Antton Elosegi
¿Es el mundo cada vez más violento?
(Hika, 226, marzo-abril de 2012).
Creo que la mayoría de la gente respondería sin dudar que si.
El libro The better Angels of our Nature. Why violence has declined de Steven Pinker contiene la demostración –para mí irrefutable– de lo contrario. Y es que en sus 802 páginas de letra apretada y 114 gráficos con miles de datos comparativos Pinker va repasando una a una todas las manifestaciones de la violencia humana que podamos imaginar para llegar en todos, todos, los casos a la conclusión de que la violencia ha decrecido en los últimos siglos, décadas y años.
Muy sensatamente nos advierte que la violencia no ha desaparecido en ninguna de sus manifestaciones, y que no tenemos garantías de que no vuelva a repuntar. Garantías no, explica, pero sí muchas probabilidades de que el mundo no vuelva a ser tan cruel como lo fue, en muchos de sus aspectos.
¿Cómo se explica esta contradicción tan fuerte entre la percepción generalizada y la realidad? Simplificando excesivamente el pensamiento del autor, apuntaría como causa principal al cambio moral producido, que ha convertido en repulsivas e increíbles muchas actitudes y conductas consideradas normales y naturales… hasta que dejaron de serlo. O visto desde otro prisma, y usando las propias palabras de Pinker por que “el declive de la conducta violenta ha venido en paralelo con un declive en las actitudes que toleran o glorifican la violencia”.
Es decir, que los actos violentos contra personas y grupos han disminuído espectacularmente, desde el punto de vista estadístico, a nivel mundial, y en cada continente, y al mismo tiempo una nueva moral que rechaza esos actos violentos, se ha ido instalando en nuestras sociedades, hasta el punto de hacernos olvidar o minimizar la violencia que existía en tiempos anteriores.
Parece un sarcasmo decir esto aquí, en una sociedad tan marcada por la violencia, pero también aquí podemos afirmar que el plus de violencia que hemos sufrido por la gracia de ETA, es, desde un punto de vista histórico y global, ínfimo. Claro que esa constatación no resta un milímetro al dolor de las víctimas ni al cabreo social por todo lo perdido por una violencia tan absurda.
La ética del mundo ha cambiando… a mejor
Volviendo a la idea de cómo ha aumentado el rechazo a la violencia, vamos a pararnos en un ejemplo del propio libro, referido a la violación. Esa repulsiva forma de violencia, sería, de creer a algunos, cada vez más frecuente, pero los datos indican todo lo contrario. En los Estados Unidos el número de violaciones cayó en un 80% entre 1972 y 2010, y todo parece indicar que el descenso es aún mayor dado el creciente número de mujeres que denuncian las agresiones. Y como indicativo de la actitud de la sociedad ante esa forma de violencia tenemos el caso de Soul on Ice, verdadero ‘best seller’ de 1968, obra de Elridge Cleaver, lider de las Panteras Negras, y aplaudido por toda la progresía de la época. Pues bien, en Soul on Ice podemos leer la siguiente perla: “La violación era un acto insurreccional. Me encantaba pensar que estaba desafiando y pisoteando la ley del hombre blanco, su sistema de valores y profanando a sus mujeres”. Cuatro décadas más tarde nos parece increíble que ideas como esa pudieran ser si no directamente aplaudidas, sí aceptadas sin escándalo. Como también enrojecemos de vergüenza al recordar aquel eslogan feminista de “contra violación, castración”. Hoy la exaltación de la violación es un tabú absoluto en todo el mundo desarrollado y buena parte del resto: ni los video-juegos más sanguinarios se regordean con la violación.
Maldito Estado
Los datos históricos que aporta el autor son suficientes para una enciclopedia de la violencia, y dejan poco espacio para la nostalgia de pacíficas épocas pasadas.
A lo largo de los seis primeros capítulos Pinker va analizando diversas civilizaciones, culturas, dinastías y eras políticas aportando lo que se conoce de su funcionamiento en cuanto a guerras, genocidios, raptos, asesinatos, violaciones, infanticidios, ejecuciones, torturas legales, persecución de herejes y homosexuales, etc. etc.
