Eric Toussaint

La deuda odiosa de Irak
2 de octubre de 2003

En 20 años, en los que los gobiernos de los países deudores no han librado batalla alguna sobre la cuestión de la deuda odiosa, las grandes potencias (que al mismo tiempo son los acreedores) han evitado cuidadosamente sacarla a relucir.
Súbitamente, el 10 y el 11 de abril de 2003, la deuda odiosa aparece en el discurso de la Administración de Bush. Esta última solicita a Francia, Alemania y Rusia (que se habían opuesto a la guerra contra Irak) que renuncien al reintegro de la deuda que Irak tiene con ellos. Toda la prensa internacional se hace eco de la noticia. La deuda odiosa es explícita y correctamente mencionada.
Después de algunos días, ya no se habla más de ello, salvo en el Financial Times, el diario financiero inglés, y en otros pocos órganos de la prensa internacional (International Herald Tribune, Wall Street Journal). Los editorialistas del Financial Times reclaman firmemente la retirada de esta propuesta. Para el Financial Times, si se rescata tal proposición, ésta es válida para muchos países del Tercer Mundo y del antiguo bloque soviético. Lo que puede dar ideas a los gobiernos de los países endeudados, que terminarán exigiendo la aplicación de esta doctrina y, si no son los gobiernos, serán los movimientos sociales de estos países los que lo harán (en Brasil, o en Sudáfrica, por ejemplo, donde la deuda del régimen del apartheid alcanzó los 24.000 millones de dólares). El Financial Times explica que la Administración de Bush juega con fuego y que pone en peligro a los acreedores (1).

¿Qué es una deuda odiosa?

La doctrina de la deuda odiosa fue formulada por Alexander Sack (antiguo ministro del Zar, emigrado en Francia después de la Revolución de 1917, profesor de Derecho en París) en 1927, en su libro sobre el traspaso de deuda en caso de cambio de régimen (2).
«Si un poder despótico [como el régimen de Sadam Husein] contrae una deuda, no para sus necesidades o las necesidades del Estado, sino para fortalecer su régimen despótico, para reprimir a la población que le combate, esta deuda es odiosa para la población del Estado entero. Esta deuda no es obligatoria para la nación: es una deuda de régimen, deuda personal del poder que la contrajo; en consecuencia, desaparece con la caída de ese poder» (Alexander Sack, Les effets des transformations des Etats sur leurs dettes publiques et autres obligations financières, Recueil Sirey, 1927). La doctrina de la deuda “odiosa” se aplica perfectamente al caso de Irak.
¿Por qué la Administración de Bush ha sacado a relucir la deuda odiosa?
El 10 y el 11 de abril de 2003, los ministros de Finanzas del G-8 se reúnen en Washington. John Snow, el secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos, solicita, especialmente a Rusia, Francia y Alemania, la anulación de la deuda odiosa de Irak. Estados Unidos lanza esta exigencia no con la intención de que se satisfaga íntegramente, sino a modo de regateo. Una forma de chantaje que persigue aumentar la puja con los países que se habían opuesto a la guerra. Se trata de convencer a Francia, Alemania y Rusia de cambiar su posición y de legitimar la guerra. Se trata, además, de que los países que asumieron los gastos de las operaciones militares puedan comenzar la reconstrucción utilizando lo antes posible los recursos petrolíferos iraquíes. Cuanto mayor sea la deuda anterior a la guerra de 2003, mayor será el tiempo que los Estados Unidos y sus aliados deberán esperar para cobrar los gastos que la reconstrucción les ha acarreado.
Alemania reacciona enseguida durante la reunión del 10 y el 11 de abril: en lo que le atañe, no discutirá acerca de la anulación, aunque la deuda iraquí será reprogramada. Estados Unidos continúa la negociación persiguiendo convencer a Francia, Rusia y Alemania de realizar un serio esfuerzo en lo que a la anulación se refiere. A cambio de su buena voluntad, las empresas de estos países podrán beneficiarse de contratos ligados a la reconstrucción.
Al parecer, Estados Unidos obtuvo más tarde concesiones por parte de Francia y Rusia. De hecho, el 22 de mayo de 2003, el Consejo de Seguridad de la ONU levanta las sanciones contra Irak y confía la gestión del petróleo –hasta ese momento bajo su control (3)– a Paul Bremer, el administrador civil de Irak nombrado por Estados Unidos.
El Consejo de Seguridad de la ONU (comprendidos, pues, países como Francia, Rusia y China, que se habían opuesto a la guerra) legitima la ocupación y concede la gestión del petróleo a Estados Unidos por 14 votos a favor y ninguno en contra (Siria se ausenta en el momento de la votación para no tener que tomar una posición).
La ONU nombra a Sergio Vieira de Mello como representante in situ (morirá en agosto de 2003, en un atentado contra la sede de la ONU en Bagdad que causó 24 muertos) con un estatus completamente inferior al de Paul Bremer.
Levantar las sanciones contra Irak significa que, en lo sucesivo, las empresas, empezando por las estadounidenses, pueden recomenzar a hacer negocios en Irak. También significa que todos los activos de Sadam Husein y de Irak, que durante más de doce años habían sido congelados en el extranjero (entre ellos Estados Unidos), son “descongelados”, lo que permite que Estados Unidos los emplee como reembolso de los gastos de la guerra y de la reconstrucción: luego estos activos no volverán a manos del pueblo iraquí.

