Edward Said

Humanismo como resistencia
(Hika, 148 zka. 2003ko urria) 

      (...) Ojalá pudiera decir que en Estados Unidos ha mejorado el conocimiento sobre Oriente Próximo, los árabes y el islam, pero, por desgracia, no es cierto. Por muy diversas razones, la situación en Europa parece ser mucho mejor, pero en EE.UU, el endurecimiento de las posturas, las generalizaciones despectivas y tópicos triunfalistas que se han adueñado de todo, el predominio de la fuerza bruta unida a un desprecio simplista hacia los disidentes y los otros, encontró su equivalente en el saqueo y destrucción de las bibliotecas y museos iraquíes. Nuestros dirigentes y sus lacayos intelectuales parecen incapaces de entender que la historia no puede borrarse como una pizarra, para que nosotros escribamos en ella nuestro futuro e impongamos nuestras formas de vida a otros pueblos inferiores. Con frecuencia se oye decir a altos cargos de Washington que hay que cambiar el mapa de Oriente Próximo, como si se pudiera agitar a unas sociedades tan antiguas y a unos pueblos tan diversos como al grano en un cedazo. Eso es lo que ha ocurrido a menudo respecto a Oriente, esa construcción semimítica que, desde que Napoleón invadió Egipto a fines del siglo XVIII, ha sido objeto de incontables recreaciones. En el proceso quedan eliminados o ignorados los infinitos sedimentos de la historia, con todos sus relatos y abrumadora variedad de pueblos, lenguas, experiencias y culturas; barridos, relegados al mismo montón de arena que los tesoros pulverizados y convertidos en añicos sin sentido que se sacaron de Bagdad.
      Creo que la historia la hacen hombres y mujeres, y que son ellos quienes pueden reescribirla, de modo que nuestro Oriente sea auténticamente nuestro, que seamos nosotros quienes lo poseamos y lo gobernemos. Y siento gran respeto por la fuerza y talento de los pueblos de la región en su lucha a favor de su idea de lo que son y de lo que quieren ser. Ha habido una agresión tan generalizada y calculada contra las sociedades contemporáneas árabes y musulmanas por su atraso, su falta de democracia y su negación de los derechos de la mujer que olvidamos que conceptos como modernidad, ilustración y democracia no son unas ideas simples caídas del cielo. La gigantesca desidia de unos propagandistas vacuos que hablan en nombre de la política exterior y desconocen el lenguaje de la gente corriente ha creado un paisaje árido, listo para que el poder estadounidense construya en él un falso modelo de democracia de libre mercado.(...)
      Hay una diferencia entre el conocimiento de otros pueblos fruto de la comprensión, la compasión, el estudio detallado y el análisis, y el que forma parte de una campaña general de autoafirmación. La distancia entre la voluntad de comprender por razones de coexistencia y ampliación de los horizontes y el deseo de dominar para tener el control es enorme. Una de las grandes catástrofes intelectuales de la historia ha sido, sin duda, que un pequeño grupo de altos cargos estadounidenses -a los que nadie había elegido- inventara una guerra imperialista contra una dictadura tercermundista semidestruida, por unos motivos puramente ideológicos relacionados con el dominio del mundo, el control de la seguridad y la escasez de recursos; y que esa guerra la disfrazaran, aceleraran y justificaran unos orientalistas que traicionaron su vocación de intelectuales.
      (...) Sin esa deliberada creación del sentimiento de que la gente de esos países no era como nosotros ni apreciaba nuestros valores -la base del dogma orientalista-, no habría habido guerra. Por eso los asesores del Pentágono y la Casa Blanca forman parte de la misma élite de especialistas a sueldo que utilizaron los conquistadores holandeses de Malasia e Indonesia, los ejércitos británicos de India, Mesopotamia, Egipto y Africa occidental, y los ejércitos franceses de Indochina y el norte de Africa, con los mismos tópicos, los mismos estereotipos peyorativos, las mismas justificaciones de la fuerza y la violencia (al fin y al cabo, dice el coro, la fuerza es el único idioma que entienden). A ellos se ha unido ahora en Irak todo un ejército de contratistas privados y ávidos empresarios, a los que se va a confiar todo, desde la redacción de libros de texto y la Constitución hasta la remodelación de la vida política y la industria del petróleo.
