Cheni Uría
El Foro Asturias, ¿originalidad asturiana o algo más?
(Página Abierta, 220, mayo-junio de 2012).
20 de mayo de 2012.

El pasado 8 de mayo falleció en Gijón Sergio Marqués Fernández. Ejercía de abogado, tenía 65 años y había sido, entre 1995 y 1999, el único miembro del PP que llegó a ocupar la Presidencia de Asturias, aunque terminó su mandato después de haber sido expulsado de las filas populares.

Sergio Marqués fue, junto con su íntimo amigo Francisco Álvarez Cascos, uno de los fundadores de Alianza Popular en Asturias. Ejerció en ese partido, y después en el Partido Popular, diversos cargos de responsabilidad, hasta que fue designado en 1995 para encabezar la candidatura a la Presidencia de Asturias, logrando convertir a su partido, por primera vez, en la fuerza mayoritaria en la Junta General del Principado. La falta de acuerdo entre el PSOE e Izquierda Unida permitió a Sergio Marqués encabezar un Gobierno en minoría.

Sin embargo, pronto surgieron desavenencias entre el Gobierno asturiano y la dirección estatal del PP: lo que comenzó, parece ser, como un desencuentro personal entre los dos antiguos amigos, Sergio Marqués y Álvarez Cascos, a la sazón vicepresidente del Gobierno con Aznar y “general secretario” del PP, derivó en una ruptura política que desembocó en la expulsión de Marqués y de sus partidarios y la formación de Unión Renovadora Asturiana (URAS).

Esa fue la primera gran crisis de la derecha asturiana, que abriría las puertas a una mayoría absoluta del PSOE en las siguientes elecciones y a los tres mandatos consecutivos del socialista (y antiguo dirigente comunista durante el franquismo) Vicente Álvarez Areces. Para todo el mundo, dentro y fuera del PP, quedó claro que Álvarez Cascos había tenido un papel central en el conflicto y, aunque URAS y su fundador pronto pasaron a ocupar una posición residual, lo cierto es que en el interior de la derecha asturiana quedaron abiertas heridas profundas, aderezadas con intensos rencores personales y agravadas en los años siguientes por los sucesivos fracasos electorales que dejaron reducido el protagonismo del PP en Asturias a la alcaldía de Oviedo y de unos pocos municipios más.

Después de unos años de relativo alejamiento de la política activa y ante la proximidad de las elecciones autonómicas de 2011, Francisco Álvarez Cascos comienza a filtrar a los medios de comunicación su interés por encabezar la candidatura del PP a la Presidencia de Asturias. La noticia es muy bien recibida por sectores muy amplios del electorado de derechas, harto de derrotas y de unos dirigentes desgastados y desprestigiados. Cascos aparece, para los conservadores asturianos, como la única persona capaz de acabar con el monopolio del poder ejercido durante tantos años por el PSOE. Y con sorprendente rapidez se genera un mito popular que se puede resumir en la frase tan repetida en aquellos días como carente de fundamento: “Cascos hizo mucho por Asturias”. Además, todo parece indicar que su candidatura cuenta con el respaldo de destacados representantes del ala más dura del PP estatal, como Esperanza Aguirre y Mayor Oreja.

Sin embargo, el entusiasmo de las bases sociales de la derecha contrasta con las reticencias, cuando no la oposición expresa, del aparato político del PP asturiano, en particular del tan influyente como turbio y cutre alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. Los viejos rencores afloran nuevamente y, después de unos meses de incertidumbre, de intercambio de insultos y de todo tipo de especulaciones, la dirección del PP rechaza las pretensiones de Cascos.
La respuesta de Francisco Álvarez Cascos no se hace esperar: la fundación del Foro Asturias Ciudadanos (FAC), cuyas siglas responden también a las iniciales del que va a ser el Jefe indiscutido  e indiscutible. Y así llega la sorpresa de que, en las elecciones autonómicas de mayo de 2011, un partido improvisado, sin apenas estructura organizativa y sin  respaldo institucional ni mediático, se convierte en la primera fuerza parlamentaria, desbancando al centenario PSOE y relegando al PP a la triste condición de tercero en discordia. Y de la noche a la mañana Cascos ve cumplido su sueño de emular a su viejo mentor y convertirse en el Fraga Iribarne asturiano.

