Eugenio del Río
¿Es “populista” Podemos?
(Página Abierta, 236, enero-febrero de 2015).

 

El presente texto sirvió de base para la intervención del autor en el Jovencuentro organizado por la Federación Acción en Red y celebrado el 6 y el 7 de diciembre pasado en la localidad de Mollina (Málaga). Ha sido actualizado y ampliado a comienzos de enero del presente año.

Desde hace poco tiempo, en el Museo de los Muyadines de Argel se encuentra expuesto un puñal de las Juventudes hitlerianas, fabricado en Alemania en los años treinta del siglo XX, de 25 cm de largo por 2,5 cm de ancho. Ese puñal está ahí porque tiene un pasado.

La Guerra de Argelia había empezado el 1 de noviembre de 1954 y se prolongó hasta marzo de 1962. En la noche del 2 al 3 de marzo de 1957, en uno de los períodos más duros de la guerra, una patrulla de veinte paracaidistas, mandada por un teniente, irrumpió en una casa de la casba de Argel en la que estaban padre y madre y seis hijos.

Ahmed Moulay, el padre, fue torturado durante seis horas, en presencia de su familia. Antes de irse le ametrallaron. Así pudieron declarar que murió cuando intentaba huir.

A la mañana, después de esa noche de terror, el hijo mayor, Mohamed, encontró el cuchillo en un rincón oscuro y lo escondió. Al día siguiente y al otro volvieron a la casa los paracaidistas y no consiguieron encontrarlo.

Hace ahora un mes, tras el fallecimiento de Mohamed, la familia Moulay ha decidido entregarlo al Museo de excombatientes. Quien visite el Museo podrá comprobar que en su empuñadora está grabado un nombre: Teniente Jean-Marie Le Pen.

Efectivamente, el siniestro personaje que años después sería el líder de la extrema derecha francesa era el teniente asesino.

En el Frente Nacional, que él creó en 1972, se unió lo peor de las tradiciones francesas: el desprecio hacia las poblaciones colonizadas, el racismo, el antisemitismo, una mal disimulada animadversión hacia la democracia liberal. Fue uno de los partidos más reaccionarios de Europa, estrechamente unido a otros partidos europeos neofascistas.

El partido fue tratado como un apestado. Se le condenó a permanecer fuera del Parlamento. El sistema mayoritario a dos vueltas, que favorece a los dos partidos principales de cada circunscripción, ha contribuido a marginarlo, al igual que el llamado pacto republicano, sellado entre los otros partidos para cerrarle el paso.

A pesar de eso, su electorado ha experimentado un fuerte crecimiento y ha sido el partido francés más votado en las últimas elecciones europeas y es un candidato al que temen los grandes partidos tradicionales para las elecciones presidenciales de 2017.

Dada su importancia en el panorama europeo, merece la pena detenerse unos momentos en algunas facetas de este partido.

1. En enero de 2011, el padre ha sido sustituido por su hija, Marine Le Pen. De su mano, el Front National ha ido cambiando para llegar a sectores más amplios de la sociedad francesa (1). Ha guardado en el armario su ostentoso racismo, ha sepultado el antisemitismo e incluso ha suavizado algo el viejo tono anti-musulmán. En la actualidad le caracterizan cuatro rasgos principales.

Uno es la insistencia en la vinculación de los males de Francia con la inmigración.

Otro, la defensa de una identidad francesa tradicional, idealizada y homogénea, en oposición a la población de origen musulmán, que representa más de cinco millones de personas.

El tercero, la hostilidad a los partidos tradicionales y a las élites políticas.

El cuarto, una oposición a la Unión Europea, a la que culpabiliza de las dificultades por las que atraviesa la economía francesa.

2. La crisis, tan larga y destructiva, ha sustituido un panorama de seguridad laboral por otro sumamente incierto. Como España, Francia cuenta con poblaciones mejor preparadas que nunca y peor empleadas.

La incapacidad de las élites políticas para resolver los problemas ha motivado una amplia reacción deslegitimadota y agrietado el pacto social. Por supuesto, en rigor, no existe nada parecido a un pacto social formal y explícito firmado por la población. Cuando se dice pacto social se está hablando en términos figurados. Pero ha habido una especie de consentimiento o de satisfacción suficiente que ha hecho posible la estabilidad de las sociedades europeas. Esto, en cierta medida, se ha quebrado en Francia, en Grecia, en Italia…, al igual que en España. Buena parte del libro de Ignacio Sánchez-Cuenca, La impotencia democrática. Sobre la crisis política de España (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014), está dedicada a esta cuestión.

Esta crisis económica, que es también una crisis social y de legitimidad política, ha permitido que la reorientación ideológica del FN haya podido ganar nuevos respaldos sociales, inclusive en los medios obreros (Hervé Le Bras, Emmanuel Todd, Le Mystère français, Paris: Seuil, 2013). En las elecciones europeas un 43% de los obreros han votado al FN (un 25% en el resto de la población). El porcentaje ha sido más elevado en las pequeñas y medianas empresas (46%) que en las grandes (35%) (estudio de Harris Interactive, Le Mond, 11 de julio de 2014) [2].

Llama la atención el aumento de la presencia del FN en los sindicatos. Un sondeo sobre las elecciones europeas de mayo de 2014 indicaba que un 25% de los sindicalistas votaron al FN (Encuesta del IFOP del 25 de mayo, Le Monde, 30 de mayo de 2014).

Curiosamente, Marine Le Pen  trató de  conectar con una tradición de izquierda, comunista. En su libro Pour que vive la France (Paris: Grancher, 2012) rinde homenaje a intelectuales de izquierda, a veces antiguos comunistas. Elogia incluso al que fue secretario general del PCF, Georges Marchais,  se opone a la mundialización y da curso a un recuerdo idealizado de los treinta [años] gloriosos [las tres décadas del apogeo del Estado del bienestar], «cuando la nación, la industria y el orden triunfaban». «El discurso  puede captar o combinar un léxico nacionalista y obrerista e incluso republicano –ha escrito Serge Audier–, para hablar a varios públicos a la vez, apoyándose en la nostalgia de la nación francesa de otra época» (“Une nouvelle droite teintée d’ouvrièrisme. La gauche antiliberale pillée par Mme Le Pen”, Le Monde, 30 de mayo de 2014).

3. Un aspecto sobresaliente de este Front National actualizado es su arraigo territorial. La territorialización ha ido progresando ayudada por la crisis económica. Su electorado no está distribuido homogéneamente por el territorio francés. Está más implantado en el litoral mediterráneo, en una parte del Valle del Ródano, en el Noreste y en parte del Norte. También en algunas zonas de la periferia de París.

Esa implantación está relacionada con el reparto espacial de las desigualdades, más graves en la frontera noreste y en el litoral mediterráneo, unidas a una mayor presencia de población inmigrada. En la región de Languedoc-Roussillon ya en 1982 se registraban las mayores tasas de paro de Francia.

Por otra parte, como ha sido puesto de relieve en un reciente estudio (Hervé Le Bras, Atlas des inegalités. Les français face à la crise, Paris: Autrement, 2014), si bien la acción del Estado se ha debilitado en toda Francia, el Front National ha crecido más allí donde las  redes sociales de solidaridad son más frágiles y donde se dependía más del Estado, y donde, por lo tanto, al reducirse el papel del Estado como factor de solidaridad, hay más gente desprotegida. En el Oeste francés, donde están más desarrolladas las redes solidarias, crece menos el malestar social y el Frente Nacional encuentra más dificultades para asentar su influencia.

