Batzarre
¿Cómo pensamos que pueden vertebrarse
las izquierdas en Navarra?

(Hika, 177zka. 2006eko maiatza)

            Las relaciones entre la Comunidad Autónoma del País Vasco y la Comunidad Foral de Navarra suelen ocupar, de tanto en tanto, un lugar destacado en nuestra actualidad política. Por desgracia, más en las manifestaciones ideológicas y verbales que genera esta actualidad que en las dinámicas político-sociales realmente existentes de la misma. El anuncio del alto el fuego permanente de ETA y todo lo que ello ha desencadenado ha vuelto a poner la cuestión de actualidad. Las incendiarias declaraciones realizadas hace ya un par de semanas por el presidente navarro Miguel Sanz según las cuales que el Gobierno socialista estaba hablando con ETA de la integración de Navarra en Euskadi, la inmediata exigencia por parte de Rajoy de que Zapatero explicase públicamente los términos de este acuerdo. Miguel Sanz propuso blindar la soberanía navarra frente al anexionismo del nacionalismo vasco a través de la supresión de la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución mediante la cual se establece el procedimiento a seguir en Navarra para una eventual participación de Navarra en un área autonómica común con la CAPV. Muerto el perro, se acabó la rabia. Por ello Eduardo Zaplana se apresuró a asegurar que el PP presentará antes del verano en el Congreso de los Diputados una proposición de ley exigiendo la derogación de la mencionada Transitoria Cuarta.
            En fin, y como no podía ser menos, todo esta cadena de muy edificantes ideas y proposiciones estuvo contrapunteado por unas sonoras declaraciones de algunos miembros de la izquierda abertzale, como las de nuestro viejo conocido Patxi Urrutia, según el cual «no existe ninguna posibilidad de solucionar el conflicto, de solucionar el problema nacional, sin Nafarroa, eje y columna vertebral de Euskal Herria. Sin Nafarroa, Euskal Herria ni siquiera se sostiene en el mapa».
            Es cierto que Pernando Barrena también manifestaba, prácticamente al mismo tiempo, que “l único que decimos es que Navarra también tiene que decidir su relación con el Estado. A partir de ahí –el cómo se hace, con qué modelo de futuro...– eso sólo los navarros pueden decidirlo. Ni el Gobierno español, ni UPN, ni Batasuna... Nosotros tenemos nuestro proyecto estratégico, que es un proyecto independentista en Europa, pero sólo se podrá llevar a cabo si la población lo apoya mayoritariamente. Pero eso es igual aquí que en Pernambuco...”
            El problema de estas vistosas erupciones dialécticas en torno a las relaciones entre la CFN y la CAPV es acertar a medir su real trascendencia y separar la simple verborrea mediática de las dinámicas políticas reales. Como ocurre en el conjunto de nuestra vida política, el ruido retórico, aparatoso y hueco suele ser lo predominante mientras que las nueces, siempre mucho más discretas y modestas, abundan menos.
            El texto que presentamos a continuación está extraído de un documento titulado Las izquierdas vasquistas y abertzales navarras en el tiempo post-ETA que ha sido presentado en Batzarre para su discusión interna y puede representar algo bastante alejado de lo retórico y sí muy apegado a los problemas reales de la izquierda navarra en estos tiempos de mucho ruido y menos furia en los que vivimos. Esperamos que resulte de interés para nuestras lectoras y lectores.
            1. La sociedad navarra tiene que ser el centro principal de esa izquierda. Así lo demandan su realidad especifica, una dinámica institucional independiente, el sentir y percepción de sus gentes, la tradición del hacer general (la vida política propia a lo largo de su historia). Además, las cosas han evolucionado hacia una mayor diferencia con la CAV si comparamos la situación actual con la habida en los períodos de mayor unidad (durante el anti-franquismo y primeros años de la transición post-franquista). Desde entonces, se ha consolidado la diferente estructura de las fuerzas políticas, sociales y sindicales de ambas sociedades así como la existencia de dos comunidades jurídico-políticas con realidades y problemas propios. Es una evidencia que la amplia mayoría de la población tiene una visión y un sentimiento más en consonancia con la actual situación diferenciada de Navarra y con la amplia legitimación democrática (más que sobrada aunque sea indirecta) de sus instituciones.