La deuda impagable de Irak

¿A cuánto asciende la deuda iraquí? Según un estudio realizado en 2002 por el Departamento de Energía de la Administración de Bush, aquélla alcanzaría los 62.000  millones de dólares (4). Según un estudio conjunto del Banco Mundial y del Banco de Pagos Internacionales, ascendería a 127.000 millones de dólares, de los cuales 47.000 millones corresponden a intereses de retraso (5). Pero según se desprende de un despacho privado procedente de Washington, el conjunto de obligaciones financieras iraquíes (deudas, reparaciones y contratos en curso) ascendía a comienzos de 2003 a 383.000 millones de dólares, de los cuales 127.000 millones correspondían a deudas.
En concepto de deudas propiamente dichas, se puede considerar que la negociación entre Irak y los acreedores se refiere a una cantidad inicial cercana a los 100.000 millones de dólares, distribuidos así: 42.000 al Club de París, más 55.000 a otros acreedores bilaterales, más bancos privados, más BM y FMI.

 

Deuda de Irak
(en millones de dólares)

Estados acreedores
Primera categoría (1
 42.000 millones
Segunda categoría (2)
55.000 millones
Bancos privados (3)  2.000 millones
BM y FMI 200 millones
Total     100.000 millones

(1) Los 19 Estados del Club de París, más Brasil y Corea.
(2) Algunos países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Egipto, Jordania, Marruecos, Arabia Saudita), Turquía y algunos países del antiguo bloque soviético (Polonia, Bulgaria, Hungría).
(3) Bank of New Cork y JP Morgan figuran entre los principales acreedores.

Esta cantidad no incluye ni las solicitudes de reparación no satisfechas (en torno a los 160.000 millones de dólares, que se remontan a 1990-1991), ni los contratos que estaban en curso justo antes del desencadenamiento de la guerra; ni, sobre todo, las recientes deudas contraídas desde marzo y abril de 2003.

En realidad, la principal negociación tendrá lugar entre los acreedores, y no entre éstos y las supuestas autoridades iraquíes que Estados Unidos ha colocado en el poder. La cuestión en torno a la que girará el debate es la siguiente: ¿cuál se esforzará, renunciando a una parte de sus pretensiones, con el objeto de hacer sostenible el pago de la deuda a Irak? Sostenible quiere decir, para los acreedores, que la deuda sea pagada en los plazos previstos. Sin importarles que el sostenimiento del pago de la deuda se haga sin tener en cuenta las necesidades de la población iraquí.