4. El Front National ha levantado las banderas étnicas, en favor de la supremacía de la parte de la población que es considerada acorde con una idea de Francia tradicional y pura, no contaminada por la inmigración, especialmente la de origen musulmán.

Este es un aspecto en el que el Front National se ve sometido a una especial presión por  parte del denominado Bloque Identitario y de sus juventudes, Generación Identitaria. Estas organizaciones han puesto en circulación la idea de lo que llaman la gran sustitución, refiriéndose a las políticas, de derecha e izquierda, que, según ellas, han favorecido una inmigración destinada a reemplazar progresivamente a la población francesa, y frente a la que preconizan la re-emigración, bajo el lema de Ahora habrá que irse. Marine Le Pen se ha declarado contraria a esta teoría conspirativa, pero ha calado parcialmente en el FN.

En la actualidad, el Front National se ha convertido en una referencia fundamental de los partidos europeos tildados de “populistas”, partidos que en su mayor parte son de extrema derecha y que están cobrando fuerza al calor de la crisis actual.

Los partidos europeos occidentales llamados “populistas”

Esta denominación de “populistas” resulta muy insatisfactoria.

Primero, porque, como tantas veces se ha subrayado, no está claro su significado, lo cual ya constituye un serio problema. Y, segundo, porque se está abusando de ella en las pugnas políticas. Dado el carácter peyorativo que ha adquirido, se emplea con el propósito de descalificar al adversario por la vía fácil, sin necesidad de argumentar.

No obstante, hay una pléyade de partidos que reúnen un puñado de características comunes y que algunos autores han considerado distintivas del populismo. O sea que, se le llame de un modo u otro, “la cosa” existe.

No me referiré a los partidos de América Latina que forman un abanico parcialmente diferente del europeo y, a su vez, un tanto diverso, aunque comparten con los europeos rasgos relevantes. Tampoco me detendré en los partidos del Este de Europa.

En esta ocasión me ceñiré a Europa occidental, y pronto descubriremos que los partidos llamados “populistas” componen una gama bastante variada.

En la mayor parte de los “populismos de derecha” –para entendernos– hay un denominador ideológico común: el rechazo de la inmigración. La población inmigrada es tratada como un “ellos” ante el que hay que defender a la población autóctona y afirmar unas versiones míticas de las identidades nacionales. En la mayor parte de los casos, el rechazo tiene una coloración particularmente antimusulmana. Lo encontramos en los partidos escandinavos, en los centroeuropeos y en los meridionales.

En los distintos partidos se advierte también una común oposición a los partidos establecidos y a las élites políticas.

Cada vez está ganando más peso un componente euro-escéptico, que se concreta de formas variadas, incluyendo en algunos casos la exigencia de abandonar la Unión Europea.

Más allá de estos elementos, la coloración ideológica es variada. Hay que destacar que algunos de los partidos tachados de populistas incorporan tradiciones y personas nazis o fascistas (el Vlaams Belang flamenco, el BZÖ austriaco o Demócratas de Suecia, por ejemplo). Aurora Dorada, en Grecia, ya no es que tenga antecedentes fascistas, sino que es un partido nazi. Otros partidos se ajustan más a los cánones de las democracias liberales, como es el Partido por la Libertad, de Gert Wilders, en Holanda.

En otros aspectos las diferencias ideológicas son acusadas.

Así, el partido austriaco hace gala de antisemitismo mientras que el holandés ve en el Estado de Israel una barrera para hacer frente al “peligro musulmán” que se cierne sobre Europa.

Aunque unos y otros señalan a “los ricos” o a “los banqueros”, junto a “los políticos”, como responsables de la crisis actual, son frecuentes las adhesiones a los dogmas económicos neoliberales.

Pero, hay en Europa, y, por supuesto, también en América Latina, partidos que operan de manera populista, de la que ahora hablaré, pero que no son de extrema derecha. Uno, destacado, que no se sitúa en la extrema derecha y que tampoco es xenófobo, es el italiano Movimiento Cinco Estrellas, liderado por Beppe Grillo. Y en España no faltan las opciones que aplican en mayor o menor medida las recetas populistas.

Habida cuenta de la diversidad existente, cabe preguntarse si lo que tienen en común los populismos no es, más que unos contenidos ideológicos y políticos, un modo de proceder en la actividad política, unos métodos, unas prácticas, unas técnicas de la comunicación. En mi opinión, así es en buena medida.

Lo más característico de los populismos es precisamente un modo de hacer política. Es de esto de lo que se trata. No de una manera de gobernar, dado que los partidos europeos más característicamente populistas no han llegado, hasta ahora, a ganar mayorías suficientes como para formar gobierno.

He aquí, resumidamente, los rasgos que distinguen su modo de operar:

1. Un primer rasgo es la presencia de un hiper-liderazgo unipersonal. Lo hay en todos los casos. A veces se trata de una sacralización de la figura mesiánica del líder. El objetivo es que sea percibido como encarnación no contaminada de las ansias de cambio y que sea considerado como propio por “el pueblo”, a diferencia de los políticos establecidos que son considerados como distantes y ajenos a “la gente”.

2. Se evita insertarse en el sistema de representación izquierda-derecha, que ha recogido las grandes identidades socio-políticas en el último siglo. Se entiende que está superado. La identificación de izquierda, que puede valer en el plano personal, ha sufrido un desgaste insuperable debido a las importantes coincidencias políticas entre los grandes partidos socialdemócratas y la derecha. Hay que actuar transversalmente, uniendo a sectores sociales diversos con intereses sociales diferentes. Hay que atraer a personas de ideologías distintas.

3. Es preciso recoger y difundir las ideas más populares. Ser altavoces de lo que la gente siente y piensa, y de lo que la gente quiere oír. Las ideas son útiles cuando valen para ganar apoyos para la propia causa. Se trata de dar satisfacción a la gente, de promover objetivos populares, atendiendo a los deseos de mucha gente o del electorado que interesa conquistar.

4. La eficacia en política está asociada a la repetición de unos pocos mensajes fundamentales.

5. Se pone en pie una representación social dicotómica, muy simplificada. De un lado están las élites, el sistema político y el poder financiero; una pequeña minoría. Enfrente, el “pueblo”, la inmensa mayoría. Anti-pueblo y pueblo.

Se puede decir que este modo de proceder o algunos de sus aspectos no son exclusivos de los partidos llamados populistas. Es verdad que los partidos, incluidos los más declaradamente antipopulistas, se sirven de estas fórmulas.

Varios Podemos consecutivos

Antes de considerar si Podemos puede encajar en la categoría de populismo he de precisar que ha experimentado notables transformaciones en su primer año de existencia. En tan poco tiempo hemos conocido varios Podemos sucesivos.

Uno es el del lanzamiento, a partir de enero de 2014, en el que se hacía hincapié en el aspecto democrático y participativo, y de experiencia abierta a la población. El primer Podemos fue una organización embrionaria, con aspectos democráticos destacados y con unos medios democráticos electrónicos originales: en los debates, en la toma de decisiones y en la elección de responsables.

Al poco de nacer se fue perfilando el Podemos que concurrió a las elecciones europeas del 25 de mayo en las que obtuvo un resultado que desbordó las previsiones más optimistas. Tras ese éxito, comenzó el periodo constituyente de Podemos.