            Acorde con esta realidad diferenciada el centro de decisión tiene que residir en Navarra y estas izquierdas deberán tener criterio propio. Por otra parte el grueso de su acción, discurso, mensajes, su mirada, deben partir del análisis de nuestra realidad general, de la Navarra humana y de su entorno natural y dirigir sus propuestas de mejora hacia ese conjunto. En fin, estaría bien plasmarlo en imágenes, símbolos, gestos que rompan con el estereotipo creado de que el vasquismo en Navarra es la sucursal de un ente exterior.
            2. Crear diversos espacios comunes vasco-navarros. Al mismo tiempo es cierto que también se da un movimiento que contrarresta las dinámicas de diferenciación existentes sobre la unidad y que se apoya en la sociedad navarra más identificada con el nacionalismo vasco y con el sentimiento pro-vasquista. Prueba de ello es el vasquismo cultural que puede rondar más del 30% de la población. Por estas razones y por la afinidad existente entre las tres comunidades vasco-navarras la izquierda vasquista de Navarra debería trabajar por conseguir un espacio conjunto con la CAV e Iparralde en todo aquello que demande la realidad; de modo natural se podrían plantear ya las esferas lingüísticas, culturales, temas transfronterizos y cuantas materias decidan las tres comunidades. E igualmente deberían colaborar con las organizaciones homólogas de ambos territorios en aquellas áreas extrainstitucionales, que se consideren convenientes.
            De forma mucho más intensa se debería intentar establecer la relación con 1a CAV en un espacio común razonable, con la voluntad de ensancharlo y de caminar hacia una identidad relativamente común o de un hermanamiento estrecho. Problema distinto es el cómo llevarlo a la práctica. Tenemos que subsanar errores cometidos en el pasado: las proclamas retóricas y ampulosas sobre la unidad, a veces hechas fuera de Navarra, que solo sirven para el círculo más convencido; la saturación de actos públicos con una participación muy alta de gentes venidas de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava; una obsesión por las campañas nacionales respondan o no a problemas comunes o a cualquier consideración concreta; la desconsideración de la personalidad navarra; el no-reconocimiento de Navarra como una realidad comunitaria e institucional propia avalada después de treinta años por 27 consultas electorales que reflejan unas mayorías y minorías claras; la difusión de un vasquismo uniformizador, con varios rasgos identitarios muy minoritarios en nuestra comunidad y planteados además como 1os auténticos en legitimidad final, que han resultado negativos para el acercamiento con la CAV.
            Junto a estos errores la persistencia de ETA ha sido particularmente negativa en la evolución de los sentimientos unitarios vasco-navarros en la sociedad navarra. Fuera del mundo más pro-vasquista, se ha percibido de forma nefasta. Y no como algo superficial o pasajero; han sido muchos años, ha afectado a mucha gente, se ha convertido en símbolo del mal para estos sectores y en especial para las élites más interesadas en recabar munición contra el nacionalismo-vasco o el vasquismo. Los atentados de ETA han abierto una brecha profunda en la sociedad navarra y el vasquismo ha sido señalado como corresponsable o como demasiado comprensivo con la agresión sufrida por la otra parte a través de su representación democrática. Es difícil vaticinar la hondura y persistencia de estas tensiones en el futuro.
            El buen hacer común entre ambas comunidades, ha de partir de las dos realidades jurídico-políticas actualmente constituidas y como tal reconocidas; ha de responder a necesidades sociales, a proyectos, que supongan acercamiento, construcción de elementos comunes, hermanamiento. Quizás al no estar presente ETA, que de una parte causa los perjuicios señalados y de otra deforma muchísimo la representación de la realidad navarra para hacerla encajar con su ideología, se atempere el clima y disminuyan los efectos negativos de las últimas décadas en esta materia; pero es algo que habrá que comprobar.
            Ambas constataciones -reconocer la realidad navarra como una comunidad diferente (no como el cuarto herrialde) e incrementar la consiguiente autonomía de las fuerzas pro-vasquistas navarras- deben marcar un giro neto en la actuación del vasquismo y una ruptura parcial con la trayectoria seguida desde la transición; de hecho, a trancas y barrancas, este se viene dando.
            3. Hacia una perspectiva de mayor colaboración entre las izquierdas de vocación transformadora. Es un momento de cambio entre las izquierdas de diferente querencia identitaria. Posiblemente y con el tiempo se abrirá una época nueva en sus relaciones: nuevas aproximaciones o colaboraciones; y esto no quita para admitir la existencia de ideas, sensibilidades, tradiciones diferentes, y, por qué no decirlo, desconfianzas mutuas. Pero el resultado previsible es una relación más intensa y más cercana. Desde Batzarre nos parece de interés impulsar estas tendencias recreando elementos comunes, piezas aglutinantes pendientes de hacerse, un esfuerzo innovador reclamado por los vacíos generales y la carencia de referencias potentes de estas izquierdas transformadoras en el cogollo del occidente europeo. Y al mismo tiempo tiene el atractivo y el estímulo de iniciar una nueva andadura. A simple vista se pueden contemplar dos situaciones diferentes.
            Por un lado habría que impulsar la colaboración o coordinación entre las izquierdas navarras de vocación transformadora y de mayor afinidad: las izquierdas situadas a la izquierda del PSN sea cual sea su querencia identitaria (navarrista, vasquista, abertzale, anacional). Estas izquierdas deben esforzarse por abrir espacios de colaboración, construir una cierta cultura común (junto a las lógicas diferencias parciales de sus proyectos políticos) y lograr en el futuro una conjunción de tipo electoral. Y esto no solo entre las organizaciones respectivas sino entre las amplias franjas de la sociedad que se identifican con esas izquierdas: que pueda hacerse visible un bloque social y político-electoral en tanto que suma de esas sensibilidades citadas de izquierda. Pues bien, con esta preocupación central (y en el caso de que Na-Bai se consolide como plataforma unitaria de izquierdas) apostamos por una NA-BAI más mestiza, formada por la izquierda abertzale, la izquierda vasquista y una parte del navarrismo de izquierdas.
            Vista esta propuesta de colaboración bajo el prisma del vasquismo o abertzalismo navarro y contemplando el previsible escenario de la sociedad navarra durante las próximas dos o tres generaciones se puede aventurar que hay un largo camino a recorrer juntos por parte de estas izquierdas en pro de un pacto para la convivencia de identidades que sea más justo para el vasquismo. El abertzalismo en Navarra no va a tener que optar a corto y medio plazo entre un proyecto máximo o mínimo de su programa finalista, sino que su horizonte nacional en estos plazos se situará en conseguir un buen pacto desde una situación de clara minoría social aunque disponga de un peso importante. Además, existen elementos comunes en estas izquierdas que deberían cobrar un peso mayor que el tenido hasta ahora en favor de un programa potente de reformas sociales, en favor de ahondar conjuntamente en el desarrollo de nuevos postulados ante los retos de la izquierda del siglo XXI. Y debería, asimismo, fomentar un nuevo modelo de inter-relación organizativa y política que rompa la exagerada separación habida en las últimas décadas entre estas izquierdas de diferente adscripción identitaria y que sirva de ejemplo a la sociedad. Una vía de estas características contribuiría a deshacer desconfianzas e inercias negativas, podría tejer una base, una cultura de izquierdas común y quizás nuevos sentimientos afines que se fundamenten en la justicia e igualdad de todas las identidades existentes y en una buena convivencia entre ellas. Y esto no choca con los legítimos objetivos más ambiciosos del abertzalismo democrático. Precisamente necesita acumular una fuerza social y electoral que hoy no posee para poder un día alcanzarlos democráticamente.
            El otro ámbito de colaboración fundamental a corto y medio plazo deviene de la alianza necesaria entre el vasquismo y el navarrismo de izquierdas incluyendo al PSN para impulsar un cambio de izquierdas y de modo más específico un proyecto integrador de las diferentes identidades existentes en Navarra. Esta alianza debería ser el motor principal para el gran acuerdo de Navarra en esta materia. Un acuerdo que no excluya a nadie y que obligue a las fuerzas partidarias del enfrentamiento inter-identitario a aceptar un nuevo rumbo integrador. Y requiere una rectificación a fondo de unos y otros en pos de una cultura pública pluralista.
