El País, 10 de febrero de 2022.
La decisión de la Comisión Europea sobre el gas y la nuclear, motivada exclusivamente por intereses empresariales, conlleva romper con la senda del progreso tecnológico y de democratización energética que habíamos iniciado.
Existen diferentes intereses, tanto políticos como financieros, que están volviendo a abrir iniciativas que se habían cerrado en la transición energética. Observamos, con perplejidad, cómo la propuesta de la taxonomía verde europea, que sirve de regla para medir la idoneidad o no de las necesarias inversiones millonarias, está cediendo ante el empuje de lobbies ligados a tecnologías que poco pueden aportar, solo zancadillear, a un futuro descarbonizado y renovable. Estamos hablando del gas fósil y de la energía nuclear.