Angel Rodriguez Kauth

Tanto tiempo de lucha ¡de algo sirvió!

A modo de introduccion, o de porqué esta reflexión en voz alta

En este escrito he de salirme de los cánones habituales a los que están acostumbradas las publicaciones "serias" -cosa que, por otra parte, suelo hacer con más frecuencia de la que la prudencia aconseja- con el fin de ofrecerles a sus adustos y "serios" lectores alguna reflexión que me ha inquietado desde hace años. Aunque en esta oportunidad lo haré con toda la intención puesta en el intento de marras. Resulta que hay puntos de inflexión en la vida, sobre todo cuando ya se cargan muchos años y quedan pocas canas para peinar y es entonces que se toma a la superficie azogada del espejo como un objeto para mirar al pasado desde adentro de uno, en una suerte de pretender atravesar el espejo tal como lo hiciera Alicia, el célebre personaje de L. Carroll (1872).
Esto ocurre especialmente cuando el periódico dominical ha traído en su interior una noticia que -de alguna manera- me permite considerar que tantos años en la lucha frontal antiimperialista y anticapitalista no fueron en vano.
Es que no nos engañemos. ¿Quiénes de los que estamos en esta quijotesca empresa alguna vez no hemos tenido nuestro momento de duda sobre lo que hacíamos? ¿Quiénes en algún momento no nos hemos planteado que toda esta lucha era vana y fútil, que había sido algo así como predicar en el desierto? Tengo la impresión -y creo no equivocarme- de que los que no hayamos atravesado por esos instantes de replantearnos nuestras conductas habituales en cuanto al quehacer político de francotiradores que nadamos contra la corriente de las mayorías que vivimos en las culturas capitalistas y dependientes, si no hemos hecho tal ejercicio intelectual es porque hemos sido unos idiotas que reiterábamos consignas de manera acrítica. O, quizás, porque los que no lo hicieron han tenido una formación ideológica y política más que sólida en sus cimientos.
Cuando se trata del primer caso, ello casi vendría a ser algo así como haber sido tan dogmáticos (Paz, 1989) como aquellos mismos a los que hemos estado combatiendo con la pluma y la palabra durante todo este tiempo transcurrido.
Quizás a esto que me propongo expresar en estas líneas algunos le llamen el ejercicio de la autocrítica, lo que me resisto a hacer bajo ese nombre debido a que fue una metodología stalinista que solamente terminaba cuando se encontraba que la culpa de los fracasos estaban afuera, en los otros, en aquellos a los que se enfrentaba. No es éste el caso. Se trata de un ejercicio intelectual que sondea no en los otros sino adentro de uno, tampoco se hace buscando los errores cometidos, sino simplemente tratando de hallar los indicadores -o pistas- que permitan observar que lo que se ha hecho fue en vano, que la prédica constante no tuvo mayor valor. Y, debo confesar en público, que más de una vez trastabillé, tuve mis dudas -no las metódicas cartesianas- sino las existenciales (Sartre, 1943) sobre los posibles equívocos acerca del lugar dónde me había ubicado.
Es que la lucha ha sido dura -y ha de continuar siéndolo- y se debe enfrentar a quienes monopolizan no solamente la información, sino también la mayor parte de los medios de comunicación, ya sea la prensa, los áulicos o simplemente los de la "calle" que cotidianamente pisamos.
Sospecho, por lo conversado con otros compañeros de esta larga travesía, aunque aclarando que sin haber hecho estudio alguno de investigación riguroso al respecto, que esto mismo les había ocurrido -y les seguía sucediendo- a los muchos compañeros que están colocados en una posición ideológica semejante. Y cómo habrán sido de certeras tales sospechas de naturaleza intuitiva que algunos de ellos prefirieron abandonar la lucha antiimperialista y anticapitalista para dedicarse a quehaceres menos dolorosos para la introspección de sus egos.
Esta situación, sobre todo, la viví cuando se puso de moda, hace más de una década, lo que se llamó "el fin de las ideologías" o el "fin de la historia". Entonces sentí, más marcadamente que nunca, la sensación de que todo lo que había hecho fue inútil, más aún observando que los destinatarios de mis palabras y escritos -los jóvenes- tomaban el camino fácil de acomodarse a la nueva realidad light que se vivió a partir de aquellos momentos. Pero, aún en la duda, en la requisitoria que hacía frente al espejo y adentro del mismo, de una manera empecinada continué por el sendero que comencé a transitar desde jovencito, no por un mero capricho de no reconocer la realidad y tener que aceptar el error, sino bajo la responsabilidad y convicción de que aquella era la propuesta correcta... aunque me faltaran indicadores que así lo demostraran. Es que la aplicación del método científico a estos menesteres también necesita de probanzas externas que convaliden o rechacen aquello que se vivencia.
Y, al fin, tales pruebas me llegaron a través del periódico porteño La Nación, en su edición del 15 de junio de 2003, por parte de un informe realizado por una de esas agencias demoscópicas que en absoluto están emparentadas con mi trajín ideológico cotidiano, más bien, por el contrario, está ubicada en los antípodas del pensamiento que vengo sosteniendo desde hace casi medio siglo.

El reporte de la noticia periodística

La empresa consultora de Graciela Römer y Asociados -una mujer muy seria y responsable en la elaboración de sus quehaceres demoscópicos- realizó un estudio en el área metropolitana de Buenos Aires sobre 632 casos con entrevistas personales (1) con el fin de averiguar la cantidad de personas que expresan un sentimiento antinorteamericano entre la población argentina; esto se realizó para mayo de 2003. Previamente, en noviembre del año anterior, había realizado un estudio semejante que arrojó una cifra nada despreciable del 57% de personas que decían que otras personas tenían tal sentimiento en contra los norteamericanos. Y, a medio año de diferencia, encontró que el mismo sentimiento había crecido hasta alcanzar el 70% en la última medición a que hacemos referencia. Es preciso resaltar que solamente el 7% de los consultados estuvo de acuerdo con un apoyo irrestricto a las políticas norteamericanas en general y en particular a sus atropellos bélicos de los últimos tiempos. Asimismo, añade la titular de la empresa, que resultados semejantes se encontraron en otros países de América Latina, lo cual no deja de ser significativo, a la par que alentador.
Es necesario señalar que lo que la encuestadora denomina como "sentimiento antinorteamericano" no es precisamente una cuestión personalizada sobre los habitantes o nativos de aquél país, sino que dicho estado emocional apunta básicamente a la estructura política y económica imperiocapitalista (2). Esto se afirma en dos vertientes coincidentes y no contradictorias entre sí:
a) el rechazo explícito en el mundo entero a la invasión anglonorteamericana de Afganistán primero y luego de Irak, bajo el pretexto de defender la soberanía nacional de su pueblo tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, invasiones que se hicieron bajo el amparo protector del argumento de que -sobre todo en Irak- había arsenales de armas de destrucción masiva, lo cual aún no se ha podido confirmar de manera fehaciente más allá de las palabras de los dirigentes de la coalición; y
b) más referido a la situación que se vive en Latinoamérica con los palabras utilizadas por la propia Consultora cuando interpreta sus hallazgos, al decir que "Esta es una respuesta a los resultados negativos de las políticas de la década del 90 y a lo que la gente percibe como alineamiento automático".
Al desglosar ambas lecturas se verá que para la primera han dejado bastante que desear las explicaciones casi de un modo infantil -por lo pueriles- con que se pretendió justificar la invasión a Irak. Más aún, diversos autores norteamericanos, entre los cuales solamente citaremos a modo de ejemplo a Gore Vidal (2002), hasta se permiten sospechar que dichos atentados no fueron tales, sino que contaron con la complicidad del gobierno norteamericano para enfervorizar a su pueblo en la búsqueda de venganza por algo que no fue y que se realizó con el único propósito de alcanzar a derrotar a un régimen corrupto que les impedía realizar -a los principales dirigentes de la Casa Blanca- sus millonarios negocios con la explotación del petróleo de la región (Bravo, 2003; Chomet, 2003: Rulf, 2003).
