contar todavía con presencia en instituciones estatales. No teniendo cuentas pendientes con el pasado, basta que gestione con acierto su logro inicial: afrontar el reto de entrar en política de la forma más audaz, en el momento más inoportuno para el bipartidismo. 

Militancia de nuevo tipo

Para quien ha militado en un partido político durante el franquismo o la transición, lo primero que sorprende en Podemos es el método de adhesión. En aquellos tiempos, la captación de simpatizantes era tarea ardua, con escasos resultados. En los orígenes de Podemos, la incorporación de gente procedente del 15-M fue espontánea, sin requerir campaña de captación, convirtiéndose en avalancha, en aluvión, tras las elecciones europeas. En los círculos se programaron sesiones de acogida para dar la bienvenida a las personas que se incorporaban en cada reunión. El proceso ha sido en cierto modo similar a lo ocurrido antes y después de las elecciones generales del 77 en los partidos que iban a protagonizar la transición. Enunciado el paralelismo, mejor no aventurar hipótesis mirando al pasado para predecir el futuro.

Otro aspecto que diferencia a Podemos de la generalidad de los partidos es la forma de  contribuir sus miembros al sustento económico de la organización. El abono de una cuota es el vínculo inequívoco de pertenencia, confiere condición de miembro activo, de militante. En Podemos las aportaciones son voluntarias, sin compromisos económicos. Si añadimos la determinación de no solicitar créditos bancarios, ni utilizar el excedente retributivo de cargos institucionales superior al triple del SMI, o el reducido presupuesto de las campañas electorales, llegaremos a la conclusión de que también en el terreno financiero el funcionamiento de Podemos es, además de austero, paradójico.

Dado que en sus orígenes el ideario de Podemos seguía el modelo del 15-M, es preciso recordar que en dicho movimiento las decisiones se tomaban por consenso, siendo las portavocías plurales y rotatorias. No es ese el rumbo que lleva Podemos a partir de la elección de su secretario general y del consejo ciudadano estatal. La forma de elección apunta al distanciamiento respecto al 15-M, evidencia la adhesión al líder que se profesa en la generalidad de los partidos; se llama “culto a la personalidad”. Esto explica, más que las razones de oportunidad y visibilidad entonces esgrimidas, la inclusión de la imagen de Pablo Iglesias en las papeletas de voto de las elecciones europeas.

Aquí enlazamos con otros dos aspectos esenciales: el registro digital y la repercusión interna de la imagen mediática de sus dirigentes. Inscribirse en Podemos es tan fácil como darse de alta en una red social; el único dato real verificable es el número de móvil que autentifica el voto en las convocatorias electorales. Para participar en la toma de decisiones no se requiere acudir a los debates de los círculos; se puede votar sin conocer los documentos sometidos a discusión. El resultado está cantado de antemano: gana quien aparece más veces en las pantallas de TV y tiene más seguidores en los clubes de fans de las redes sociales. A Pablo Iglesias le siguen en twitter unas 700.000 personas; ni los políticos profesionales pueden competir con él en ese escenario. Iglesias accede a la secretaría general con un apoyo del 96.87%, el segundo clasificado se queda en el 1.01%. Partiendo de tal constatación, sabiendo que la imagen pública pesa más que los compromisos programáticos, a efecto de posibilitar la igualdad en el plano electoral, algunos círculos relevan a los portavoces públicos que aspiran a ocupar cargos en los consejos ciudadanos territoriales.

Metamorfosis orgánica

El detonante constitutivo de Podemos fue una consigna que tiene connotaciones nostálgicas: “Todo el poder a los círculos”, acompañada de otra equivalente: “Soberanía de los círculos”. Se abogaba por un entramado de círculos territoriales y sectoriales, conectados de forma tangencial mediante coordinadoras sin poder de decisión, resultando una estructura orgánica de pirámide invertida, cuyo punto de equilibrio lo formaría un equipo de portavoces que ejercería una mera labor de gestión semejante al  “mandar obedeciendo” del sub Marcos.

El proceso constituyente de Podemos está configurando una estructura orgánica equivalente a la de cualquier partido político. La “afiliación” es una formalidad legal, no difiere de “inscritos”. Los “círculos” son las células o agrupaciones de otros partidos. El comité central se denomina “consejo ciudadano”. Los congresos son “asambleas ciudadanas”.  El comité ejecutivo que controla el aparato se llama “consejo de coordinación”. En la cúpula está el secretario general; no habrá portavocía plural, rotatoria y colegiada. Un dato clarificador: en los círculos ya se puede hablar de Podemos en términos de partido, cuando meses atrás constituía un sacrilegio.

