Farida al-Nakash

Mujeres en Egipto
Entrevista realizada por Laura Gómez
(Página Abierta, 155-156, enero-febrero de 2005)

Viajé a Egipto como turista en agosto del año pasado, lo que significa no comprender casi nada respecto de la vida de la gente, y menos todavía en un país árabe. Tuve la suerte de poder volver en marzo de este año, conociendo El Cairo y Alejandría de una manera muy distinta, acompañada por una persona egipcia. Y tuve la oportunidad de acceder a una mujer feminista y poder comunicarme con ella, en una sociedad tan compleja. Hacer esta entrevista representó para mí una gratísima experiencia y fue posible por la ayuda de algunas personas. Quiero agradecer a Pilar Saavedra el viaje compartido, el apoyo constante de su sutil presencia; a Elisabeth Anglarill (autora de El Cairo en los zapatos), su amabilidad y generosidad al proporcionarme el contacto con algunas mujeres egipcias, entre ellas Farida al-Nakash; a Ahmed Kabel, las muchas atenciones recibidas, entre otras la de hacer de intérprete entre Farida y yo; y, por supuesto, a la propia Farida, por su tiempo, su confianza y su afectividad. A todas ellas y a él, mi gratitud por las vivencias, y por hacerme sentir una persona afortunada.
Acudimos puntualmente una mañana soleada y todavía fresca a la cita que mi anfitrión e improvisado intérprete Ahmed Kabel había acordado a petición mía con Farida al-Nakash en la sede del partido de coalición de izquierda en la oposición, Tagamu. El edificio entero alberga las distintas dependencias del partido, entre ellas los locales donde editan un periódico del mismo nombre. De Farida había leído en el libro de Elisabeth Anglarill, El Cairo en los zapatos, que es escritora y columnista, miembro del comité político de Tagamu y de una organización feminista llamada Asamblea Nacionalista y Unionista por el Progreso.
Subimos al primer piso y atravesamos un recibidor donde hay mucha gente sentada esperando. Un joven nos hace pasar a una amplia sala que está en reformas. Enseguida llega Farida, disculpándose por el estado de la sala. Nos saluda tendiéndonos la mano. Tras las presentaciones, pregunta que qué queremos tomar, y aceptamos su hospitalidad en forma de un té con menta.
Expresa en su propio nombre, en nombre del partido y en el de todas las personas con las que habló de esto, su profunda tristeza por el atentado de Madrid [ocurrido diez días antes de este encuentro], y se esfuerza en que tengamos en cuenta que sus autores son una parte muy pequeña de musulmanes y que su ideología y sus actuaciones son rechazadas por una gran parte de la población en las diferentes comunidades árabes. Hablamos de cómo fue entendido por las gentes del Estado español, de la especial atención ante posibles brotes de racismo, del rechazo tanta gente de la invasión del Gobierno de Aznar a Iraq, de nuestro rechazo a la larga ocupación y destrucción de Palestina.
Conversamos también sobre el Premio Internacional Cataluña, otorgado el año pasado a la feminista egipcia Nawal al-Saadawi, amiga suya, por la defensa de los derechos sociales y de las mujeres, en particular en el mundo árabe.
Comenta que está segura de que al terminar la entrevista seremos amigas.
– Usted es una mujer que trabaja en un partido político de izquierda, Tagamu. ¿Cómo definiría las líneas ideológicas de este partido?
– Es un partido democrático que tiene como filosofía la unidad del mundo árabe, algo que podemos conseguir por medio del contacto con la gente. Parte de esta filosofía es la generalización de la democracia, un proceso que considero que podemos alcanzar de modo paulatino. Abarca tres grandes fuerzas: la democrática y las religiosas (copta y musulmana). Trabajar en la cuestión religiosa es muy importante para la causa de las mujeres. Todas las consideraciones sobre la inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres surgen de las religiones. A partir de un estudio sobre la consideración de las mujeres en las religiones nos pusimos a trabajar para cambiar la situación de la mujer en todas ellas. Para el partido, la igualdad entre el hombre y la mujer, no sólo en el aspecto formal, sino en la vida cotidiana, es muy importante. Inicialmente, en el partido había opiniones diferentes al respecto, pero ahora es una posición unánime.
En Egipto no podemos hacer aún el trabajo que pretendemos, porque el Gobierno no es democrático, por esto el partido buscó una manera de trabajar con las mujeres, al tiempo que va demandando más parcelas de libertad al Gobierno.
Las elecciones en este país son muy complejas, pueden falsear los resultados tranquilamente. Ya lo han hecho, con dinero y con la entrada de la policía en los lugares habilitados para votar, lo cual intimida a la gente. Hoy mismo la policía está por todas partes en la calle [dos días antes de hacer esta entrevista era asesinado el cheij (1) palestino de Hamás Ahmed Yassin], porque el Gobierno tiene miedo de las manifestaciones de la gente.
