Alejandro González Iñárritu
Babel
(Hika, 182-183zka. 2006eko, azaroa-abendua)

            Babel es la tercera y última película de mi trilogía, que inicié con Amores perros y 21 gramos. No obstante esta última, a diferencia de las dos primeras, tiene una escala global y está formada por cuatro historias que rodé durante un año en tres continentes y en cinco diferentes idiomas con un claro e implícito comentario político y social. Babel no deja de ser, como las anteriores, una película acerca de la íntima y compleja relación entre padres e hijos.
            Para mí, Babel es una película acerca de la compasión, un sentimiento que hemos perdido y que es lo único que puede derribar las verdaderas líneas de frontera, que no son las que están entre los países sino las que están adentro de nosotros y que resultan las más peligrosas.
            Mas allá de la dificultad física, emocional e intelectual que representó terminar esta aventura, el verdadero reto de Babel fue el de encontrar una gramática visual que pudiese dar un sentido y cohesión a un complejo y diverso mosaico de historias y culturas, y que al final formara un todo.
            Creo que ser cineasta es como ser torero. No se hace sólo con talento sino con el sol que quema en el estómago. Es una actitud ante la vida, no un oficio.
            Trabajar con actores es difícil. Y trabajar con actores en otra lengua es más difícil aún. Pero trabajar con no actores en un idioma que no entiendes es una de las cosas que no es recomendable hacer para aquellos que tengan pensamientos suicidas.
            Diecisiete días antes de empezar a rodar en Marruecos no tenía a uno sólo de los personajes para la historia de Brad Pitt y Cate Blanchett. Todos los actores de la industria marroquí parecían estar afectados por los malos hábitos de las telenovelas. Desesperadamente, decidí salir a buscar a mis personajes en los humildes pueblos de las comunidades al sur del Sáhara, en donde no había electricidad y jamás habían visto una cámara. Desde la mezquita se anunció el proyecto y se formaron por cientos. Así, a los chicos los encontré jugando fútbol en una plaza; quien actúa como su padre es un carpintero de Fez; Anwar, el guía de Brad y Cate, llegó pidiendo trabajo de técnico de computadoras a la oficina de producción; el veterinario que atiende a Cate es el verdadero veterinario de Taguenzalt y sus manos olían a chivo; y Sfia, la viejita que la cuida, vivía en la casa de al lado y cuando parecía que tras 73 tornas finalmente lograría hacer lo que yo le indicaba, volteaba y sonreía a la cámara con sus dientes chimuelos, lo cual hacía que la quisiera matar pero al mismo tiempo abrazar con ternura.
            Mi familia y yo llegamos a vivir a los Estados Unidos cuatro días antes del 11 de septiembre de 2001. En aquel entonces, yo estaba desarrollando el guión y el proyecto de 21 gramos y vi claramente cómo el país se transformó. El régimen autoritario de George W. Bush ha aprovechado, bajo la bandera incoherente y contradictoria de su guerra contra el terrorismo, para exacerbar la xenofobia y el racismo contra todo lo que no sea o piense como ellos. “Aquellos que no están con nosotros, están en contra de nosotros". La otredad se ha convertido en un delito y las fronteras en un rito de humillación.
            Su ignorancia y fanatismo han sido la causa de una paranoia mundial que se traduce en la muerte de cientos de miles de civiles y niños y en la tragedia diaria de millones de mujeres mexicanas que, como Amelia, mi personaje, mueren en el desierto o sufren la humillación de ser ciudadanas invisibles.
            Esta experiencia ha sido la clave para mí y sin ella no podría haber concebido la idea de Babel. Curiosamente, yo inicié Babel creyendo que haría una película sobre lo que nos separa, lo que nos divide. Sin embargo, tras un año de viajar como gitanos por el mundo con mi familia cinematográfica, se transformó en una película acerca de lo que nos une, sobre la empatía que no es sino el dolor. Porque, a diferencia de lo que decíaTolstoi, lo que nos une no es la felicidad sino el dolor. Aquello que nos hace miserables es lo mismo para todos, sin importar raza, religión o estatus económico. La compasión nace del dolor.
            Me queda claro que la vida no es sino la experiencia de compartir el dolor, repartir el amor y, sobre todo, sorprendemos y preguntarnos sobre los extraordinarios eventos que nos suceden a diario en la más simple ordinariez.
            Una película es mucho más de lo que aparece en el rectángulo de la pantalla del cine. Todas las experiencias, lugares, rostros y comunidades con los que uno se relaciona al hacer una película afectan profundamente a todos los que la hacemos y a la película misma Y, sin embargo, es siempre frustrante no poder capturarlas para la memoria colectiva y perderlas para siempre. Más de una vez he encontrado personajes mas interesantes en comparación con aquellos que estoy filmando. Afortunadamente, mi esposa María Eladia tuvo la gran idea de aventurarse a producir un libro que capturara todas esas imágenes y sensaciones que serían parte integral de este largo viaje. Su idea era hacer un libro cuya virtud no sería el enfocarse en la maquinaria de hacer la película, sino rescatar todo aquello que nadie ve, pero que está en la película porque fue su fuente de inspiración.
            Contar con la participación de los fotógrafos Mary Ellen Mark, Patrick Bard, Graciela Iturbide y Miguel Río Branco es un sueño y un privilegio del que nos sentimos profundamente agradecidos. Su presencia en el set fue una gran inspiración para Rodrigo Prieto y para mí, ya que el trabajo de estos grandes artistas nos ha inspirado desde que éramos estudiantes. El milagro del arte se da entre la pupila del artista y el objeto que observa: la mirada, y es precisamente su mirada, la de estos artistas, la que siempre me sorprende y me revela algo nuevo que los simples mortales ni siquiera podemos ver.