ieccs.es, 06 de abril de 2020.
Mucho se está debatiendo estos días de confinamiento sobre los
usos y abusos de la filosofía, al punto de que ha cobrado una
inusitada relevancia en la escena de la pandemia. Y, como en toda
escena, pareciera exigírsele a l@s filósof@s unos roles a cumplir.
En algunos casos encontramos declaraciones enfáticas que,
siguiendo a Pascal, conciben el encierro en nuestras habitaciones
y la suspensión de nuestra normalidad como una condición
privilegiada para ver más claro y salir de la caverna. No sin
reproducir a veces una especie de libreto new age de autoayuda,
estas declaraciones apelan a la figura filosófica como si fuera la de
un gurú capaz de ofrecer una guía para superar los dilemas
existenciales o iluminar el camino en medio de la oscuridad que
supone la pandemia. En otros, en cambio, hay una recriminación
hacia l@s filósof@s por salir a teorizar demasiado pronto sobre
un tragedia que, se estima, no sería posible asir teóricamente
dada su propia excepcionalidad. Pareciera que el silencio y la
voluntad de no conceptualizar debería primar ante la gravedad de
lo que nos sucede.