Tenemos además una legislación que permite elegir como presidente el candidato de un partido sólo con el 30% del Parlamento a favor. El resto no puede hacer mucho para cambiar el presidente, por eso hay también un gran abstencionismo, porque la gente tiene la idea de que nada va a cambiar y porque sabe que los resultados se falsean [Ahmed corrobora esto, dice que él tiene 44 años y nunca fue a votar]. En la legislación egipcia existía una ley que prohibía que el presidente del Gobierno se presentara nuevamente como candidato después de dos mandatos, que son de seis años cada uno. Sadat cambió esta ley y Mubarak va camino de su quinto mandato. No hay posibilidad de hacer otra cosa. Ahora mismo se habla de que Mubarak quiere que su hijo se presente, como si fuese un rey, tiene un poder ilimitado. Así que este sistema incorrecto e injusto favorece este estado de cosas.
Como no hay democracia, las ideas de la gente están también muy bloqueadas, por eso aumenta el sistema islámico político y también los grupos islamistas armados.
La clase media en Egipto no existe prácticamente. Hay muchos estratos diferentes en la sociedad y mucho individualismo. Suben continuamente los precios, porque la libra egipcia está muy depreciada. El partido quiere que la libra egipcia tenga equivalencias monetarias con otras muchas monedas y no sólo respecto del dólar. Hemos desarrollado un programa completo sobre cómo cambiar económicamente el país. Desde 1991, el Gobierno sigue todas las indicaciones del Banco Mundial, por eso baja tanto la libra egipcia. Eso es lo que pasa en todos los países de África y Asia, que siguen las prescripciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y también lo que pasó en muchos países de América Latina, como es el reciente caso de Argentina.
Tagamu es el único partido en Egipto que ofrece espacios a las mujeres. Hay ocho áreas en el partido en las que las mujeres pueden trabajar; tiene relaciones en el ámbito internacional no sólo con el mundo árabe, sino con todo el mundo. No hablamos sólo sobre los derechos de las mujeres y la igualdad real, tratamos muchos aspectos de la vida de las mujeres desde un punto de vista político.
– ¿A qué organización feminista pertenece usted y qué tipo de trabajo hacen?
– El movimiento de mujeres parte en Egipto de finales del siglo XIX, desde 1879; desde esta fecha hay una conexión participativa de las mujeres en la sociedad y en el cambio social. Este compromiso aún existe por parte de las mujeres, hay organizaciones que tienen una fuerte conexión con asociaciones de derechos humanos.
Yo estoy al frente de una asociación llamada Unión de Mujeres Progresistas. Esta organización entiende que para cambiar la vida de las mujeres precisa de tres cosas muy importantes: un cambio legislativo, porque la mujer queda aún muy discriminada en la ley de nacionalidad, en la ley de trabajo, en la ley de matrimonio...; un cambio respecto de las libertades democráticas, cuya ausencia supone problemas para toda la población, pero, como en todo, para las mujeres de forma más acusada; y el cambio social, porque en quien más repercuten las situaciones de pobreza es también en las mujeres.
Trabajamos con muchas organizaciones, como un paraguas, y hacemos mucha incidencia en los aspectos públicos; tratamos de hacerle entender a la gente que no se trata de una lucha de mujeres contra hombres, sino contra un sistema político y social que sigue siempre al patriarcado y precisa de un cambio profundo. Porque para que ese cambio sea posible, precisamos que las mujeres sepan identificar en qué consiste esta lucha.
Trabajamos desde la base, con las mujeres más pobres. Hace cinco años hubo un conflicto entre los campesinos arrendatarios y los propietarios de tierra, que echaron a los campesinos fuera de sus propiedades. El 30% de estos campesinos eran gente muy pobre, y la mayor parte mujeres. Nuestra organización hizo un documental en el que se recoge a las mujeres saliendo de los campos. Filmamos en seis provincias diferentes. Las propias mujeres directamente afectadas sacaron algunas lecciones de este importante problema consiguiendo cambiar la ley y solucionar los problemas puntuales de la gente campesina en general en todo el país, aunque la situación de la gente campesina arrendataria sigue siendo muy difícil.
También editamos un libro sobre la situación de las trabajadoras en las fábricas textiles. Porque es en este sector donde hace mucho tiempo que trabajan mujeres, desde el siglo XIX. Pero cuando hay problemas de reconversión de empleo, a la gente trabajadora que echan primero son siempre mujeres. A estas trabajadoras se las echó de un trabajo organizado, con un horario y un salario estipulados, y se vieron trabajando a destajo, muchas veces en la calle, sin saber cuántas horas iban a trabajar ni qué salario o beneficio iban a obtener. Así que el empeoramiento de su situación laboral, la inseguridad y la reducción del nivel de ingresos es evidente para ellas. Cuando estas mujeres están en la calle es muy fácil captarlas para el islam político, con ideas como que su lugar está en la casa, supeditada a su hombre, etc., porque en este momento en que se encuentran inseguras y perdidas alguien les dirá cuál es su lugar, que no tienen más salida, que no tienen otras opciones. Por eso, desde hace cinco años pueden verse muchas más mujeres en la calle usando velo. Inmersas en el paro, en la pobreza, haciendo un trabajo que no era el suyo y con el que no se sienten gratificadas, no pueden tener una voz significativa en los partidos, en las escuelas, en las instituciones...