Entonces se puso de manifiesto que había, al menos, dos proyectos no solo distintos sino difícilmente compatibles. Uno era el del núcleo de la Universidad Complutense de Madrid, ubicado sobre todo en el campus de Somosaguas, agrupado en torno a Pablo Iglesias. Este sector entiende Podemos como una plataforma orientada hacia la conquista de una mayoría electoral que le permita gobernar. El proyecto de Izquierda Anticapitalista, por su parte, se muestra distante con esa perspectiva y prioriza la construcción de una organización dedicada a movilizar y a presionar a los poderes establecidos.

Desde el punto de vista organizativo, el primer sector pone la eficacia por delante de la democracia interna y de la participación, y manifiesta su preferencia por una estructura centralizada, dirigida por un grupo homogéneo. El segundo sector postula una organización construida de abajo hacia arriba, contraria al liderazgo unipersonal y más pluralista.

Al comienzo del período constituyente, el grupo de la Complutense consiguió un apoyo mayoritario para encauzar el proceso de debate y de decisión, culminado a mediados de noviembre. En este proceso han triunfado plenamente las propuestas del grupo de Pablo Iglesias, lo que deja en una posición secundaria y marginal al otro sector, que incluso se verá obligado a disolverse como partido político, aunque esto no excluya posibles acuerdos entre ambos sectores.

En la actualidad, ya bajo la dirección del núcleo de Pablo Iglesias, se van precisando los contornos de un Podemos relativamente nuevo. Este es por encima de todo un instrumento electoral. Las elecciones generales de finales de 2015 son su prioridad. En el camino ha de pasar la prueba de las elecciones de mayo de 2015, municipales y autonómicas, que afrontará con los criterios definidos por el grupo dirigente: concurrir como Podemos a las trece elecciones autonómicas y en agrupaciones diversas a las municipales. Mientras tanto, se va operando una relativa moderación de las propuestas políticas, modificando aquellos aspectos del programa de las elecciones europeas más difíciles de sostener (el concerniente a la deuda externa y la renta básica universal e incondicional, especialmente). Los sondeos sobre las preferencias electorales van siendo cada vez más favorables a la nueva formación política, que oscila, según las encuestas, entre el primer y el segundo puesto.

Ciertamente, habrá otro Podemos después de las elecciones generales. Será quizá una fuerza gobernante, en coalición o en solitario, o bien un partido parlamentario de oposición. En ambos casos, algo muy distinto de lo que hoy conocemos.

En cuanto a su composición, Podemos se nos presenta como un conjunto de cuatro anillos concéntricos: 1) En el centro, el grupo dirigente, que domina en el Consejo Ciudadano (órgano máximo), en el Consejo de Coordinación (organismo ejecutivo más reducido) y en la Comisión de Garantías. El principal representante de este grupo, Pablo Iglesias, es el secretario general; 2) Una amplia red de círculos, territoriales o temáticos, alrededor de un millar, constituye la base social activa; 3) La suma de inscritos, que superan los 310.000; 4) El electorado: un millón y cuarto en las europeas y presumiblemente varios millones en la actualidad.

Cada uno de estos niveles tiene peculiaridades propias.

El núcleo dirigente hace del propósito de llegar a gobernar la principal idea-guía que determina su comportamiento y sus decisiones en todos los aspectos (presencia pública, mensajes emitidos, cuestiones programáticas, estructura y funcionamiento organizativo, tratamiento de los conflictos internos…). El objetivo es atraer a diez millones de personas, en palabras de Carolina Bescansa. Cuenta con la baza, hasta hoy decisiva, del liderazgo de Pablo Iglesias y, en un grado menor, del puñado de personas que van asentando una imagen pública destacada. Una debilidad importante: las personas más afines a sus ideas en los círculos, sobre el terreno –lo que podría ser su red de mayor confianza–, son relativamente escasas.

Los círculos territoriales reúnen a personas muy diversas, con historiales variados e ideológicamente dispares. El cemento ideológico, el cuerpo de ideas compartidas, no es muy consistente. En ese conjunto hay mucho del espíritu quincemayista, si se puede hablar así para nombrar aquellas ideas que emergieron con fuerza en el 15-M (exigencias de participación, recelos hacia la política institucional y anti-partidismo, asambleísmo…); y también Izquierda Anticapitalista, antiguos miembros de Izquierda Unida y de otros partidos de izquierda, sectores ácratas, gente sin experiencia anterior… Hay, pues, una disonancia muy visible entre la orientación del grupo dirigente y los aires que corren por los círculos. A menudo se manifiesta un descontento con los métodos expeditivos y plebiscitarios de los dirigentes; y también la insatisfacción por el peso que tienen a la hora de tomar decisiones los inscritos que no están en los círculos y que no despliegan ninguna actividad.

En términos generales, hay un contraste entre el núcleo dirigente y los círculos o parte de ellos en el aspecto ideológico. En el primero se puede observar una conjunción entre una ideologización procedente de los itinerarios personales anteriores (3) y un claro pragmatismo al abordar las cuestiones políticas; en los círculos hay una temperatura ideológica más alta y se expresan reservas hacia el pragmatismo de los dirigentes.

La mayoría de los inscritos, como se ha podido comprobar, secundan a los líderes principales, a Pablo Iglesias en especial, de tal forma que estos líderes se ven obligados a recurrir al apoyo de este conglomerado social, más amplio y menos definido, para neutralizar la presión de una parte de los miembros activos de los círculos.

El electorado potencial es un recurso del que disponen los actuales dirigentes para reforzar su posición, dado que ese electorado aparece como seguidor de Pablo Iglesias y su grupo.

Buena colocación

El eco obtenido y los respaldos ganados en tan poco tiempo indican que Podemos está situado en buena posición en las tres escalas que me parecen más importantes al definir los campos de la opinión publica en los que se libran las actuales batallas pre-electorales. Es útil considerar la emergencia y el ascenso de Podemos bajo estas tres escalas.

Una es la conocida como izquierda-derecha. En los tres últimos años se viene registrando un deslizamiento relativo del centro de gravedad de la autoidentificación hacia la izquierda (4).

Aunque Podemos evita presentarse como una opción de izquierda, lo cierto es que ofrece suficientes señas de identidad para que los electorados que siguen identificándose con la izquierda lo localicen en este campo.

Otra escala es la que tiene por polos al radicalismo y a la moderación. Es una escala sobre la que no conocemos ninguna encuesta. Trabajar sobre ella supondría un laborioso trabajo cualitativo, seguramente muy oneroso, por el que nadie se ha interesado, que yo sepa. 

La crisis y su impacto social, la inoperancia de las instituciones políticas y sus injustas medidas, así como la corrupción han hecho que el radicalismo se haya ido extendiendo en la sociedad.

La escala izquierda-derecha tiene un carácter ideológico más definido y no es equivalente a la escala radicalismo-moderación. El Front National francés ha aligerado su derechismo en el aspecto ideológico pero sigue manteniendo su tono radical; son dos cosas diferentes. Uno de los rasgos de la situación actual es precisamente que el radicalismo conecta con la izquierda, inclusive con la extrema izquierda, pero se extiende más allá de la izquierda y se adentra en los territorios del centro y de la derecha, sin ser por ello un radicalismo de derecha o un derechismo radical.

Podemos administra las piezas del radicalismo actual: hastío de los gobernantes y de las élites políticas, hartazgo frente a la corrupción, intenso malestar por los efectos sociales de las medidas políticas, recelos acusados hacia las instituciones europeas, demanda de cambios importantes. De todo eso está hecho un acentuado malestar que trasciende las fronteras tradicionales entre la izquierda y la derecha.

