David Perejil
Más demoliciones de casas palestinas para empezar el año tras el récord de 2011

(Aish.es Viernes 24 de Febrero de 2012)
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La noche del 23 de enero las autoridades israelíes demolieron cinco casas y varias estructuras de familias beduinas en Anata (Jerusalén Oriental). Beit Arabiya, el hogar de la familia  Shawamreh (Salim, Arabiya y sus siete hijos), el de la familia de Abu Omar y las de tres familias beduinas con 20 personas a su cargo. Para Beit Arabiya, que también funciona como centro internacional para la paz del ICAHD (Comité Israelí contra la Demolición de Casas por sus siglas en inglés) era la quinta vez en que era derribada desde 1994 y con una orden de demolición fechada el jueves anterior. Para la de Abu Omar, la segunda, después de haber estado en pie tan sólo seis meses desde que los voluntarios internacionales, israelíes y palestinos la volvieran a poner en pie en el campo internacional del ICAHD del pasado verano, y seis años después de su primer derribo. Por la noche, un bulldozer acompañado de un fuerte contigente militar expulsó a las familias, sacó sus pertenencias a la calle y demolió las casas ante la resistencia de varios activistas, que fueron hostigados por los soldados israelíes. Jeff Halper, director del ICAHD, declaró ese mismo día que  "vamos a reconstruir, tenemos que reconstruir de inmediato, como un acto de desafío político contra la ocupación y la opresión prolongada de los palestinos". Beit Arabiya se ha convertido en un símbolo de resistencia a las “políticas de judeización de la ocupación de Cisjordania”, según la ONG israelí. La casa no sólo es el hogar de la familia Shawamreh sino también un centro internacional para la paz dedicado a la memoria de Rachel Corrie y Nuha Sweidan, ambas muertas en resistencia a demoliciones en Gaza; oficina para ICAHD y alojamiento para numerosos activistas contra las demoliciones. Así cuenta la demolición el propio Salim en este vídeo, ante las ruinas de su casa.  

Por desgracia las demoliciones de Anata no son un hecho aislado. Son parte de una demoledora tendencia, la del desplazamiento forzado de cientos de palestinos, que sucede día a día en la zona. Y que rara vez alcanza más allá de unas líneas en alguna página de periódico. Sin embargo, sólo unos días después de los derribos de Anata, las agencias palestinas documentaron otros dos edificios y una caravana beduina en Beit Hanina; una habitación en el campo de refugiados de Shuafat; todas ellas en los barrios orientales de Jerusalén; dos en la aldea beduina de Umm Al Kher, al sur de Hebrón; una casa en Al-Auja, en el valle del Jordán y entregaron ordenes de derribo para tres casas de la zona de Aqraba en el valle del Jordán y dos más en Al Massara, cerca de Belén. En 2011, las estadísticas del ICAHD muestran un récord de desplazamientos con 622 estructuras arrasadas, frente a las 439 del año anterior y las 275 de 2009. Además de casas (36%), fueron afectadas estructuras agrícolas, tanques de agua y otras más). 1.094 personas se vieron privadas de sus alojamiento. Especialmente en el valle del Jordán, con más de 400 personas. También en Jerusalén Oriental, Hebrón y otros lugares de Cisjordania.

Existencia difícil bajo la ocupación

Detrás de estos datos y tendencias hay duras historias cotidianas. Como las de la familia de Siam, su marido y sus tres hijos. Vieron como demolieron su casa en la pequeña aldea de Noan'man, cercada por un cercano checkpoint que deben cruzar todos los días los niños y niñas para ir a la escuela, y tuvieron que trasladarse a un establo a la espera de que los voluntarios, en este caso españoles de las ONGs Acción en Red, Pau Sempre y Fundación Socialismo Sin Fronteras, que colaboran con el ICAHD pudieran reconstruir su casa en otoño de 2011. Eso sí, más pequeña y siempre con el temor de una nueva demolición. Algo similar a las familias beduinas que construyen y reconstruyen a toda velocidad en el valle del Jordán establos, aseos y paredes en las que asentar sus casas. Sin importar si están rectas o no. Saben que su destino cercano es el hostigamiento o la expulsión en una de las zonas más castigadas por estas políticas de toda Cisjordania. Lo dicen sus ojos y sus prisas. También los datos. En 1967 había alrededor de 250.000 palestinos viviendo en el Valle del Jordán. En la actualidad hay poco más de 50.000 frente al avance de los asentamientos agrícolas.

 
 
 

A veces, hay trabas legales. Como las que pusieron a la familia de Alá en Beit Hanina, Jerusalén Oriental, hasta en dos ocasiones. Por intentar construir en tierras de propiedad de su familia que la legislación israelí otorgaba, primero, a una futura frontera, y luego, a zona verde. 10 años, una multa de decenas de miles de shekels y una demolición después ve con claridad el mensaje. Se llama Ramot, una colonia, que ha crecido de la nada en la colina de enfrente para ser, ya, un barrio de Jerusalén. "Dicen que el Ayuntamiento de Jerusalén nos dará servicios. Nosotros les compramos terreno para que edificaran un centro de actividades sociales. Así no tiene que demoler casas", decía, con ironía, Alá . Otras, sólo la dura presión de los colonos. Como la que sufre la familia de Abu Anan y su casa situado en el linde de Kiryat Arba, en Hebrón. Allí, la seguridad o el hostigamiento de los colonos le hicieron fortificar su casa para evitar piedras y enfrentamientos y pedir la colaboración del ICAHD y los internacionales para edificar la casa de uno de sus hijos ante el peligro de no poder poner en pie ni unos pocos ladrillos.