Un año después de aquellos sorprendentes acontecimientos la estrella de Álvarez Cascos y de su particular creación política parece declinar. Su breve experiencia de gobierno estuvo marcada por la improvisación, las decisiones arbitrarias, el autoritarismo, el sectarismo, la incapacidad para la negociación… La personalidad del líder marcó profunda y negativamente la labor de su Gobierno, que actuó en todo momento como si contara con una mayoría absoluta de la que carecía. En medio de una situación política y económica tan problemática, quien se había presentado como el salvador de la patria deja únicamente una estela de broncas, insultos, enfrentamientos… y escasos resultados prácticos. Mucho, mucho ruido, pero muy pocas nueces. Y los posteriores resultados electorales acusaron recibo de ello.

Hoy todo parece indicar que la única aunque problemática salida a la parálisis política de Asturias es un nuevo Gobierno de la izquierda, también en minoría y al que sin duda le espera un escarpado víacrucis. El futuro del Foro Asturias, por su parte, puede parecerse mucho al del hoy prácticamente desaparecido URAS de Sergio Marqués. Y la derecha asturiana seguirá una buena temporada lamiéndose las heridas que ella sola se infringió.
Pero, con todo, la peculiar historia de estos meses en Asturias puede dar pie a algunos breves comentarios.

Una situación de incertidumbre, de crisis económica, de empobrecimiento, puede ser propicia para la aparición de movimientos populistas en torno a liderazgos fuertes. Cascos ofrecía una imagen de autoridad y de eficacia, frente a políticos débiles y corruptos, incapaces de dar soluciones a los problemas de la gente. No deja de ser significativo que el fenómeno Cascos haya brotado precisamente en una comunidad de larga tradición de izquierdas, en la que la izquierda lleva gobernando muchos años, en donde la gente menor de cuarenta años casi no conoció otra cosa, en su entorno más inmediato, que Gobiernos de izquierda (al menos nominalmente) y en donde los sindicatos obreros tienen una presencia social muy intensa y cercana.

En los apoyos al Foro Asturias hay sin duda un fuerte componente de derecha dura; parece claro que contó desde el principio con la simpatía de los elementos más extremistas del PP, lo que algunos comentaristas de prensa denominaron el Fabada Party. Estamos habituados al hecho de que en España la derecha permanezca agrupada en el PP, desde los sectores más moderados hasta los más integristas. Pero en Asturias se vio que la derecha puede dividirse; y hacerlo de manera tan agresiva como para preferir, ya en dos ocasiones, que gobierne la izquierda antes de intentar superar sus propias contradicciones. Bastó para ello la existencia de una frustración generalizada y de un liderazgo contundente que hizo su aparición en el momento oportuno.

Pero el éxito electoral de Cascos en 2011 no se explica únicamente por su capacidad para movilizar a la derecha. La oferta del Foro resultó atractiva también para gente de otras procedencias ideológicas y otras sensibilidades distintas de la derecha tradicional. Dos sectores, en particular, se mostraron sensibles a la llamada del nuevo líder carismático que hacía irrupción en un panorama político para muchos insatisfactorio.

En primer lugar, lo que se podría designar como el mundo de la cultura, un ámbito especialmente hastiado del modelo cultural impuesto durante muchos años por el PSOE de Álvarez Areces y caracterizado por proyectos desmesurados y despilfarradores, imbuidos de un falso cosmopolitismo y despectivos hacia la producción cultural, tradicional o moderna, surgida en la propia Asturias. Profesores universitarios, personas vinculadas al campo del arte o de la defensa del patrimonio histórico y de la cultura tradicional, recibieron también con esperanza la llegada al poder de Álvarez Cascos y celebraron la derrota de una izquierda de la que se sentían profundamente desengañados.

El otro campo en el que el Foro consiguió despertar expectativas, al menos en parte de él, fue el del asturianismo político, enfrentado desde siempre con un PSOE particularmente insensible ante las reivindicaciones de protección y normalización de la lengua asturiana. El hecho de que componentes tan diversos se sumaran de una manera u otra al proyecto del Foro resulta expresivo de la capacidad de atracción que en circunstancias extremas pueden llegar a tener los populismos de derechas, incluso cuando están encabezados por personalidades tan fácilmente reconocibles como el antiguo general secretario.