David Perejil
Signos de cambio en Palestina e Israel
durante la masacre en Gaza

(Página Abierta, 234, septiembre-octubre de 2014).

Entre julio y agosto de 2014 Israel ha llevado a cabo su tercera operación militar, denominada esta vez “Margen Protector”, contra la franja de Gaza. Durante 50 días han muerto 2.104 gazatíes, 70% de ellos civiles, de los que 495 eran menores de edad, según datos de la OCHA (Oficina para Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas). Además, ha habido 10.200 heridos, de ellos 3.000 niños, se han destruido unas 60.000 viviendas y durante la campaña militar cerca de un cuarto de los 1,8 millones de gazatíes han estado desplazados, según la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo). Durante la operación  fueron ejecutados de manera sumaria más de una veintena de palestinos en la Franja, acusados de colaboracionistas. Por parte israelí, murieron 64 soldados de su Ejército y tres civiles.

La maraña de datos, sumados a las imágenes que hemos visto durante esos días, ofrece apenas un tenue reflejo de la situación en Gaza. Según periodistas y trabajadores humanitarios, esta ha sido la operación militar más destructiva y sangrienta contra los gazatíes. Lo ha sido por su volumen de destrucción, con barrios y pueblos enteros desaparecidos bajo los escombros; por su intensidad, con bombardeos ininterrumpidos a casas, escuelas de la UNRWA, mezquitas, hospitales e infraestructuras que tardarán cerca de 20 años en reconstruirse si continua el actual bloqueo; y por haber destruido el “tejido social” de una Franja con graves problemas alimentarios, de salud, empleo y abastecimiento tras siete años de asedio y tres guerras. Y porque esta vez ha afectado y tensionado también a Jerusalén, Cisjordania y las ciudades palestinas dentro de Israel.

Hechos previos

Como muchos de los acontecimientos en la zona, nada ocurre sin que hubiera detalles anteriores decisivos. La operación  “Margen Protector” fue lanzada después de tres semanas de búsqueda, en junio, de tres adolescentes israelíes secuestrados en Hebrón, que finalmente fueron hallados muertos. Nada más conocerse la noticia, Israel atribuyó la acción a Hamás, que negó tajantemente su intervención. De hecho, ningún grupo reivindicó el secuestro y asesinato de esos jóvenes, cuya investigación sigue siendo muy oscura, con informaciones cruzadas sobre su autoría (1). Tampoco se esclarecieron los detalles de cómo se produjo el secuestro y cuándo se encontraron los cadáveres que provocaron una intensa movilización en la sociedad israelí con el eslogan Bring back our boys [Devuelvan a nuestros muchachos]. En todo caso, Israel lanzó una campaña de castigo colectivo en Hebrón y toda Cisjordania que supuso el arresto de unos 600 palestinos –algunos de ellos en la modalidad sin cargos ni juicio denominada detención administrativa–, la muerte de entre 15 y 20 personas en manifestaciones y campos de refugiados, entre otras acciones. A partir de ahí, se abrió la espita de la confrontación, ya que se empezaron a lanzar cohetes Qassam y el Gobierno israelí comenzó a bombardear Gaza.

Al margen de estos hechos, los portavoces israelíes declararon que, también, actuaban contra Hamás, y más después de que el partido islamista se hubiera sumado al Gobierno de unidad palestino firmado con Al Fatah y el resto de partidos palestinos. Tres años después de haberse anunciado, y haberse paralizado por las circunstancias cambiantes del período de revueltas árabes, en mayo de 2014 se creó un Gobierno de “técnicos” y se informó de que se celebrarían elecciones para poner fin a la fragmentación palestina. Desde esos primeros días, el Gabinete de Netanyahu se opuso firmemente al Gobierno y emprendió una campaña de declaraciones para influir en los países europeos y EE. UU. Aunque desde el principio se adivinaban muchas dificultades para su puesta en marcha, esta decisión podía cambiar el rumbo de los acontecimientos de los últimos años. Este periodo ha estado marcado por la fragmentación entre territorios palestinos, la ausencia de un frente común contra la ocupación israelí y las demandas mayoritarias de la sociedad palestina en favor de la unidad.

