Empar Pineda
¿Cuáles son las prioridades del feminismo en la España actual?
Para el avance de las mujeres

(El País, 16 de abril de 2006)

            Actualmente se hacen visibles diversas formas de ser mujer sin seguir los dictados del estereotipo de feminidad, y ello gracias a que hace treinta años el feminismo irrumpió en nuestras vidas de mujeres y en la sociedad. En el colectivo masculino, aunque de manera más lenta, menos generalizable, también se visualizan formas de masculinidad alejadas del prototipo que reinaba en la última década del franquismo.
            Pero, a pesar de los avances, los diferentes papeles y expectativas, la distinta consideración social de mujeres y hombres, la pervivencia de dos géneros siguen vertebrando la organización social, con un enorme peso en nuestras vidas. La idea de la necesaria complementariedad entre los sexos (la búsqueda de la media naranja sin la cual parecería que no podemos ser seres completos); la sexualidad orientada hacia la heterosexualidad, aun respetando a lesbianas y gays, que acaban de lograr el derecho al matrimonio; la homofobia como espina dorsal en la construcción de la masculinidad; las cargas familiares recayendo casi en exclusiva en las mujeres; la pervivencia en la educación en diferentes valores: para los hombres los logros profesionales, el éxito reconocido; para las mujeres, la ética del cuidado... Todo ello sigue marcándonos a mujeres y a hombres y orientando nuestros respectivos papeles sociales.
            Una de las consecuencias más claras de esta división de papeles es la dificultad que encuentran las mujeres para integrarse en el mercado laboral: elevado nivel de paro femenino, trabajo precario, mayor índice de abandono, menor salario que los hombres y, en última instancia, la dificultad para conciliar la vida laboral y la familiar. La locura en la que se desenvuelve la vida de tantas mujeres que acceden al mercado laboral -no digamos ya si ocupan puestos de responsabilidad- teniendo que compaginarlo con el sinfín de tareas escondidas tras el rótulo "trabajo doméstico" es insoportable. A pesar del alto grado de preparación de las mujeres, mayoritarias en las aulas universitarias, nadie debería extrañarse de su escasa presencia en la dirección de empresas, centros de investigación, bancos, universidades... o en la política y los sindicatos. El grado de estrés que van acumulando estas mujeres empieza a reflejarse, con preocupación, en estudios e investigaciones. Igualmente destacable es el índice de abandonos femeninos del mundo profesional, laboral y político, al cabo de unos cuantos años de intentar compaginar lo incompatible, índices especialmente altos a partir de los treinta años, década a la que muchas mujeres aplazan la realización de su deseo de maternidad. Los hombres, mayoritariamente, no se sienten concernidos por esta doble jornada. El grueso vive como si la cosa no fuera con ellos. Se retratan con el yo le echo una mano en algo, y muy pocos comparten las tareas domésticas. De hecho, los españoles están en el furgón de cola de la Unión Europea en cuanto al tiempo dedicado a las labores domésticas.
            En esto no valen parches. Es imprescindible abordar ya profundos cambios en muchos ámbitos: en la educación de niños y niñas; en las mentalidades de hombres y mujeres; en la valoración del mundo de los afectos no sólo por las mujeres; en la organización del trabajo en las empresas con la implantación de horarios flexibles, con un permiso de paternidad intransferible mínimo de cuatro semanas, con la generalización de la escolarización en el ciclo de cero a tres años; en el desarrollo de servicios sociales de carácter público para atender a las personas dependientes (niños y ancianos) yendo mucho más allá de lo que se plantea en el borrador de la ley de dependencia que el Gobierno enviará al Parlamento. Es preciso ser consecuentes con la idea de que el cuidado en la familia no es una responsabilidad de las mujeres, lo es también de los hombres. Y sobre todo, es una responsabilidad social que afecta a los poderes públicos y al mundo empresarial. No es de recibo que el presidente de la CEOE se haya opuesto de forma tajante a las medidas contempladas en el anteproyecto de ley de igualdad.
            En nuestra sociedad democrática, las mujeres siguen sufriendo violencia por parte de los hombres: acoso sexual en el trabajo, violaciones y otras agresiones sexuales, violencia intrafamiliar. En este sentido, es imprescindible desarrollar con más voluntad y recursos las medidas preventivas contempladas en la ley contra la violencia de género. De manera muy especial, creo que es necesario hacer todo tipo de esfuerzos por reforzar la autonomía de las mujeres, capaces de decidir por ellas mismas sin que tengan que ser las eternas dependientes. Por ejemplo ¿para cuándo la creación del Fondo de Garantía Económico que impida que las divorciadas tengan que seguir dependiendo de sus maridos, ahora en calidad de ex?
            Hace 30 años, cuando comenzamos la aventura feminista, éramos conscientes de que necesitaríamos mucho entusiasmo, rebeldía y fuerza para remover y darle un revolcón a la organización patriarcal de la sociedad, para desterrar las costumbres y las actitudes machistas, para combatir los estereotipos de feminidad y masculinidad. Nuestros esfuerzos han dado sus frutos y ahí están los logros conseguidos. ¡Pero queda tanto por hacer! La mayoría de las feministas de las primeras hornadas siguen siéndolo allá donde están, pero seguimos necesitando savia nueva colectiva, incorporando a la causa a las chicas y también a los chicos, empatizando con una juventud que vive en una sociedad que no es exactamente igual a la que nos encontramos nosotras, que necesitan de un feminismo que enganche con sus inquietudes, sus preocupaciones, sus aspiraciones. Tenemos que conectar con esa juventud, escuchándola sin prejuicios, aprendiendo unos de otros, para que nuestra andanza feminista no sea una aventura generacional. Tenemos, en fin, que promover en ellas y ellos valores morales imprescindibles como la autonomía personal, la corresponsabilidad o la resolución no violenta de los conflictos interpersonales.

Empar Pineda pertenece a la corriente Las otras feministas.