Fadela Amara

Ni putas ni sumisas
(
Página Abierta, 155.156, enero-febrero de 2005)

El pasado 13 de diciembre se presentó en Madrid el libro Ni putas ni sumisas (escrito por Fadela Amara con la colaboración de Sylvia Zappi, traducción de Magali Martínez Solimán para Ediciones Cátedra, Madrid, 2004). El acto contó con la presencia de su autora, impulsora del movimiento del mismo nombre en Francia. Reproducimos el texto de su intervención.
 
Voy a contarles una historia, que entre otras cosas es mi vida, y que en realidad es una aventura extraordinaria de la que ha nacido el movimiento que se llama “Ni putas ni sumisas”. Y que además tiene existencia porque voluntades femeninas y masculinas han querido luchar por ello. Sus dos elementos más interesantes son, primero, que es un movimiento que nace desde abajo, desde la base, y, segundo, que tiene la pretensión de ponerse arriba, en las altas esferas.
Todo comenzó en el año 2000. Empezamos a trabajar con las mujeres porque éramos conscientes de la degradación de la condición de las mujeres en los barrios. En nuestro análisis destacamos tres parámetros que tienen una incidencia importante en la situación de las barriadas obreras, de modo especial, en la situación de las mujeres en esos barrios.
Uno de los primeros parámetros es que la República, en Francia, es incapaz de integrar a todos sus hijos. Hay que saber que la discriminación en nuestro país es muy importante.
El segundo parámetro es que en los años noventa había un paro masivo, y, precisamente, los primeros que se vieron afectados por este paro fueron los habitantes de estos barrios en situación problemática.  El cabeza de familia que está en el paro ha de ver cómo llega su hijo mayor y le usurpa la autoridad, debido a que este hijo es el que aporta económicamente a la familia, gracias a todas las formas de trapichear o traficar que pueden darse en los barrios. Y cuando este hijo mayor usurpa la autoridad del padre, lo que hace es imponer la ley del más fuerte y la ley del silencio. Si multiplicamos esta situación por muchas familias, nos encontramos con una minoría que impone, rápidamente, la ley del barrio a una serie de familias en situación difícil.
Hay un tercer parámetro –y yo creo que también aquí hay que prestar mucha atención a este problema– que es la emergencia de los islamistas. Enseguida los jóvenes empezaron a entrar en el ámbito de influencia de los radicalismos islámicos y escucharon, por lo tanto, sermones extremadamente duros sobre la condición de la mujer. Y, en consecuencia, los chicos empezaron a cambiar completamente de comportamiento hacia sus hermanas, hacia sus compañeras o sus novias. Empezaron a ponerse en funcionamiento muy rápidamente lo que se llamaba los interdictos, las prohibiciones, todas las formas, todas las herramientas de opresión: prohibido vestirse de una forma determinada, caminar por un espacio, asumir la feminidad en un barrio problemático; prohibido tener relaciones sexuales; prohibido elegir un compañero... Y no piensen que esto se limita exclusivamente a las hijas de los inmigrantes, también afecta a jóvenes francesas de pura cepa. Así que deben estar muy atentos a lo que sucede en Francia para que aquí en España puedan reaccionar ante las cosas similares que aquí tal vez ocurran en algunos barrios. No es un discurso racista, evidentemente, es un discurso responsable.

