David Perejil
Sobre la situación en Siria y algunas izquierdas
(27 de agosto de 2012. Publicado en AISH, Análisis e información de la vida árabe).

La situación en Siria está cada vez más enconada con unos enfrentamientos que han llegado a Damasco y Alepo, y que ya han dejado 20 000 víctimas. Es más, en las últimas semanas se ha vuelto aún más compleja. Este artículo echa la vista atrás para analizar algunos debates surgidos para explicar ciertas cuestiones relacionadas con dicha situación y que hablan sobre una conspiración en el terreno, intervenciones militares exteriores y la naturaleza de la revolución siria. Estas discusiones se han producido en todo el arco ideológico, pero, especialmente entre fuerzas de izquierda. Han abarcado desde posturas institucionales de Gobiernos de izquierdas en Sudamérica hasta grupos y partidos europeos; ha alcanzado también a personas de la zona. 

Según Salama Kayleh, politólogo marxista de origen palestino que ha vivido en Siria en los últimos años, la situación en Siria es bastante compleja y la gran dificultad está no solo en conocer la evolución diaria del conflicto, sino en el análisis de sus causas y consecuencias. Al principio del alzamiento hubo manifestaciones civiles pacíficas en ciudades periféricas que fueron reprimidas con gran violencia. Después del verano de 2011, se crearon milicias de desertores en torno al Ejército Sirio Libre (ESL) y, desde entonces, ambos han convivido hasta entrar en una nueva etapa de enfrentamiento armado en las principales ciudades donde el ejército sirio ha usado armamento pesado contra la población civil. A esto debemos sumarle la intervención soterrada de varios países y grupos en contra y a favor de Bashar al-Asad. Todas las fases del levantamiento tienen en común la brutalidad de las consecuencias de la represión gubernamental. Tanto por los muertos que han provocado como por los detenidos, las torturas y el uso de las milicias paramilitares (shabiha) que actúan a favor del régimen sirio.

Las explicaciones del alzamiento contra al-Asad

Desde el principio del alzamiento, muchos activistas sirios se han mostrado muy preocupados por la imagen exterior del conflicto. Sobre todo alertaban acerca del uso de descripciones de la revolución siria como un enfrentamiento armado con tintes sectarios marcados por las alianzas geopolíticas de Siria. Este planteamiento, desde su punto de vista, favorecía los objetivos de al-Asad, empeñado desde el principio en presentarse como una víctima de conspiraciones extranjeras, en fomentar un conflicto armado y en azuzar, aún más, las diferencias religiosas de su país en su propio beneficio. Por tanto, se trataba de una descripción que difería totalmente de las intenciones de los comités de coordinación locales sirios, ya que estos círculos de activistas remarcaban el espíritu de unidad de la población siria contra la dictadura. La periodista hispano-siria Leila Nachawati cree que el levantamiento se ha contado así desde hace un año debido «al interés de poderes externos. Ellos tienen más que ganar al retratar la violencia en Siria como una disputa entre intereses locales fragmentados en lugar de ser una rebelión de masas contra un régimen represivo». Nachawati, profesora de la Universidad Carlos III, cree que las lecturas de este conflicto únicamente en clave religiosa y sectaria impiden comprender la realidad de una sociedad compleja en la que la convivencia se ha mantenido durante décadas. 

Por estas razones, muchos activistas sirios se han sentido especialmente despreciados por interpretaciones que, según su visión, restan legitimidad a la revolución contra al-Asad y no tienen en cuenta las demandas de la población local. El debate sobre la explicación del conflicto ha tocado muchos aspectos y se ha hecho desde variados puntos de vista ideológicos. De hecho, ha cobrado especial intensidad dentro de algunas fuerzas de izquierda, ya que muchos activistas sirios, tanto en su país como fuera, se sienten cercanos a esa ideología política. Además, esperaban que los movimientos de izquierda mostraran su solidaridad con ellos desde el mismo momento en que rompieron la barrera del miedo impuesta por la dictadura siria desde hace décadas. Sin embargo, no ha ocurrido así; Elias Khoury, por ejemplo, representaba la soledad de los revolucionarios sirios desde el principio del proceso diciendo: «Los sirios están solos, así ha sido, así es y así seguirá siendo»

