Cristino Barroso Ribal

El movimiento pacifista en Canarias
(Disenso, 45, octubre de 2004)

En Canarias ha habido y hay movilizaciones por la paz, así como resistencias a la militarización del territorio, a la integración en la OTAN, al servicio militar obligatorio y a la presencia de un cuerpo colonial como es la legión; acciones en contra de guerras como la invasión de Irak en 2003, o por la solidaridad con los pueblos (sobre todo, saharaui, palestino, cubano, venezolano), etcétera; pero no hay movimiento pacifista organizado en el Archipiélago, con presencia más o menos continua, con actividades estructuradas, de transmisión de cultura de la paz y para la paz, de estudios de alternativas de defensa y resolución de conflictos -no sólo de carácter internacional-, tal como ocurre en Europa -sobre todo, Alemania, Italia, y Reino Unido- y en Estados Unidos.

ALGUNAS CAUSAS. Las razones por las que no se ha llegado a esta estructuración del movimiento por la paz son diversas. Hay causas ajenas al propio movimiento, como son, en primer lugar, la ruptura que supuso los 40 años de dictadura militar para la aparición de una sociedad civil activa, reivindicativa e independiente del Estado; en segundo lugar, el retraso del advenimiento de la sociedad y del Estado de bienestar, fundamento económico y cultural para la proliferación de movimientos sociales,  y en tercer lugar, el hecho insular.
Además, hay razones específicas del movimiento, entre las que podemos señalar: primero, el carácter coyuntural, inmediatista, de sus acciones; segundo, la escasa autonomía respecto a otros movimientos sociales y, sobre todo, de partidos políticos; tercero, su naturaleza contrainstitucional, y cuarto, los diversos ismos que impiden la creación de organizaciones específicamente pacifistas.
Cabe destacar que se trata de un movimiento que ha sufrido y sufre represiones incluso en un contexto democrático. Por ejemplo, a pesar de la existencia desde 1977 de una orden ministerial de Defensa (1978) que otorgaba a los objetores la situación de incorporación aplazada y el posterior reconocimiento constitucional de la objeción de conciencia, en esos años y los inmediatamente posteriores algunos objetores canarios fuimos encerrados en calabozos -militares, por supuesto- varios días, e incluso a finales de los ‘80 y principios de los ‘90 hubo objetores insumisos encarcelados, a pesar de vivir en un Estado democrático en el que se rechaza la prisión por motivos políticos. Otro ejemplo más reciente lo constituyen las sanciones económicas impuestas por convocar manifestaciones contra la guerra y ocupación de Irak en un Estado de derecho que reconoce la libertad de reunión y manifestación.
A esta represión hay que unir los continuos ataques al movimiento por la paz ampliamente difundidos, sobre todo en momentos de elevada presencia y actividad. Sus integrantes han sido tachados de ingenuos en incluso malintencionados, pasando por antipatriotas y compañeros de viajes de dictadores comunistas y terroristas.
            El movimiento por la paz en las Islas tiene una gran capacidad de convocatoria, así como una importante presencia mediática, pero las y los activistas en colectivos por la paz son escasos e incluso se percibe una tendencia decreciente respecto a su militancia. A mi entender, esta cuestión -no exclusiva de los grupos pacifistas y antimilitaristas- no es más que un síntoma del tipo de sociedad en el que estamos insertos, así como del carácter inmediatista del propio movimiento (y también de otros colectivos activos).
El objeto de este artículo, no obstante, es contrastar dicho síntoma con datos más o menos recientes. Por un lado, observaremos el número de acciones masivas convocadas de 1999 a 2003, comparando con otros movimientos. La fuente principal es la prensa diaria. Por otro lado, veremos la pertenencia a colectivos e iniciativas ciudadanas, entre ellas el movimiento por la paz y la solidaridad internacional, señalando su peso específico y representatividad social. La fuente es una encuesta que realizamos sobre el voluntariado en Canarias para la Dirección General de Servicios Sociales, en la que se le preguntó a la población sobre su participación en asociaciones y movimientos sociales.