El radicalismo actual, claro está, no tiene por qué ser duradero; puede ir perdiendo fuelle si los viejos partidos muestran una mayor capacidad de reacción o si la crisis económica y sus efectos sociales se van atenuando, aunque esto último no podrá producirse en el corto plazo.

La tercera escala, en la que también se mueve cómodamente Podemos, ha cobrado un relieve especial en los últimos años, dada la crisis de legitimidad de los grandes partidos y de las instituciones políticas. Los polos de esta escala son lo nuevo y lo viejo.

Tampoco sobre esto conozco ningún trabajo específico, aunque hay numerosas indicaciones, en encuestas de alcance más amplio, que nos sugieren una amplia predilección por unas élites políticas nuevas, y jóvenes, frente a las actualmente establecidas. Más aún: se puede pensar con cierto fundamento que más que una demanda de nuevas políticas, que la hay –aunque también hay cierto escepticismo sobre sus posibilidades–, lo que se pide es una renovación del personal político dirigente, con la esperanza de que lo hará mejor que sus predecesores, o, en todo caso, no peor. Estaríamos ante una inversión del conocido refrán: mucha gente desea que sea reemplazado ya lo malo conocido por lo bueno por conocer.

Pues bien, Podemos ocupa un lugar privilegiado en los segmentos de estas escalas en los que se ha producido una alta concentración de la opinión pública. Podemos ha llegado en el momento en que era posible y en el que hacía falta algún Podemos. Camina en el sentido de la marcha en la escala izquierda-derecha; está en un punto de radicalismo con el que conecta buena parte de la población; y está representado por personas jóvenes no contaminadas por el ejercicio de la política al más alto nivel. Son lo nuevo.

Esta triple y óptima colocación de Podemos asegura de momento sus excelentes posibilidades, aunque la ventana de oportunidad, en la expresión consagrada en la sociología, puede tener una vida poco duradera, ya sea por la brevedad del calendario electoral que termina a finales de 2015 o comienzos de 2016, ya sea por la erosión que pueda experimentar Podemos al afrontar las pruebas electorales del próximo mes de mayo y los escenarios que surgirán después, o, simplemente, por el desgaste al que puedan verse sometidos sus dirigentes debido a su continuada exposición pública.

Principales méritos de Podemos

La experiencia de Podemos tal como la conocemos en su estado actual tiene puntos importantes a su favor. Destaco resumidamente aquellos que me parecen más relevantes.

1. El 15-M fue un exponente importante de un malestar que tenía vertientes políticas muy claras. No se describe bien al 15-M cuando se le presenta como apolítico. Se interesó por los problemas políticos y contribuyó a extender la conciencia sobre la necesidad de cambios en profundidad en el campo económico y en el político. Pero se detuvo en el umbral de la política institucional, se mostró contrario a comprometerse en asuntos electorales y dejó pendiente la tarea de proyectar en el plano político-institucional la fuerza social generada. Al tiempo que declinaba el 15-M, y mientras se desarrollaron las mareas, fue creciendo la conciencia de que había que dar un paso más; había que dar una expresión política al descontento. Podemos vino a atender con éxito esa necesidad y a recoger y dar expresión al descontento acumulado en el 15-M y en los movimientos sociales.

2. Podemos ha sabido percibir la hondura y el agravamiento de la crisis de legitimidad del mundo político oficial, ha captado el cambio más o menos soterrado que se estaba produciendo en las conciencias y ha tratado de satisfacer la demanda de participación de una población tenida al margen de las decisiones políticas que afectan a su vida.

3. Ha atinado también al abrir un cauce para que los sectores más perjudicados por la crisis o más descontentos no se orienten hacia un voto populista de extrema derecha.

4. La aparición de Podemos como una referencia política de primer orden ha logrado alterar el clima político y ha obligado a reaccionar a partidos que estaban esclerotizados.

5. Podemos ha hecho gala de una audacia poco común al fijarse el objetivo de llegar a gobernar, y no solo de influir en los gobiernos presionándoles desde fuera.

6. Entiendo que es un acierto de Podemos haber prescindido, en cuanto a identificación central del propio colectivo, de la identidad de izquierda, lo que no impide que sus miembros y dirigentes se consideren de izquierda, y tampoco implica que la diferencia izquierda-derecha se dé por superada y haya de ser abandonada.

Para mucha gente que puede apoyar un cambio político esa identidad ha perdido credibilidad, en buena medida por la cercanía política y de estilo entre las élites del PSOE y las del PP.

Este propósito, relativo a la identificación, requería romper con lucidez y valentía con la tendencia típica de la izquierda que le ha solido llevar a poner por delante la auto-afirmación y la auto-satisfacción, en perjuicio del necesario empeño por llegar a sectores sociales más amplios y diversos, aunque ideológicamente menos definidos o menos de izquierda.

7. El núcleo dirigente de Podemos ha tenido una capacidad notable  para realizar sus tareas con sentido práctico y muy profesionalmente, algo muy infrecuente en un grupo de intelectuales. Su existencia, con esa capacidad política práctica y organizativa, es una novedad importante.

8. Este grupo se ha percatado desde hace años de la importancia del trabajo audiovisual y ha conseguido promocionarse por esa vía cuando carecía de otros medios para conseguirlo: no tenía cargos públicos, ni dinero, ni periódicos, ni, inicialmente, acceso a las televisiones. A partir de 2011 empezaron a labrarse una posición por su cuenta, con un resultado brillante (5).

9. Han acertado también a servirse de diversas herramientas de software para establecer canales de comunicación, de debate y de toma de decisiones, rápidos y operativos a gran escala (6).

¿Pero… es “populista”?

A juzgar por las declaraciones de sus principales dirigentes, Podemos es  populista, si bien ellos precisan detenidamente en qué sentido utilizan este vocablo. No han rehuido esa identificación, aunque, conscientes de sus connotaciones peyorativas y del daño que pueden causarles sus adversarios al endilgarles ese título, han acabado por evitar esa denominación cuando se dirigen a un público amplio.

El grupo dirigente de Podemos está formado casi enteramente por profesores. Varios de ellos han pertenecido anteriormente a Izquierda Unida.

Es un grupo bien pertrechado intelectualmente y relativamente joven. Una de las dimensiones que rodean su experiencia es precisamente la pugna por relevar a generaciones anteriores que han tenido poca capacidad para detectar la múltiple crisis presente y actuar sobre ella.

Han sabido, por su propia experiencia, lo que era estar destinados, más o menos  resignadamente, a desempeñar un papel secundario en la política española. Su horizonte estaba lejos de la idea de alcanzar el Gobierno. Su función consistía en presionar desde la izquierda a los grandes partidos que, ellos sí, contaban con mayorías para poder gobernar.

Esto fue así hasta que se cruzaron en su camino las experiencias latinoamericanas, sobre todo la de Ecuador y la de Bolivia. El conocimiento de esos procesos les llevó a pensar que, como en esos países, en los que una amplia fuerza social había logrado desplazar a las fuerzas políticas anteriormente instaladas en los Gobiernos, en España se podía intentar una empresa similar tomando pie en los sectores sociales insatisfechos con el rumbo de la política oficial.

Sus referencias latinoamericanas han sido decisivas.