Veracidad y legitimidad del alzamiento

Ante la dificultad de obtener información sobre lo sucedido estos meses y la batalla de propaganda abierta, algunos de esos debates se han centrado en dilucidar la veracidad de lo sucedido estos meses. Francisco Frutos, exsecretario general del PCE, declaró que «Siria se enfrenta a una conjura y se ha convertido en objetivo de EE. UU. y los países del Golfo». Asimismo, en la conferencia que ofreció en el Club de Amigos de la Unesco a finales de junio en Madrid, que fue recogida por la agencia oficial siria Sana, instó a «la izquierda española a romper con la situación actual y a tomar las calles para defender a Siria, como se hizo ante la invasión de Iraq». El antiguo candidato a la presidencia española por IU explicó que «la mayor violencia en Siria procede de Occidente, el Golfo y Turquía» y denunció las farsas y las mentiras fabricadas por canales como Al-Yazira. En su exposición también criticó las intervenciones extranjeras en la zona, orientadas a instalar regímenes prooccidentales mediante la fuerza militar. 

De esa conferencia fueron expulsados varios activistas sirios por cuestionar que hubiera una conspiración occidental contra el régimen sirio, ya que, según su postura, se negaba así la existencia de la dictadura de Bashar al-Asad y un alzamiento popular contra ella en forma de revolución. Según Leila Nachawati, una de las personas expulsadas de la charla, Frutos «ve como incompatible la crítica a los intereses occidentales en la región con llamar dictadura a la dictadura, y subestima a los sirios al pensar que no pueden generar por sí mismos una reacción a 40 años de asfixia».

Los debates sobre la realidad de lo sucedido estos meses en Siria se manifiestan, por ejemplo, en el cambio radical que han sufrido las opiniones de Pierre Piccinin, profesor belga de Ciencias Políticas. Hasta mayo de este año, escribía sobre las intoxicaciones de Al-Yazira en las que se presentaba la revolución siria como una rebelión minoritaria e islamista contra el régimen de al-Asad, siguiendo la línea editorial de la web de contrainformación Red Voltaire. Después de viajar varias veces a Siria, invitado por el Ministerio de Comunicación, volvió a entrar en el país por su cuenta el pasado mayo para informarse de primera mano sobre lo que sucedía. Allí estuvo en contacto con el Ejército Sirio Libre y los servicios secretos sirios lo tuvieron detenido durante una semana bajo la acusación de espionaje. Su postura cambió tan drásticamente que pasó de cuestionar la existencia de un movimiento popular contra la dictadura a pedir una intervención militar exterior.

Geopolítica internacional e intervenciones militares

El valor geopolítico de Siria ha convertido al país en un tablero de ajedrez en el que varios países mueven las fichas de sus intereses políticos solapadamente, sin aparecer como protagonistas. Algo presente desde hace año y medio, pero que se ha acelerado en los últimos tiempos y puede avivar el conflicto aún más y en otras claves, sectarias y de tintes regionales. 

Sin embargo, algunas visiones se han centrado únicamente en las políticas de estado de los países y en la situación de la zona sin tener en cuenta los valores democráticos, de justicia social o el grave conflicto humanitario desatado desde el principio. Las revueltas árabes iniciadas en marzo de 2011 en Túnez y Egipto, pese a ser previsibles por las generalizadas y graves carencias democráticas y la corrupción generalizada, sorprendieron a gran parte de los Gobiernos, los grupos políticos y las opiniones públicas. Según Salama Kayleh, los grupos de izquierdas que ahora se sitúan al lado de al-Asad «entonces apoyaron las revoluciones en Túnez y Egipto pero ahora no lo hacen con Siria. Para mí la revolución siria es igual». 

