CTXT, 24 de enero de 2020.
En España se encarcela a demasiada gente, durante demasiado tiempo y por delitos no demasiado graves.
Pese al notable peso que se le da en el debate público a las cuestiones relacionadas con la delincuencia, en pocas ocasiones se articulan discursos de contenido racional, basados en evidencias empíricas y en investigaciones criminológicas solventes. Un ejemplo palpable de ello es el enorme ruido suscitado en torno a la prisión permanente revisable, a raíz de algunos terribles crímenes (asesinatos y violaciones) que, por fortuna, no son muy habituales en nuestro país. Las discusiones políticas y periodísticas, por lo general, se han centrado en discernir cómo castigar a posteriori estas conductas tan dañinas y no en cómo evitar a priori que se produzcan. Asistimos, por tanto, a polémicas sobre cómo responder al mal, en vez de construir propuestas para que se produzcan menos males. En este sentido, los debates se guían por fines simbólicos y pasionales más que por intenciones centradas en la búsqueda de soluciones eficaces. Por otro lado, al focalizar los debates en los delitos más graves y menos frecuentes, se impide una deliberación pública sobre otras conductas delictivas mucho más importantes cuantitativamente en España.