Íñigo Errejón ha mencionado el «estudio prolongado y un aprendizaje sobre el terreno de los procesos latinoamericanos recientes de ruptura popular (y constituyente), conformación de nuevas mayorías nacional-populares para el cambio político, acceso al Gobierno y guerra de posiciones en el Estado. Procesos en los que intervenciones virtuosas, en momentos de descomposición del orden tradicional, abrían posibilidades inéditas, casi siempre para estupor y malestar de la izquierda. Algunos de los impulsores de la iniciativa hemos reconocido que, sin aquel aprendizaje, ‘Podemos’ no habría sido posible» (“¿Qué es Podemos?”, Le Monde Diplomatique, 225, julio de 2014) [7].

Esas referencias son cruciales para Podemos, no tanto en lo que hace a la gestión gubernamental cuanto en lo tocante a la fase previa a su llegada al Gobierno, en la fase en la que ganaron a las mayorías.

Junto a los procesos de acceso al Gobierno de Correa, en Ecuador, y de Evo Morales, en Bolivia, en la perspectiva de Podemos han sido determinantes las ideas del no hace mucho fallecido Ernesto Laclau, autor del libro La razón populista (8).

En una de sus intervenciones en la gira de hace unos meses por Uruguay, Ecuador y Bolivia, Pablo Iglesias contó una anécdota significativa. Evocó un debate con el representante de Izquierda Unida, Alberto Garzón, en el que se hablaba de las escasas diferencias políticas que hay entre IU y Podemos. En aquella ocasión Pablo Iglesias afirmo: «La diferencia [de Podemos con IU] es que nosotros sabemos cómo ganar».

Estaba dando una clave fundamental para interpretar su modo de concebir la acción política. No solo resaltaba que su actividad encuentra su sentido en la idea de llegar a gobernar sino que saben lo que hay que hacer para conseguirlo. Ahí estaba la referencia a Ecuador y a Bolivia. Existe un modo de ganar y ellos lo conocen.

El secreto de cómo ganar no es otro que el populismo, entendido al modo de Laclau, y también de Correa y de Evo Morales.

Su concepción consta de los siguientes elementos:

1. El objetivo es convertir una mayoría social descontenta, y no representada en el mundo político oficial, en mayoría política para poder gobernar. El objetivo es ganar y gobernar, no convertirse en una oposición parlamentaria. «Nosotros tenemos una voluntad de gobierno desde el principio, no es solo una voluntad destituyente de lo que existe y que nos ha llevado a la ruina, es una voluntad constituyente, queremos hacer políticas públicas. […] No tenemos vocación de ser la opción de la protesta o de la indignación, sino la opción de la responsabilidad de Estado y de asumir el compromiso con nuestro país» (Pablo Iglesias, entrevistado por Jacobo Rivero en el libro Conversaciones con Pablo Iglesias, Madrid: Turpial, 2014, p. 128).

La hipótesis máxima es ganar por mayoría absoluta, para no depender de otras fuerzas, y, si ello no es posible, alcanzar unos resultados superiores a los del PSOE, que sería su eventual aliado, para poder negociar en términos ventajosos para Podemos a la hora de formar Gobierno y de gobernar.

2. Hace falta un líder fuerte, que agrupe todas las simpatías posibles. En los debates organizativos en el proceso constituyente de Podemos, Pablo Echenique, Teresa Rodríguez y quienes apoyaron la propuesta organizativa que quedó en segundo lugar, preconizaron que se eligieran tres portavoces del máximo nivel. La corriente de Pablo Iglesias resumió su punto de vista al responder: un líder gana; tres, no.

3. Una organización cohesionada, unida, centralizada, vertical, acorde con el objetivo fijado. Lo explicitaba así Ariel Jerez, uno de los dirigentes de Podemos: «Hemos optado por una estructura vertical para aprovechar la coyuntura actual» (Le Monde, 26 de diciembre de 2014). Es una concepción distinta de la asamblearia que estuvo presente en el 15-M.

4. Una representación simple –más propiamente habría que decir simplista– de la sociedad y de los problemas: arriba y abajo, la casta y la gente, lo nuevo y lo viejo (lo que ha precedido a Podemos es viejo y rechazable)… El propósito: desplazar a “la casta” gobernante durante las últimas décadas y acabar con lo que llaman régimen del 78 y con el bipartidismo que lo caracteriza.

5. Unos pocos mensajes que corresponden a lo que mucha gente piensa: que los actuales gobernantes no valen; que hay que sustituirlos; que hay que introducir serios cambios en el sistema político entre otras cosas para acabar con la corrupción, que no es una suma de casos especiales sino una característica del sistema (es la forma mediante la cual el poder económico y financiero compra a los políticos); que hay que acabar con las enormes desigualdades y con las injusticias que golpean a la parte más débil de la sociedad… Sus mensajes están pensados para agradar a mucha gente; buscan la identificación de mucha gente con quienes los emiten.

6. Entre los mensajes más repetidos o de primer plano no figuran aquellos que pueden ser mal entendidos o no apoyados por una parte de la mayoría a la que interesa atraer. Las cuestiones más espinosas se remiten a un futuro indeterminado. Así, la cuestión territorial catalana se desplaza a un futuro proceso constituyente, concepto clave pero poco preciso en cuanto a su contenido. Otro tanto ocurre con el debate sobre la Jefatura del Estado. Un asunto delicado como es el de la inmigración apenas se menciona y casi no se habla de laicismo.

7. Siguiendo a Laclau consideran primordial dotar de un significado apropiado a los significantes flotantes (libertad, democracia, patria, etc.). Es la lucha por el sentido común o compartido. Rellenar adecuadamente esos significantes es condición para alcanzar la hegemonía, idea esta última que, bajo la inspiración de Gramsci, ocupa un lugar central en la perspectiva política del grupo dirigente de Podemos.

8. No se podrá ser mayoría limitándose a los sectores de izquierda o a las clases trabajadoras; es preciso evitar encerrarse en el esquema izquierda-derecha. La izquierda ha quedado devaluada como identidad colectiva debido a las coincidencias entre el PSOE y el PP. En lugar de izquierda y unidad de la izquierda lo que hace falta, sostienen, es la unidad popular, no basada en una ideología sino en unos objetivos asumidos por la mayoría de la sociedad (9).

9. No es conveniente poner por delante las ideologías. Lo que interesa es sumar voluntades saltando por encima de las distintas ideologías. Cada cual puede tener la ideología que prefiera pero el colectivo debe eludir su identificación con ninguna de ellas.

En definitiva, para el núcleo dirigente de Podemos todo eso hace falta para llegar a gobernar.

Son muy pronunciadas las coincidencias con las experiencias latinoamericanas mencionadas, pero también con algunas europeas. Y con otra, que sirvió de hecho como banco de pruebas: las elecciones autonómicas gallegas de octubre de 2012, en las que AGE, formada por ANOVA y por Esquerda Unida, consiguió 200.101 votos (un 13,99%), y 9 escaños, pasando a ser la tercera fuerza política gallega, por delante del BNG. En esta experiencia desempeñó un papel destacado un asesor enviado por la dirección federal de IU que no fue otro que Pablo Iglesias (10).

Problemas e interrogantes ante un hipotético acceso al Gobierno

Las posibilidades de un cambio de Gobierno en el que Podemos pueda desempeñar un papel destacado son reales. Y no me cabe duda de que, si tal acontecimiento se produce, se abren perspectivas estimulantes.

Sería el resultado de la conjunción de la crisis económica y política (incluyendo aquí el lastre de la corrupción política), un gran malestar social y la existencia de un grupo dispuesto a canalizar ese malestar hacia la conquista del Gobierno.

Hoy, el aspecto propagandístico y las cuestiones  tácticas para llegar a gobernar ocupan toda la atención de Podemos.  Salen perjudicados los problemas que aparecerán si consiguen alcanzar ese objetivo. De ellos se habla poco en Podemos. Les dedicaré unos párrafos.

