A. Laguna
Rescate, intervención y ajuste
16 de julio de 2012
(Página Abierta, 221, Julio/agosto de 2012).

La política en ideas y práctica de Rajoy y su Gobierno sigue por los mismos derroteros. Eso a pesar de que los resultados positivos anunciados solo pueden estar continuamente  derivándose hacia un futuro que no tiene fecha. Lo de ahora es para que podamos salir  –“después”–  del agujero en el que estamos. ¿De sacrificio en sacrificio, hasta la derrota total? ¿Pero de quién?

Llegados al primer abismo, se nos dice que ya no hay remedio, que solo se puede hacer lo que nos obliga la situación (o lo que nos mandan nuestros salvadores). Pasado un tiempo, y acumuladas las medidas y reformas lesivas para la mayor parte de la sociedad, y especialmente para la más desprotegida, nos asomamos a otro abismo y quienes dirigen nuestros pasos nos vuelven a decir lo mismo. Entonces, todos nos asustamos sobremanera porque pensamos ya en que rozamos tanto la caída que por fuerza nos sobrevendrá la sima. Entonces, una buena parte añadirá a ese miedo una fuerte desafección ante la política: “les va a votar su…, a unos y a otros”. Algo que puede encerrar no poco peligro.

Para el Gobierno, todo se puede justificar. Es aquello de: “no sabíamos que estábamos tan mal” [ni siquiera, por lo visto, en las comunidades autónomas que gobernaban, como en la valenciana];  “de ahí nuestro programa, que ahora se critica de papel mojado”; “tampoco preveíamos que íbamos a caer en otra recesión o que la crisis se iba a agudizar por los fallos anteriores en las reformas y supervisión del sistema bancario, un fruto del pasado socialista” [como puede verificarse en las autonomías madrileña, gallega o valenciana…, sin que eso elimine la responsabilidad que, sin duda, tienen también, y no poca, Gobierno y partido socialistas].                                                 

En fin, el PP llega en su acción a donde sea necesario para su interés, fuera de toda moralidad pública: tergiversa, miente, oculta la información, desprecia a la ciudadanía (a salvo creen que queda la “mayoría silenciosa”), se ríe del Parlamento, incumple sus compromisos, escabulle su responsabilidad frente a la corrupción…  Una buena muestra de ello ha sido lo ocurrido desde mayo para acá en relación con el grave problema bancario y las idas y venidas a Bruselas (escapada a Washington, incluida) en pos del rescate financiero y de una prórroga en el cumplimiento de la reducción del déficit público, señalado en el llamado pacto fiscal europeo.

Los objetivos conseguidos en esta dirección, tan alabados, primero, se han mostrado después oscuros, de contornos imprecisos, para terminar siendo una respuesta europea, ciertamente positiva pero con fuertes condicionantes. Uno, de control externo –como en buena lógica se podía suponer–, que quedan, además, abiertos a nuevas imposiciones,  y dos,  de presión para que las autoridades españolas sigan la misma senda de reformas implementada hasta ahora.

Eso es lo que acompaña al año de prórroga concedido y al rescate bancario de hasta, posiblemente, 100.000 millones de euros; de los que 30.000 millones podrían ser recibidos ya –pasado el 20 de julio– del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, con la posibilidad de que el resto que se vaya considerando necesario sea traspasado directamente a los bancos, evitando que de esa deuda se haga responsable el Estado. Es lo que acordaron los ministros de economía y finanzas de la UE en su reunión del pasado 9 de julio. Hablamos de la prórroga ya propuesta por la Comisión Europea y del Memorándum de Entendimiento (1) para el rescate bancario, acuerdo éste que en próximas reuniones habrá de completarse.

Más allá de estos “logros” en los acuerdos de la UE, puede vislumbrarse en los dirigentes europeos una preocupación por destensar la cuerda, un temor mayor, tal vez, a la ruptura no deseada, una atención especial ahora al mantenimiento de la UE, buscando caminos que sirvan al apuntalamiento del edificio, y poco más.  

Y dentro del paquete de austeridad exigido se han colado una vez más las medidas al uso de ajuste, las más duras posibles en este contexto, con algún adorno fiscal (pequeña subida del impuesto de sociedades y eliminación de alguna bonificación en él, a la par, eso sí, de una reducción de las cotizaciones empresariales) que el ministro de Hacienda considera de tipo progresivo. La subida del IVA desde luego no lo es.

Un paquete, también de nuevo, de dos reales decretos ley (urge su puesta en marcha y el rodillo de su mayoría absoluta ya lo convalidará sin debate): por una parte, “de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad” (RDL 20/2012, de 13 de julio), y por otra, “de medidas de liquidez de las Administraciones públicas y en el ámbito financiero” (RDL 21/2012, de 13 de julio).

Sus pretensiones son, en primer lugar, lograr una reducción de gastos y un incremento de ingresos que permitan atender, por un lado, el compromiso del ajuste fiscal de 65.000 millones de euros en los dos años y medio que restan hasta el 2014 (en la meta exigida de 3%) y, por otro, los costes que se puedan derivar de la puesta en marcha, con el rescate, de una nueva reforma bancaria y financiera. Y en segundo lugar, conseguir un apoyo firme de las CC AA al plan de ajuste del déficit sin que la prórroga modifique lo pactado anteriormente. De paso se abordan cambios en la estructura de organización y competencias de las Administraciones locales, sin que medie un proceso –tan necesario– de estudio, reflexión y debate sobre ello. Aquello del elefante y la cacharrería.
Y lo peor es que no se detiene aquí el ajuste impuesto con esta filosofía. Los nuevos Presupuestos que deban ya prepararse permitirán al Gobierno ir más allá. Lo veremos en próximos viernes y a la vuelta del verano. [Al detalle de estos y otros reales decretos y leyes que nos lluevan en ese tiempo dedicaremos parte del número que prepararemos en septiembre].

¿Quién va pagar esto? Quienes están en el desempleo (sobre todo los de larga duración) o engrosen esta fila próximamente por los cierres, el desmantelamiento de servicios públicos y programas de ayuda social, etc.; y los empleados públicos; y las personas acogidas a la Ley de Dependencia…; y los usuarios de la sanidad y educación públicas… (2), y la gente más joven ya sin futuro. “¡Que se jodan!”.

¿Cuál va ser el resultado? ¿Salvar la recesión, empezar a remontar?, ¿animar la actividad económica?, ¿incrementar nuestra competitividad?, ¿generar confianza en los mercados de deuda? O por el contrario, generar un miedo mayor del que ya hay, contraer un poco más la demanda y sumirnos en la depresión. O sin llegar a tanto, crear una mayor capa de pobreza y exclusión, una gran desigualdad social, una pérdida importante de derechos sociales y laborales, que quede consolidada así para el futuro. Enfrente nos vigilará una capa privilegiada, rica e insolidaria, a no ser que… Las próximas movilizaciones nos lo dirán también. 

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(1) Spain: Memorandum of Understanding on Financial-Sector Policy Conditionality (July 2012).
(2) Y otras minorías sociales: mujeres inmigrantes que deseen interrumpir su embarazo; posibles afectados del VIH o ya contagiados…