Aunque transformar la nomenclatura no implica constituir una nomenklatura, es previsible que varíen los ámbitos de participación y decisión. Los círculos actúan en compartimentos estancos, sin apenas intercambio de información entre ellos, pese a la existencia de coordinadoras. Los debates se eternizan en busca de consenso, hasta que  llegan directrices de Madrid, con frecuencia a través de medios de comunicación. Sería el caso de la decisión de no concurrir a las elecciones municipales con listas propias. Se están constituyendo los consejos ciudadanos, tendrán carácter electo y representativo, siendo inevitable que generen hábitos burocráticos. En la práctica tenderán a invadir competencias de los círculos, como ocurre en cualquier espacio asociativo, acabando con las insuficiencias del democraticismo (debatir sin tregua en busca de consenso).

A diferencia de los partidos que se dicen de izquierda, Podemos no ha regulado el funcionamiento de corrientes de opinión. Tal excepcionalidad se basa en cálculos difíciles de asumir. Negar tal posibilidad empuja a los grupos organizados, sean plataformas políticas o movimientos sociales, a actuar poco menos que en condiciones de clandestinidad. Descartados métodos expeditivos de “caza de brujas” con resultados abominables, en Podemos hay y habrá grupos organizados. Mejor reconocer la realidad, estableciendo  “reglas de juego” para las minorías. No hacerlo denota debilidad, temor infundado. El tratamiento de esas corrientes de opinión políticas debería ser similar al de los grupos de presión económicos: registro público, actuación transparente.

El sistema de elección de cargos internos se diseñó para conseguir mayorías fuertes, apartando a las minorías de los órganos de gestión. Si Podemos reconociese e integrase en sus estructuras organizativas a las minorías, su núcleo dirigente sería plural, no monolítico. Veámoslo con datos: el documento organizativo del equipo de Pablo Iglesias obtiene el 80.71% de los votos; el de Pablo Echenique, que agrupaba diversas propuestas, se queda en 12.37%.  El tercer documento cae al 0.77%. Lo mismo ocurre en el consejo ciudadano estatal: lo encabeza Íñigo Errejón con el 89.26% de los votos, lo cierra Rubén López, en el puesto 62, con 73.62%. Después se abre un profundo abismo hasta el 5.23%. Todos los cargos, los 62, son copados por la lista de Iglesias.

El núcleo dirigente de Podemos constituye un bastión inexpugnable, a nivel estatal no hay posibilidad de tocar poder desde una minoría. La “lucha de líneas” entre la corriente oficialista y las tendencias organizadas se va a dirimir en los escalones intermedios de la estructura organizativa. Se da ya entre las candidaturas que aspiran a formar parte de los consejos ciudadanos de ámbito municipal, trampolín necesario para saltar a las alcaldías y diputaciones. Venimos hablando de correlación de fuerzas entre corrientes internas; al pasar al espacio público, el de la política profesional, es previsible que entren en liza arribistas, oportunistas y otras especies de buscavidas. Puede ser la etapa del “Podemos, versus pillemos”, que justifica la decisión de salvaguardar la imagen de Podemos no presentándose con listas propias a las elecciones municipales.

La red de círculos de Podemos, más que una tela de araña recuerda el modelo radial de la red de carreteras españolas. Tanto la toma de decisiones como el intercambio de información se ramifican y confluyen en Madrid. Los círculos son astros girando alrededor del sol, sin luz propia, sometidos a su sistema de gravitación. Las normas que regulan la creación y funcionamiento de los consejos territoriales son minuciosas y estrictas, apenas dejan margen para poder adaptarse a la realidad y a los cambios. La constitución de los consejos regionales o nacionales debería marcar la pauta para transformar las actuales relaciones de dependencia en fraternales, estableciendo en el plano interno el derecho a decidir que Podemos reconoce y ampara en el orden político.  

Programa, programa, programa

El equipo que encabeza Pablo Iglesias y dirige Podemos, va adaptando la línea programática a las exigencias del momento. En el periodo inicial de acumulación de fuerzas, sin perspectivas de llegar a gobernar, se asumió la “lluvia de ideas” que engloba las aspiraciones del 15-M. El programa electoral de la campaña europea era un compendio de reivindicaciones promovidas desde los círculos. El documento “Un proyecto económico para la gente”, recientemente publicado, muestra que al acercarse las elecciones generales se afianza el posibilismo. Heriberto Cairo, decano de la Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense, lo explica en estos términos: “Son pragmáticos. Si tienen que cambiar el discurso para alcanzar sus metas lo cambiarán. Lo cual es bueno.”