1) Eficacia y democracia.

Podemos ha modificado su configuración organizativa inicial para adaptar su organización al objetivo principal de conseguir una mayoría y gobernar. En aquella todavía tenían cierto peso ideas distintivas del 15-M como un asambleísmo exagerado y la inevitable inoperancia que le acompaña. Podemos le ha dado la vuelta a aquella concepción.

En el proceso constituyente de Podemos se ha abierto paso una cultura asociativa en la que la búsqueda de la eficacia en orden a los fines perseguidos es una prioridad indiscutible. Esa concepción incluye un hiper-liderazgo individual, personificado por el secretario general, que viene a encarnar prácticas típicas de los regímenes presidencialistas (entre ellos el derecho a proponer al Consejo Ciudadano los miembros para el Consejo de Coordinación). El líder tiene una autoridad moral, no dudo que conquistada por méritos propios, que da a sus opiniones un peso enorme. La excesiva dependencia de su persona puede causar daños importantes si se equivoca en asuntos sustanciales o si un día no se puede contar con él.

La prioridad concedida al objetivo de llegar a gobernar trae consigo también la puesta en pie de un modelo vertical, muy centralizado, en el que a los miembros se les pide sobre todo que apoyen el proyecto aprobado y que trabajen en su favor. Para el grupo hoy hegemónico está muy bien promover la participación siempre y cuando no ponga el peligro el objetivo principal de ganar las elecciones y llegar a gobernar. Un problema es que ese objetivo ha sido aprobado cuando el colectivo ya existía; no estaba acordado cuando empezó a existir y una parte de quienes pusieron en marcha Podemos no estaban en esa idea, lo que ha  sido fuente de malentendidos y de conflictos que afectan a la existencia misma de Podemos.

Los eslabones intermedios son poco relevantes. Con todo, hay rasgos que no se dan en otros partidos: la transparencia en relación con los ingresos y los gastos, los debates abiertos, la posibilidad de revocar y de consultar…, aunque estos dos últimos recursos deben cumplir unos requisitos bastante elevados. A partir de lo aprobado en la Asamblea Constituyente lo previsible es que las consultas sean utilizadas sobre todo por los órganos dirigentes, lo que les da un carácter más bien plebiscitario.

No dudo que esta concepción sea más eficaz que la primigenia de Podemos, y disiento de quienes están a favor de conquistar una mayoría para gobernar al tiempo que preconizan unas prácticas ultra-democráticas que entorpecerían en grado sumo este empeño.
O lo uno o lo otro. No se puede tener todo.

Pero, sí se pueden poner sobre la mesa estos problemas, dejar claro que hay una pugna entre valores diferentes, que se opta por dar la prioridad a una finalidad, lo que conlleva ciertas carencias respecto al funcionamiento democrático deseable, que es preciso tener una conciencia clara sobre este problema y, siempre que se pueda, contar con contrapesos para paliar las consecuencias más negativas. Y esto no se está haciendo.

Además, hay un problema añadido: si se actúa así en el camino hacia el Gobierno, ¿por qué no seguir haciéndolo si se llega a gobernar? Si Podemos accede al Gobierno, se encontrará con el modelo organizativo actual, con el que ha servido hasta ese momento, y la inercia hará que, de entrada, siga funcionando de acuerdo con ese modelo, lo cual ya no se justificará por la necesidad de afrontar eficazmente el período electoral sino por la de que el partido permanezca unido apoyando a su Gobierno, algo que conocemos suficientemente y que sabemos los malos efectos que produce.

2) Llegar al Gobierno, pero ¿para qué?

Los dirigentes de Podemos hablan mucho de llegar al gobierno pero no está muy claro para hacer el qué.

Recuerdo unas palabras de Pablo Iglesias de hace tres años, que debería tener presentes el Podemos de hoy. «Me desasosiega –escribió en 2012–, sin embargo, una teoría [la de Laclau] que explica el ‘cómo’ pero se desentiende explícitamente del ‘para qué’…» (“Notas sobre el último artículo de Hardt y Negri La constitución de lo común y las razones de la izquierda”, Kaos en la Red, 1 de enero de 2012).

Esto se le podría aplicar hoy al propio Pablo Iglesias.

En realidad, detrás de la idea de Laclau está la suposición de que el pueblo, ese pueblo que es a la vez parte y todo, es necesariamente virtuoso, por lo que, una vez alcanzado el poder actuará, con seguridad, de forma adecuada.

El pueblo no es un sujeto homogéneo y compacto; no es una suerte de sujeto antropomórfico dotado de una conciencia unificada y con una misma idea de lo que le interesa y de la política que hay que llevar a cabo.

El pueblo respalda o no a quienes están en las instituciones políticas, e incluso, en el mejor de los casos, puede participar en la toma de decisiones o en procedimientos de control y hasta de revocación, pero él mismo, con toda su amplitud y su heterogeneidad insuperable, no ejerce nunca el poder directamente, sino que apoya a un partido o a un grupo para que ocupe las instituciones en su nombre y con su apoyo, lo que es muy diferente.

Muestra más agudeza Juan Carlos Monedero cuando sostiene que «El problema de Laclau, de Gramsci, de Lenin, de Juego de Tronos es que solo hablan de táctica. La estrategia ya la brindará el triunfo de la clase obrera…» (En Pablo Iglesias, coordinador, Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos, Madrid: Akal, 2014, p. 27).

3) El programa.

El programa puede dar una respuesta al para qué, por más que haya dificultades parcialmente insuperables para realizarlo una vez en el Gobierno.

El programa de Podemos para las elecciones europeas sentó un mal precedente. Fue una especie de depósito de propuestas que incorporaban los distintos sectores sin mayor preocupación por la coherencia y por la tasación de su realización. Más que objetivos para ser realizados eran ideas para ganar votos. En la actualidad, pensando ya en las elecciones generales, se observa un esfuerzo más realista. Ojalá siga desarrollándose.

Cómo afronte Podemos la cuestión del programa en la fase previa a las elecciones generales va a ser un test importante. Con desarrollos concretos, precisando cómo se van a realizar, de dónde van a salir los recursos precisos.

La claridad programática previa es necesaria para ganar apoyos y para entablar una relación clara y leal con la sociedad, especialmente cuando llegue la hora de las negociaciones, de las alianzas y de la aprobación de nuevas leyes.

No se me escapa, de todos modos, que es problemático concretar los objetivos cuando se ignora con qué fuerza se podrá contar, tras las elecciones, para cumplir  los compromisos contraídos.

4)Los límites de la tarea de gobernar.

Un Gobierno al servicio de las mayorías sociales tendrá que afrontar unos obstáculos importantes. Los votos dan legitimidad para gobernar y poder para actuar, pero este último puede ser demasiado flaco en relación con los cambios necesarios.

Unos escollos provienen de las instituciones y de las políticas europeas, que van a ejercer una presión contra cualquier medida que se aparte de la actual ortodoxia europea.

Otros impedimentos se deberán a la acción de los poderes económicos y financieros, españoles e internacionales, siempre con la amenaza de la huida de capitales y de la retirada de inversiones.

Se puede suponer que, para gobernar, Podemos necesitará llegar a acuerdos con otros partidos, lo que, a su vez, fijará unos límites de su margen de maniobra.