Un panorama estancado

Desde el final de la segunda Intifada, el inicio del bloqueo a Gaza y la división entre palestinos, el proceso de procesos en diferentes direcciones y agentes que es el conflicto israelo-palestino estaba estancado. Esto afecta de manera muy especial al modelo de resolución del conflicto: el “proceso sin negociaciones” que creó una Autoridad Palestina de competencias limitadas. Casi 25 años después, la colonización de tierras ha crecido con más de 500.000 israelíes asentados en Cisjordania y Jerusalén Oriental. Además, el muro de separación, construido en los primeros años de siglo, anexa más tierras dentro de las fronteras de 1967 con el objetivo israelí de quedarse con los tres grandes bloques de asentamientos situados en Cisjordania y los manantiales de agua dulce. En total, del 22% de tierras de la Palestina histórica negociado en Oslo, ahora los palestinos podrían tener acceso a entre el 12% y 18%, según datos del Arij Center.

Pero no sólo se trata de que haya menos tierras, sino de que están desconectadas de recursos, carreteras y sin continuidad territorial. Se trata de un dibujo que se asemeja a siete islas, con las grandes ciudades cisjordanas situadas sobre un “mar de tierras de control israelí”, o a un queso gruyer. Y es una tendencia que no cesa. El reciente anuncio de confiscación de 400.000 metros cuadrados en Belén tras la operación “Margen Protector” y los planes de Israel para anexionarse el valle del Jordán y crear más asentamientos se mantienen, a la espera del momento más conveniente para ponerlos en marcha. Todos estos “hechos sobre el terreno” dificultan una solución de dos Estados con fecha de caducidad. Incluso, pese a la apuesta lanzada por la ANP ante la ONU en 2012. Sin pretenderlo, están creando sobre el terreno una entidad, o un único Estado de apartheid, con diferentes derechos para territorios, personas y economías cada vez más difícil de separar.

Las dificultades para la vida de los palestinos, además, han aumentado con la escasez de trabajos, los altos precios de una economía dependiente de la israelí, las detenciones, la política de discriminación de derechos en función de la zona donde viven, el escaso acceso al recurso básico en la región como es el agua... Lo que ha afectado a la imagen de una ANP dirigida por Al Fatah que desde hace ocho años no convoca elecciones y ha beneficiado la imagen de Hamás como encarnación de la resistencia.

Además, los últimos acontecimientos  internacionales han quitado el foco del conflicto israelí-palestino. Por último, la ausencia de violencia dentro de Israel, a excepción de los cohetes lanzados desde la Franja, y el giro, cada vez más, del Gobierno israelí hacia la derecha más extrema han motivado que se haya continuado en esta dirección. Es muy relevante que en el Gobierno de Netanyahu haya crecido la influencia del movimiento colono, de los judíos rusos (muy escorados a posturas directamente racistas) y de grupos religiosos que quieren reconfigurar Israel.

Y amenazas de cambio

Sin embargo, en los últimos meses se venían observando signos de cambio. En primer lugar, el mencionado acuerdo de unidad, pese a las dudas tras la masacre en Gaza, ha modificado el discurso de los políticos palestinos, hasta ahora centrados en controlar férreamente sus zonas. Ha abierto un terreno nuevo para explicar propuestas y mostrarlas públicamente, como se vio en las manifestaciones y carteles de Hamás en Belén este verano, algo inédito en años. A la vez, la propia ANP se ha tambaleado. Durante los últimos tiempos ha habido un pequeño debate sobre la conveniencia de disolverla, devolver la gestión de la ocupación a Israel y regresar al paraguas de una OLP ampliada para abrir otra etapa más centrada en demandas de liberación nacional y más inclusiva con los palestinos que están fuera del marco de Oslo (2).

El delicado equilibrio en que muchas instituciones se asientan en Palestina se resquebrajó este verano, con manifestaciones espontáneas de jóvenes, sobre todo en Jerusalén Este, pero también en algunas ciudades de Cisjordania. Duramente reprimidas, no sólo por parte israelí, estas protestas repudiaban la masacre en Gaza y mostraban una indignación general que podía suponer también un giro en la estrategia de negociación y enfrentamiento no violento de los dirigentes palestinos de Cisjordania durante los últimos años. El apoyo popular a la resistencia armada en Gaza se ha notado en las ciudades y pueblos de Cisjordania. Las dramáticas imágenes de Gaza y el agotamiento ante los problemas suman para erosionar las opciones de confrontación no violenta emprendidas en Cisjordania en los últimos años. También se han visto, por primera vez, en Jerusalén banderas negras del Partido de la Liberación, que Israel permitía, frente a las palestinas o las de Hamás. Signos de que la desesperación, unida a la fragilidad de ciertas instituciones, podría derribar el edificio en que se ha asentado la gobernanza palestina en los últimos tiempos, girar la balanza de las preferencias sobre los grandes partidos o incluir nuevos horizontes sociales para una población palestina con poca voz. Algo que, sin duda, dejaría consecuencias muy duras.

