Antonio Duplá
Luces y sombras de Bolonia
(Hika, 207zka. 2009ko apirila)

            Desde hace un cierto tiempo, el tema estrella en la universidad es “Bolonia”. Todo parece girar en torno a Bolonia y, ciertamente, muchos aspectos, y muy importantes, que afectan al funcionamiento de las universidades, a los planes de estudio, a los procedimientos de acceso, a sus titulaciones y a su financiación parecen depender de “Bolonia”. Pero, en realidad, nadie parece saber muy bien qué se esconde tras ese nombre. Desde luego, existe una “Declaración de Bolonia”, suscrita en 1999 por 26 países europeos y asumida progresivamente por otros tantos, hasta sumar un total de 46 agrupados en torno a dicho proyecto. Sucesivas reuniones han ido actualizando el plan, los plazos de implementación y las medidas concretas para su puesta en marcha.

            La iniciativa parte de una voluntad política, la de trasladar al ámbito universitario el proceso de construcción europea y, al mismo tiempo, aumentar la competitividad de las universidades europeas, entendidas así como partes de un conjunto supuestamente unitario, en el escenario internacional. Desde ese punto de vista, objetivos fundamentales serían una mayor armonización de estudios y titulaciones, facilitar su homologación en los diferentes países, y fomentar la movilidad de docentes y discentes en toda Europa. Objetivos tan encomiables e inofensivos, además de interesantes, no dejan de ocultar otras preocupaciones de nuestras elites políticas y económicas. Entre ellas, la abrumadora superioridad de las universidades norteamericanas y japonesas en el ranking universitario mundial, la difícil competencia con esas universidades a partir del sistema de financiación pública, la aparente falta de adecuación de muchas titulaciones en relación con las necesidades actuales del mercado de trabajo, especialmente en los campos técnicos, o el excesivo carácter generalista de muchas universidades frente a una presuntamente deseable mayor especialización.

            El problema de “Bolonia” es que, a estas alturas, no está claro qué medidas, qué planes, qué reformas, responden a las directrices europeas derivadas del proyecto original y cuántas más se han añadido al calor de ese plan, aprovechando la coyuntura y la aparente irreversibilidad y obligatoriedad del proyecto Bolonia. La opacidad de los sucesivos ministerios y autoridades académicas para gestionar y explicar el plan no han contribuido a nada bueno. Aquí ha sucedido con Bolonia como en otras ocasiones y antes otras decisiones políticas (OTAN, Constitución europea): el proyecto se presenta como la modernidad ineludible y su rechazo es sinónimo de oscurantismo, defensa del corporativismo y vuelta a las cavernas. Por otra parte, sin haber realizado un balance suficiente de los aciertos y errores de etapas anteriores, Bolonia se presenta ya como la solución indiscutible, cargando las tintas además en la carga negativa de todo lo anterior. Esto es particularmente evidente en todo lo que afecta a la renovación pedagógica y a los métodos de aprendizaje. Ni una cosa ni otra. La verdad es que en los campus existe una minoría entusiasta (con una alta densidad de psicólogos y pedagogos, por cierto), otra minoría, en especial estudiantil, radicalmente contraria, y una mayoría fundamentalmente escéptica.

            De la mano de “Bolonia” se han colado una serie de expresiones y términos, muchos de ellos formando ya parte de una jerga específica, como “calidad”, “excelencia”, “competencias”, “habilidades”, “aprender a aprender”, que constituyen el nuevo universo conceptual de referencia. Por otra parte, eso va unido a una perspectiva gerencial-empresarial en el gobierno de las universidades, que insiste en la optimización de recursos, la búsqueda de fuentes de financiación privadas, la apertura incontrolada a las empresas y la exigencia de rentabilidad a los estudios superiores, sean del tipo que sean.

            Todo ello no resulta nada extraño en los tiempos que corren. Pero, por eso mismo, a mucha gente nos parecen sospechosos a la par que inquietantes.