Están, en fin, los condicionamientos impuestos por su propio electorado. Podemos es un partido con vocación de gobernar. Aspira para ello a alcanzar una mayoría electoral, es decir, a atraer a una parte del electorado del centro y de la derecha. Es lo que se llama un partido catch all, atrapalotodo.

Si obtiene esa mayoría estará en deuda con un electorado heterogéneo, en el que una parte de él puede estar alejado de sus criterios de izquierda, o ser contrario a ellos. El electorado que apoya a un partido le marca hasta dónde puede ir, bajo amenaza de no volver a votarle.

El éxito condiciona. Un partido no puede hacer lo que quiera con su éxito. Tiene votos, pero los votos le tienen a él. ¿Una política de izquierda con un electorado que en parte es de derecha? Quizá durante un tiempo, con la ayuda del factor sorpresa, y bajo el efecto del malestar acumulado anteriormente, pero eso tiene un tope temporal.

5) Cambiar las cosas y, a la vez,  ser cambiados por la función gubernamental.

Que haya una fuerza política como Podemos que aspira a gobernar tiene un lado bueno. Alguien tiene que hacerlo y no es indiferente qué partido gobierne. Es una función necesaria, lo mismo que también es preciso que haya fuerzas sociales o socio-políticas que actúen desde fuera, independientes del Gobierno de turno y capaces de presionarle para que lleve a cabo buenas políticas. Así pues, no coincido con quienes piensan que se puede prescindir de una de estas dos partes.

Pero, las dos necesitan conocer las insuficiencias de su función. Las fuerzas sociales que actúan “desde fuera” no pueden olvidar que no les da igual quién gobierne y que una de las finalidades de su acción es cambiar las políticas gubernamentales.

Los partidos con vocación de gobernar, por su parte, no deberían ignorar un problema que afecta a los partidos de izquierda cuando llegan a gobernar. Me refiero a las posibilidades de que sean transformados por la propia experiencia gubernamental. Gobiernan para cambiar las cosas pero el gobernar puede cambiarles.

La burocratización del partido, su oligarquización, el sometimiento a las élites partidistas, la tendencia a centrarse en la gestión y a enclaustrarse en el universo político oficial, distanciándose de la sociedad y de los movimientos sociales, ciertos vicios en la comunicación –la ocultación de hechos y la negación o la edulcoración de problemas significativos, la manipulación de la información, la distorsión de la realidad desde el poder, el recurso al engaño–, la dependencia del mundo empresarial y financiero, la corrupción… Nada de esto nos resulta desconocido.

Lo mismo que hemos visto en otras ocasiones cómo los Gobiernos de izquierda consideraban la movilización social como algo subordinado a la tarea gubernamental. Es una de las pruebas de fuego para los Gobiernos que aspiran a defender a las mayorías populares. Y, sin embargo, sabemos que un Gobierno así necesita ser espoleado –no solo apoyado– por la movilización social.

***

Hemos entrado en un año de alta tensión política en el que se van a poner a prueba las posibilidades de Podemos. Primero, en mayo, las elecciones municipales y de trece comunidades autónomas. Podemos habrá de afrontar dos problemas de grueso calibre: uno, la cuestión de las alianzas. En bastantes lugares habrá de elegir entre aliarse con el PSOE, en cuyo caso la retórica de “la casta” perdería credibilidad o rechazar esas posibles alianzas y, en consecuencia, dejar algunos ayuntamientos o comunidades autónomas en manos del PP. En ambos casos tendrá que pagar una factura. Difícil papeleta.

Al mismo tiempo, muy probablemente, se desarrollará un nuevo proceso político en Grecia, con la posibilidad de que Syriza sea la primera fuerza y forme Gobierno (escribo estas líneas cuando todavía no se han celebrado las elecciones griegas). Veremos actuar a las instituciones europeas frente a esta situación (ya están alentando el miedo a Syriza). Y también, por supuesto, a los poderes financieros, griegos e internacionales. Los efectos de la situación griega sobre las expectativas de Podemos son inevitables. Para bien o para mal. Si Syriza sale bien parada de las pruebas que le aguardan, Podemos se beneficiará de ello. Y viceversa.

En los meses próximos, por otro lado, va a ocupar un lugar relevante la situación catalana. La actuación de Podemos sobre el particular puede permitirle ganar apoyos o, por el contrario, puede llevarle a retroceder, con la dificultad de que lo que puede resultarle electoralmente ventajoso en Cataluña puede perjudicarle en el resto de España y al revés.

Las propaganda anti-Podemos apenas ha dado sus primeros pasos. Su objetivo principal: meter el miedo en el cuerpo al electorado.

Las elecciones generales de final de año, o quizá de comienzo de 2016, son la cita principal. El Podemos actual ha sido configurado para ella y no para otra cosa. Unos buenos resultados le pueden abrir las puertas del Gobierno, lo que requerirá una sutil política de alianzas y las consiguientes adaptaciones programáticas.

En esa perspectiva son varias las preocupaciones que cobran vida en el momento actual. De una etapa con movilizaciones importantes estamos pasando a otra de menor movilización. Se ha producido un movimiento pendular: ahora las miradas están puestas principalmente en los procesos electorales. En la hipótesis de un nuevo Gobierno encabezado por Podemos, ¿acertará a abordar adecuadamente los grandes problemas presentes? ¿Completará la legitimidad otorgada por las urnas con la legitimidad que solo podrán conferir sus realizaciones? Para mucha gente, la esperanza ha sustituido al pesimismo. ¿Se verán satisfechas las aspiraciones colectivas que se han depositado en Podemos? Si no es así, ¿qué frustraciones producirá el curso de una operación basada en las ilusiones de tanta gente, en la esperanza de ganar?

En otro orden de cosas: ¿está preparado Podemos para gobernar y gestionar a gran escala? ¿Cuenta con suficiente gente preparada –estamos hablando de varias decenas de miles de personas– y con criterios suficientemente unificados? De momento, en los círculos –que son la reserva de Podemos– hay ideas muy diversas y expectativas muy variadas. Si Podemos se ve relegado a la condición de partido de oposición, ¿conseguirá adaptarse a esa función manteniendo una personalidad y unas prácticas diferentes de las de los partidos tradicionales?

