Antonio Antón
Nuevo ciclo del cambio político

Los resultados de las recientes elecciones municipales y autonómicas reflejan un paso relevante en la dirección del cambio político. El desplome del PP, junto con el ligero declive o mantenimiento del PSOE y el avance significativo de Podemos y las fuerzas alternativas, consolidan el nuevo ciclo de cambio institucional.

El cambio se refuerza

Veamos algunos datos concretos de la realidad producida por la ruptura de la simple alternancia del bipartidismo y el reequilibrio hacia dinámicas alternativas con la aparición del tercer y diverso actor político, representativo de una amplia y consistente corriente social crítica y alternativa.

Primero, la dimensión del batacazo del PP, respecto de las anteriores elecciones municipales de 2011, ha sido monumental, en votos (2,5 millones menos) y porcentaje (10,5 puntos menos), hasta situarse en el 27% y 6 millones de votos. En términos de control del poder institucional es todavía mayor su pérdida: no alcanza mayoría absoluta en ninguna Comunidad Autónoma y, particularmente, pierde ayuntamientos tan significativos como Madrid, Sevilla o Valencia.

Ese descenso electoral no ha sido compensado por el ascenso de Ciudadanos (millón y medio de votos y 6,6%). Este partido emergente ha recogido un significativo apoyo para su cambio ‘sensato’: frenar algo la corrupción y la degradación de la vieja política pero reforzar las estrategias económicas y sociales dominantes. No obstante, respecto de las expectativas, su resultado ha sido discreto. Su llave para garantizar el continuismo del centro-derecha es menor en términos cuantitativos, aunque puede apuntalar al PP en cuatro Comunidades Autónomas (Castilla-León, Murcia, Rioja y, especialmente por su importancia, Madrid). No obstante, dado su discurso regeneracionista frente a la corrupción, para incrementar su legitimidad de cara a las elecciones generales tiene la dificultad para implicarse abiertamente en la gobernabilidad dirigida por el PP y debe aparecer algo diferenciado.

Segundo, el PSOE sigue en declive histórico en su representatividad o legitimidad social. Desde las elecciones de 2007 (34,92%) hasta las de 2011 (27,79%) perdió más de siete puntos. En las actuales de 2015 ha vuelto a bajar (25,03%) casi otros tres puntos y 0,6 millones de votos, aunque llega a 5,6 millones de votantes. Se ha recuperado algo desde las elecciones europeas del año pasado (23%), apenas dos puntos porcentuales, aunque sus portavoces ponen el acento en el ascenso de dos millones de votantes, derivado solo de una mayor participación general (veintidós puntos más). Por tanto, la realidad es que siguen en sus mínimos electorales, lo cual les requiere algo de modestia, y expresa que la ligera recuperación porcentual no asegura su crecimiento exponencial en el futuro, aunque sí puede garantizar ese suelo mínimo de un cuarto de papeletas emitidas. Su oferta de cambio seguro, es decir, de poco cambio y mucho de continuismo estratégico, todavía ha tenido una importante credibilidad, pero es insuficiente para asegurar un fuerte crecimiento. Ante el fuerte descenso del PP, se le ha acercado en votos y porcentaje (no llega a medio millón y dos puntos de diferencia), aunque ambos (el bipartidismo) apenas superan la mitad del electorado (52%). Pero, sobre todo, ese casi empate con el PP y el peso significativo de las candidaturas alternativas, partidarias del desalojo de la derecha, le posibilitan el acceso a mayores cuotas de poder autonómico y municipal. El estancamiento representativo en un suelo de mínimos se combina con mayor cuota de poder institucional.

Tercero, hay que destacar el acierto de las candidaturas populares unitarias, apoyadas por Podemos pero que han superado el apoyo directo a este partido en sitios significativos. Particularmente, por su impacto social y valor político, las de Ahora Madrid y Barcelona en comù. Pero además también han tenido mayor éxito otras candidaturas con una mayor convergencia con otras fuerzas políticas y sectores independientes como en Galicia (particularmente en A Coruña y Santiago), Zaragoza, Cádiz o Valencia (en este caso de la mano de Compromís). En ese sentido, la estrategia de Podemos de ampliar con otros actores políticos y sociales la composición de las candidaturas municipales se ha demostrado acertada. El resultado ha sido el mayor apoyo electoral conseguido por estas candidaturas de unidad popular, más abiertas y plurales respecto de las propias de Podemos en las elecciones autonómicas. Su decisión de promover esas candidaturas más amplias, con sectores independientes y otros grupos sociales y políticos, tenía una motivación defensiva, al no contar con una sólida estructura territorial. Pero esa experiencia unitaria, en los sitios con esas condiciones específicas de amplitud, integración y liderazgo social, señalan un camino a recorrer con el objetivo de ensanchar la base social por el cambio y posibilitar una colaboración y protagonismo adecuados al resto  de fuerzas sociales y políticas alternativas.

