| Alfonso  S. Palomares
 Averroes,  islam y modernidad
 (El Periódico de Catalunya, 16 de febrero de 2007)
 
 En la Feria  del Libro que acaba de celebrarse en El Cairo, el nombre de Averroes fue citado en varias  ocasiones sembrando la polémica en relación con el debate referente al modo y a  la posibilidad de conciliar islam y modernidad.
 Averroes  es el nombre latino del filósofo cordobés Ibn Rusdh, el gran intelectual de la corte de los Almohades (siglo  XII), en donde fue coronado de honores y alabanzas para terminar desterrado y  muriendo marginado en Marraquech.
 La razón de  sus desventuras fue su pensamiento crítico en relación con las tradiciones  islámicas y las interpretaciones dogmáticamente literales del Corán y de otras  escrituras sagradas. Averroes,  allí, entre el Guadalquivir y la mezquita, apoyándose en Aristóteles formuló el espíritu  racionalista, adelantándose al racionalismo francés del Siglo de las Luces. Es  curioso, la lógica de la racionalidad aristotélica que se extendió por Europa  la fermentó Averroes en la  Córdoba del esplendor. Algunos intelectuales musulmanes se reprochan el hecho  de que Averroes haya influido  más en otras culturas que en la suya propia.
 Esta idea la  acaba de poner sobre el tapete de la polémica el filósofo egipcio Hassan Hanafi, que durante los debates  con motivo de la aludida Feria del Libro dijo de una manera clara: «Tenemos necesidad de Ibn Rusdh para cambiar la cultura de nuestra gente.  Nosotros seguimos siendo prisioneros del pensamiento religioso. Occidente ha  avanzado mucho en el progreso técnico porque se liberó de las coartadas  religiosas y por eso pudo avanzar».
 Esta reflexión  no proviene de un pensador agnóstico o ateo, sino de un intelectual que se  siente parte de la umma, la comunidad  de los creyentes, ligado al patrimonio religioso e intelectual islámico y que  nunca ha dado la espalda a las mezquitas. Hay una serie de nuevos pensadores  islámicos de este corte y que quieren renovar la cultura islámica favoreciendo  el desarrollo de una modernidad que permita un auténtico diálogo del islam con  el resto de culturas y del mundo. Y, lo que es más importante, que la sociedad  islámica se libere del pensamiento opresor de los radicalismos fanáticos.
 Algunos de  estos pensadores han sido condenados o empujados al exilio y otros han quedado  reducidos al silencio dentro de sus propios países. En la Feria del Libro de El  Cairo, a la que me vengo refiriendo, la gran estrella fue Mohammed Arkoun, catedrático emérito  de Historia del Pensamiento Islámico en la Sorbona de París y arquetipo de la  defensa del pensamiento laico en el mundo musulmán. Pronunció una conferencia  bajo el título “Sociología del fracaso de la modernidad intelectual en los  contextos islámicos”. Realmente, este fracaso está en no haber sabido liberarse  de la opresión religiosa sobre el pensamiento, como predicó Averroes bastantes siglos antes que Voltaire. Por eso, la vuelta al  pensamiento de Averroes  significa el encuentro de un pensamiento liberador por parte de los  intelectuales musulmanes, y esa es la apuesta de hombres como Arkoun, Abu Zayd y muchos otros.  Incluso algunos de los que se atienen a la idea de que el Corán es la palabra  de Dios sostienen que es también un documento histórico influido por las  circunstancias sociopolíticas de la época, y como tal hay que analizarlo e  interpretarlo. No existe un islam eterno, puro y desarraigado de la historia,  sino que está contaminado por las circunstancias en que se produjo.
 En áreas de la  ortodoxia radical islámica se ha distorsionado mucho a Averroes, se ha creado un cliché del pensador cordobés en donde  aparece como libertino, cínico y ateo. Cuando el verdadero perfil de Averroes era muy distinto: abrió una  reflexión sobre las diferencias y rechazó el pensamiento totalitario y único  basado en las revelaciones religiosas. Valoró el diálogo con “lo otro” y la  posibilidad de escuchar sus razones y comprenderlo. Para él, la verdad tiene  muchos caminos y son diversos los valores y los lenguajes. Una de las misiones  de los intelectuales tanto del mundo islámico como del mundo occidental sería  la de conocerse mejor [...].
 
 
 
 
 
 
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