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(1) Así y todo, el rejuvenecimiento ideológico aportado por Marine Le Pen tiene sus límites. De vez en cuando recupera viejas ideas del Front National, como la comparación que hizo en 2010 de los rezos musulmanes en la calle con la Francia ocupada por Alemania; o, más recientemente, en 2012, cuando postuló que se prohibiera el pañuelo islámico y la kipá judía en las calles; o, en 2013, cuando al ser liberados varios franceses en África, sugirió que podían haberse convertido en agentes de sus secuestradores islamistas. Hace muy poco ha levantado una gran polvareda al justificar, siguiendo los pasos de su padre, la práctica de la tortura, hasta verse obligada a retractarse días después.
(2) Según una encuesta publicada en noviembre de 2014, el 61% de los electores del UKIP británico son trabajadores, y el 41% mayor de 60 años.
(3) Los dirigentes están bastante ideologizados (Pablo Iglesias, por ejemplo, sigue declarándose marxista), pero sin la intensidad de los mayores, con influencias variadas y con el sentido práctico y realista propio de su generación, que les lleva a actuar con bastante libertad respecto a los condicionamientos ideológicos heredados.
(4) Según Sebastián Lavezzolo (“Podemos y la centralidad del tablero político (I)”, eldiario.es/Piedras de Papel, 14 de diciembre de 2014): «En los barómetros del CIS de octubre de 2009, 2010 y 2011 son más los encuestados que declaran ubicarse en posiciones de “centro” (en los valores 5 y 6 de la escala ideológica), pero en 2012, 2013 y 2014 el mayor porcentaje de encuestados se encuentra ya en posiciones que podríamos llamar de “izquierdas” (en el 3 y el 4). En lo que respecta a la “derecha” (posiciones 7 y 8) los cambios son prácticamente indistinguibles, algo que también pasa en la “extrema derecha” de la distribución (posiciones 9 y 10). No es el caso, por el contrario, de lo que sucede en el polo opuesto: sí aumentan de forma significativa aquellos que se ubicaban en posiciones que solemos llamar de “extrema izquierda” (1 y 2). En 2009 y 2010 los que se colocan en estos puntos de la escala eran entorno al 6-7%; en 2014, un 11.5%. […] También es cierto que si miramos la distribución sin agrupar por categorías ideológicas, la posición 5 de la escala (la que la gente normalmente identifica como “centro”) sigue siendo la más elegida entre los encuestados: en octubre de 2014 el 18%, pero en julio de 2011 alrededor del 23%. Cinco puntos porcentuales menos no pueden significar algo anecdótico.
La media también refleja estos cambios. La diferencia entre octubre de 2009 y 2014 indica un movimiento de 0,38 puntos hacia la izquierda (de 4,79 a 4,41). De hecho, la media de octubre de 2014 es la que está más a la izquierda desde enero de 1996 (el dato más lejano que podemos comprobar pasando de puntillas por la web del CIS). […]
Con estos datos en la mano no es muy arriesgado especular que, tras siete años de crisis, los ciudadanos hayan actualizado su visión del mundo y está se haya movido hacia posiciones más redistributivas. El votante mediano, pues, es hoy un poco más de izquierdas que el de ayer, ubicado aun entre el 4 y el 5 de nuestra escala ideológica. Este dato, por sí mismo, es relevante. Recordemos que conquistar el apoyo del votante mediano suele ser la clave para ganar elecciones, y por tanto para analizar la competición partidista»
(5) «En el año 2012, el 90 por ciento de un discurso político es un dispositivo audiovisual, el 95% de un liderazgo es un dispositivo audiovisual, el 95 por ciento de una campaña electoral o política es un dispositivo audiovisual, el 95% por ciento de lo que puede decir una organización política es un dispositivo audiovisual. Siempre cuento esto con un poco de mala leche cuando hablo con dirigentes de IU y les digo una cosa: a los que salimos en ‘La Tuerka’ nos conocen más los militantes de vuestra organización que a vosotros, porque a vosotros no os ven» (Pablo Iglesias, en un artículo de Eduardo Muriel en La Marea, 26 de mayo de 2014). Acerca de la historia de la Tuerka es de sumo interés el trabajo de Luis Giménez “La experiencia Tuerka”, en Ana Domínguez y Luis Giménez, Claro que Podemos. De La Tuerka a la esperanza del cambio en España,  Barcelona: Los libros del lince, 2014.
(6) Fue el Partido X el que ofreció a Podemos el asesoramiento técnico y las herramientas para la participación electrónica. El Proyecto Loomio, una de las piezas fundamentales, fue creado en Nueva Zelanda por gente del Occupy local para llevar las formas de debate y de toma de decisiones más allá de las asambleas y estimular la participación. Su enfoque básico era que con un buen proceso los grupos generan mejores ideas y decisiones de mayor calidad que las personas individuales. Para ello había que trabajar online. El propósito: que intervenga más gente y que resulte más difícil que un pequeño grupo o una persona predominen. Además en la Red pueden participar varias personas a la vez sin demorarse eternamente, o sea, con resultados más rápidos. De ahí salen las asambleas estilo online: se gesta un procedimiento colaborativo en código abierto (software distribuido y desarrollado libremente). Las herramientas de las que se ha servido Podemos, además de Loomio, son reddit, como espacio de debate, Appgree (para sondeos rápidos a gran escala), agora voting system (para votaciones), TitanPad (para elaborar textos colectivos). Mediante estos instrumentos se comparten textos, propuestas, enlaces, se filtra, se redactan textos, se debate y se toman decisiones. En el caso de Podemos, el uso de este instrumento se combina con las reuniones de los círculos. Un hecho llamativo: el Proyecto Loomio fue puesto en marcha para impulsar la participación y evitar el predominio de un grupo. En el caso de Podemos, cuando se habilitan estos procedimientos existe ya un grupo hegemónico y un liderazgo personal fuerte e indiscutido, que se sirven de los procedimientos para reforzar su posición.
(7) Íñigo Errejón, en Viento Sur, nº 128, junio de 2013, escribe: «Es una obviedad señalar que entre los casos latinoamericanos y el español hay más diferencias que equivalencias, cosa que, por otra parte y aunque se suela pasar por alto, también ocurre entre cada uno de aquellos y el resto de la región. Las movilizaciones destituyentes consiguieron derrocar presidentes, forzar cambios de gabinetes y, en general, acelerar las crisis de régimen –gracias también, conviene no olvidarlo, a la descomposición parcial o disenso en el interior de algunos aparatos centrales del Estado, como las fuerzas policiales y militares–. Contribuyeron además de forma decisiva a tensionar el escenario político, erosionar las lealtades y confianzas tradicionales y fraguar una voluntad popular difusa y amplia de cambio en favor de los pobres y excluidos, vagamente definidos. Fueron así condiciones necesarias pero no suficientes para la transformación política. Las tres experiencias comparten un patrón común de articulación política populista».
(8) Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. Véase también Francisco Panizza, compilador, El populismo como espejo de la democracia, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009.
(9) Esta forma de concebir a Podemos como opción política no implica que sus miembros sean neutros o indiferentes respecto a la distinción identitaria entre izquierda y derecha. Los dirigentes y los miembros activos se identifican personalmente, de manera general, como de izquierda. «Nos acusan falsamente de no ser de izquierdas ni de derechas –ha dicho Pablo Iglesias–. No, eso no es verdad. Nosotros no hemos dicho eso. Nosotros lo que hemos dicho (…) es cómo pensamos que se puede ganar para hacer un cambio en nuestro país. […] Tenemos que respetar al pueblo español que tenemos y ese pueblo español no ha sido construido como colectividad a partir de los valores de la izquierda» (Pablo Iglesias, nuevatribuna.es, 14 de septiembre de 2014).
(10) «Probablemente los dos políticos vivos a los que más admiro son Julio Anguita y Xosé Manuel Beiras, y seguramente sin este último no sería posible Podemos. Yo trabajé en la campaña electoral de AGE en las elecciones gallegas de 2012 y me impresionó. […] Es uno de los inspiradores intelectuales de lo que nosotros hemos hecho y era capaz de ver algo que muy pocos han visto, y que si algunos están viendo ahora es por la fuerza de los votos o por la fuerza de los hechos, esto es: que las fuerzas políticas del régimen ya habían sido derrotadas socialmente, lo que quedaba era derrotarlas política y electoralmente […]. Yo no me cansé de repetir, cada vez que tuve ocasión en análisis y artículos, que lo que había ocurrido en Galicia era la señal de que las cosas eran posibles. Esa fue una campaña electoral y preelectoral de poco más de un mes y AGE se plantó con el 14% de los votos, a pesar de todas las dificultades: era la demostración de que se podían hacer cosas a nivel electoral» (Pablo Iglesias, entrevistado en el libro de Jacobo Rivero, Conversaciones con Pablo Iglesias, Madrid: Turpial, 2014, pp. 34-36).