Al mismo tiempo, en ayuntamientos relevantes han conseguido superar en representatividad al PSOE. Por tanto, esa estrategia ha permitido un reequilibrio más favorable de las fuerzas alternativas por un cambio sustancial frente a los riesgos de un simple cambio ‘seguro’, con total hegemonía del partido socialista. Tiene no solo un valor simbólico y cultural, sino que demuestra la brecha sociopolítica conseguida frente al poder de las derechas y la ventaja respecto del partido socialista. Al mismo tiempo, conlleva una gran responsabilidad institucional que va a ser enjuiciada por la ciudadanía. Como avanzadilla puede ser un factor de fortalecimiento para toda la corriente política que representa (o de debilitamiento si se cometen errores graves).

En conclusión, el PSOE ha tenido los peores resultados en unas elecciones municipales desde el comienzo de la democracia. Ha vuelto a descender cerca de 0,7 millones de votos desde las elecciones municipales de 2011 (en las que había perdido cerca de 1,5 millones respecto de las anteriores de 2007). No obstante, se ha recuperado ligeramente respecto del mayor debacle de las elecciones europeas de 2014, y mantiene un suelo significativo de la cuarta parte de los votos. Podemos y las fuerzas alternativas han conseguido un respaldo ciudadano meritorio. No obstante, a nivel general, el respaldo electoral a Podemos y las fuerzas afines es insuficiente para imprimir hoy una reorientación profunda de las políticas y la gestión en la mayoría de instituciones autonómicas y locales. No han expresado suficiente fuerza y apoyo electoral para poder superar al PSOE. Pero esa visión de las medias comparativas entre Podemos y PSOE, a la que se acoge este último,  oculta una distribución irregular entre diversos territorios e instituciones e, incluso, edades. Debe ser complementada con la valoración de la tendencia materializada en algunas grandes ciudades. Así, como se ha dicho, en los sectores más dinámicos, jóvenes, capas populares o clases medias empobrecidas, existe un mayor equilibrio entre ambas corrientes políticas, e incluso los votos alternativos superan ampliamente la representatividad del partido socialista (en algunos barrios madrileños o barceloneses la ventaja ha sido de treinta puntos, con hasta el 40% para la candidatura  de unidad popular y apenas el 10% para la socialista). 

La combinación de esos tres factores, fuerte declive del PP, menor descenso del PSOE y ascenso de Podemos y el resto alternativo, ha generado un vuelco en la dinámica política, favorable al desalojo institucional de la derecha y la consolidación de la apertura del cambio político.

La dirección del partido socialista enseguida ha destacado la media de los resultados autonómicos con la idea de que son la referencia principal para el cambio. Sin embargo, la situación actual es distinta a la de épocas anteriores en la que el partido socialista podía disponer de una posición completamente hegemónica o imponer una posición muy subordinada de otras fuerzas de izquierda, como ha sido la experiencia con Izquierda Unida en distintas Comunidades Autónomas. Ahora, Podemos (o Compromís en la Comunidad valenciana) tienen un peso mucho mayor y existe un mayor equilibrio. Pero, sobre todo, la mayor representatividad conseguida por las fuerzas alternativas en varios de los mayores ayuntamientos respecto del PSOE hace que la hegemonía de la gestión y el programa aplicar sea de las primeras y el partido socialista tenga que aceptar una posición subordinada de colaboración y acuerdos. Es una experiencia inédita que la dirección socialista debe asimilar, si quiere realmente participar en una dinámica de cambio, aunque sea pactado o intermedio, en estos ámbitos locales menos condicionados por los poderes económicos y las estrategias liberal-conservadoras del contexto europeo.

