Elisabetta Povoledo
Italia. Los indios mantienen vivo el corazón agrícola
(The New York Times, 9 septiembre 2011).

  Los inmigrantes indios que trabajan en el epicentro agrícola italiano mantienen viva una de las industrias agroalimentarias nacionales con más prestigio internacional, la del queso Grana Padano. Y ni siquiera la Liga Norte y su combativa actitud frente a la inmigración arma mucho revuelo al respecto.

            Junto a apellidos locales como Ferrari y Galli, los listines telefónicos de la provincia de Cremona han registrado un aumento en la presencia de otro apellido: Singh. En los últimos 20 años, inmigrantes de la región de Punyab se han instalado en el corazón agrícola de Italia para trabajar principalmente en granjas, con frecuencia como 'bergamini', tal y como se conoce a los jornaleros en el dialecto regional.

            Se cree que si los trabajadores indios se pusiesen en huelga, la producción de Grana Padano, el condimento duro y granulado que se ralla sobre los espaguetis, característico y por el que se conoce al valle del Po, se paralizaría. “Bueno, no sé si llegaría a pararse la producción, pero sí que crearía muchas dificultades”, explica Simone Solfanelli, el presidente en la región de Cremona de Coldiretti, la organización agrícola más grande de Italia. “Puedo asegurarle que son indispensables para la agricultura” y para la producción de leche de la provincia – con un millón de toneladas al año, alrededor de una décima parte de la producción láctea de toda Italia, añade.

Mano de obra 365 días al año

            Los indios, muchos de los cuales son sijs, llegaron a la región cuando una generación de trabajadores de explotaciones lácteas se retiraba sin tener ningún sustituto previsto. “Salvaron una economía que se hubiese dejado morir porque los jóvenes no querían trabajar con las vacas”, afirma el alcalde de Pessina Cremonese, Dalido Malaggi. Aunque hoy en día la industria lechera está casi totalmente mecanizada, requiere todavía mano de obra los 365 días del año, explica. El trabajo se divide en dos turnos de cuatro horas cada día, con una pausa de 12 horas. “Los jóvenes italianos no quiere trabajar con esos horarios”, reconoce. “Prefieren trabajar en fábricas y tener las tardes y los fines de semana libres”.

            Fue una acertada coincidencia, porque muchos de los inmigrantes ya sabían cómo se trabajaba en una granja. “Esto es una región de producción láctea, y muchos de nosotros tenemos vacas en Punyab”, reconoce Jaswinder Duhra, que lleva 25 años viviendo en Italia, trabajando primero como 'bergamino' y, posteriormente, para uno de los productores de queso más prestigiosos de Italia. No existen datos oficiales sobre el número de indios que trabajan en explotaciones lecheras aquí, pero el señor Solfanelli estima que en la provincia son unos 3.000 trabajadores agrícolas, y un tercio son indios.

            Sirva como instrumento para medir su presencia la inauguración del Gurduwara Sri Guru Kalgidhar Sabih el mes pasado, un templo sij diseñado para albergar cómodamente a unas 600 personas (se cree que al evento del 21 de agosto acudieron seis veces más). Se promociona como el mayor templo sij de la Europa continental.

Un enclave sin prejuicios raciales

            Erigido en una zona industrial en la que hay una fábrica de compresores de bombas neumáticas y una planta de producción de fiambres, el templo se inspira en los modelos sij de la India. También se han encontrado con algunas piedras en el camino desde los planos de diseño hasta las relucientes estructuras blancas que se alzan en medio de campos de soja y de maíz.

            En una ciudad cercana, se concedieron los permisos municipales, pero se retiraron en el momento en que se convirtió en un espinoso enfrentamiento político; así que se buscó una nueva ubicación. También tuvo que superarse una década de obstáculos burocráticos, hubo que recaudar dinero entre la comunidad sij y se recurrió a préstamos para completar los dos millones de euros de coste total.

            Aunque el alcalde era un acérrimo partidario del templo, y el cartel que indica en la carretera el término de Pessina Cremonese exhibe orgulloso ser un enclave “sin prejuicios raciales”, hubo cierta oposición por parte de políticos de la Liga Norte, el partido que más se relaciona con el discurso anti-inmigratorio en Italia. Un pequeño grupo de manifestantes de Forza Nuova, un partido de extrema derecha, se hicieron notar cuando abrió el templo.

Productivos y a menudo explotados

            Manuel Gelmini, un legislador de la Liga Norte en el consejo provincial de Cremona que no consiguió paralizar la construcción del templo, recalca que su mayor preocupación se refiere al kirpan, la espada ceremonial que portan los sij ortodoxos. “Nosotros la consideramos un arma y no debería permitirse que la gente vaya armada”, afirma. Pero, sirva como signo revelador, la Liga Norte no ha hecho campaña abiertamente contra los inmigrantes indios que trabajan como 'bergamini'.

            Alrededor de unos 16.000 inmigrantes indios están trabajando legalmente en el sector de la agricultura en Italia, siendo la región de Lazio el nuevo polo de  inmigración, especialmente para temporeros. “Únicamente hay que desplazarse a unos 100 kilómetros de Roma para descubrir un mundo que mucha gente ni siquiera sabe que existe”, explica Patrizia Santangelo, una cineasta que estrena en octubre el documental “Visita India”, sobre la comunidad sij en la provincia de Latina. “A menudo viven en campo, como personas sin hogar, y les pagan salarios muy bajos, entre dos y cuatro euros por hora, en jornadas de doce horas”, añade.

"Hemos echado raíces aquí"

            En el norte la vida parece menos dura, al menos a primera vista. Muchos de los inmigrantes indios se han convertido en ciudadanos italianos. Y muchos se han comprado casas y viven allí con sus familias.

            Según la agencia estatal de estadística, alrededor del 40% de los inmigrantes indios en Italia son mujeres, pero únicamente un pequeño porcentaje tiene trabajo. En el caso de Pessina Cremonese, la preocupación por su aislamiento se ha saldado con medidas esporádicas, como clases de italiano y programas de formación laboral, y los sindicatos agrarios ofrecen programas similares en otras ciudades.

            Muchos de los inmigrantes indios también han criado a sus hijos en Italia, “Trabajan con motivación en el colegio, no son malcriados como nuestros hijos”, aclara Gianluigi Fiamenghi, que contrata a siete trabajadores indios en su explotación lechera de 1.700 vacas. Uno de los trabajadores de Fiamenghi, Prem Singh, se mudó a Italia en 1995, y muchos parientes le siguieron. Él y su mujer tienen tres hijos que acuden a la escuela primaria. “Se sienten más italianos que indios”, señala, y añade que no tiene intención de regresar a su país de origen. “Hemos echado raíces aquí. Es nuestra casa, eso es todo”.