Salvo para quienes compiten electoralmente con Podemos, resulta atractivo el programa económico elaborado por Navarro y Torres. Pero se trata de eso, un programa electoral, donde no caben medidas contrarias a los intereses de sectores amplios de la población, aunque sean justas. La situación de emergencia que afecta al país requeriría aplicar una consigna coreada en las movilizaciones en demanda de empleo, expuesta por el economista Serge Latouche en estos términos: “Hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero, sobre todo, trabajar menos para vivir mejor.”

Cierto, ante todo es preciso garantizar que no se obligue a nadie a trabajar más de las horas pactadas, y que se abonen todas las horas trabajadas. Son abusos que se cometen con demasiada frecuencia, sobre todo en el sector servicios. Después viene el reparto del trabajo disponible, al menos en la administración pública. En cuatro años, desde  2010, se han amortizado cerca de medio millón de empleos públicos, recayendo sobre la actual  plantilla de 2.7 millones la carga de trabajo acumulada. El reparto de ese trabajo mediante la reducción de jornada sería doblemente progresista: permite contratar a gente en paro y alivia la tarea del personal activo. Pero claro, implicaría recortar las retribuciones de quienes ocupan el empleo garantizado, el sector de clase media que apoya con su voto a Podemos. Por tanto, mejor no tocarlo; que se siga debatiendo la medida en los círculos afines al decrecimiento.

Candidaturas abiertas, sin bloquear. Depende

Abrir las listas electorales a la participación de toda la ciudadanía, incluso en la fase de elaboración, yendo más allá de la mera ratificación en las urnas de una candidatura cerrada y bloqueada, aplicar el método cremallera (mujer, hombre, mujer, hombre, o viceversa) para asegurar la proporcionalidad de las listas, son iniciativas exclusivas de Podemos que han supuesto un notable avance en la democratización de los procesos electorales. Sin ser todavía una exigencia legal, esa práctica está incidiendo en los métodos de elaboración de candidaturas de otras formaciones políticas.

Sin embargo, el equipo de trabajo que planificó el proceso constituyente denominado “Asamblea Ciudadana. Sí se puede”, fue elegido en lista cerrada y bloqueada, en vez de utilizar, como en los comicios europeos, una lista única, abierta. El consejo ciudadano estatal se vota mediante listas cerradas confrontadas que, sin estar bloqueadas, tienen en la práctica efecto candado. El consejo de coordinación se designa a propuesta del secretario general. La utilización de modelos de listas diferentes, en función de que se trate de cargos internos o públicos, podría tener sentido si los puestos orgánicos se adjudicasen en votaciones presenciales y los institucionales mediante técnicas telemáticas. No es el caso; en Podemos se vota todo con el mando a distancia.     

El espejismo de la democracia virtual

Podemos alcanza la excelencia en la utilización con fines políticos de herramientas telemáticas; constituye otra gran aportación, junto al empoderamiento de la ciudadanía en todas las fases de las consultas electorales. Funciona de forma magistral la democracia virtual, sin ser necesariamente compatible con la real. Trasladar ese método al plano interno, conforme se hace en las votaciones del proceso constituyente, plantea serias dudas. La democracia directa practicada en los debates de los círculos se transforma en plebiscitaria al tomar decisiones mediante consultas electrónicas abiertas a quienes desconocen los términos de cualquier discusión orgánica. Cabe suponer que nadie en Podemos admitiría que se someta al veredicto de la comunidad de vecinos la decisión de amueblar la vivienda donde reside con maderas procedentes de un bosque primario o de parajes desforestados repoblados por Ikea.

El espacio de deliberación a distancia de “Plaza Podemos” no es equivalente ni puede reemplazar al debate de las reuniones presenciales de los círculos. Una de las razones: tal acumulación de información, opiniones, controversias, provoca desinformación. Además, no cabe ignorar la existencia de una brecha digital que no da opción a participar (votar) en las consultas promovidas por Podemos al 30% de la población, con el consiguiente sesgo en los resultados de las votaciones. La reciente distribución en zonas rurales de una publicación impresa, confirma esa realidad.

La cuestión del poder

Cuando todavía no era europarlamentario, Pablo Iglesias tuvo que reconsiderar algunas decisiones, siendo la más sonora el intento de designar a Jorge Verstrynge asesor personal. En la actualidad no cabe imaginar que los círculos puedan ganar ningún pulso al secretario general. El voto telemático de 95.311 personas le concede atribuciones equivalentes a las de cualquier secretario general plenipotenciario. Aunque resulte una comparación odiosa, el apoyo obtenido por Iglesias (96.87%) es equiparable al logrado por Mª Dolores de Cospedal (98.8%) al ser reelegida presidenta manchega.