Cada zona sufre un acoso con características generales y particulares. Las generales, las denunció recientemente ICAHD en su informe ”La judeización de Palestina: Tendencias de desplazamiento en 2011”. Los objetivos son confinar a los palestinos a pequeños enclaves separados para excluir cualquier viabilidad a un futuro estado palestino y asegurar el control de Israel. Desplazar palestinos para “judeizar los territorios ocupados en Cisjordania”. Con demoliciones, desalojos forzosos, expropiación de tierras y revocación de permisos de residencia, entre otras políticas. Y todo ello, agravado por la violencia y acoso creciente de los colonos. En el caso de Jerusalén Oriental las demoliciones vienen provocadas por la práctica imposibilidad de obtener un permiso israelí ya que el Ayuntamiento de Jerusalén ha rezonificado los barrios orientales, cambiando su uso a zonas verdes o agrícolas, lo que ha limitado la zona urbanizable al 14% y ha motivado el rechazo de hasta el 94% de permisos solicitados en los últimos años. Meir Margalit, otra de los directores del ICAHD, ya lo denunció en en su libro “Seizing the control of East Jerusalén" (Apoderarse del control de Jerusalén): se trata de una política guiada a asegurar el control, especialmente de la ciudad vieja, rodeada de asentamientos. El Valle del Jordán sufre por estar en la frontera con Jordania y por ser fuente de recursos agrícolas e hídricos. Hebrón, por el acoso de los colonos. El hostigamiento y expulsión de familias palestinas es el reverso de las noticias sobre  ampliación de asentamientos, como el anunciado en septiembre de 2011 en Gilo, Jerusalén. No sólo por las personas sino porque impide cualquier futuro estado viable palestino. Y continúa apropiándose de zonas de cara a futuras negociaciones. Hechos sobre el terreno.

Acoso creciente a las ONGs israelíes

En los últimos tiempos el acoso no se ha parado en el cotidiano estrato de palestinos dentro de la habitual política de discriminación de derechos que hay en la zona, esa pirámide que desciende desde los israelíes judíos, con todos los derechos, a los palestinos de los Territorios y refugiados, con menos o nulos derechos. Ha ido mucho más allá. Eso denuncian las propias ONGs israelíes como una política que les ha puesto también en la diana del gobierno de derecha y extrema derecha de Benjamin  Netanyahu y su ministro de exteriores, Avigdor Liberman. Hasta 16 proyectos legislativos para imponer "fidelidad" a los ciudadanos de Israel en un mensaje dirigido a los palestinos con ciudadanía israelí; prohibir cualquier recuerdo de la "Nakba" de 1948; atacar y prohibir cualquier boicot a productos israelíes y de las colonias y hasta la fiscalización de los fondos extranjeros que reciben las ONGs israelíes críticas. "Hasta ahora hemos sido deslegitimizados, ahora pasamos a ser criminalizados" dice Meir Margalit, dirigente del ICAHD y concejal por Meretz en el Ayuntamiento de Jerusalén. "Más que cuantitativo, el salto es cualitativo. Hasta hoy podíamos distinguir entre prácticas discriminatorias ampliamente difundidas y contraponerlas a la "legislación igualitaria" que, a grandes rasgos caracterizaba, al sistema israelí. A partir de ahora, la legislación se pone a tono con las viejas prácticas discriminatorias". Un escenario que él observa como síntomas de una involución clara. Lo mismo que afirmaba Jeff Halper sobre la reciente demolición de Beit Arabiya "El ataque del ejército israelí a tres casas claramente identificadas durante años con las actividades de resistencia del ICAHD es un mensaje enviado para nosotros de manera oficial, esponsorizada por el gobierno y con violencia para los palestinos".

 

Acto que, por otra parte, no sólo contraviene las muchas normativas internacionales esgrimidas por las organizaciones de derechos humanos (Declaración de Derechos Humanos sobre la vivienda adecuada: Convenio Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; Eliminación de todas las formas de Racismo; Derechos del Niño: Cuarta Convención de Ginebra...) sino también la cooperación sufragada por la mayor parte de gobiernos europeos y estadounidense. Entre ellos, el de España. Fondos de cooperación española pagaron la reconstrucción de Beit Arabiya en 2009. O la instalación de paneles solares en una aldea cercana a Hebrón, que también iban a ser demolidos aunque, de momento, se paralizó esa operación. 365.000 euros destinó en su momento la AECID (Agencia Española de Cooperación) a su instalación. Algo que llevan denunciando desde hace mucho tiempo ONGs y cónsules en la zona. Demandan presión para que los donantes y estados obliguen a Israel a no destruir su trabajo en la zona y a cumplir los dictámenes internacionales. La última etapa de esta situación, la denuncia del portavoz de Exteriores de Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados, Joan Josep Nuet, sobre el derribo de Beit Arabiya.


Foto cedidas por ICAHD, Jeff Halper y Canyet Gifreu