ACCIONES POR LA PAZ. Una manera de conocer la incidencia de los movimientos por la paz en Canarias es observando el número de acciones masivas -manifestaciones, concentraciones, sentadas- convocadas por grupos pacifistas, en comparación con otros movimientos sociales. La fuente es la prensa. No es mala fuente, ya que dichas acciones van dirigidas a su difusión -cuestión que no siempre se consigue, por lo que puede haber acciones no contempladas-, pero así podemos, al mismo tiempo, observar su incidencia mediática y social.

Cuadro I. Acciones ambientales, sindicales, vecinales, feministas y pacifistas de1999 a 2003.

 

Ambientales

Sindicales

Vecinales

Mujeres

Pacifistas

Tenerife

20

11

21

9

14

La Palma

4

6

4

3

4

La Gomera

3

4

3

3

3

El Hierro

3

4

3

3

3

Gran Canaria

18

17

19

8

15

Fuerteventura

4

5

4

3

3

Lanzarote

4

3

5

3

3

Canarias

56

50

59

32

45

     Fuente: Diarios. Elaboración propia.

            De las 242 acciones masivas convocadas, 45 fueron de carácter pacifista (el 18,6%), lo que refleja cierta presencia en cuanto a número de intervenciones, concentradas especialmente en los años 2002 y 2003. De los cinco tipos de conflictos ocupa el cuarto lugar. Cabe señalar que las problemáticas ambientales superan a las laborales, pero el primer puesto lo ocupa aún el movimiento vecinal, aunque si estudiamos los temas de movilización encontramos que la inseguridad ciudadana supera a la reivindicación de infraestructuras (cuestión tradicional de movilización vecinal). Tenerife y Gran Canaria aglutinan el 62,8% de las movilizaciones.

AFILIACIÓN Y DESAFILIACIÓN. La pertenencia a colectivos nos informa del peso específico de determinados grupos en la sociedad canaria. Los resultados de la encuesta mencionada reflejan la escasa participación ciudadana en movimientos sociales, destacando las asociaciones vecinales. Los colectivos ecologistas y de protección ambiental, las organizaciones de mujeres y feministas, así como los grupos pacifistas y de cooperación internacional aparecen como los de menor membresía.

            Cuadro II. Pertenencia a asociaciones y movimientos sociales

 

Pertenece

Ha pertenecido

Suma

Resta

Partidos políticos

4,2

1,4

5,6

2,8

De mujeres y feministas

1,3

0,6

1,9

0,7

Asociaciones vecinales

16,4

3,9

20,3

12,5

Organizaciones sindicales

6,4

2,3

8,7

4,1

Colectivos ecologistas

2,2

1,5

3,7

0,7

Grupos pacifistas y de solidaridad

2,6

2,9

5,5

- 0,3

De estudiantes y juveniles

4,7

5,5

10,2

- 0,8

      Fuente: Sociología del voluntariado en Canarias. Elaboración propia.

            En Canarias el grado de pertenencia a movimientos sociales es bastante bajo, lo que condiciona su capacidad de influir sobre los poderes políticos, mediáticos y económicos. Esto le resta también capacidad de socialización y culturación. Comparando entre los movimientos sociales, podemos observar la preeminencia de las asociaciones tradicionales (sindicatos y, sobre todo, asociaciones vecinales). Respecto al pacifismo, los grupos de cooperación internacional y de acción por la paz superan en número de activistas a los colectivos ecologistas y feministas. Sin embargo, junto a los colectivos estudiantiles y juveniles -aunque éstos por razones obvias de edad- presentan una preocupante desafiliación, pues el número de abandonos es superior al de incorporaciones.

