Eleanor Robson

UNA LOCURA CON MÉTODO EN EL SAQUEO DEL MUSEO


Se sabe ahora casi son certeza que al menos algunos de los impactantes
pillajes a los museos de Mosul y Bagdad fueron organizados por grupos
Iraquíes a las órdenes de coleccionistas extranjeros.

Los ladrones sabían lo que estaban buscando. El jarrón de Uruk de 5.000 años de antigüedad de belleza tal que cortaba la respiración, se ha esfumado, mientras que una convincente réplica en escayola del Obelisco Negro de Shalmaneser III (Rey de Asiria, 858-824 a.c.), permanece ilesa en medio de un mar de vitrinas vacías y destrozadas.

Ficheros de clasificación y ordenadores fueron destrozados y quemados
haciendo imposible su reparación, en lo que parece ser una acción deliberada para impedir que los conservadores del museo puedan catalogar los objetos perdidos.

En torno a este robo central de objetos de alto perfil existe una enorme
penumbra de saqueo y violencia oportunistas. Las vitrinas que albergaban
estos objetos fueron arrastradas a la calle y los viandantes se servían a gusto. Los objetos de las estanterías fueron gratuitamente destrozados.

Cabría esperar que muchos de los objetos más pequeños y de menor valor
fueran devueltos a mezquitas y centros comunitarios como parte de la
amnistía general sobre bienes robados. Muchos otros cambiarán de manos
por el puñado de dólares que se necesita para comprar comida, agua o
medicinas.

Los sellos de cilindro, las tablillas cuneiformes y las monedas antiguas
abandonarán el país en maletas y mochilas. La ruta habitual fuera de Irak es, por medio de Israel, a Suiza y luego a Londres, París y Nueva York.

Estos objetos se pondrán a la venta por 50 o 100 dólares en tiendas de
antigüedades de Medio Oriente, Europa, América del Norte o en eBay.
Confiados y faltos de escrúpulos los comprarán como novedosos regalos de
navidad u objetos de decoración.

En los años que siguieron a la Guerra del Golfo de 1991, decenas de miles de pequeñas antigüedades salieron de Irak del modo expuesto. Unas 4.000 habían sido robadas de los museos provinciales de Irak durante las revueltas de 1991, pero la mayoría proceden de excavaciones ilícitas de varios lugares antiguos que el servicio arqueológico iraquí no fue capaz de proteger.

En cuanto al alto perfil y valor de los objetos robados por los ladrones
organizados, puede que nunca volvamos a verlos. Son demasiado bien
conocidos por todos como para correr el riesgo de llevarlos a reputados tratantes o casas de subastas. Se convertirán en garantía en tratos de drogas o permanecerán ocultos en la caja fuerte de un banco. Algunos de los robos pueden haber sido encargados directamente por algún coleccionista e irán derechos a las manos de sus nuevos "propietarios".

Otros objetos arqueológicos pueden sufrir daños deliberados para que no
se parezcan a sus fotografías públicas. Los saqueadores pueden arrancar
la nariz de una estatua, por ejemplo, de manera que sea diferente pero conserve su valor. O pueden usar un martillo y un cincel para borrar la
inscripción que aparece en una pieza, igual que cualquier mundano criminal puede quitar el número de serie de una pistola. Cuando estas piezas alteradas salgan a la venta en el mercado, será prácticamente imposible identificarlas y, por tanto, confiscarlas y repatriarlas.

Para las bandas criminales el riesgo merece la pena. Hace diez años, un
relieve asirio del 850 a.c., de propiedad legal, fue subastado en Christie's, Londres, por 11 millones de dólares, en ese momento, el mayor precio jamás pagado en subasta por una antigüedad.

Se necesitan prohibiciones eficaces sobre la importación y la exportación de todas las antigüedades, y se necesitan ya. Como es obvio, esto no resolverá el tema de todas las antigüedades que han sido sustraídas de Irak, pero puede impedir de cara al futuro este tipo de contratación para el saqueo.

Los países han de cumplir con la Convención de París de 1970, de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), sobre las Medidas que Deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícitas de Bienes Culturales.

Además, los estados debieran aprobar leyes, de manera inmediata, que
dispongan la confiscación en cualquier frontera nacional. Los funcionarios de aduanas debieran estar entrenados en identificación y manejo de objetos de arte, para impedir errores tales como los de los agentes británicos de aduanas cuando el año pasado requisaron algunas estatuas afganas que sospechaban transportaban drogas. No había drogas, pero los agujeros que hicieron los agentes para revisarlas mutilaron lasestatuas.

No podemos restaurar completamente las antigüedades iraquíes, pero podemos repatriar algunas de ellas y prevenir futuros crímenes contra el
patrimonio artístico de la humanidad.

[Fuente: Eleanor Robson es profesora en All Souls College, Oxford (UK) y
miembro de la Junta de la Escuela Británica de Arqueología en Irak - Los
Angeles Times - 17abr03. Traducción al español de la versión original en
inglés realizada por el Equipo Nizkor el 18abr03]