Cohabitación incómoda

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El País, 28 de febrero de 2019.

 

El armisticio aduanero entre EE UU y China puede ser una paz
más o menos estable pero se mantendrá el pulso en áreas clave.

 

La tregua pactada en Buenos Aires entre Donald Trump y Xi Jinping llega a su fin.
Termine bien o mal, expirado el plazo se abrirá un nuevo tiempo en las relaciones
bilaterales. En las últimas semanas, China, con ánimo apaciguador, ha multiplicado
los gestos hacia EE UU comprometiéndose no solo a aumentar las importaciones de
forma sustancial sino a rebajar aranceles y a aprobar una ley que prohibirá cualquier
exigencia de transferencia de tecnología a las empresas extranjeras. Pero esas
pequeñas o grandes victorias, según se vea, es probable que no sean ya concesión
suficiente. En EE UU, tanto las elites políticas, demócratas y republicanas, como
buena parte del mundo de la empresa parecen cada día más comprometidos con la
idea de hacer un frente contra China. El discurso del vicepresidente Mike Pence en
octubre pasado en el Hudson Institute fue algo más que una declaración de
intenciones. China, mucho más que Rusia, es el gran rival y se va a por todas.

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