Elena Herrera
Rostros del 15­M: ¿dónde están los indignados
cinco años después?

(infoLibre, 13 de mayo de 2016).

Las redes comenzaron a tejerse en internet, al calor de la primavera árabe y de una grave crisis económica y social manejada por una clase política cada vez más desacreditada. Los mimbres para el éxito de la manifestación ya estaban puestos. Y la convocatoria fue masiva. Era 15 de mayo de 2011. Lo que ocurrió después ya forma parte de la historia del país y, especialmente, de una generación: una acampada en la Puerta del Sol con réplicas en las principales ciudades que evolucionó hacia un movimiento más diseminado, menos masivo, más centrado en acciones concretas y que acabó entendiendo que había un "techo" que impedía que esas movilizaciones en la calle tuvieran eco en las instituciones.

De ahí surgió Podemos, que dio la sorpresa en las elecciones europeas de 2014 irrumpiendo con cinco representantes en la Eurocámara, y después otros nuevos partidos, si bien no todos los miembros de las nuevas formaciones vienen del 15­M, ni todo el 15­M está en esos nuevos partidos. También hay quien se apartó de la primera línea y emprendió nuevos proyectos personales o quien se mantuvo en el activismo sin dar el paso a la política tradicional. Ahora, cinco años después de ese estallido de la protesta, algunos de los rostros que impulsaron en España el movimiento de los indignados relatan a infoLibre cómo han vivido este lustro.

La improvisación y la dinámica de los medios convirtieron en representantes de un movimiento que no quería ser representado a varios jóvenes. Entre ellos estaba Juan Cobo, fotógrafo, ahora con 31 años. Tras una primera entrevista en Telemadrid en la mañana del 16 de marzo de 2011 en la Puerta del Sol, su teléfono empezó a circular entre los periodistas que, en la plaza o desde la redacciones, buscaban desconcertados alguien que les explicara en qué consistía todo aquello. Ni buscó ser una de los rostros más visibles de un campamento todavía incipiente ni fue elegido para ello. Pero así ocurrió. Y acabó siendo una de las personas que más entrevistas dio en los primeros días de acampada.

Algo similar les sucedió a Jon Aguirre Such y a Fabio Gándara, participantes de Democracia Real Ya (DRY), promotora de la primera gran movilización. Los medios querían que alguien explicara qué estaba pasando, pero pocos querían dar la cara. Y allí estuvieron ellos para poner la suya. Al final, la presión les acabó pasando factura. Gándara dejó la primera línea cuando, en 2013, su apuesta junto a otros compañeros por revestir a la plataforma de una forma jurídica y convertirla en asociación provocó una gran fractura en el grupo. Aguirre también acabó apartándose y montó Paisaje Transversal, un estudio de arquitectura que impulsa procesos de transformación y análisis urbano desde la participación, la ecología y la creatividad.

Aunque asume que en ese momento "quizá no se explicó bien y eso provocó un enfrentamiento interno", lo que Gándara y otros miembros de DRY intentaron entonces es algo que se ha ido asumiendo como lógico dentro del movimiento años después: explorar la vía institucional. "Creo que el tiempo nos ha dado un poco la razón a los que abogábamos por vías complementarias y creíamos que era importante tener vías de acción institucional e interlocución con las fuerzas políticas. Eso no se comprendió por gente que ahora vemos con alegría que ha evolucionado y que después de haber criticado ese punto de vista se ha animado a participar desde la instituciones", señala.

Gándara colabora ahora con Decide en Común –la iniciativa puesta en marcha por el exmilitante del PSOE Alberto Sotillos– y ha colaborado con otras iniciativas de participación ciudadana. No obstante, dice estar volcado en su proyecto personal, una agencia que montó hace un año (Chocolate Comunicación), especializada en comunicación social y política y gastronomía y lifestyle. Cobo está en Barcelona, a donde se trasladó a finales de 2011. Desde allí –alejado del activismo– dice sentirse más vinculado a las confluencias como las lideradas por Manuela Carmen en Madrid y Ada Colau en Barcelona que al proyecto de Podemos. Dice que vivió el surgimiento del partido de Iglesias con ilusión, aunque ahora asegura que no tener "tanta fe" en ese proyecto.

