(El País, 31 de marzo de 2019).
Españoles y mexicanos debemos mantenernos en el terreno de los
principios, y, como Estados democráticos que somos, con el
respeto a los derechos humanos como piedra angular.
Con mi más sincero y profundo respeto, presidente López Obrador: me ha defraudado
usted. Y no como político, sino como historiador, pues usted ha trabajado y publicado
en este campo. Suponía, por eso, que consideraba la historia un saber serio, que enseña
que todo pasado es complejo, plagado de hechos trágicos, con víctimas y verdugos, pero
de imposible proyección sobre personas o grupos actuales. Y, sin embargo, su
personalidad política se ha impuesto y ha decidido manipular la historia, simplificarla y
convertirla en un relato maniqueo al servicio de objetivos inmediatos. Ha decidido
explotar conflictos, hoy imaginarios, entre una “España” atemporal, eternamente
explotadora, y un México también esencial y perennemente victimizado.