Antonio Duplá
Víctimas del terrorismo, memoria e historia
(Página Abierta, 204, septembre-octubre de 2009)

 

Organizado por la Escuela de Paz de Bakeaz, la Fundación Fernando Buesa y el Aula de Ética de la Universidad de Deusto, el pasado mes de abril tuvo lugar en Bilbao el IEncuentro sobre Memoria y Víctimas del Terrorismo. El Encuentro tenía un subtítulo que ilustra bien las intenciones de sus organizadores: “Espejo del pasado, reflejo hacia el futuro. El pensamiento europeo del siglo XX y las víctimas del terrorismo en el País Vasco”. Es decir, el objetivo era analizar, a través de una serie de conferencias y debates, el pensamiento de diversos intelectuales europeos que vivieron la II Guerra Mundial y, en particular, el régimen nazi y explorar la posible aplicación de sus experiencias y reflexiones a la situación de las víctimas del terrorismo en el País Vasco. 

Las sesiones más teóricas se completaron con una mesa redonda sobre “Las víctimas en el espacio público”, protagonizada por personas destacadas tanto por su propia condición de víctimas como por su protagonismo institucional o en colectivos de víctimas (Maixabel Lasa, Maite Pagazaurtundua y Ángel Altuna). Este testimonio directo de las víctimas constituye uno de los elementos más importantes en la imprescindible socialización de su memoria en el seno de la sociedad y en el proceso de su reconocimiento y reparación. Es algo que hay que agradecer, por ejemplo, a Gesto por la Paz en estos últimos años, a través de sus Jornadas de Solidaridad con las Víctimas. En este sentido, es reconfortante que la Consejería de Justicia del Gobierno Vasco haya decidido revisar el Plan de Educación para la Paz propuesto por la anterior dirección de Derechos Humanos, a fin de incluir de manera decidida la voz directa de las víctimas en las actuaciones en los centros educativos. 

Volviendo al Encuentro, es posible que algún lector o lectora levante las cejas cuando vea la asociación que, aparentemente, se establece entre el terror nazi y el terrorismo en el País Vasco y le parezca una exageración o algo fuera de lugar. Sin embargo, no se trataba de establecer comparaciones mecánicas o de deducir equivalencias burdas, sino de buscar posibles paralelismos y conexiones intelectuales y políticas a partir de una serie de biografías que, salvadas todas las distancias, ilustran sobre aspectos que también conocemos aquí. Me refiero a la problemática del exilio, la reflexión sobre la violencia y la dialéctica medios y fines, el peligro de la insensibilidad social, la invisibilidad de las víctimas, la gestión de la memoria o la relación entre víctimas y victimarios. Mutatis mutandis, es decir, cambiando todo lo que haya que cambiar en función de la diferente situación, son todas ellas cuestiones que están sobre la mesa en el caso de la sociedad vasca. 

No pude asistir a todo el Encuentro y, por lo tanto, esta crónica es forzosamente parcial e incompleta. De todos modos me parecía interesante recoger algunas de las ideas que allí se expusieron, las que yo pude escuchar, para contribuir así a continuar este debate imprescindible. La futura publicación de todas las ponencias nos permitirá proseguir la discusión. 

La figura de Joseph Roth, intelectual centroeuropeo que vive en la convulsa época desde fines del siglo XIX hasta el estallido de la II Guerra Mundial, le sirvió a Galo Bilbao, profesor de la Universidad de Deusto, para abordar la problemática del exilio. Roth, apátrida lúcido en palabras del ponente, nómada y autodestructivo también, puede servir de guía para bucear en las diferentes razones que obligan a alguien a abandonar su país, en la destrucción identitaria y física que supone el exilio o en los peligros de las patrias excluyentes. Todo ello reviste particular interés en el caso del País Vasco, donde la palabra exilio remite casi exclusivamente a la Guerra Civil y el franquismo o a los propios militantes de ETA antes que a sus víctimas. Se impone una labor previa de reconocimiento de esa realidad, evidente al margen de disputas cuantitativas de relativo interés. Sabemos de casos de periodistas, empresarios, profesores universitarios y de muchas personas anónimas, por no hablar de ese exilio interior que tiene como resultado el silencio y el miedo. Pero resulta imprescindible un estudio de las causas concretas de cada caso, de cómo afecta a las personas, así como una cuantificación consecuente, e incluso una depuración conceptual del término para ajustarlo a nuestra realidad concreta. 

Walter Benjamin, el filósofo y ensayista alemán que se suicidó en Port Bou en 1940 huyendo del nazismo, fue analizado desde dos perspectivas, a cargo de Daniel H. Cabrera, de la Universidad de Zaragoza, y de Joseba Arregi, de la Universidad del País Vasco, respectivamente. En el primer caso, se analizó la dimensión de Benjamin como crítico de la modernidad, esto es del capitalismo, y de la ideología del progreso, una de sus mayores maldades, así como defensor de la memoria de las víctimas, como expresión de esa otra historia, la verdadera, que la escrita por los vencedores no recoge. El intelectual que reivindica a las víctimas, los desechos del pasado, haría justicia a la verdadera historia y contribuye a construir una identidad completa, que sería injusta si las olvidara. El cuadro Angelus Novus de Paul Klee, que Benjamin analiza en la novena de sus Tesis sobre Filosofía de la Historia, ejemplifica esa situación compleja. La revolución supone la necesidad de detenerse y repensar la modernidad, retomando los fragmentos de lo destruido, en última instancia, las esperanzas hacia un futuro mejor. 

La segunda reflexión sobre Benjamin se centró más específicamente en su ensayo Para una crítica de la violencia, en el que su autor defiende la necesidad de la revolución para poner fin al Estado y el derecho para, de esa manera, acabar con la violencia, pues, en su opinión, donde hay derecho hay violencia. La síntesis de mesianismo judío y marxismo liberador hace en ocasiones oscura y difícil de interpretar la obra de Benjamin –al menos para quien escribe estas líneas–, pero es innegable que sus trabajos son siempre sugerentes. Por ejemplo, a partir de su afirmación de que en toda situación de derecho, tanto natural como positivo, está presente la violencia, el ponente subrayó esta omnipresencia como una barrera contra un pacifismo acrítico (“la condena de todas las violencias”) y como un elemento a favor de repensar el monopolio de la violencia por parte del Estado, legítimo y necesario para proteger a la sociedad. El tema es fundamental y provocó allí mismo interesantes intervenciones. 

Sobre Paul Ricoeur, particularmente conocido por sus obras sobre la historia y la memoria y, significativamente, el único autor no judío de los tratados, disertaron Josefina Cuesta y Xabier Etxeberria. Este último, profesor de la Universidad de Deusto y uno de los más destacados estudiosos en Euskadi del tema de las víctimas, habló sobre el problema de la memoria, la identidad y las víctimas en Ricoeur. Se trata de un problema que abarca distintos niveles temporales, pues la memoria de las víctimas supervivientes trata del pasado, pero desde el presente y con proyección hacia el futuro. Así, combina elementos diferentes, como el rechazo del negacionismo y la fidelidad a las víctimas, la conciencia de la amenaza siempre presente del olvido (el pasar página en Euskadi) y el peligro de la tergiversación, a través de distintas estrategias. Es importante resaltar que no se recuerda lo que pasó, sino la experiencia de lo que pasó, además de una interpretación de lo que sucedió, y el reto es que ese moldeado sea justo. Ese reto es fundamental, pues el qué y el cómo recordemos es al mismo tiempo una herramienta de futuro. No hay que olvidar que el odio, el resentimiento o la venganza también se alimentan de memoria (recordemos las recientes guerras de los Balcanes) y, por lo tanto, esa gestión de la memoria resulta crucial. Ahí se plantea el problema de con qué valores, con quién y cómo compartir socialmente la memoria de las víctimas. Por otra parte, la exaltación del terrorista, por ejemplo en homenajes, tan frecuentes en nuestro contexto, es otra aplicación de la memoria, pero en este caso particularmente dolorosa y ofensiva para las víctimas. La memoria narrativa como elemento de construcción de la identidad fue el otro gran tema que abordó el ponente. 

Otra figura analizada en el Encuentro fue Hannah Arendt, mujer, judía, filósofa, elementos todos ellos claves en su experiencia vital. Celso Sánchez, de la Universidad Pública de Navarra, tituló su ponencia Hannah Arendt: el perdón y el reiniciar de la política. Es sobradamente conocida la tesis de H. Arendt sobre la banalización del mal. Por cierto, esa banalización, que ella aplica en principio al criminal nazi Adolf Eichmann, juzgado y condenado en Israel, y la sociedad afásica que ese mal exige y construye al mismo tiempo, serían aplicables, pienso, a personas y contextos bastante más cercanos. El ponente subrayó la insistencia de Arendt en la importancia de la acción contingente, del ámbito de las decisiones concretas de las personas concretas, como antídoto frente a las sociedades totalitarias, cerradas, estáticas, donde nadie decide y se suprime la contingencia de las decisiones activas, anuladas por la supuesta objetividad y cientificidad de unas verdades generales y supremas, en el fondo descarnadamente ideológicas. Otro tema de particular interés para una sociedad como la vasca es el tema del perdón, que H. Arendt reivindica como paso previo para una nueva política. Frente a la inexorabilidad del mal, y precisamente a partir del reconocimiento de las víctimas, el perdón supone una iniciativa para romper el circuito recurrente del mal y para explorar nuevas formas de convivencia. Arendt reconoce su procedencia cristiana (algo que puede provocar un rechazo de este concepto en determinados círculos), pero lo resitúa políticamente y destaca su posible trascendencia, no legal ni reglada, para una recomposición de la sociedad. 