En Israel, en estos últimos meses, ha cristalizado un nuevo giro hacia posturas más extremas. El secuestro y asesinato de un adolescente palestino en Jerusalén Este ejecutado por colonos fue el hecho más destacado de un verano lleno de tensión e intentos de linchamientos en la ciudad. Además, las manifestaciones de israelíes en protesta por la masacre en Gaza han estado perseguidas por grupos de ultraderechistas que a veces han golpeado a los izquierdistas, en connivencia con una policía que no intervenía lo suficiente. Signos también de que el voto a partidos más ultras viene respaldado por una sociedad en la que las posturas nacionalistas crecen, aún más, arrinconando las voces disidentes internas y justificando posturas cada vez más intransigentes y menos negociadoras con los palestinos. Tras la campaña en Gaza se inició la batalla política en Israel para declararse vencedor y recoger réditos políticos. Ya han empezado los vaticinios para saber si el próximo Gobierno israelí será aún más extremista, lo que podría suponer la caída de Netanyahu como primer ministro, o podría haber hueco a otras propuestas.

Las claves regionales e internacionales

Durante los 50 días de bombardeos sobre Gaza, las reacciones internacionales han sido muy diferentes. En primer lugar, aunque EE. UU. expresó críticas a la manera de realizar los bombardeos, se ha vuelto a alinear como aliado del “derecho a defenderse” de Israel, aportando fondos adicionales y venta de armas a su ayuda anual de 3.100 millones de dólares. La segunda Administración de Obama ha cambiado un discurso que empezó con la idea de dos Estados en las fronteras de 1967 y fue duramente contestado por Netanyahu, por los esfuerzos negociadores de Kerry y una rebaja de las críticas públicas. En el caso de los países de la Unión Europea, la respuesta ha pasado por condenar el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás, pedir contención a Israel y movilizar esfuerzos para llegar a una tregua en las conversaciones intermediadas en El Cairo. Tras la votación sobre el Estado palestino en la ONU, que rompió el eje de tradicionales lealtades de los países de Europa central hacia Israel, el conflicto violento los ha vuelto a alinear en una postura intermedia y poco contundente para pedir el fin de la masacre.

Sólo algunos países sudamericanos (Brasil, Chile, Perú, Ecuador y El Salvador) llamaron a consultas a sus embajadores en Israel, mientras la mayoría de países árabes mantuvo una postura tibia, de crítica pero sin ningún tipo de acciones. Esta crisis demostró las diferencias entre el Egipto gobernado por Al Sisi con el de Mursi. El paso egipcio con Gaza se cerró poco después del golpe de Estado del militar, se destruyeron los túneles que permitían aliviar el bloqueo con contrabando, y en las negociaciones, Hamás mostró su desconfianza después de un año de represión al islamismo político que no sólo afectó a los Hermanos Musulmanes en el país vecino. Si el periodo de las revueltas árabes abrió la posibilidad a futuros cambios de actitud de los nuevos y viejos Gobiernos árabes, el enterramiento de ese periodo de ansias de cambio, pan y justicia social ha vuelto a traer al primer plano las viejas actitudes de los países de la Liga Árabe, más atentos a mantener sus equilibrios internos de poder y con otras potencias.

Por otra parte, desde las sociedades civiles europeas se han registrado protestas contra la masacre en Gaza, especialmente importantes en el Reino Unido. La campaña BDS (Boicot, Sanciones y Desinversiones) lanzada por la sociedad civil palestina en 2005 para acabar con la ocupación, recuperar la igualdad de derechos de todos los palestinos y forzar la vuelta de los refugiados ha aumentado su intensidad. Si en los primeros meses del año se registraron algunos avances (3), la catástrofe de este verano en Gaza ha ampliado la visibilidad de la campaña como una herramienta para presionar a Israel. En todo caso, se trata de una iniciativa a largo plazo que, si se mira en el ejemplo de Sudáfrica, necesitará de apoyos estatales para forzar un cambio real.

En el terreno económico, la legislación de la Unión Europea, primer socio comercial de Israel, para impedir la comercialización de los productos de las colonias puede afectar a las empresas de un país empeñado en camuflar el origen de su fabricación. Aunque nunca se sabe cuándo la marea de pequeñas acciones puede lograr un cambio mundial de tendencia, continúa el trabajo de deslegitimación de Israel en el plano internacional.