Todo ello se ha visto confirmado con la falta de respuestas certeras ante las requisitorias acerca de dónde estaba escondido el arsenal de armas de destrucción masiva que supuestamente tenia el gobierno iraquí. Esta falsedad argumental ya le ha costado la cabeza a más de un funcionario intermedio de la CIA, como así también fuertes golpes políticos a A. Blair, quien está viendo como se produce el desmembramiento de su gabinete y hasta el repudio de sus propios legisladores laboristas. Y tales noticias llegan a América Latina gracias a la globalización de los medios de comunicación, lo cual genera una fuerte repulsa a sistemas políticos que utilizan la mentira para alcanzar sus objetivos espurios. Pero esto no debe asombrar a nadie, ya en la década de los años 40, en medio de la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Roosevelt hizo caso omiso a los informes enviados por el embajador de su país en Londres (3) en los cuales le informaba acerca del inminente ataque japonés a la base de Pearl Harbour en el Océano Pacífico. Fue preciso mandar al sacrificio a casi tres mil norteamericanos -entre soldados y civiles que vivían en la Base- para lograr que el pueblo apoyara la entrada a la guerra de su gobierno, como una forma de vengar a sus muertos caídos en una artera emboscada.
A todo ello se le suman los sentimientos en contra de una de las potencias que hizo gala de haber sido de las más genocidas durante el Siglo XX, quien se llevó las palmas de oro -y de platino también- con sus cruentas invasiones a territorios que bélicamente no le eran hostiles, pero que se oponían con valor y coraje a sus pretensiones imperiales de dominación y sojuzgamiento (Rodriguez Kauth, 2003).
El segundo argumento, el utilizado por la titular de la Consultora en cuestión, se refiere directamente a cómo los pueblos de la región hemos vivido las políticas de "ajuste sobre el ajuste" (Rodriguez Kauth, 1994) que nos impusieron los organismos transnacionales de crédito -fundamentalmente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- los cuales son vistos -sin equivocarse- como apéndices perversos del Departamento del Tesoro norteamericano que los utiliza para llevar adelante sus políticas de saqueo a las riquezas de nuestros territorios, predación que se hace sobre el hambre y la miseria de los trabajadores. Un ejemplo elocuente de ello fueron las políticas de privatizaciones que recorrieron a América Latina cual un Jinete Apocalíptico y que son las causantes de las altas tasas de desocupación que azotan a la región, las cuales vienen acompañadas con una concomitante recesión que se refleja en la bajada del consumo interno -lo cual es esperable en tales situaciones (Bocock, 1993)-, lo que a su vez trae aparejada una reducción de la recaudación fiscal y el círculo perverso se cierra con la falta de atención a las necesidades básicas de la población, como son -entre las principales- educación, salud, seguridad, vivienda, etc. Vale decir, grandes sectores poblacionales viven en la marginación más extrema, la que se evidencia -entre otros indicadores- en el alto número de desnutrición infantil y sus secuelas en el desarrollo psicomotriz y sus capacidades intelectuales para el aprendizaje posterior.
Este rápido pantallazo por la situación que se vive en América Latina permite visualizar de qué manera se pasó de una condición de seducción de tipo amorosa por los EE.UU. (4) a otra de repudio.
Asimismo, la encuesta en cuestión averiguó acerca de con qué países debiera la Argentina estrechar vínculos comerciales para salir del marasmo que la mantiene paralizada. Y aquí también los resultados obtenidos fueron de un manifiesto rechazo por los EE.UU. y en favor de la integración con los vecinos de la región. De tal suerte, la profundización y puesta en marcha del Mercosur alcanzó el 62% del apoyo, en tanto que el acercamiento al Tratado de Libre Comercio con EE.UU., el ALCA, organismo que aparentemente nos coloca en una posición ventajosa, pero que en realidad nos perjudica en tanto y cuanto debemos someternos a los dictámenes del mismo y que emanan directamente desde Washington (Rodriguez Kauth, 2001b), solamente llegó a un 7% de adhesiones (5).