Martín Alonso, profesor en Cantabria, fue el encargado de estudiar la figura de Jean Améry, ciudadano austriaco, víctima del nazismo, torturado por la Gestapo en Bélgica y prisionero en Auschwitz. Esa experiencia traumática de la tortura primero, del Lager después, le lleva a caracterizar a la víctima como un individuo desposeído de sentido, a quien la justificación del victimario le ha arrebatado su razón de ser. Améry regresa a Bruselas tras el Lager y se considera a sí mismo un superviviente casual, que defiende el resentimiento, entendido como capacidad cívica de indignación. Su biografía le hace ser extremadamente crítico con los fundamentalismos étnicos, que en su paroxismo, y gracias a la fuerza hipnótica de las grandes ideas, pueden llegar a una racionalidad asesina, como muestra la historia del nazismo, pero también más recientemente, el conflicto de la antigua Yugoslavia. Son esos grandes relatos de los victimarios, que dotan de sentido a sus acciones y justifican la violencia, los que marcan una relación asimétrica con las víctimas, que no encuentran razón para su victimación y deben hacer frente en su individualidad a la coherencia del victimario encerrado en la burbuja de sus razones. La subcultura de la violencia en Euskadi y su justificación-comprensión de la acción terrorista, es decir, toda la retórica y la literatura del conflicto vasco, ilustran bien ese problema. Es obligado desmontar esos grandes relatos justificatorios mediante la razón crítica, pero, como bien nos muestra el ejemplo de la Alemania nazi, contra el totalitarismo el antídoto no es tanto la cultura, cuanto la educación. 

El último autor estudiado fue Primo Levi, conocido en especial a partir del testimonio de su experiencia en Auschwitz, recogido en una trilogia, Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados, absolutamente impresionante. Precisamente, Jesús Prieto, antropólogo y docente en Vitoria-Gasteiz y Deusto, se apoyó en la última de dichas obras, Los hundidos y los salvados, para ilustrar algunos problemas que Levi denunciaba y que podemos encontrar hoy en relación con el terrorismo de ETA. Me refiero al peligro del olvido y la falta de consideración de la memoria de las víctimas, a la necesidad de combinar el perdón con la delimitación clara de cuáles han sido las distintas responsabilidades y complicidades en juego, o a la lucha contra una sociedad que mira para otro lado y calla ante lo que sucede, para no ver alterada su, por otra parte, acomodada situación. Es evidente, subrayaba, que una sociedad como la vasca ha estado callada durante demasiado tiempo y es necesaria una rigurosa autocrítica colectiva. Y esa revisión colectiva de nuestra historia reciente, esa educación en nuevos valores se hace particularmente necesaria frente a aquellos sectores más refractarios que siguen justificando la violencia y que siguen viviendo en el odio. En ese sentido, el virus inoculado a los jóvenes de las Juventiudes Hitlerianas del que nos hablaba Primo Levi nos puede hace recordar el odio presente en sectores juveniles de la llamada izquierda abertzale, como un elemento que se hace imprescindible superar para lograr una convivencia nueva. En última instancia –subrayaba el ponente–, es preciso reconocer y afrontar la grave enfermedad moral que ha aquejado y todavía aqueja a la sociedad vasca, al menos a importantes sectores de ésta, para poder plantearse su sanación y un futuro mejor. 

En fin, los temas planteados fueron tantos y tan interesantes todos ellos, que esta rápida crónica no puede hacer justicia a la intensidad y profundidad de aquellas sesiones. Historia, memoria, identidad, violencia, exilio, legitimación, justificación, medios y fines, narración, educación, son conceptos, ideas y problemas que surgían de forma recurrente. Ya he comentado que este repaso es parcial, pues se refiere sólo a una parte de las ponencias y debates habidos y de alguna manera debería disculparme ante aquellos y aquellas ponentes cuyas intervenciones no he podido recoger. En cualquier caso, repito que, aun incompleta, esta reseña me parecía del suficiente interés. Pienso que los imperativos de verdad, justicia y reconocimiento que debemos a las víctimas del terrorismo se enriquecen de forma notable con aportaciones como las ofrecidas en este I Encuentro, cuya numeración promete en algún momento un segundo. Que así sea.