      Todos los imperios han mantenido siempre que no son como los demás, que sus circunstancias son especiales, que su misión es educar, civilizar, llevar el orden y la democracia y que el uso de la fuerza no es sino el último recurso. Y lo más triste es que siempre hay un coro de intelectuales dispuestos a pronunciar frases tranquilizadoras en las que hablan de imperios benévolos o altruistas.
      (...) La idea que guía Orientalismo es utilizar la crítica humanística para ampliar los campos de batalla, para introducir una secuencia más larga de pensamiento y análisis con el fin de sustituir los breves brotes de furia polémica y paralizadora que nos aprisionan. Lo que intento hacer es lo que denomino humanismo, un término que sigo empleando con terquedad pese al desprecio que les produce a los refinados críticos posTmodernos. Humanismo quiere decir, ante todo, intentar disolver las esposas mentales de Blake para poder pensar de forma histórica y racional y lograr un conocimiento reflexivo. Además, se apoya en un sentido de comunidad, con otros intérpretes, otras sociedades y otros períodos: por consiguiente, en términos estrictos, no existe el humanista aislado. Es decir, cada terreno está vinculado a los demás y nada de lo que ocurre en nuestro mundo está ni ha estado jamás completamente aislado y libre de toda influencia externa. Debemos hablar de injusticia y sufrimiento en un contexto relacionado con la historia, la cultura y la realidad socioeconómica. Nuestro papel es el de ampliar el ámbito de discusión. He dedicado gran parte de los últimos 35 años a defender el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación nacional, pero siempre he intentado hacerlo sin dejar de prestar toda la atención necesaria a la realidad del pueblo judío y sus sufrimientos en persecuciones y genocidios. Lo más importante es que la lucha por la igualdad en Palestina/Israel debe encaminarse hacia un objetivo humano, la coexistencia, y no a proseguir con la represión y el rechazo. No es casual que el orientalismo y el antisemitismo modernos posean raíces comunes. Por eso es fundamental que los intelectuales independientes proporcionen sin cesar modelos alternativos a las pautas simplificadoras y restrictivas basadas en una mutua hostilidad que dominan en Oriente Próximo y otros lugares desde hace tanto tiempo.
      (...) Los terribles conflictos, que agrupan a la gente bajo etiquetas falsamente unificadoras como Estados Unidos, Occidente o islam e inventan identidades colectivas para grupos de individuos que, en realidad, son muy distintos, no pueden seguir teniendo la misma fuerza, debemos oponernos a ellos. Aún disponemos de las facultades racionales e interpretativas que nos dejó la educación humanista, considerada no como una piedad sentimental que nos insta a regresar a los valores tradicionales o a los clásicos, sino como el ejercicio activo de un discurso real, racional y laico. El mundo secular es el mundo de la historia construido por los seres humanos. El pensamiento crítico no obedece las órdenes de unirse a las filas que avanzan contra uno u otro de los enemigos oficiales. En vez de concentrarnos en un artificial choque de civilizaciones, debemos hacerlo en la lenta colaboración de unas culturas que se superponen, toman cosas prestadas unas de otras y conviven de formas mucho más interesantes que las que permite cualquier conocimiento abreviado o falseado. Pero para adquirir esa percepción más amplia necesitamos tiempo y una curiosidad paciente y escéptica, sostenida por la fe en unas interpretaciones comunes a las que no les es fácil sobrevivir en un mundo que exige la acción y la reacción inmediatas.
      (...) Por último, y sobre todo, el humanismo es la única forma de resistencia -me atrevería a decir que la definitiva- que tenemos contra las prácticas inhumanas y las injusticias que desfiguran hoy la historia.(...)

__________________

NOTA. Fragmentos de un artículo publicado en 2003, en los 25 años de la publicación de Orientalismo.