REPRESENTATIVIDAD SOCIAL. El movimiento pacifista en las Islas en lo que respecta a su composición está poco arraigado en las clases populares, dándose una sobre-representación de las capas medias e incluso altas entre sus activistas. Por ocupación, se trata de un colectivo en el que se da una mayor presencia de estudiantes, trabajadores autónomos y personal cualificado. Por niveles de enseñanza, predominan quienes realizan o han realizado estudios medios y superiores. Por sexos, los grupos pacifistas y de cooperación internacional son paritarios, con un ligero dominio de los varones. Por edades, se trata de un movimiento eminentemente juvenil en cuanto a la participación en las acciones masivas, aunque, en lo que respecta a la pertenencia, el bloque de edad mayoritario es el de 35 a 54 años. La práctica religiosa, a diferencia de otros países, apenas incide en la composición social de los colectivos por la paz. En lo que se refiere al posicionamiento político, el movimiento pacifista se ubica en la izquierda-extrema izquierda y en el federalismo-nacionalismo.

Cuadro III. Composición social del movimiento pacifista

 

Clase altas

Clases medias

Clases bajas

Estructura social en Canarias

15,2

32,1

43,7

Pacifistas

32,3

41,5

26,2

      Fuentes: ISTAC. Sociología del voluntariado en Canarias. Elaboración propia.

COLECTIVOS PRINCIPALES. En los últimos años se ha instituido una nueva forma de conflicto bélico, la guerra preventiva, que consiste en promover acciones militares de carácter multinacional, aunque con preponderancia de Estados Unidos; inmediatas, es decir, de respuesta más o menos rápida; localizadas en zonas previamente identificadas y  con o sin permiso de los organismos internacionales. Supone la división del mundo en dos bloques -los buenos y el “eje del mal”-, así como la vuelta al realismo político como doctrina ideológica de las relaciones internacionales.
El movimiento por la paz, a nivel internacional confluye con otros movimientos en lo que se ha venido denominando “antiglobalización”, “foros sociales”, etcétera. Aunque las sucesivas y masivas manifestaciones y acciones  pacifistas no frenaron la invasión de Irak en 2003, nadie duda de que supusieron una reactivación del movimiento por su incidencia social y política. A escala interna, podemos otorgar dos triunfos al movimiento por la paz: la abolición del servicio militar obligatorio y la paralización de proyectos de militarización territorial (bases, campos de tiro).
            Además, la lucha por la paz está ligada no sólo a la solidaridad con los pueblos, sino también a la desobediencia civil y a la resistencia a las guerras y a las acciones militares. La lucha por la paz, hoy más que nunca, está relacionada con otros movimientos sociales y políticos -indigenistas, sindicalistas, feministas, ecologistas, vecinales, educativos, culturales-, que no sólo rechazan el proceso de globalización neoliberal y conservador (imperialismo), sino que promueven vías alternativas de participación ciudadana, de resolución de conflictos y de lucha contra las desigualdades sociales, culturales y económicas (foros sociales, desarrollo sustentable, democracia participativa). El pacifismo y el antimilitarismo actuales han de atender cuestiones como la violencia de género, la diversidad cultural, la exclusión social, etcétera.
            Hay que señalar, sin embargo, que al igual que ocurre con el conglomerado de individuos, grupos y colectivos que conforman el denominado movimiento antiglobalización, el movimiento por la paz es heterogéneo. La diversidad del movimiento por la paz se deriva de varios elementos: en primer lugar, los objetivos; en segundo lugar, las estrategias; en tercer lugar, las estructuras organizativas y los planteamientos ideológicos previos; en cuarto lugar, la base social de los colectivos, y en quinto lugar, las relaciones con las instituciones. En este sentido, distingo tres posturas ante el problema de la paz: la de los irenistas, la de los pacifistas y la de los antimilitaristas.