Además, este escritor palestino cuestiona el supuesto antiamericanismo de al-Asad que «siempre ha intentado llevarse bien con EE. UU. en los últimos años». Kayleh contempla las relaciones del régimen de al-Asad con Israel y EE.UU. como de paz fría, puesto que, al mismo tiempo, establecía alianzas con Irán, Hizbulá y Rusia. El hecho de que EE.UU. haya promovido que la ONU impusiera sanciones a Siria, rechazadas de manera sistemática por Rusia y China, es, para algunos grupos de izquierda, la prueba evidente de la existencia «del imperialismo de EE. UU. en la zona»; asimismo, son la evidencia de la necesidad de apoyar al régimen de al-Asad. Kayleh cree que estos argumentos implicarían que solo EE. UU aplica políticas imperialistas, a pesar de que las de Rusia son similares. Idea que el ensayista Santiago Alba Rico suele rebatir citando que la actual «Rusia es la de Putin, y no la de Lenin». Los análisis de estos ensayistas de izquierda evidencian que los intereses en la zona no son solo estadounidenses, británicos o franceses, sino que también Rusia o China los tienen. Por otra parte, no hay que olvidar a países más cercanos como Turquía, Arabia Saudí, Qatar e Irán o al grupo político libanés Hizbulá.

Por otra parte, algunas disputas ideológicas han girado en torno a una posible intervención militar. Con el precedente lejano de la invasión estadounidense de Iraq en 2003 y el más cercano de Libia. La oposición siria en el exterior ha sopesado la idea de pedir ayuda militar extranjera, mientras que los comités locales del interior se han negado. Javier Couso, activista de izquierdas, sitúa todas las injerencias extranjeras en una línea similar: se usa la excusa del humanitarismo para adueñarse de la zona. Respecto a este argumento, Ussama Jandali, miembro de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio (AAPS) critica que se hable de guerra humanitaria para justificar una invasión militar que no se ha realizado ni cuando «tras muchos meses de muertos, se produjo la gran masacre de al-Hula, un momento de máximo terror donde el mundo entero por un día se conmocionó con la brutalidad de este régimen». «No solo no hubo intervención posterior», dice, sino que en el debate con las izquierdas y entre ellas, algunas posiciones «negaron la evidencia de la matanza a lo que luego siguió la más inteligente maniobra de acusar a la oposición». Este activista hispano-sirio también cuestiona la teoría de una conspiración orientada a la intervención militar de la OTAN, ya que no se produjeron ni siquiera tras los ataques sirios a campos de refugiados dentro de Turquía o el derribo de un avión turco. Según Jandali no se trata de evitar la crítica al apoyo de países como EE.UU., pues «gracias a la implicación de Anonymous y Wikileaks conocemos la connivencia occidental con el sanguinario régimen sirio, sino de garantizar la veracidad de la revolución y de sus protagonistas».

Debates antiguos no solo referidos a Siria

Todos estos debates no solo han girado alrededor del conflicto en Siria, sino que han estado presentes desde el inicio de las rebeliones árabes, aunque con distinto tono. Ya a finales de 2011, Sami Naïr criticó las posturas de activistas latinoamericanos de izquierda en un coloquio organizado por Le Monde Diplomatique en Buenos Aires. Näir se extrañó de las reacciones de sus compañeros que les acusaban de ingenuos y complacientes con el imperialismo occidental. Estos les criticaban por estar a favor de lo que ellos llamaban movimientos sociales violentos, en ningún caso calificables como revoluciones. Sin embargo, Sami Naïr cree que la «revolución democrática árabe ha transformado los paradigmas tradicionales de la izquierda, y también de la derecha». Para él se trata de un acontecimiento de alcance histórico en el que la izquierda europea ha reaccionado de manera, en general, positiva; aunque «no así la gran mayoría de la izquierda radical latinoamericana». El ensayista, francés de origen argelino, señalaba el temor mostrado por sus compañeros sudamericanos preocupados porque el apoyo a las revueltas en los países árabes pudiera legitimar intervenciones militares en América Latina. Sin embargo, para Sami Naïr estos debates evidenciaban varios errores de análisis: por un lado, la creencia de que todas las revoluciones debían seguir el modelo ruso de 1917. Por otro lado, la «broma de mal gusto» de calificar a los regímenes árabes como antiimperialistas, ya que para él habían sido dictaduras militares criminales, «de lo peor que ha habido para sus pueblos». Su conclusión era clara: «Esos revolucionarios latinoamericanos están en realidad más cerca de la razón de Estado de los regímenes que defienden que de la solidaridad con los oprimidos».