Project Syndicate, 5 de junio de 2020.
CAMBRIDGE (USA) – El mundo está experimentando uno de los momentos más
transformadores de los últimos 75 años. Las consecuencias sociales, económicas y políticas
de la crisis COVID-19 ya han sido verdaderamente trascendentales, y lo más probable es
que sólo hayan empezado a sentirse. En los Estados Unidos, más de 40 millones de
trabajadores han presentado demandas por desempleo desde mediados de marzo, y cada vez
más familias están siendo empujadas al borde de la pobreza. En todo el mundo, millones
más se enfrentan a condiciones aún más precarias, y se espera que entre 40 y 60 millones de
personas caigan por debajo del umbral de pobreza extrema de menos de 1,90 dólares al día.
La mayoría de los gobiernos han demostrado ser peligrosamente poco preparados para la
crisis, que ha puesto de manifiesto debilidades profundas en los sistemas de salud pública y
seguridad social tanto en los países ricos como en los pobres. Las tensiones sociales y
políticas que durante mucho tiempo han estado hiriendo a fuego lento justo debajo de la
superficie del orden económico mundial han comenzado a hervir, como lo demuestra más
vívidamente el protestas en los EE.UU. sobre el reciente asesinato de un hombre negro
desarmado, George Floyd, por cuatro agentes de policía en Minneapolis.