            Cuadro IV. Tipos de colectivos por la paz

 

Irenistas

Pacifistas

Antimilitaristas

Objetivos

Ausencia de guerras

Sociedad igualitaria

Sociedad sin clases ni ejércitos

Estrategias

Diplomacia, negociación en foros internacionales

No violencia

Legitimidad de la violencia revolucionaria

Ideología

Liberales, socialdemócratas

Eclecticismo, cristianismo

Libertarios, nacionalistas, marxistas

Base social

Interclasistas

Interclasista

De clase

Relaciones con instituciones

Confianza en las instituciones, incluyendo los ejércitos

Creación de instituciones propias. No colaboración con instituciones

Enfrentamiento directo con instituciones


IRENISTAS. Los irenistas se caracterizan por su actitud pasiva y de apoyo a negociaciones y resoluciones adoptadas en los foros interestatales e intraestatales. No cuestionan otras formas distintas de conflictos que la guerra, siendo también una preocupación principal el tema del hambre y la solidaridad, a la que reducen al ámbito de la ayuda. Otros autores los denominan “pacifistas institucionales”, aunque éstos son sólo una parte de los irenistas. Socialdemócratas, cristianos y ciertos liberales representan la base social, política e ideológica del irenismo.
Cabe destacar el carácter institucional de esta corriente por la paz, que no genera movimiento alguno y defiende unos principios muy generales, así como una noción muy abstracta de la paz, como sinónimo de ausencia de guerras. El irenista convierte el pacifismo en un ritual, celebra el Día Internacional por la Paz, recoge firmas y/o envía cartas para intentar detener un conflicto bélico específico en nombre de los derechos humanos y otras resoluciones de la ONU, institución sobre la que descarga toda su fe. Se dirige a instituciones políticas, educativas, sociales, económicas, para que colaboren en sus campañas y acciones. Puede generar, y de hecho genera, nuevas formas de participación ciudadana y de redes sociales, pero desemboca en la vía institucional. Al igual que las campañas de Navidad de recogidas de juguetes y regalos para los más pobres (en las que los irenistas participan, cuando no las organizan, con gran entusiasmo), sus acciones son inmediatistas.
Aparte de limpiar un poco las conciencias y de servir de entretenimiento para las clases ociosas, estas campañas cumplen unas funciones sociales nada desdeñables, pues ponen en marcha una serie de redes sociales, formales e informales, que si estuvieran co-implicadas durante todo el año serían mucho más eficaces que el Estado y el mercado, principales causantes de las desigualdades sociales e internacionales. Asimismo, demuestran que la sociedad civil está viva y tiene capacidad de movilización y gestión de recursos al margen del Estado y del mercado. El irenista promueve la acción voluntaria, constituyendo un voluntariado reconocido, domesticado.
En los últimos años el pacifismo institucional, que es la rama más activa de este irenismo, ha optado por la vía de crear fundaciones y organizaciones no gubernamentales, ampliando su campo de acción, además de la cooperación internacional, a la atención a inmigrantes y refugiados, la situación de malos tratos, etcétera. El resultado de todo ello es su mayor presencia mediática y social, que le otorga una mayor legitimidad e influencia sobre el poder y sobre la propia sociedad civil.

PACIFISTAS. Los pacifistas se caracterizan por su enfrentamiento por medios no violentos a las desigualdades y conflictos propios de la sociedad capitalista, enfocado hacia el modelo que el ejército y sus medios amparan. Son los que algunos denominan “pacifistas absolutos”, aunque constituyen tan sólo una parte de la actitud pacifista. El pacifismo, concebido como no-violencia, tiene en el eclecticismo, el cristianismo -sobre todo, el protestantismo, aunque en el caso canario es el catolicismo comprometido- y el anarquismo no-violento su fundamento ideológico. Su base social es heterogénea, aunque el componente mayoritario es la clase media, siendo su visión de los conflictos mucho más amplia que la guerra.
Se entiende por pacifismo el rechazo a la guerra -y a su preparación- y la búsqueda de fórmulas no violentas de resolución de los conflictos nacionales e internacionales. Genera instituciones y asociaciones genuinas, reconocidas o no, y su acción es permanente, no sólo inmediata o de rechazo a acontecimientos puntuales (educación para la paz, resolución de conflictos y defensa alternativa, objeción fiscal). En los últimos años encontramos la proliferación de centros de estudios, así como fundaciones, con el mismo resultado que hemos señalado respecto a los pacifistas institucionales, aunque con menor repercusión sobre el poder político y económico.