Es cierto que una parte significativa de los electorados del partido socialista y de Ciudadanos han confiado en esas primeras garantías de cambio limitado, infravalorando las consecuencias negativas de prolongar una dinámica económico-social injusta o solo el remozamiento del sistema político. Es decir, han expresado la falta de confianza en un cambio más profundo y en las nuevas élites que lo representan. En el horizonte está el reto de ampliar la base social alternativa para conseguir mayoría relativa en las elecciones generales y poder llevar a cabo una transformación sustantiva, con los acuerdos necesarios. Junto con el afianzamiento de las propias bases sociales, incluido la incorporación de sectores abstencionistas, se trata de conseguir una mayoría social por un cambio sustancial y convencer a esa parte de la sociedad todavía partidaria de un cambio moderado o parcial para que se impliquen en un auténtico cambio de políticas socioeconómicas y de profunda democratización política.

En ese sentido es acertada la doble posición de Podemos y las fuerzas alternativas de garantizar el desalojo de la derecha, apoyando con condiciones la investidura de gobiernos progresistas pero sin participar en su gestión, y concentrarse en una labor de oposición rigurosa a gobiernos socialistas (aparte de los de derechas) y de estímulo de la participación cívica. Esta situación de hegemonía relativa socialista solo permite opciones de cambio muy limitadas, pero positivas respecto del continuismo de la derecha. Pero, al mismo tiempo, la labor de control democrático y oposición social y política, así como la gestión directa de las instituciones bajo su responsabilidad facilitan a Podemos y grupos aliados y afines, avanzar en el camino del cambio. En el plano simbólico y cultural y en los beneficios directos para la gente, y en los dos campos fundamentales del cambio político: democratización del sistema político y de defensa de los derechos sociales y una política económica más justa. Por tanto, esa opción estratégica frente al continuismo institucional y económico ofrece mayores posibilidades de legitimidad ciudadana; permite fortalecer la expectativa de incrementar la representatividad para alcanzar una mayoría relativa en las elecciones generales, en particular respecto del partido socialista, para condicionar su estrategia y poder imprimir una dinámica de cambio sustantivo.

La hegemonía del cambio

La ciudadanía ha hablado a través de las urnas. Se ha consolidado la apertura del camino para el cambio político e institucional. El bipartidismo imperfecto de los dos grandes partidos gobernantes suma apenas la mitad del electorado municipal (52%): PP, el 27%, y PSOE, el 25%-. Todavía tienen, respectivamente, 6 y 5,6 millones de votos. Pero ya no constituyen el sistema exclusivo de alternancia en las principales instituciones autonómicas y locales, por la aparición de un tercer actor político, todavía algo fragmentado, pero con una importante representatividad (en torno al 15%).

El conjunto de candidaturas de unidad popular (apoyadas por Podemos y otros grupos como ICV-EUiA en Cataluña, Anova en Galicia y Equo y sectores de IU en distintos sitios) han recibido 3,5 millones de votos (15,7%), y sumados a los de IU (un millón) y grupos afines como Compromís, el total alcanza a cerca de 5 millones, es decir, un nivel cercano al del PSOE. Podemos, junto con diversas fuerzas alternativas y candidaturas populares, pueden constituir y condicionar gobiernos de progreso. No se han generalizado las bases para sustentar un cambio sustancial, pero el avance conseguido en esa dirección sí es importante y de gran impacto simbólico y político. A ello hay que añadir la aparición de Ciudadanos (1,5 millones y 6,6%), con su cambio ‘sensato’ y posible comodín ambivalente para PP o PSOE.

Se trata de profundizar en qué tipo de cambio ha sido avalado por la ciudadanía, cuál es la hegemonía de las distintas fuerzas políticas que puede condicionar, representar y dirigir ese cambio y qué relación comparativa tienen sus bases sociales de apoyo y, por tanto, su capacidad transformadora. Todo ello con una visión dinámica y con la perspectiva de su evolución hasta las elecciones generales, donde se ventila el carácter y la profundidad de la democratización política y el necesario giro socioeconómico.