            Haría falta otro rumbo del navarrismo bajo valores más integradores, más respetuoso con la identidad vasquista, más tolerante con la otra sensibilidad mostrando una actitud más favorable al euskara, más abierta a los símbolos vasquistas o a unos órganos de colaboración con los otros países vasco-navarros, más respeto, asimismo, hacia quienes poseemos una identidad vasco-navarra. El navarrismo de izquierdas o, desde una posición diferente IU, deberían reflexionar acerca de la conveniencia de impulsar un plan de estas características y deberían encabezar una línea expresamente diferente de la que representan los sectores más retrógrados y actualmente hegemónicos en UPN.
            Es necesario igualmente otro rumbo, del vasquismo navarro en claves integradoras: respetuoso con la identidad navarra más común (hacia la cual ha sido siempre reticente el vasquismo navarro), que rompa con la intolerancia hacia quienes desean mantener un lazo común estatal y una identidad navarro-española, haciendo compatible lo navarro y lo vasco. Con un talante más realista y más humilde, ya que hemos de defender la opción vasquista desde nuestra actual situación de minoría. También a las personas vasquistas nos interesa poner nuestro grano de arena al servicio de una buena convivencia de identidades: por coherencia con nuestros valores y por calidad de vida si observamos nuestra experiencia o la de otros países nos indican que el resultado es muy negativo. Una perspectiva de buena convivencia entre vasquistas y navarristas dialogantes no implica la ausencia de conflictos derivados de proyectos diferentes; pero sí muestra la voluntad de atemperarlos y de no erigir en bien supremo la guerra de identidades. Y resolver bien este problema es un pilar básico e imprescindible para la colaboración deseada entre las izquierdas.
            4. Apostilla. La vertebración organizativa o la estrecha colaboración que proponemos entre las izquierdas, vasquistas y navarristas, debería ser coherente con los postulados que se vienen reflejando. Pluralidad y elementos comunes en cuanto a sus territorios: CAV, Nafarroa y en otro plano Iparralde (es decir, mantener la relación unitaria actualmente existente, heredada del antifranquismo, entre las izquierdas vasquistas de la CAV y Navarra donde se sitúa Batzarre); abiertos también al conjunto del Estado y a la UE. Y pluralidad dentro de un cierto proyecto común o de colaboración para sus diferentes sensibilidades o en el caso del PSN para el establecimiento de la alianza propuesta. Con la idea de caminar al ritmo que marquen la vida, las coincidencias y la voluntad de sus diversos componentes: sin prisas, sin ansiedad, de modo natural. Cualquier articulación de un espectro relativamente amplio es difícil que no se base en una especie de confederación o coordinación entre los colectivos o fuerzas existentes tratando de crear una cultura común y de compartir unas experiencias similares. Máxime en la actual transición y donde las incógnitas predominan con mucho sobre los horizontes claros.
            5. Mantener y alumbrar una disidencia nueva. El tiempo post-ETA no debe acarrear, por arrastre, una renuncia a ideales emancipatorios hoy minoritarios en la sociedad, ni a su búsqueda, ni la sumisión a leyes injustas, ni la aceptación acrítica del statu quo liberal-occidental predominante, con tantas carencias del más diverso tipo, ni la asunción de un orden internacional marcado por la explotación más extrema y que condena a la muerte real o al hambre y a toda clase de desgracias a la mayoría de la humanidad y a su entorno natural. Todas esas causas y motivaciones han de seguir presentes, en el tiempo post-ETA, en quienes queremos llevar la sociedad a cotas más altas de justicia, igualdad y solidaridad. Lo cual implica, asimismo, la necesidad de abrirse a las formas de expresar la disidencia civil incluso a las propias leyes, siempre desde la preocupación porque haya la máxima coherencia posible entre los fines que pretendemos y los medios utilizados. Es importante que la desaparición de la violencia practicada por ETA no pueda aprovecharse para crear un clima de deslegitimación de las formas de disidencia que puedan desbordar las estrecheces de la propia legalidad y para fomentar unas actitudes y una cultura sumisa, inmovilista, de abotargamiento democrático... Nuestra preocupación estriba en mantener el necesario espíritu de rebeldía frente la injusticia que debe impregnar a cualquier izquierda de vocación transformadora.