Estados Unidos solicitará a sus colegas en el Club de París, así como a los países árabes, a Turquía, a Polonia, a Bulgaria y a Hungría que realicen un esfuerzo conjunto para reducir un tercio o dos tercios de sus pretensiones. En ese caso, en lugar de cerca de 97.000  millones, las deudas bilaterales se quedarían en 65.000 millones (un tercio de reducción) o en 32.000 millones (dos tercios de reducción). Estados Unidos desearía obtener tal reducción, ya que así podría añadir las deudas resultantes de la reconstrucción a las ya existentes. Debemos esperar, pues, un regateo que durará muchos meses.

A este respecto conviene analizar más en detalle las cantidades reclamadas por los integrantes del Club de París, en el seno del cual se encuentran los principales protagonistas de los dos bandos que se formaron en los meses anteriores a la guerra. Es apropiado tener presente que en el momento en que tiene lugar la famosa reunión entre los ministros de finanzas del G-7, el 10 y el 11 de abril de 2003 en Washington (6), los medios de comunicación afirmaron que Rusia, Francia y Alemania eran los principales acreedores de la deuda odiosa de Irak. La realidad, como lo muestra la siguiente tabla, está más matizada. Veamos el reparto de la deuda entre los países  belicistas y los países del “bando de la paz”.

Deuda de Irak con respecto al Club de París (en millones de dólares)

“Bando de la paz”

Rusia 3.450
Francia 3.000
Alemania 2.400
Canadá 560
Brasil 200
Bélgica 180
Total 9.790

Belicistas

Japón 4.100
Estados Unidos 2.200
Italia 1.720
Gran Bretaña 930
Australia 500
España 320
Países Bajos 100
Dinamarca 30
Total 9.900

Esta tabla permite observar que Irak posee una deuda odiosa más importante con los países belicistas, algo que no dio a entender el discurso de la AdministracióndeBush al lanzar su chantaje en abril de 2003.
Recordemos, además, que antes del inicio de la negociación los importes de la deuda fueron exagerados y falseados deliberadamente.
Por ejemplo, el Club de París reivindica el doble de la deuda que se le debe: reclama 42.000 millones de dólares y no 21.000 millones. ¿Por qué? Porque el Club de París suma los intereses de retraso desde 1991. Algo absurdo, ya que, como consecuencia de las sanciones, Irak no disponía de su petróleo: era la ONU la que administraba las ganancias que procedían de este último. Por otro lado, los activos de Irak en el exterior estaban bloqueados. Por lo tanto, a Irak le era imposible rembolsar su deuda. A pesar de ello, el Club de París ha contabilizado los intereses (de la misma forma que la mayoría de los demás países acreedores bilaterales), y la deuda se encuentra duplicada. Si, en el curso de la negociación, el Club de París renunciara al reembolso de los 21.000 millones de intereses de retraso, podría presentarlo a la opinión pública internacional y a los iraquíes como una prueba de generosidad.