Tres rasgos principales reflejan los resultados electorales: 1) el fracaso del continuismo del PP, con una gran pérdida de su legitimidad social y, especialmente, de su gran control del poder autonómico y municipal; 2) la persistencia de un amplio sector social con componentes progresistas pero remisos a un giro socioeconómico relevante y a una regeneración democrática profunda; reflejo de esto es la expresión de un significativo electorado, por una parte, del PSOE con su cambio ‘seguro’ pero muy limitado, y, por otra parte, de Ciudadanos, con su cambio ‘sensato’, en aspectos como la lucha contra la corrupción, pero con una política económica neoliberal; 3) la consistencia y relevancia de la dinámica ciudadana de cambio real, con la fuerte representatividad de Podemos y el resto de fuerzas alternativas, con especial importancia de las candidaturas populares más amplias y unitarias como Madrid, Barcelona y otras grandes capitales.

La combinación de esos tres aspectos supone un desplazamiento de la población hacia la izquierda o a la reafirmación popular contra las políticas y los responsables de la austeridad y la prepotencia y la corrupción institucionales y a favor de la justicia social y la regeneración democrática. Son componentes programáticos ineludibles para la transformación social, política y económica en este nuevo ciclo de cambio institucional.

Esta tendencia electoral de rechazo a la gestión antipopular del PP ha producido su desalojo del gran parte de su poder institucional, pero ha dejado abierta la composición de los nuevos gobiernos municipales y autonómicos. Frente a la debacle del PP se ha producido una realidad doble y diversa en su plasmación territorial que condiciona la configuración de los tipos de gobiernos de progreso y la dimensión y profundidad de sus cambios programáticos y de gestión. Uno de los aspectos más relevantes es la relación comparativa entre PSOE y Podemos y el resto de fuerzas alternativas. Su análisis está sometido no solo a la legitimación de los liderazgos y las estrategias respectivos, sino que condiciona las negociaciones para definir el tipo y la composición de los gobiernos locales y autonómicos, la hegemonía en la representación ciudadana, la gestión de las medidas inmediatas, la perspectiva para las elecciones generales y la apuesta sobre el tipo de cambio que se podrá implementar. 

La media de los resultados autonómicos del PSOE (25%) es superior a la de Podemos (14%), en unos once puntos, es decir, el partido socialista todavía mantiene una ventaja significativa. No obstante, la distribución territorial de esa superioridad del PSOE es desigual. Las distancias son menores en algunas Comunidades Autónomas (Aragón -4-, Asturias -7-, Madrid -7-) y en otros territorios son mayores (Castilla-La Mancha -17-, Extremadura -32-). Pero si añadimos los resultados de Podemos a los de otras fuerzas alternativas, el total  de ellas alcanza una mayor representatividad y ventaja que el partido socialista. Por ejemplo, sumando Compromís en la Comunidad valenciana -9- y Geroa Bai, EH-Bildu e Izquierda-Esquerra en Navarra -19-; y prácticamente empatando sumando CHA e IU en Aragón o IU en Asturias. Por tanto, en las elecciones autonómicas, entre las fuerzas progresistas la hegemonía del PSOE, que tanto proclaman sus portavoces, no es absoluta. 

No obstante, esta circunstancia de adelantamiento alternativo al PSOE se produce más claramente en el ámbito municipal, en grandes capitales, con importante impacto político y con candidaturas amplias y mayor convergencia de fuerzas políticas, como Barcelona en comú y Ahora Madrid, representadas por personas independientes y gran liderazgo: Ada Colau y Manuela Carmena. Así, los resultados municipales en varias ciudades relevantes, como Madrid (31,8%), Barcelona (25,2%), Cádiz (27,9%), Zaragoza (24,5%), A Coruña (30,9%) o Santiago (34,6), han superado ampliamente el voto al PSOE y han facilitado su liderazgo del cambio y el sentido de su orientación. Pero además, estas candidaturas de unidad popular, no de forma generalizada en todos los municipios pero sí en estas ciudades, en las que han existido una mayor convergencia de fuerzas políticas, una base social más dinámica y con arraigo asociativo y un mejor discurso y liderazgo, han obtenido un apoyo superior al techo medio de Podemos en su voto autonómico.

Por tanto, los porcentajes obtenidos por Podemos en las autonómicas y el conjunto de candidaturas populares en las municipales son similares, en torno al 15% y con solo un punto de diferencia. Pero esa comparación de las medias esconde esa diversa distribución, ya que este desequilibrio favorable en algunas grandes ciudades, con candidaturas más amplias, se ha compensado con la ausencia o menor representatividad de este tipo de candidaturas en muchos municipios pequeños o medianos. La valoración de esta asimetría tiene importancia porque señala el camino para ampliar la base electoral de Podemos y los grupos alternativos.  

