El Mundo, 24 de mayo de 2019.
Es la segunda vez que me dirijo a la señora Batet, antes como ministra y ahora como
presidenta del Congreso de los Diputados. La primera vez lo hice por el susto que me
produjo su voluntad de incluir en la Constitución las identidades territoriales. Como
considero que mi identidad está caracterizada por su complejidad al beber de fuentes
variadas y diversas que no pueden precipitarse en componentes químicos puros, me
asustaba la posibilidad de que administrativamente se me purificara, limpiara étnicamente
territorializando mi identidad con valor constitucional.
Vuelvo a la carga por otra razón, aunque no esté desligada del todo de la anterior. Decía en
la ocasión anterior que quien firma estas líneas es vascoparlante monolingüe, con el
euskera como lengua materna, paterna, fraternal, filial. Decía también que, aunque
aprendiera el castellano o español en la calle y en la escuela, desde hace muchos años
considero el español lengua tan mía como el euskera, tan propia la una como la otra. Añado
hoy que toda mi formación intelectual se ha producido en español, latín, francés y alemán.
Y que mi labor docente se ha desarrollado tanto en la Escuela Diocesana de Magisterio de
San Sebastián como en la EHU/UPV en euskera -salvo las clases a los mayores de 55 años.