Levante, 16 de diciembre de 2021.
Le toca a mi generación llegar al final de su vida sin ver asegurada la democracia como forma de gobierno de nuestras sociedades. Todavía la democracia no constituye explícitamente el objetivo a abatir, y aún no son centrales los ataques que se le dirigen. Pero vemos apuntar un tipo humano que es incompatible con el espíritu democrático. Por mucho que, de entrada, su agenda se presente como una defensa de la desnuda legalidad, ese espíritu nuevo está atravesado por una pulsión autoritaria que hace prever que, una vez tenga el poder, comenzará a introducir por vía ejecutiva suficientes medidas de excepcionalidad como para coaccionar cualquier libertad democrática profunda.