Irak y la amenaza del círculo vicioso de la deuda

Ya se trate de 50.000, de 100.000 o de 200.000 millones de dólares, las cargas financieras iraquíes arrastrarán al país a un círculo vicioso de endeudamiento y, en consecuencia, a una relación de subordinación con los acreedores, los cuales le despojarán de sus reservas petrolíferas. Y Estados Unidos será el primero en aprovecharse.
Para verificar el valor de esta afirmación, intentemos calcular lo que implicaría el reembolso de la deuda en el futuro.
Imaginemos el ejemplo siguiente: los acreedores se ponen de acuerdo para reducir sus exigencias y estiman en 62.000 millones –un tercio de reducción de lo estimado más arriba (7)– el total de las antiguas deudas heredadas del período previo a la guerra de marzo-abril de 2003. A los que hay que sumar 50.000 millones de reparaciones. Habría, además, que añadir, sin ninguna duda, varias decenas de miles de millones de nuevas deudas ligadas a la reconstrucción (digamos 38.000 millones para el período 2003-2005). Admitamos que los acreedores aplazan hasta 2005 el inicio de los reembolsos. La suma total de deudas y reparaciones a cargo de Irak ascendería, en este caso, a 150.000 millones de dólares.
¿Cómo definirían los acreedores el plan de reembolso? Una hipótesis admisible es la siguiente: solicitarían a las autoridades iraquíes, que no tienen ni un dólar, la utilización de las ganancias petroleras para el pago. Aquí se plantean varios problemas.
Primera incógnita: ¿habrá en Bagdad, en 2005, autoridades iraquíes con legitimidad para actuar en nombre del Estado iraquí (pueblo iraquí)? No está del todo garantizado.
Segunda incógnita: ¿estará reestablecida plenamente la capacidad de producción del petróleo?
En agosto pasado la producción de petróleo apenas llegaba a 300.000 barriles al día, frente a 1.700.000 antes de la guerra de 2003 y a 2.700.000 antes de la guerra de 1991. El gasto de la puesta a punto del aparato productivo petrolero se estima entre 30.000 y 40.000 millones de dólares. ¿Quién lo va a pagar? ¿Cómo garantizar la seguridad de las empresas que se encargan en un primer momento de esa puesta a punto y, posteriormente, de la explotación?
Según el Financial Times (25 de julio de 2003), las grandes empresas petroleras se han entrevistado en varias ocasiones con los representantes de la Administración de Bush. Les han informado de que hasta el momento en el que la seguridad esté garantizada, no piensan discutir sobre ningún gasto de reconstrucción del aparato productivo y de la producción en sí. Las firmas petroleras multinacionales han añadido, a través de sir Philip Watts, presidente de Royal Dutch/Shell, que ellas mismas determinarán el momento en que el futuro régimen iraquí cumple las condiciones de legitimidad: “Cuando estén presentes las autoridades consideradas como legítimas por los iraquíes, las conoceremos y las reconoceremos” (Financial Times, 25 de julio del 2003). Una forma de decir a la Administración de Bush que las autoridades iraquíes colocadas en el poder por las tropas de ocupación no cumplen los requisitos. La otra parte del mensaje: consideran que el coste de la puesta a punto del aparato productivo destruido por la coalición debe correr a cargo de los poderes públicos. Lo que fue como una bofetada para G. W. Bush.
Tercera incógnita: ¿cuál será en 2005 el precio del barril de petróleo?
Cuarta incógnita: ¿la industria petrolera será pública? Si es así, gran parte de las ganancias ingresarán en las arcas del Estado, y podrán utilizarse (para satisfacción de los acreedores) para el reembolso de la deuda. Lo que plantea un problema con respecto a la voluntad de la Administración de Bush de privatizar el máximo de empresas. Si se privatiza la industria petrolera, el Estado solamente recaudará tasas e impuestos. Ahora bien, es el Estado el que deberá que rembolsar los 150.000 millones de deudas.
Según diferentes fuentes, en el mejor de los casos (muy poco probable), los ingresos petroleros podrían oscilar entre 10.000 y 20.000 millones en 2005.
Veamos cuánto costaría al año el reembolso de 150.000 millones de dólares. Estimemos que los acreedores “conceden” un plan de reembolso a interés fijo preferente (concesivo) –digamos un 7% (8) de tipo de interés- durante un período de veinte años. 150.000 millones a devolver en 20 años a un 7% de interés representa una carga anual de aproximadamente 18.000 millones de dólares (reembolso del interés y amortización del capital). Total: la cuadratura del círculo. A partir de unos ingresos procedentes de la exportación que oscilan, como ya se ha señalado, entre los 10.000 y los 20.000 millones es estrictamente imposible.