Cobo cuestiona que se relacione de una manera tan clara lo que ocurrió aquel mayo con los partidos y actitudes que están surgiendo ahora "como si fuera la misma cosa". "Es cierto que la gente de Podemos o las confluencias siempre ha tenido cuidado al establecer esas vinculaciones pero es que el 15­M es algo que trasciende a la política representativa y abarca más aspectos de la vida civil y social. Yo, que era bastante neófito en el tema del activismo, cambié gracias al 15­M muchas visiones de mi vida, de mi forma de ser y actuar", señala.

El salto a la política tradicional

A diferencia de Cobo, Gándara o Aguirre sí hubo otras personas que mantuvieron un activismo que con el paso del tiempo fue el germen de nuevas causas o revitalizó otras movilizaciones. Entre ellas está Marta G. Franco, que participaba en la comisión que gestionaba las redes sociales del 15­M madrileño. Actualmente trabaja en el equipo que hace esa misma tarea en el Ayuntamiento de Madrid, donde está contratada como asesora en el área de la portavoz Rita Maestre, por cierto, integrante de Juventud Sin Futuro, un colectivo de jóvenes muy determinante en el 15­M y, ahora, en las nuevas formaciones políticas surgidas en los dos últimos años.

Franco forma parte del grupo de personas que entendió que "tras un ciclo de movilizaciones fuertes" había un "techo" que impedía que esas protestas calaran en las instituciones. Tras experiencias pocos exitosas como las del Partido X o el movimiento Renovación Democrática Ciudadana (RED), liderado por el juez Elpidio Silva, surgió Podemos y después otras experiencias municipalistas. "El paso al Ayuntamiento ha sido un proceso de reflexión colectiva que yo he hecho acompañada de las personas con las que había estado trabajando estos años en asambleas y colectivos", señala.

A Juventud Sin Futuro –el mismo colectivo que Maestre– pertenecía también Pablo Padilla (27 años), licenciado en Sociología y ahora diputado en la Asamblea de Madrid por Podemos. En 2013, cuando se cumplían dos años de la primera manifestación
de Juventud Sin Futuro, infoLibre entrevistó a Padilla y a otros dos miembros del colectivo, Sarah Bienzobas y Miguel Bermejo. Los tres están ahora vinculados a Podemos. Bienzobas es asesora en el Ayuntamiento de Madrid y Bermejo trabaja en el partido de Pablo Iglesias. Padilla, que en 2013 sólo tenía 14 días cotizados por un trabajo de encuestador telefónico, es ahora presidente de la comisión de Juventud de la Cámara madrileña.

El ahora diputado asegura que fue el "bloqueo institucional" que "hacía oídos sordos e incluso despreciaba a la gente que salía a la calle exigiendo unas demandas de mínimos democráticos" lo que le llevó a reflexionar sobre la necesidad de que había que explorar esta vía. "Si el 15 de mayo de 2011 me dices que iba a acabar siendo diputado no me lo hubiese creído", asevera. Algo similar le ocurrió a Franco, que cree "lógico" el proceso de reflexión que llevó a muchas personas a dar ese paso. "Probablemente volvamos a hacer el camino hacia fuera o hacia adentro varias veces", señala.

Lo cierto es que los denominados por ellos mismos como "ayuntamientos del cambio" están repletos de activistas que son cargos públicos o están contratados como técnicos en diferentes áreas. El caso más significativo es el de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que durante años fue la cara más visible de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Este es el colectivo que, organizándose en asambleas y convirtiendo a los afectados en activistas, más ha contribuido a visibilizar en España el drama de los desahucios. Junto a Colau en el consistorio barcelonés están activistas como Gala Pin, Gerardo Pisarello o Vanesa Valiño. En Zaragoza, donde gobierna Zaragoza en Común (ZeC), también hay entre sus concejales miembros de las plataformas antidesahucios o de las mareas ciudadanas. Al igual que pasa en A Coruña, Pamplona, Santiago de Compostela, Valencia...

Sin grandes movilizaciones

Es innegable que el paso de los años hizo que el 15­M perdiera cierto protagonismo. El movimiento se transformó entonces en un actor sociopolítico más disperso pero profundamente defensor de los servicios públicos –sanidad, educación– y de los derechos fundamentales –vivienda, prestaciones sociales...–. La posibilidad de concurrir a las elecciones bajo una nueva marca ya no es algo que se repudiara en las entrañas del movimiento. "Mantener un nivel de movilizaciones tan intenso como el que tuvimos entre 2011 y 2013 era imposible material y humanamente. Pero el vaciamiento no llegó cuando surgieron herramientas institucionales sino que era algo que ya estaba ocurriendo", señala Padilla.