La primera etapa estudiada es la transición entre sociedades cazadoras-recolectoras de todos los continentes y las primeras formas de organización estatal -con su cohorte de inmensas guerras, esclavismo, leyes brutales, etc.– para deducir, de todos los datos disponibles, que esas organizaciones despóticas e inhumanas, trajeron un nivel de seguridad y de disminución de la violencia imposible de soñar en las sociedades tribales, tan añoradas por algunos, pero regidas por la humana ley de la selva.
El Estado, ese ente tan odiado por utópicos de todas las épocas, ha sido el más importante elemento de pacificación en toda la historia del mundo. Aun hoy en día sigue siendo cierto que las zonas más peligrosas del globo son aquellas donde el Estado no llega. Lo que nos da una de las claves de la disminución de la violencia según Pinker.
A lo largo de todo el libro Pinker va describiendo la historia de la humanidad a través de la violencia e intentando establecer los movimientos económicos, culturales y sociales que han llevado a la situación actual a ese respecto. Conceptos clave que no podemos explicar aquí son el proceso civilizatorio, la revolución humanitaria comenzada en el siglo XVII, la larga paz o la revolución de los derechos. Nos limitaremos en las líneas que siguen a dar unas cuantas pinceladas que esperamos den una idea del método y contenido de este libro.
El siglo más cruel
No hemos solido poner en duda la idea de que el siglo XX es el más cruento y el más cruel de la historia. Nunca se habrían producido guerras mundiales como la de 14-18 y la de 39-45; nunca se habría llevado a cabo un genocidio con tantas victimas y tan refinada metodología asesina. Pero en estas supuestas certezas hay mucho que matizar.
Desde el punto de vista histórico y estadístico (la única manera de comparar hechos), hay datos comprobados de que en el mundo ha habido muchas guerras más mortíferas (con respecto a la población mundial) que las del siglo pasado. En concreto, la 2º Guerra Mundial con su saldo de 55 millones de muertos sólo ocupa el 9º lugar entre los acontecimientos violentos que más muertos han causado. En el primer puesto de ese ranking aparece la revuelta de An Lushan en la China del siglo VIII, con sus 36 millones de víctimas, que corresponden a 420 millones en la población de mediados del siglo XX.
En cuanto a los genocidios o democidios, en los que la violencia es casi exclusivamente unidireccional, frente al dogma de que el siglo XX fue el siglo genocida por excelencia, hay que constatar que, aunque el término genocidio aparece en 1944, su práctica ha sido universal, y recomendada como agradable a Dios desde la Biblia hasta los libros sagrados hindúes, y entusiásticamente seguida por todo tipo de pueblos y culturas…hasta 1945, en que empieza a declinar imparablemente, a pesar de Ruanda o Srbrenica.
Pinker adopta el concepto de larga paz usado por algunos estudiosos del tema para caracterizar la época en que vivimos, convencidos como estamos de que nos ha tocado sufrir la era más espantosa de la humanidad. La larga paz empieza en 1945, y en ella, como escribe Pinker, cero es la cifra que hay que colocar a las siguientes eventualidades: el número de veces que se han usado bombas nucleares; el de guerras directas entre las grandes superpotencias de la Guerra Fría; el de guerras entre Estados de Europa occidental, y desde 1956 (invasión de Hungría por la Unión Soviética) en toda Europa; el de guerras entre las principales potencias desarrolladas en todo el mundo; el de países desarrollados que han expandido su territorio por medio de la conquista de otro país, o países soberanos que han desaparecido por la misma razón. Eventualidades, todas ellas –menos las de la guerra nuclear, claro– que en los siglos pasados han producido guerras espantosas y sin fin. En Europa, entre 1400 y 1945 cada año comenzaban o tenían lugar por lo menos dos conflictos armados, y hasta el siglo XIX nunca se había dado un período sin grandes guerras de más de 44 años.