Mirando hacia el futuro

En primer lugar, resta por ver qué cambios políticos y sociales quedan después de un enfrentamiento tan duro. Dentro de la Franja, por un lado, Hamás ha ganado credibilidad debido a su resistencia armada, como demuestran las recientes encuestas que otorgan el doble de apoyo a Ismail Haniye que a Mahmoud Abbas en unas hipotéticas elecciones. Sin embargo, el altísimo precio en vidas y destrucción le puede pasar factura entre la población si las condiciones del bloqueo no se alivian, como se barruntaba antes del verano.

Por su parte, Al Fatah y la ANP pelean también por recuperar su protagonismo. Se mantiene el calendario de unidad de partidos y las elecciones (presidenciales, legislativas y quizá municipales y para la OLP) previstas para 2015, pero ya retrasadas. Vuelven a surgir las conversaciones y las dificultades sobre pagos de funcionarios, sobre las milicias armadas frente a los cuerpos de seguridad de la ANP y sobre la legitimidad de quién decide qué tipo de acciones se lanzan contra Israel, o su misma eficacia. Cómo avancen estas complicadas negociaciones de unidad marcará si estamos ante un tiempo realmente nuevo o más parecido a estos últimos años.

A la vez, la ANP anuncia un nuevo intento para elevar el estatus de Estado observador ganado en 2012. Quizá se trate de una carta destinada a forzar negociaciones con Israel y su mediador, EE. UU., ya que la ANP volvió a amagar con firmar el Estatuto de Roma, que le permitiría llevar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional; pero de momento ha vuelto a aplazar cualquier decisión en este terreno, que elevaría la tensión y la posibilidad de negociaciones con Israel y EE. UU. 

Para Israel, nada anuncia que se haya puesto punto y final a las campañas contra la Franja, que en opinión del historiador israelí Ilan Pappé son y serán estructurales, lo que no cierra el paso a más ataques en el futuro. No ha derrotado políticamente a Hamás, no ha querido elevar la invasión terrestre ni ocupar la Franja, como le reclamaban algunas voces interiores, por lo que nada ha cambiado para el futuro en una sociedad acostumbrada a las guerras, pero muy sensible a su sentido y a sus consecuencias. En todo caso, la tendencia de los últimos Gobiernos ha sido mantener el incremento de la colonización de tierras cisjordanas, a la vez que se arrinconaban las negociaciones o se preparaba el terreno para acuerdos más ventajosos. Por otra parte, la deriva social hacia posturas extremistas no deja muchos espacios para los cambios de políticas gubernamentales y constriñe, aún más, la labor de los pacifistas, izquierdistas, religiosos o antisionistas israelíes que pugnan por un cambio más justo.

Por último, el actual modelo de “proceso sin negociación” está agonizante. Las conversaciones son necesarias, pero en ningún caso se deberían repetir las mismas bases con mediadores interesados y escasa presión internacional para hacer cumplir los acuerdos. Además, los cambios en marcha en todo Oriente Medio volverán a afectar a un conflicto de raíces también internacionales. La llegada del Estado Islámico; la situación de un Irak en combustión permanente tras el desastre de la intervención estadounidense y los posteriores enfrentamientos sectarios; una Siria desangrada tras tres años de alzamiento popular, resistencia militar, guerra regional a través de intermediarios y la llegada de los yihadistas, pueden hacer cambiar el paradigma en la zona. Incluso más que el anunciado inicio de acuerdo entre Irán y EE. UU. O, como otras veces en la zona, dejar un reguero de sangre y sufrimiento pero no cambiar nada y agravar las condiciones de vida de sus habitantes. Sólo que esta vez la mezcla de conflictos, las reacciones geopolíticas a las demandas populares de las revueltas árabes, los intereses cruzados de unos países en otros y la mecha encendida de los conflictos confesionales son una amenaza más seria.

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(1) Diversas informaciones señalaron a militantes de Hamás en contra del acuerdo de su partido con Al Fatah, de otro partido religioso, personas a título individual en la “Gaza” de Cisjordania que sufre la violencia cotidiana de los colonos más fanáticos de toda Cisjordania, acusaciones hacia algún cuerpo de seguridad israelí…
(2) Palestinos en el interior de Israel y refugiados en el exterior en países como Jordania, Siria, Líbano y otros, que suman entre 6 y 8 millones, según las fuentes. A la vez, estas conversaciones siempre han incluido la opción de que Hamás y la Yihad Islámica entraran a formar parte de la OLP.
(3) La retirada de fondos de inversión europeos de compañías israelíes o la renuncia de algunas personalidades como Stephen Hawking a compartir actividades con Israel son dos de los ejemplos de éxito de la campaña. Más información en www.bdsmovement.net.