Los gastos de la guerra y de la ocupación

Algunos días después de que Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia iniciaran la invasión de Irak, el 20 de marzo de 2003, George W. Bush estimó, ante el Congreso, en 80.000 millones de dólares el coste de la guerra para el Tesoro estadounidense. El 7 de septiembre de 2003, George W. Bush anunciaba al Congreso la solicitud de 87.000 millones suplementarios.
Según el PNUD y Unicef, 80.000 millones de dólares es, precisamente, la suma suplementaria necesaria cada año durante una década a escala del planeta para garantizar el acceso universal al agua potable, a la educación básica, a la asistencia sanitaria primaria (incluyendo la nutrición) y a los cuidados ginecológicos y obstétricos (para todas las mujeres). Esta suma, que ninguna cumbre mundial de los últimos años ha conseguido reunir (en Génova, en 2001, el G-7 sólo logró reunir algo menos de 1.000 millones de dólares para los fondos de la lucha contra el sida, la malaria y la tuberculosis), el Gobierno de Estados Unidos realizó la hazaña de reunirla y de gastarla en unos cuantos meses.Los 80.000 millones de dólares obtenidos por G. W. Bush en el Congreso (a los que en adelante se añaden 87.000 millones suplementarios) constituyen los fondos necesarios para destruir un cierto número de infraestructuras y de vidas humanas en Irak, y asegurar la ocupación del territorio hasta el 31 de diciembre de 2003.
Al enfrentarse a una resistencia que no había previsto, el Gobierno estadounidense pasa grandes dificultades. Por supuesto, domina ampliamente la escena internacional. Sin dudarlo, ocupa el país. Pero una gran parte de la población les aborrece. Sus tropas son objeto de un hostigamiento permanente. El coste de la ocupación es mucho más elevado que lo previsto: asciende a cerca de 4.000 millones de dólares al mes (48.000 millones al año) para más de 130.000 soldados presentes. En efecto, los británicos están allí con 11.000 hombres, pero los 30.000 soldados que debían ser enviados por los otros miembros de la alianza tardan en llegar (9).
Todo ello no les impide a algunas firmas estadounidenses y de otros lugares hacer negocios.
La firma Halliburton (Texas) estaba en Irak desde el segundo trimestre de 2003 para las reparaciones de urgencia del aparato productivo petrolero, con un contrato de 7.000 millones de dólares. Richard Cheney, vicepresidente estadounidense, era, hasta agosto de 2002, el director general de esta empresa.
La firma rival Bechtel (responsable de los conflictos de agua en Cochabamba, Bolivia), que obtuvo un contrato de 680 millones de dólares para reparar la distribución del agua y de la electricidad así como de ciertas vías de comunicación, convocó una reunión en Washington en mayo de 2003 acerca del tema “Cómo puede una empresa participar en la reconstrucción”. Las 1.800 pequeñas y medianas empresas que estaban presentes se quedaron heladas cuando se les precisó que eran ellas mismas las que debían garantizar la seguridad de sus bienes y de sus hombres. Bechtel llevó a cabo el mismo tipo de reuniones en Londres y en Kuwait capital.
Las grandes firmas agroquímicas (en particular la multinacional anglo-suiza Syngenta) también están interesadas en el porvenir de Irak, ya que tradicionalmente este país es un gran exportador de cereales. Sin embargo, Monsanto dio a conocer que no estaba interesada (sin duda, ha de resolver algunos problemas en otra parte…)
El administrador de Irak, Paul Bremer, propaga, desde el lugar, todas las señales neoliberales para atraer las inversiones: declaró que todo debía ser privatizado, que había que suprimir las subvenciones y reforzar los derechos de la propiedad privada. En contrapartida, concede redes de seguridad social. Podemos hacernos una idea de lo que éstas representan sabiendo que, en mayo de 2003, Estados Unidos pagó un sueldo de 20 dólares mensuales a 400.000 obreros y funcionarios iraquíes, lo que supone 8 millones de dólares, es decir, 500 veces menos de lo que se gasta al mes para mantener a las tropas de ocupación en Irak.

La anulación de la deuda odiosa de Irak y el pago de las reparaciones

A pesar de que Estados Unidos haya utilizado de manera oportunista la noción de “deuda odiosa”, no por ello debemos rehusar a la exigencia de su aplicación, y garantizar la justicia y los derechos fundamentales del pueblo iraquí. En consecuencia, debemos apoyar la perspectiva de un poder legítimo en Irak que repudie la deuda. De la misma forma, se debe ampliar el derecho a reparación. Se han mencionado cantidades económicas del  coste de la agresión, pero no el de las reparaciones. Este coste deberá tener en cuenta los daños que Estados Unidos y otros agresores tendrán que asumir: daños individuales, saqueos culturales, etc., de los que son responsables, ya que deben garantizar la seguridad de bienes y personas en tanto que fuerzas de ocupación.
La aplicación de la doctrina de la deuda odiosa a Irak sería de máxima importancia para el futuro de la población iraquí y, más allá, para la mayor parte de las poblaciones de los países en vías de desarrollo endeudados. Los ciudadanos de estos países están en su perfecto derecho de exigir que una parte importante de la deuda de su país sea declarada nula, en aplicación de esa doctrina.
Le toca al movimiento para otra globalización reivindicar la anulación de la deuda pública exterior iraquí, además de exigir la retirada de las tropas de ocupación, el pleno y completo ejercicio de la soberanía para los iraquíes (lo que incluye el goce de sus recursos naturales), o el pago a los iraquíes de reparaciones por destrucciones y saqueos cometidos en el transcurso de la guerra desencadenada por la coalición Estados Unidos-Gran Bretaña-Australia, violando la Carta de la ONU.
Del mismo modo, es necesario llevar ante la justicia y condenar a G. W. Bush, a T. Blair, a J. Howard (primer ministro de Australia), a los jefes de los gobiernos danés y holandés (dos países que participaron directamente en la invasión), en calidad de responsables directos de crímenes de agresión (según la definición dada por la Carta de la ONU) y de crimen de guerra.
En lo que respecta a la deuda iraquí, las propuestas deberían orientarse hacia los puntos siguientes:

· La deuda contraída bajo el régimen de Sadam Husein es una deuda odiosa, luego es nula.

· Un régimen democrático que suceda a este régimen debe negarse a asumirla; estará en su derecho de rehusar estas deudas.

· Las nuevas deudas procedentes de la agresión y del coste de reconstrucción son igualmente odiosas, luego son nulas.

· Las víctimas de Sadam Husein, las de la agresión estadounidense, las de los saqueos y de la actual ocupación (individuos, grupos…) tienen derecho a reparaciones.

· En lo que respecta a la acción ciudadana y a la acción de los poderes públicos: se necesitaría participar en las movilizaciones conjuntas, en las peticiones como la del CADTM; pero, además, hay que exigir que los poderes públicos (los ciudadanos deberían organizarse sin esperar a que lo hagan) lleven a cabo auditorías de las deudas que los acreedores reclaman a Irak. ¿De qué se trata? Cada acreedor que reclama a Irak el pago de deudas debe responder a las preguntas de los ciudadanos acerca de la naturaleza de esas deudas: ¿En qué contrato están definidas? ¿Cuáles fueron las partes contratantes? ¿De qué se trataba?, ¿de armamento?, ¿de equipamiento civil? ¿Cuáles fueron los términos del contrato? ¿Qué cantidades han sido ya reembolsadas? Realizar el trabajo de investigación puede contribuir a demostrar el carácter odioso de las deudas a las que nos referimos.

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(1) La anulación de la deuda odiosa no provocaría, de todos modos, la quiebra de los grandes bancos, ya que las deudas odiosas representan, de media, menos del 5% de sus activos. Pero los banqueros y los otros acreedores consideran, por lo general, que su derecho de préstamo a los que ellos quieren es sagrado, así como el derecho a exigir el reembolso sin importar las circunstancias en las que se encuentren sus deudores.

(2) Alexander Sack estaba convencido de que las deudas debían, por lo general, poder transmitirse de un régimen a otro, salvo en el caso de deuda odiosa.

(3) Entre 1991 y el 22 de mayo del 2003, la gestión del petróleo había sido confiada a la ONU.

(4) US Department of Energy, Energy Information Administration, Irak Country Analysis Brief, Oct. 2002, www.eia.doe.gov/emeu/cabs/iraq.html.

(5) Citado por David Chance, Regime Change Could Benefit Iraqi Creditors, “Reuters News Wire”, 13 de septiembre de  2002.

(6) Hasta ese momento, Rusia no había sido invitada a las reuniones financieras de las grandes potencias. Se trata, pues, del G-7 y no del G-8.

(7) Lo que por otro lado corresponde a la estimación realizada en octubre de 2002 por el Departamento de Energía de la Administración de Bush.