ANTIMILITARISTAS. Los antimilitaristas se diferencian por el reconocimiento de la violencia y su práctica en determinados contextos y situaciones y porque otorgan a sus reivindicaciones un contenido de clase. Son “pacifistas relativos”, pero abarcan aspectos que van más allá de dicha definición. La tradición antimilitarista está relacionada con el ideario libertario, a la que cabe añadir determinados sectores radicales del nacionalismo, así como grupos de origen marxista.
Aunque son esencialmente contrainstitucionales, poseen paradójicamente estructuras  más o menos rígidas de organización. Les caracteriza también el inmediatismo de sus acciones -resistencias a hechos puntuales, rechazos coyunturales-. Quizás el tema que les otorga mayor continuidad en la acción sea la respuesta solidaria contra el imperialismo en cualquiera de sus manifestaciones: bélicas, económicas o culturales.

A MODO DE CONCLUSIÓN. Quienes nos movemos por la paz y la solidaridad en las Islas no lo hacemos porque definamos la paz como la ausencia de guerras. No huimos de los conflictos. Al contrario, estamos inmersos en ellos, incluso en ocasiones somos gente conflictiva. Sabemos que pueden existir formas de resolver los problemas -desde los más cotidianos a los de carácter internacional- que no supongan la intervención violenta, la agresión, la invasión, la ocupación, la exclusión o la eliminación del contrario.
Tenemos ante nosotros una inmensa e intensa tarea. En los últimos años hemos vivido amargas victorias en el Archipiélago -entre ellas el referéndum de la OTAN en 1986, en el  que Canarias dijo no aunque eso no supuso la salida de dicha organización; la abolición del servicio militar obligatorio, que costó años de cárceles y diferencias dentro del pacifismo; en asuntos más locales, la paralización de la creación de campos de tiro y de bases militares, que no ha impedido la creciente militarización de nuestro territorio…- y dulces derrotas, pues a pesar de las movilizaciones multitudinarias, tanto en Canarias como en el resto del mundo, no pudimos impedir la guerra contra Irak en 1991 ni su invasión en 2003. Pero el movimiento cumple una función social nada desdeñable, pues expresa mediante palabras y acciones el sentimiento del pueblo canario que desea vivir en paz dentro y fuera de sus fronteras, y constituye una fuerza que demanda una mayor democratización, al ser un ejemplo de participación ciudadana libre e informal, que trae al seno de nuestra sociedad el debate de las guerras, de los sistemas de defensa y de la seguridad, cuestiones que no deben estar tan sólo en manos de políticos y de militares. 
No obstante, le falta mucho por recorrer para ser realmente un movimiento social estructurado, con presencia estable en la sociedad. Así, le falta autonomía respecto a partidos políticos y otros movimientos sociales y, sin menoscabo de dicha independencia, le falta trabajar de forma transversal y continuada con asociaciones y grupos arraigados en nuestra sociedad, como por ejemplo las asociaciones vecinales. Pero desde hace décadas tenemos una realidad que cambiar y una utopía que alcanzar. Desde hace años tenemos un poema por la paz en nuestras manos:

Con un poema en las manos,
con él yo subo la cuesta
de un tiempo grave y cargado
de criminales tormentas,
para gritar, terminando
en esta tribuna abierta
a la que he sido invitado,
que, en sus riscos y en sus llanos,
Canarias está despierta,
en pie, como siempre ha estado,
contra el intruso que quiera
volverse de pronto amo
de nuestras vidas y haciendas.
El ser o no ser nos jugamos
como pueblo, en la inclemencia
de un tiempo sobresaltado.
Y no le demos más vueltas:
o levantamos cabeza
y a la OTAN nos negamos,
o sumisos nos plegamos
al monstruo que nos acecha
con sus pesadas cadenas,
para la voz triturarnos
en no muy lejana fecha.
Aquí lo estoy denunciando,
levantando mi protesta
con todos los ciudadanos
de mi tierra, con un poema en las manos.

  (Agustín Millares Sall, agosto de 1978)