A modo de colofón

Los datos aportados en el punto anterior me han llevado a la obligación de realizar la reflexión que señalara en el primer punto de esta nota, es decir, si valió la pena mantener erguido el estandarte de la lucha contra el imperiocapitalismo. Y tengo la intuición, por no decir la convicción, de que efectivamente de algo ha servido haberlo hecho.
No se trata de creer ingenuamente que con nuestra prédica se ha logrado tal cambio de actitud favorable a nuestros objetivos. Hacerlo sería algo así como caer en el vicio de la soberbia. Pero tampoco es cuestión de minimizar lo hecho hasta restarle toda influencia. Obviamente que no voy a entrar en la exquisita posición omnipotente y omnipresente de pensar que fui yo el único que logró que se llegara a los sentimientos antiimperialistas que parecieran recorrer a la región. No, en modo alguno. Hemos sido muchos los militantes del campo popular -y algunos de ellos hasta del revolucionario- los que hemos ido sembrando esa semilla. En algún momento de los años 90 pareció que tal tarea hubiera sido hecha en el desierto más desolado que imaginar se pueda. Se hablaba de que estábamos frente al fenómeno irreversible del "pensamiento único" (Estefanía, 1997), del "hombre light" (Rojas, 1994), del "fin de la historia" y de las ideologías (Fukuyama, 1989), como si esto fuese una cosa acabada, como si realmente estuviésemos asistiendo al fin de la historia. Pero, los que algunas vez titubeamos sobre la labor de la prédica y el valor de la lucha, seguramente que ha sido por falencias en nuestra formación, la que de más está decirlo, nunca se acaba hasta la muerte de los protagonistas.
Y sobre esto, en la contemporaneidad, un agudo pensador español nos ha dejado excelentes enseñanzas (del Río, 1993; 2002) acerca de cómo se pueden mantener incólumes las posiciones sin necesidad de terminar en el prototípico discurso vigesimonónico que mantuvieron las izquierdas y que en la actualidad han caído en desuso.
Se cuentan de a centenares -y porqué no de a millares- los compañeros que transitamos por esta senda que nos legaran los próceres intelectuales latinoamericanos. Fue en virtud de aquellas enseñanzas que todos esos camaradas de ruta -que alguna vez recibimos el mote de idiotas útiles- y cada uno de nosotros, dejó caer su semilla en la tierra que por un instante parecía hostil y que, sin embargo, ya algunos alcanzamos a ver que la tarea fue positiva, ha rendido los frutos esperados. Más, ¡cuidado!: esto no quiere decir que ha llegado la hora de plantar bandera y saborear las mieles de un triunfo coyuntural; nada de eso, falta mucho camino por recorrer en la búsqueda de la utopía siempre inalcanzable, aunque es la que nos moviliza en este bregar sin pausas (6).
La historia, pese a las pretensiones en contrario de algunos fieles servidores del sistema capitalista, no se detiene jamás. Esto no solamente fue predicado por Marx, Engels y otros patriarcas que formaron nuestra ideología, sino que las modernas actualizaciones de la fisicoquímica (Prygogine y Stengers, 1987; Prygogine, 1995) nos aportan pruebas más que suficientes desde el campo experimental de la ciencia para confirmar la hipótesis que reiteradamente se quiere negar.
Para finalizar, nada más que nombrar a quienes han sido los mentores intelectuales y emocionales de la lucha antiimperialista en "nuestra América" y, entre los muchos personajes que aparecen ante mi pantalla cerebral, no me cabe menos que evocar a las figuras de Bolívar, Martí, Ingenieros, Mariátegui, el Che Guevara y el todavía batallador Leopoldo Zea.