(8) En agosto de 2003, Brasil pagaba por préstamo en los mercados internacionales un tipo de interés del 12% al 14%, Argentina pagaba del 37% al 39%, Filipinas del 6% al 7%, y México el 5%.

(9) Los compromisos de los aliados para el envío de tropas en el segundo semestre de 2003 eran, en principio, los siguientes: España, 1.200 soldados; Polonia, 2.000; Ucrania, 2.300; Noruega, 140; Italia, 2.800; Rumanía, 520; Países Bajos, 1.100; República Checa, 300; Dinamarca, 450.

 

La aplicación de la doctrina de la deuda odiosa

La doctrina de la deuda odiosa data del siglo XIX. Fue utilizada durante el conflicto entre España y Estados Unidos, en 1898. Cuando Cuba, colonia española, pasa a estar bajo el control (protectorado) de Estados Unidos, España le exige a este último el pago de la deuda de Cuba. Estados Unidos se niega declarando que es una deuda odiosa, es decir, contraída por un régimen despótico para llevar a cabo políticas contrarias a los intereses de los ciudadanos. Lo importante es que esta declaración, finalmente reconocida por España, desembocó en un tratado internacional, el Tratado de París de 10 de diciembre 1898. Este último sienta, en consecuencia, jurisprudencia.
Otros casos. Las deudas de Bonaparte se rechazan bajo la Restauración en calidad de deudas odiosas, contrarias a los intereses de los franceses. Tras la guerra de Secesión, los nordistas, vencedores, se niegan a asumir la deuda sudista contraída para defender un sistema basado en la esclavitud. Después de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles declara que las deudas contraídas por el régimen del Káiser para colonizar Polonia son nulas, y que no pueden correr a cargo de la nueva Polonia reconstituida. El régimen dictatorial de Tinoco (*) en Costa Rica se endeudó con la Corona británica. El juez Taft, presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, designado como árbitro por los dos países en litigio (Gran Bretaña contra Costa Rica, 1923) declara que la deuda es una deuda personal del déspota. Los banqueros acreedores son los primeros responsables ya que conocían la naturaleza despótica del régimen anterior, por lo que no deben acometer acción alguna contra el régimen democrático que sucede a Tinoco. El juez Taft añade que los acreedores no han sido capaces de demostrar su buena fe.
Que sepamos, en los últimos treinta años, ninguno de los deudores ha invocado esta doctrina, bien con la intención de repudiar de forma unilateral las deudas, bien para recurrir a un arbitraje. El Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) y diferentes autores (principalmente Jean Claude Willame, 1986, o Patricia Adams, 1991) y movimientos (Jubilé Afrique du Sud, Jubileo Sur…) han analizado desde hace tiempo las deudas del Tercer Mundo bajo este punto de vista jurídico: las deudas de Mobutu (Zaire-República Democrática del Congo), de Habyarimana (Ruanda), de Marcos (Filipinas), de Suharto (Indonesia), de los generales de la dictadura argentina, de Pinochet en Chile, de la dictadura uruguaya, de la dictadura brasileña (entre 1964 y 1985, periodo correspondiente al régimen militar, la deuda brasileña pasó de 2,5 millones a 100.000 millones de dólares; es decir, se multiplicó por 40), de Nigeria, de Togo, de la República de Sudáfrica…
Se trata de un fenómeno cuya trascendencia llega hasta nuestros días puesto que los pueblos de estos países reembolsan las deudas odiosas con nuevos préstamos.
El caso de la República Democrática del Congo es muy claro: en 2003, la deuda de cerca de 13.000 millones de dólares que se le reclama corresponde grosso modo a la totalidad de la deuda contraída por Mobutu, ya que después de la caída del régimen en 1997 apenas ha habido nuevos préstamos. Lo que supone que la totalidad de la deuda de la República Democrática del Congo debería ser anulada.

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(*) Véase Damien Millet y Eric Toussaint, 50 questions /50 réponses sur la dette, le FMI et la Banque Mondiale, coed. CADTM / Syllepse, Bruselas / París, 2002, pág. 163 a 179 y 184 a 187.