Es verdad que en las líneas anteriores aparece mucho Europa o el concepto de pais desarrollado; pero los datos sobre el conjunto de guerras de todo tipo en cada uno de los continentes también apuntan en la misma dirección. Por una lado vemos que las guerras coloniales o interestatales, las más mortíferas con mucho, han prácticamente desaparecido, mientra las guerras civiles aumentan en número. Claro que si tenemos en cuenta que se considera guerra civil a un conflicto político armado que causa más de 25 victimas al año, el número de muertos es más significativo que el número de guerras. En 1950 había una media de 33.000 muertos por conflicto armado; en 2007 esa media era inferior a mil.
Otro parámetro estudiado es el de la democracia: la ecuación a más democracia menos violencia es estadísticamente irrefutable. No es fácil encontrar en los últimos tiempos un solo caso de dos Estados democráticos haciéndose la guerra. Y como el número de Estados democráticos aumenta sin cesar en todo el mundo…
Visto así, parece razonable llamar larga paz a la de estos 67 últimos años, a pesar de todo lo que sigue sufriendo el mundo por las guerras. Y el análisis de las causas de esa ausencia de recurso a la guerra hace pensar que no se trata de una casualidad o de un conjunto de circunstancias favorables, sino de una tendencia con visos de pedurar. Pero claro, nunca se sabe de lo que somos capaces.
También el terrorismo
El terrorismo, como es lógico, no escapa al analisis del libro que comentamos. Destacaremos unas pocas ideas entre los mil aspectos estudiados por Steven Pinker. Una es, cómo no, que el terrorismo no es un fenómeno nuevo ni que se haya desarrollado especialmente en los últimos tiempos. Otra es que el número de muertos producidos, exceptuando el pico de 2001 va declinando desde los años 70. También concluye Pinker que el único efecto realmente conseguido por el terrorismo es el de crear terror, pues los logros políticos alcanzados por los grupos terroristas de las últimas décadas son muchas veces los contrarios de los pretendidos y ninguno de ellos ha resultado victorioso. Finalmente digamos que el terrorismo de ETA, también tenido en cuenta, no ha merecido ni una línea entera de este libro. Pura estadística.
¿Por qué decae la violencia?
En la última parte de su libro Steven Pinker, hasta ahora conocido como psicólogo evolucionista y lingüista, trata de desvelar las ráices psicológicas de ese cambio de comportamiento en el homo sapiens. Comienza por repasar en sendos capítulos las tendencias “demoníacas”, que empujarían al hombre hacia la destrucción de sus semejantes, que a su entender serían la predación, el dominio, la venganza, el sadismo y la ideología, y las “angélicas”, que nos llevarían a la protección del otro, señalando como probables la empatía, el auto-control, la moralidad y la razón. No deja de apuntar la posibilidad de una reciente evolución biológica que ayudaría a las tendencias cooperativas frente a las destructivas.
Termina el libro con otro capítulo en el que examina los factores que a su entender más han contribuído al incuestionable declinar de la violencia. Empieza por el que históricamente más ha incidido en hacer inútil gran parte de la violencia: el leviatán o Estado, que hecho posible la aparición de formas de vida infinitamente más protegidas de la violencia y disponibles para la convivencia. En segundo lugar coloca el comercio, que ha hecho posible que en lugar de puro competidor, veamos en el otro alguien con el que comerciar, es decir conseguir algún beneficio para uno mismo sin ejercitar violencia contra el otro. La tercera posición la ocupa la feminización, es decir, la presencia de mujeres en las tomas de decisión a todas los niveles, y la impregnación de los valores femeninos. Si tenemos en cuenta que a lo largo de todo el libro aparecen los machos de la especie como responsables y ejecutores de casi toda la violencia, comprenderemos mejor el enorme peso de este factor.
Leer este libro ha supuesto un gran esfuerzo, pero ha sido uno de las lecturas más gratificantes de mi vida. De verdad, da razones de peso para mirar al mundo de otra manera, y sobre todo para huir de la nostalgia. Espero que pronto esté traducido y al alcance de los, ya para entonces, exlectores de Hika. Se lo recomiendo como lectura alternativa.
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