Junio de 2019.
Presentación de Salvador López Arnal, Silencios y deslealtades. El
accidente militar de Palomares: desde la guerra fría hasta hoy
(Editorial Laertes, 2019).
Como muchos otros niños y adolescentes de mi generación supe —sin llegar a saber
realmente— del accidente militar-atómico de Palomares por las imágenes de un No-Do
de 1966. En esas imágenes podía verse a Manuel Fraga, el temible y terrible ministro de
Información y Turismo franquista (formó parte del Consejo de Ministros que ordenó el
fusilamiento de Julián Grimau), bañándose en aguas del Mediterráneo andaluz con el
embajador norteamericano en España. La narración, las palabras usadas, la propia voz
del locutor, intentaban tranquilizar a los espectadores. Nada de qué alarmarse, todo bajo
control, ningún peligro en el horizonte o en las proximidades, todo iba bien o incluso
muy bien. España seguía yendo muy bien. «Las autoridades» se había bañado sin temor
alguno en el lugar donde se había producido «un accidente aéreo» sin importancia. A
seguir, pues, a continuar felices —y más alienados y engañados— con las actividades
de cada día. La política no era cosa del pueblo trabajador, de los «de abajo». Para eso ya
estaban los que mandaban y querían (y debían) seguir mandando.