Decidimos organizarnos para reaccionar ante todo este tipo de prohibiciones, y para que se dejara de confiscar a las mujeres sus libertades más fundamentales. Nosotros decidimos reaccionar y dar una enorme patada en el hormiguero, para que saltara por los aires la ley del silencio. Así que llevamos al espacio público el debate sobre la condición femenina en el barrio. Empezamos muy pocos –sólo seis–, pero estábamos llenos de voluntad y sobre todo de determinación. Enseguida decidimos organizar acciones que llamaran la atención de la opinión pública, como una iniciativa que llamamos “Marcha de las mujeres de los barrios por la igualdad y contra el gueto”. Se necesitaron seis meses para organizar esta iniciativa.
Además, en nuestro país tuvieron lugar dos dramas que impactaron mucho a la opinión pública. Primero fue el caso de la chica que quemaron en un barrio obrero porque se negó a aceptar los cortejos de un muchacho. Y el caso de Samira Bellil –es la mujer que aparece en la portada del libro conmigo– que escribió un libro llamado Dans l’enfer des tournantes sobre las violaciones colectivas, hecho que ella sufrió personalmente.
Durante cinco semanas atravesamos toda Francia con esta Marcha, y por eso estoy hablando de una aventura humana extraordinaria, porque en las primeras etapas éramos 10 o 15, y el 8 de marzo de 2003 terminamos más de 30.000 personas marchando detrás del movimiento “Ni putas ni sumisas”. Quiero confesarles que la dificultad mayor que encontramos fue precisamente organizar a estas personas que viven en estos barrios problemáticos, porque, además de estar en una situación de opresión, hay que entender que lo que nosotras estábamos haciendo era susceptible de amenazas de muerte y de represalias. Así que seis chicas y dos chicos más viajamos por toda Francia, y discutimos con muchas personas que vinieron a vernos, y explicamos lo que ocurría en nuestros barrios, especialmente lo que se refiere a las mujeres jóvenes.
Nos llamó mucho la atención que precisamente las feministas históricas, por lo menos las más conocidas, las que se ven todos los días en la televisión, nos acusaran de demonizar los barrios y muy en particular de demonizar a los muchachos árabes. Como respuesta había que contraatacar. Yo expliqué que el feminismo, tal y como existe actualmente en nuestro país, es un feminismo de burguesas que habían abandonado los barrios y, para ilustrar lo que quería decir, declaré a la prensa –en donde se montó después un escándalo con las feministas– que el error histórico del feminismo clásico estaba en haberse concentrado en una reivindicación política, el derecho a la paridad. Aunque la paridad sea un tema muy importante, para nosotros, que teníamos un problema de supervivencia, lo de la paridad se parecía, curiosamente, a las rebajas de Hermes, una tienda de lujo.
Y esto fue una cosa que chocó bastante. Algunas comprendieron muy bien lo que queríamos decir y se unieron a nosotros, y nos ayudaron en lo que estamos haciendo ahora. Por el contrario, otras no quieren ni oír hablar del movimiento “Ni putas ni sumisas”. Porque nosotras tenemos una posición muy clara sobre el problema del velo, y las hemos acusado de racismo, porque en sus cabezas ellas piensan –por una connotación política que está detrás, por supuesto, y que está alimentada por una parte de la extrema izquierda– que, en nombre de la lucha contra el imperialismo estadounidense, frente a la derrota del bloque comunista, la alternativa actual de progreso social es el islamismo radical, lo que es una aberración en sí.
En nuestro país tenemos hombres y mujeres en puestos políticos que están convencidos de esa posición y que desarrollan manifestaciones en ese sentido, como, por ejemplo, a favor del velo. No tienen ningún problema en reunirse con activistas islamistas. Acusamos a todos los políticos de izquierda y de derecha, que en nombre de la paz social y por razones que son electoralistas, han negociado con imames que se designan a sí como tales. Por ejemplo, cuando había un problema en un barrio no trataban de reunirse con los educadores de ese barrio ni con las asociaciones civiles de ese barrio, sino que iban a buscar al imam. De esa forma nuestros políticos han sacado la religión de su espacio y la han introducido en el espacio político.

Una de las consecuencias más graves de esta situación es el gran debate que ha habido en Francia sobre los problemas de la laicidad. Los islamistas radicales pensaron –porque se lo habían alimentado los políticos– que podrían imponer esta herramienta de presión que es el velo. Pero detrás de esta herramienta de sumisión, lo que hay es un proyecto político: la separación de los sexos y una dictadura islamista.
Tuvimos mucho debate con militantes islamistas radicales. Nos explicaron muy amablemente que estábamos perdiendo el tiempo, que los políticos nos iban a traicionar, que acabar con la laicidad era cuestión de tiempo y que ellos tenían mucho. Todo esto es un poco kafkiano, es difícil de entender, pero todos los debates en los que he participado y a los que he asistido por toda Europa me llevan a decir que en toda Europa las mismas causas van a provocar los mismos efectos.
Y terminaré diciéndoles algo que me parece extremadamente importante. Me niego categóricamente a que las personas de extrema izquierda o de izquierda, lo que supuestamente se llaman las fuerzas progresistas, abandonen el progreso de las conciencias. Todas las conquistas de las feministas, incluidas las conquistas de la clase obrera, se han debido al combate, a la lucha y a la iniciativa de las fuerzas progresistas. Para mí, que soy una mujer de izquierdas, es una gran decepción, pero tenemos la suerte extraordinaria de tener con nosotros a la opinión pública, y también, y a pesar de todo lo que acabo de decir, de políticos, hombres y mujeres, que quieren defender una república laica, que quieren salvaguardar el concepto de convivencia y quieren evitar que entremos en un proceso comunitarista, como ocurre en Inglaterra, por ejemplo.

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Fadela Amara nació en Clemont-Ferrand (Francia) en el seno de una familia inmigrante magrebí. De larga implicación y trayectoria en la acción social, participó en una asociación de mujeres por el cambio intercomunitario en su ciudad natal, se implicó en el trabajo en SOS Racisme, hasta llegar a ser presidenta de la Federación de Maisons de Potes (“casas de los colegas”). Desde ahí impulsó el movimiento de Mujeres de los Barrios, que da pie al de “Ni putas ni sumisas”, eslogan de un manifiesto que catapultó a este movimiento.

(*) Ni putas ni sumisas, de Fadela Amara, con la colaboración de Sylvia Zappi, traducción de Magali Martínez Solimán para Ediciones Cátedra. Madrid, 2004, 184 páginas, 12 euros. Fue publicado en Francia en Éditions La Découverte en 2003.
(**) Ver PÁGINA ABIERTA, número 149 (junio de 2004): “Francia: les Femmes des Quartiers. Ni putas ni sumisas”; una entrevista a Fadela Amara y el Manifiesto de las Mujeres de los barrios.