Carlos de la Torre
De Velasco a Correa
(El Comercio, 18 de julio de 2015).

Este libro estudia las diferentes manifestaciones del populismo en Ecuador desde que emergió con José María Velasco Ibarra en los años treinta y cuarenta hasta el presente. ¿Por qué sigue vigente en el siglo XXI un tipo de discurso que presenta la política como una lucha maniquea y sin cuartel entre el pueblo y la oligarquía? A diferencia de quienes ven el populismo como una maldición que es parte del DNA de los ecuatorianos o de su cultura política caudillista y autoritaria, el populismo es una respuesta a las exclusiones políticas, económicas y culturales de los pobres. El populismo es una retórica política que contrapone al pueblo con la oligarquía y que erige a un líder como el redentor de los excluidos.

José María Velasco Ibarra en los años 30 y 40 del siglo pasado luchó por la incorporación política de los ciudadanos cuya voluntad era burlada por el fraude electoral del Partido Liberal Radical. En los años sesenta Velasco transformó el significado de la palabra “chusma” -que fue usada para descalificar a sus seguidores como masas irracionales y peligrosas-, en la esencia de la nacionalidad ecuatoriana. A través del humor Abdalá Bucaram cuestionó la dominación cotidiana de los más pobres. Se refirió a la oligarquía como hombres afeminados y viejas vagas que no lavan ni planchan y a los pobres como la encarnación de la verdadera masculinidad. Correa arremetió en contra de las exclusiones del neoliberalismo y prometió devolver el poder que estaba secuestrado por la partidocracia a los ciudadanos.

Si bien el populismo cuestiona las exclusiones, da valía a los sectores populares que son humillados por los poderosos y promete democratizar la sociedad, una vez en el poder tiene prácticas autoritarias. Desde Velasco a Correa, los populistas no han tolerado las críticas. Velasco cerró diarios y ordenó a la policía agredir a periodistas. Correa manufacturó leyes y entes para regular el contenido de las noticias, arremetió contra periodistas críticos, creó un emporio de medios estatales y causó la autocensura en los medios privados.

Los populistas tuvieron relaciones conflictivas con los sectores organizados de la sociedad civil. Los enemigos de Velasco fueron los estudiantes y los sindicatos. Correa acusó de terroristas a los líderes de los movimientos sociales y creó organizaciones sociales paralelas. Estos líderes tuvieron conflictos con los partidos políticos de izquierda. Luego de que Velasco en la Revolución Gloriosa fuese aclamado como el Gran Ausente y Redentor de la nación por una alianza de conservadores e izquierdistas, arremetió en contra de sus aliados de izquierda. Rafael Correa no sólo destrozó a los partidos políticos tradicionales, sus principales víctimas han sido los partidos de izquierda.

El autoritarismo de los líderes populistas se explica en parte por sus liderazgos personalistas y machistas. Velasco y Correa actuaron como los padres de la patria. Vieron a los ciudadanos como sus hijos, no como sus iguales. Buscaron educarlos con sus valores morales y católicos y no dudaron en castigarlos cuando cuestionaron su autoridad paterna. A diferencia de Velasco Ibarra, que personificaba al cura y al padre severo y austero, Bucaram y Correa utilizaron la cultura popular para escenificarse como los más machos de la patria. Correa llevó la visión del padre de la patria hasta su extremo: el padre de la patria cambiará la constitución para poder ser electo de por vida pues su misión al igual que la de un patriarca dura para siempre.

Los líderes populistas ven al pueblo como un ente homogéneo que resiste y cuestiona la dominación oligárquica. Además, líderes como Velasco, Bucaram o Correa dicen encarnar al pueblo mismo y se proclaman como sus liberadores. El pueblo no se enfrenta a rivales con los cuales se negocia y pacta. El pueblo lucha contra enemigos inmorales que buscan su opresión. La política deviene en un conflicto antagónico entre amigos y enemigos.

Los populismos expandieron el poder del estado. Velasco con muy pocos recursos trató de hacer obra que por lo general quedó inconclusa. Correa expandió el aparato estatal que ha tenido una presencia cada vez mayor en todos los aspectos de la vida social y hasta en la intimidad de los ciudadanos. El estado correísta regula la comunicación, supervisa que las organizaciones de la sociedad civil no hagan política, controla hasta cuándo se puede vender alcohol y el tipo de cocinas que los ciudadanos deben usar.    

Desde la época de Velasco Ibarra el populismo se basa en una visión de la democracia como la ocupación de espacios públicos más que en el respeto a las instituciones y reglas de juego de la democracia. Velasco llegó al poder en 1945 con una insurrección civil militar en contra del partido Liberal Radical. Los ciudadanos se rebelaron en contra de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez ocupando los espacios públicos en actos de desobediencia civil y con la noción de que estos mandatarios habían perdido su legitimidad. Los opositores y seguidores de Lucio Gutiérrez, al igual que los de Rafael Correa, coparon los espacios públicos para rechazar o apoyar al Presidente. La noción de que la verdadera democracia está en las calles funciona como un mito movilizador. El pueblo movilizado recupera su capacidad democrática constituyente que está más allá de los mecanismos institucionales de la política que son visto como excluyentes de las mayorías.

El populismo en Ecuador ha forjado gigantes con pies de barro. Velasco Ibarra sólo terminó un periodo y al no crear un partido político su movimiento desapareció luego de la muerte del líder. Correa que ha estado en el poder por ocho años con todos los poderes del estado bajo su control no organizó un partido ni rutinizó su carisma. Las diferentes facciones del correísmo solo tienen en común su lealtad al líder. La falta de interés en crear partidos se explica en parte por la visión anti-partidos de estos caudillos. Pero, sobre todo, porque sus administraciones no han provocado confrontaciones duraderas con la oposición. En los últimos meses la movilización de amplios sectores de la población contra las políticas de Correa está incentivando que fortalezca su organización política para poder enfrentar a la oposición no sólo en las urnas sino también en las calles.

Antes de Correa, los populistas tuvieron relaciones conflictivas con los tecnócratas. Velasco Ibarra derrotó en las urnas el proyecto de modernización tecnocrática de Galo Plaza y Abdalá Bucaram ganó la elección de 1996 en contra del programa neoliberal de Jaime Nebot. Corea ha sido un innovador al juntar en su persona al técnico y al político populista. Combina el liderazgo mesiánico y el estilo descalificador, autoritario y machista de sus predecesores populistas con el discurso del experto que tiene las recetas para llevar al país a su segunda independencia y al reino del buen vivir.

Si bien el populismo promete la inclusión de los excluidos y da dignidad a los más pobres y marginados, una vez en el poder no solo ha atentado en contra del pluralismo y las libertades sino que ha minado las bases institucionales de la democracia. Los populistas han subordinado a los movimientos sociales y a la sociedad civil al poder estatal y han restringido la independencia de la esfera pública.