Mención aparte tiene el retroceso de IU, en el ámbito autonómico y especialmente en Madrid, aunque haya mantenido el número total de concejales –incluso superado si añadimos los obtenidos en candidaturas unitarias-. Así, ha demostrado la permanencia de su implantación municipal (4,5%, con la sigla propia), pero sus resultados globales son negativos y expresan los límites y las contradicciones de su estrategia política y de alianzas y los efectos de su división interna. Junto con su relativo éxito en la participación en candidaturas de unidad popular (con especial referencia en Galicia y Cataluña, con el acierto convergente de ICV y sin que se haya deteriorado su perfil propio), se ha producido el fracaso en candidaturas propias (sobre todo Madrid), y el mantenimiento en el nivel municipal y en Asturias. Exige a esta formación política una reflexión detenida, como mínimo para frenar su proceso de declive y deterioro y poder aportar una dinámica positiva y multiplicadora para el cambio social e institucional. Primero, con el reconocimiento de esta realidad, distinta a su relación anterior en Izquierda Plural, con la constatación de la gran ventaja adquirida por Podemos (o Compromís e ICV) como eje alternativo principal, ya que le triplica en representatividad. Segundo, elaborar una orientación que permita equilibrar una dinámica convergente, desde una posición unitaria y menos determinante, junto con una renovación de su perfil, su discurso, su arraigo social y su estrategia política.

Por otra parte, no hay que quedarse en la foto fija de estos resultados electorales, sino en la trayectoria de estos dos agrupamientos globales en cuanto a apoyo ciudadano: el estancamiento socialista y el ascenso de Podemos y el resto de fuerzas alternativas. Especialmente, ante las previsiones de su evolución en los próximos meses y su impacto en las elecciones generales de fin de año.

Por tanto, como conjunto estatal, no es realista la pretensión de la dirección del PSOE de representar y liderar el cambio político y menos de considerar que ha salido reforzada la legitimidad de su gestión y sus políticas moderadas y, mucho menos, su gestión gubernamental anterior de carácter regresivo y las estrategias europeas de la socialdemocracia. Pero tampoco es realista la idea de que la mayoría de la ciudadanía avala un cambio profundo representado por Podemos y el resto de fuerzas alternativas. Hay mucho camino por recorrer a partir de los distintos equilibrios representativos e institucionales y la diferente capacidad de iniciativa y liderazgo de los dos tipos de formaciones políticas. 

Aunque considerando el conjunto casi están empatadas, hay que añadir, aún con la preponderancia de Podemos, la todavía cierta fragmentación de los grupos alternativos o las dificultades de las dinámicas de convergencia y unidad popular. La consolidación de las alianzas actuales o casi inmediatas de Podemos (como con Anova y Compromís) y cómo se resuelva el delicado asunto de la convergencia o incorporación de IU a este proceso unitario, va a influir en el grado de avance del conjunto alternativo y su reequilibrio con el partido socialista.

Además, junto con el desarrollo programático y discursivo, es imprescindible el ensanchamiento de la vinculación a otros sectores sociales progresistas, algunos desactivados (como una base popular todavía abstencionista) y el impulso de la participación cívica y la movilización social. La experiencia de gestión de estos meses en las instituciones bajo su responsabilidad directa, con avances significativos para la gente, y la labor de control democrático, desde la oposición, suponen un desafío adicional fundamental para garantizar el reforzamiento de este polo alternativo. Su objetivo debería ser, tal como han demostrado las avanzadillas comentadas, generar las condiciones para arrebatar al PSOE en las elecciones generales la hegemonía representativa entre las fuerzas progresistas y conseguir una posición de ventaja para liderar el cambio, implementar su dimensión y su carácter y dirigirlo frente a la derecha, desde el parlamento y el gobierno estatales.  Pero este tema de la hegemonía política para conformar un gobierno de progreso, así como los equilibrios y condiciones para ‘ganar’, queda abierto, a la espera del impacto de la nueva etapa que se inicia, y lo dejamos para más adelante. 
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Este texto integra dos artículos publicados en los diarios Nueva Tribuna (4-6-2015) y Público (7-6-2015). Su autor es profesor honorario de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid.