Enric Juliana
Pedro Arriola tiene un problema
(La Vanguardia, 6 de noviembre de 2014).

  La encuesta del CIS desbarata la estrategia con la que el partido del Gobierno empezó el curso.

El CIS ha confirmado que los acontecimientos de octubre van a dejar huella. Ha cristalizado en otoño lo que comenzó a condensarse en primavera. La abdicación del rey Juan Carlos a principios de junio, diez días después de las elecciones europeas, certificó la oxidación del cuadro institucional español. Ese fue el primer gran aviso y quizá no todo el mundo supo entenderlo. El rey optaba por la abdicación porque carecía de fuerzas para afrontar el desgaste de su propia figura y la complejidad de los tiempos venideros, en buena medida anunciados por el resultado de los comicios europeos y por la situación en Catalunya.

Cinco meses después, el rey Felipe VI y su esposa, la reina Letizia, tienen el aprobado de los ciudadanos y el foco de las malhumores se ha alejado de la Monarquía. España no discute hoy sobre Monarquía o República. Discute sobre el buen o mal funcionamiento de la democracia; sobre la salubridad de los partidos políticos; sobre la honestidad de los representantes públicos; sobre el comportamiento de los grupos dirigentes y sobre el reparto de las cargas y sufrimientos derivados de la crisis. Y se pregunta, sin obtener una respuesta clara, qué pasará mañana. Este es el momento español retratado por el CIS, que no ha retrasado la publicación de su barómetro otoñal, lo cual es una buena noticia.

Una España tomista

El trabajo del Centro de Investigaciones Sociológicas nos dice que los españoles no desbordan optimismo y que, por el momento, no desean hacerse grandes ilusiones sobre una pronta mejora de la situación económica. La gente está curada de espantos y ha dejado de fiarse de los optimismos oficiales. No hay ‘broteverdismo’ en la sociedad. Un 70% de los ciudadanos considera que el año que viene la economía estará igual o peor. Sólo un 18,4% cree que habrá mejora. La gente se halla en modo Santo Tomás: hasta que no palpe la recuperación no se la creerá, puesto que ha perdido mucha de la confianza históricamente depositada en el estamento político. El presidente del Gobierno inspira una desconfianza del 86% y el nuevo líder de la oposición, el socialista Pedro Sánchez, merece poca o ninguna confianza al 67%.

Desconfianza tomista y verdadera indignación ante los escándalos de corrupción y fraude. El 42,3% considera que la corrupción es el segundo gran problema de España después del paro. Tercer problema: la política y los políticos (23,2%). Además de vivir instalada en la desconfianza, la ciudadanía se halla escandalizada. Escepticismo crónico, indignación y anclaje político-emocional en la izquierda. En la escala del 1 al 10, un 60% de sitúa del centro hacia la izquierda, con un 27% en los tres escalones más cercanos a la izquierda-izquierda. (En el barómetro de julio, el porcentaje de centro-izquierda era del 61% y los tres escalones de izquierda intensa sumaban un 25%). Desconfianza, indignación y radicalización política en clave de izquierdas. Esta es la España de octubre del 2014, certificada por el instituto oficial de análisis sociológico.

El CIS confirma el ascenso de Podemos, sin la tremenda espectacularidad del sondeo de Metroscopia publicado el pasado domingo por el diario ‘El País’. El estudio de la empresa que dirige el sociólogo Juan José Toharia colocaba a Podemos como el partido con mayor proyección de voto (27%), seguido del PSOE (23%) y el PP (20%). El CIS es más prudente e invierte el orden del terceto: el PP seguiría en cabeza con el 27,5%, seguido del PSOE (23’9%) y Podemos (22,5%). Tres partidos en la franja del 20% con una diferencia máxima de cinco puntos entre el primero y el tercero. Un cuadro político nuevo. Un retrato inédito desde la recuperación de la democracia en 1977. Los jóvenes politizados que quieren cuestionar el sistema, sus aliados intergeneracionales y una enorme tropa de gente airada llaman a la puerta. ¡Toc-toc! Llaman con fuerza. Los mejor sería escucharles. Escuchar, ese verbo tantas veces menospreciado en la vieja España.

En el anterior barómetro de julio, el PP todavía alcanzaba el 30%, el PSOE estaba en el 21% y Podemos, con el 15,3% aún no había alcanzado el siguiente escalón. Ahora los tres partidos se mueven en la franja del 20%. El PP baja tres puntos, el PSOE se mantiene estable (sube un punto) y Podemos escala siete puntos, capturando más de la mitad del voto de Izquierda Unida, más otros consensos diversos. IU y UPyD dejan de ser referentes para el voto indignado o deseoso de un cambio fuerte. Podría decirse que ambas formaciones entran en abierta fase de declive, mientras Ciudadanos continua emitiendo señales fuera de Catalunya, lo cual puede tener cierta incidencia en las elecciones municipales y autonómicas en Madrid y Valencia. A medida que pasen las semanas y con independencia de lo que vaya a ocurrir en Catalunya, veremos cómo Madrid y Valencia se convierten en los escenarios claves para las elecciones de mayo. Madrid, Valencia y Navarra.

La gran novedad de la política española se llama Podemos. Ya no hay duda de ello. En sólo cinco meses ha pasado del 7,9% obtenido en las elecciones europeas del 25 de mayo, al 22,5% que ahora le otorga el instituto demoscópico del Gobierno. La encuesta del CIS le coloca en cabeza en intención directa de voto: Podemos, 17%; PSOE, 14,3%; PP, 11,7%. También encabeza la tabla de voto más simpatía: Podemos, 19,3%, PSOE, 18,1%, PP, 14,6%. Octubre ha sido un mes de movimientos tectónicos en la sociedad española y no hay duda de que Podemos se convierte en un nuevo punto de referencia. El Partido de la Ira. Quizá algo más que el Partido de la Ira.

Los dos grandes partidos tradicionales sufren, pero no se hunden

El cuadro se está modificando de manera imprevista, pero nada puede darse por concluido. Repasando los datos del CIS, recuerdo el comentario que me hizo el propio Pablo Iglesias, el pasado viernes, después de una larga conversación. Me dijo lo siguiente: “Con todo lo está cayendo, el PP conserva el 28% y eso indica que sigue siendo un partido fuerte. Y el PSOE se mantiene en pie, sus cuadros locales y regionales le siguen siendo fieles”. Seguramente Iglesias, conocedor de las encuestas que se iban a publicar en los días siguientes, quería evitar un exceso de expectativas, lo cual demuestra inteligencia. Creo que acertaba en su valoración, puesto que la encuesta del CIS también se puede enfocar desde otro ángulo. El siguiente.

Con todo lo que está cayendo, el Partido Popular sigue sin adversarios consistentes a su derecha y en el centro-derecha. UPyD ha fracasado y el sueño de Albert Rivera de aterrizar en la política española como la joven promesa del ‘regeneracionismo’ centrista no se ha podido llevar a cabo. Los partisanos de Podemos han sido más audaces que Rosa Díez y el joven Rivera. La alianza electoral UPyD-Ciudadanos ayudaría a paliar el desastre, pero Díez no quiere que nadie la haga sombra. El posible contrincante a la derecha del PP, el partido Vox, no logró superar la prueba de las europeas. Respiro momentáneo para el Partido Alfa de las clases medias españolas –sí, creo que el PP todavía es percibido como el Partido Alfa-. Los votos que pierde van a la abstención y no se los quedan otros partidos. Los puede recuperar si acierta en los próximos meses. Octubre deja a sus cuadros intermedios nerviosos y desmoralizados. Temen los efectos de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Ellos son la infantería que puede sucumbir.

El PSOE aguanta algo mejor de lo esperado, si tenemos en cuenta las expectativas catastrofistas que han anidado en su seno. El nuevo secretario general no es un revulsivo de efectos inmediatos, pero el Partido Socialista aún se tiene en pie. Como reconoce Iglesias, los dirigentes locales socialistas no sienten, en estos momentos la tentación de unirse a Podemos, como ocurrió en el Pasok griego. Las elecciones locales y autonómicas de mayo también serán una dura prueba para los socialistas. Podrían verse desbordados en Madrid, Valencia y Barcelona. Pedro Sánchez sabe que en Sevilla tienen un plan. El plan de reemplazarlo por Susana Díaz cuando falte muy poco para las elecciones legislativas. El PSOE no es el Pasok, pero puede tener en los próximos meses un ‘momento Pasok’.

Podemos sube como un cohete. Es la primera vez que un tercer partido logra superar la barrera del 20% en previsión de voto. Ni el PCE-PSUC, ni Izquierda Unida, ni el CDS de Adolfo Suárez lo lograron. Es la primera vez que un tercer partido encabeza la intención directa de voto y la intención más simpatía. La crisis ha generado fenómenos políticos específicos en casi todos los países europeos y España ya tiene el suyo: Podemos.

La nueva formación –en fase constituyente- tiene doce meses por delante para afianzarse y optar por la victoria, puesto que el propósito de victoria es su gran señuelo. No quieren ser complemento de nadie. Quieren ganar. Doce meses puede ser poco tiempo, o todo lo contrario. Puede llegar a ser demasiado tiempo cuando las expectativas se aceleran a tanta velocidad. Iglesias tiene madera de líder y papel de lija no le va a faltar. Hay tanta gente ofendida, en términos políticos y generacionales, por el fulgurante ascenso de la ‘troika’ de Podemos (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero), que esos enfados, mal disimulados, se convierten en combustible para ellos. La Partida de la Porra, agrupación de tertulianos agresivos que ha acabado de hundir la imagen de la derecha ante los jóvenes españoles, ha engrandecido al partisano Iglesias. Ahora debe bajar al valle, donde el combate es más difícil.

Y en Catalunya, según el CIS, Convergència i Unió recupera impulso y adelanta a ERC, que ganaba en julio. Un reciente sondeo del CEO (centro de estudios de opinión de la Generalitat) señalaba a ERC en primer puesto. El combate de judo entre ambas formaciones sigue siendo muy reñido y todavía lo va a ser más. Creo que tendrán ocasión de comprobarlo a partir del día 10 de noviembre.

Resumiendo, el CIS se cruza en el camino de Pedro Arriola, sociólogo de cabecera del partido en el Gobierno. Podemos, como él había previsto, fragmenta el voto de la izquierda, pero alcanza tal fuerza, captando abstencionistas e incluso votantes del PP, que amenaza con romper todo el esquema. Arriola tendrá que sugerir una nueva estrategia a la calle Génova. No lo tiene fácil.