BIBLIOGRAFIA:

BOCOCK, R.: (1993) El consumo. Talasa, Madrid, 1995.
BRAVO, C.: (2003) "Comienza la guerra, comienza el negocio petrolífero". Greenpeace, Madrid, Nº 65, pp. 18-19.
CARROLL, L.: (1872) Alicia a través del espejo. El Ateneo, Bs. Aires, 2000.
CHOMET, C. R.: (2003) "Cambios en el orden Internacional tras la agresión a Irak". Página Abierta, Madrid, Nº 137, pp. 16-22.
del RIO, E.: (1993) La sombra de Marx. Talasa, Madrid.
del RIO, E.: (2002) ¿Es actual la ideología marxista?". Disenso, Canarias, Nº 37.
ESTEFANIA, J.: (1997) Contra el pensamiento único. Ed. Taurus, Madrid.
FUKUYAMA, F.: (1989) "¿El fin de la historia?". Babel, Bs. Aires, N° 14, 1990, pp. 28-40.
PAZ, J. G.: (1989) El dogmatismo. Fascinación y servidumbre. Dialéctica, Bs. Aires.
PRYGOGINE, I. y STENGERS, I.: (1987) La Nueva Alianza (metamorfosis de la ciencia). Alianza, Madrid, 1990.
PRYGOGINE, I.: (1995) El fin de las Certidumbres. Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1997.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1987) Psicología de las actitudes y estructuras cognitivas. Universitaria San Luis, Argentina.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1994) Lecturas psicopolíticas de la realidad nacional desde la izquierda. CEAL, Bs. Aires.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (2001) "Guerra y globalización en los albores del siglo XXI". Nómadas, Madrid, Nº 4.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (2001b) "El ALCA visto desde una economía emergente: ¿nos conviene?. La Insignia, Madrid, 21/09/01.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (2003) Lecturas sociopolíticas de los últimos diez años. Editorial e-libro.net, Bs. Aires.
ROJAS, E.: (1994) El Hombre Light. Temas de Hoy, Madrid/Bs. Aires.
RULF, E.: (2003) "El saqueo de Medio Oriente por Oro Negro". Greenpeace, Madrid, Nº 65, pp. 20-26.
SARTRE, J. P.: (1943) El ser y la nada. Losada, Bs. Aires, 1960.
VIDAL, G.: (2002) Dreaming war. Thunder's Mouth Press, New York.

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(1) Utilizando el sistema de averiguar acerca de "los otros" (Rodriguez Kauth, 1987), es decir, en tercera persona para que quien responda, en última instancia termine proyectando sus propios sentimientos y pensamientos -sentipensamientos, en el decir poético de E. Galeano- que mucho le costaría responderla si la pregunta fuese dirigida directamente hacia él.
(2) En la cual se sintetizan la política imperialista de los EE.UU. aunada con el sistema económico capitalista que vienen acentuando los EE.UU. en los últimos tiempos, especialmente con sus incursiones invasoras en el Medio Oriente (Rodriguez Kauth, 1994).
(3) Por entonces el padre de quien más tarde sería Presidente de USA: J. F. Kennedy.
(4) Sobre el tema de la amistad -inclusive la de tipo amoroso, cuales fueran por ejemplo las "relaciones carnales" que mantuvo la Argentina durante el menemismo- no puede olvidarse que ya un Secretario del Departamento de Estado, en la década del '50 -D. Rusk, el que trabajó para la administración de D. Eisenhower- sentó taxativamente la política exterior de ellos, al afirmar que "Los Estados Unidos no tienen amigos, solamente tienen socios", los cuáles hoy lo son y mañana pueden dejar de serlo, si es que no satisfacen las demandas del Imperio. Sin embargo, en la actualidad más que amigos o socios necesitan cómplices para sus macabras elucubraciones de extensión imperial (Rodriguez Kauth, 2001) a una visualización de la realidad tal como es y sin deformaciones oportunistas, con el consecuente repudio a sus políticas y, por extensión a su pueblo que es cómplice de sus gobernantes.
(5) Seguramente la misma minoría que había declarado -en la primera pregunta- su afecto favorable por los EE.UU.
(6) Aunque en mi caso particular, con algunas hesitaciones, las que afortunadamente fueron sobrellevadas y superadas.