Una opinión similar tiene Franco. "Yo no diría que cuando empezaron los partidos se vaciaron las calles, sino más bien que cuando se presentó a las europeas Podemos –que fue cuando se empezó a hablar de los nuevos partidos– ya hacía varios meses que estaba decayendo la afluencia en las manifestaciones. Probablemente porque si siempre haces lo mismo y nunca consigues los resultados que quieres, tienes que cambiar de estrategia", señala. No obstante, ambos coinciden en que el 15­M ha dejado un gran "poso". "Quizá ya no se estila ese formato de gran manifestación... pero se siguen parando desahucios, sigue habiendo huertos urbanos, hay pequeñas herramientas para defender los derechos laborales, las mareas siguen funcionando", señala Padilla.

Kike España, arquitecto malagueño de 28 años, también cree que el movimiento de los indignados trajo consigo un reforzamiento del tejido social y llevó a la gente a ser más sensible respecto a lo que significa la participación política. "Se han roto muchas barreras de cosas de las que no se hablaba, que nunca estaban en los medios de comunicación, en la agenda política... y que hoy se tratan de una manera más normalizada". Este joven acudió a la manifestación del 15 de mayo de 2011 en Málaga y ha seguido en el activismo desde entonces. Ahora, ha focalizado su actividad en el centro social y cultural de gestión ciudadana La Casa Invisible, ubicado en Málaga, al que está muy vinculado desde 2013.

Él se sigue mostrando indignado por cómo "los poderes económicos siguen gobernando" y por la ausencia de "una democracia real" y cree que si se examinaran en la actualidad las principales reivindicaciones expuestas hace cinco años, la mayoría seguiría teniendo vigencia. "Aunque haya gente que siga sin participar demasiado, en estos años sí ha cambiado la conciencia de lo que significa la implicación en la política. No se puede entender el movimiento contra los desahucios sin el 15­M, ni la existencia de nuevos medios de comunicación o las nuevas corrientes en la arquitectura, que es una de las más cuestionadas por la crisis", subraya.

"¿No nos representan?"

El clamor de los indignados no fue solo una rebelión contra el poder económico, el sistema capitalista y las consecuencias de la crisis. Puso en duda, como quizá no lo había hecho antes ningún otro movimiento social de forma tan evidente, el sistema de representación política heredado de la Transición. Sin embargo, con la entrada en la política tradicional de esta nueva generación, de cierta manera, también se ha desactivado aquel grito del "¡No nos representan!" que tanto se escuchó en las calles entre 2011 y 2013.

"Dentro de ese grito hay diversidad, pero muchos de los que lo coreamos en su momento sí entendemos que en un sistema político haya representación. En realidad, lo que cuestionábamos era cómo nos habían contado que tenía que ser esa representación. Lo que hacemos ahora en el Ayuntamiento de Madrid es diferente de lo que hacían los anteriores concejales porque hay una serie de mecanismos de transparencia que hacen que no haya cheques en blanco", señala Marta G. Franco, que ahora trabaja en el consistorio madrileño.

Inevitablemente, los fichajes de Podemos y las candidaturas de confluencia han contribuido a descapitalizar parte de los movimientos sociales, que han visto mermado el número de colaboradores y activistas. Este trasvase ha obligado a algunos colectivos a reorganizarse y replantearse su relación con los nuevos representantes de las instituciones, lo que no ha estado exento de polémica en algunas ocasiones. En Madrid, por ejemplo, la PAH ha acabado por romperse en dos por la divergencia sobre de qué manera relacionarse con el nuevo equipo de gobierno y partidos como Ahora Madrid.

Como cada 15­M esta fecha sigue teniendo algo de especial para todos los que participaron de alguna u otra manera en aquel estallido masivo, heterogéneo y algo confuso que se plantó en las plazas para protestar contra la forma en la que los partidos clásicos, agotados políticamente, intentaban poner coto a una crisis a muchos continúan llamando "estafa". En algunas ciudades se han convocado manifestaciones para este fin de semana. Y aunque no se espera que sean tan masivas como las de hace cinco años, parece que a nadie le importa demasiado que vaya a ser así. Y es que "la nostalgia es contrarrevolucionaria", advierte el diputado de Podemos Pablo Padilla.