La convicción de que el escrutinio ha sido correcto no borra la sensación de alarma, incluso pensando que tal grado de unanimidad falsea la realidad interna de Podemos.  Atribuyamos el resultado al efecto distorsionador de un voto mediatizado por el carisma del líder mediático. Queremos creer que Podemos sigue siendo un movimiento social y político plural, donde caben diversas corrientes de opinión, aunque algunos datos lo desmientan. En los círculos todavía se promueve el consenso, pese a que a nivel estructural se imponga el funcionamiento por mayorías, plasmado en la expresión de Iglesias  “echarse a un lado” dirigida a las propuestas perdedoras.

Las discrepancias que se manifiestan en Podemos se ciñen al plano organizativo, siendo casi inexistentes en cuanto a principios éticos y escasas a nivel político. De modo que no es una cuestión ética o ideológica, sino de poder. Sin embargo, nadie cuestiona el liderazgo de Iglesias; hasta el europarlamentario Pablo Echenique declara su adhesión al líder. Ese resultado tan abultado, conviene recordarlo, guarda relación con unos criterios de votación que imposibilitaban siquiera el reconocimiento de una oposición leal y responsable. Antes o después, será preciso establecer sistemas de representación y gestión más integradores. Convendría que también esa tarea se abordase en los procesos de constitución de consejos ciudadanos nacionales, regionales, insulares o autonómicos, conforme se determine en cada territorio.

Vocación de gobierno

“Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada”, decía Bakunin. En este caso, el riesgo no está en la ambición económica, ni en el sometimiento voluntario, sino en el reto del poder por el poder mismo. Cuando Pablo Iglesias declara que “Podemos ha nacido con vocación de gobierno” y que quiere “ocupar la centralidad del tablero”, quienes aspiramos a la regeneración política, a dignificar la res pública, sentimos cierta inquietud. Los riesgos de una deriva populista son más preocupantes que el recurso a  la ambigüedad ideológica calculada.

La obsesión por llegar al gobierno, sin voluntad de aunar fuerzas, puede acabar en una gran decepción. Los gobiernos no gobiernan; son meros  gestores de intereses obscenos. Lo sabemos  porque Pablo Iglesias lo ha proclamado desde la cátedra de los medios de comunicación de masas. La apuesta de Iglesias y su equipo es arriesgada: si no llega al gobierno defrauda a seguidores inscritos en Podemos con la convicción de ser hinchas del equipo ganador. Si consigue ocupar “el centro del tablero”, pero fracasa al intentar aplicar su programa, son tales las expectativas creadas, que el conjunto del país sufrirá el impacto, con una más que probable regresión a la situación anterior.

José Luis Rodríguez Zapatero tuvo ocasión de dimitir, pasando a la historia como un héroe, en vez de convertirse en villano acatando la exigencia de modificar el artículo 135 de la Constitución para priorizar el pago de la deuda. Si Pablo Iglesias llega a La Moncloa no tendrá esa oportunidad, dado que fue él quien nos hizo perder la inocencia, proclamando que los gobiernos cumplen los designios de la Troika y del Ibex 35.

Concluyendo

Tanto a la juventud indignada del 15-M, como a los rebeldes sin causa del Mayo-68, nos suena bien la música de Podemos. En su caso, acaban de descubrir la erótica de la política; en el nuestro, recuperamos las ilusiones perdidas a causa del Régimen-78. Sin embargo, las experiencias adquiridas con perspectiva generacional, conllevan visiones distintas que se distancian: quienes antaño proclamamos con Tomás Moro una república comunitaria en la isla Utopía, acabamos como Sancho Panza, abandonando la ínsula Barataria con las alforjas cargadas de escepticismo.

En Podemos comienza a darse el inevitable conflicto entre democracia participativa y oligarquía, libertad de expresión y disciplina, acción directa y burocracia. No sabemos si logrará mantener parte de las señas de identidad originarias. En cuanto a objetivos, conseguir una “democracia real ya” parece una meta suficientemente ambiciosa. En el plano electoral, el escenario más conveniente tal vez sea una coalición bipartidista que libere a Podemos de  asumir el reto de gobernar, pudiendo así mantener la aureola de la honradez y la dignidad. 

Aspiramos a que al concluir el proceso constituyente, Podemos conserve del 15-M algo más que la imagen de una ovación moviendo las manos con los brazos en alto. Queremos que falle la profecía de Alberto Garzón: “Podemos no es una organización política, es una exitosa maquinaria electoral”. Deseamos que tampoco acierte aquella frase de Mayo del 68: "No es una revolución, majestad, es una mutación".

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Luis Alejos, licenciado en sociología por las facultades de ciencias sociales de las universidades de Deusto y de Estrasburgo, es miembro de Podemos Bilbao.