El islam político no sólo interviene en las mezquitas o en las escuelas, sino, claro está, en las decisiones políticas del país. Los problemas de las mujeres no lo son sólo para éstas; puesto que son nuestros problemas, son también los de la sociedad egipcia en general. Me viene ahora a la memoria que en la revolución de 1919 las mujeres egipcias sacaron el velo como muestra de su repulsa de la colonización inglesa en el país, y se manifestaron por las calles; y en esas manifestaciones mataron a muchas mujeres.
También existe un problema muy grande derivado de la riqueza del petróleo en algunos países árabes, especialmente en Arabia Saudí, principal exportador de la ideología de la inferioridad de la mujer. El empobrecimiento progresivo de la población egipcia produjo una emigración importante hacia Arabia Saudí, de donde los egipcios regresan con esta ideología que allí es la norma del país.
Los dos principales enemigos de las mujeres son el islam político y la pobreza. Siempre en el centro de este estado de cosas están las mujeres.
En el caso de Palestina, debido al conflicto con Israel, el pueblo palestino quedó aislado; dado que allí las ideas del islam político son la tendencia mayoritaria, no hay otros enfoques ideológicos y prácticos que contrasten, y dada la atención mediática sobre el conflicto, lo que internacionalmente se ve es que la política en Palestina es también la política de los países árabes. Es un problema que abarca aspectos económicos, religiosos, junto con la situación derivada del imperialismo norteamericano.
– ¿En qué se diferencia el trabajo que usted hacía antes en Tagamu del trabajo que hace ahora en esta organización de mujeres?
– En el partido era responsable de asuntos árabes, pero el trabajo con las mujeres fue elegido, voluntario, y siempre pienso que comencé muy tarde. Hace veinte años yo pensaba que si se producían cambios políticos y sociales, los cambios en las condiciones de vida de las mujeres iban a llegar muy rápidamente. Pero ahora estoy convencida de que estos cambios serían muy lentos o no llegarían de manera inmediata vinculados a los cambios políticos, precisan de un trabajo específico. Y, a lo largo de este tiempo, descubrí algo muy importante, que somos las propias mujeres quienes tenemos que trabajar a favor de ese cambio, contrastando ideas y discutiendo líneas de actuación para que se pueda operar un cambio en el plano político-social.
– ¿Cómo percibe que es recibido por las mujeres de la calle el discurso de igualdad entre mujeres y hombres defendido por usted?
– Yo veo que dentro de las mujeres mismas hay aspectos adormecidos; ellas siempre son las segundas, siempre se desviven por el hombre, por los hijos; ésta es la mujer ideal, la mujer que respeta mucho al esposo.
Hace diez años que luchamos por cambiar la ley de nacionalidad, según la cual si una egipcia se casa con un extranjero no puede dar la nacionalidad egipcia a sus hijos y también para que las egipcias puedan viajar sin el permiso de su hombre, y su derecho a pedir ellas el divorcio –menos mal que esto ya se consiguió en el año 2002–.
Hay tradiciones que hacen muy difícil el cambio, pero es un cambio posible. Casi todos los que en los años setenta negaban la posibilidad de trabajo para las mujeres, ahora piden que se nos dé, porque siempre que hay evolución en la sociedad, repercute de alguna manera en el desarrollo de las mujeres; pero esto es muy reciente. Desde el principio del patriarcado éste otorga un papel muy predominante a los hombres y no es fácil que lo suelten ahora [risas].
– Supongo que una de las primeras cosas que pidieron desde la Unión de Mujeres Progresistas es la integridad física de las niñas y de las mujeres, es decir, que no sean sometidas a mutilación genital.
– ¡Claro!, esto es una de las cosas más importantes para nosotras y por la que luchamos desde hace mucho tiempo. Llegamos hasta el ministro de Salud y se promulgó una ley específica que prohíbe la mutilación genital femenina en todas las escuelas, en todas las clínicas, para todos los médicos.
– Está prohibido..., pero sigue haciéndose. ¡Hay un 97% de casos de mutilación genital femenina en Egipto en la actualidad!
– Según la información del ministro de Salud, es del 70%, y este porcentaje está bajando.
– Con todo, el 70% es una cifra altísima, pero, ¿se fía usted de informaciones oficiales como ésta?, porque no es lo que dice ninguna de las fuentes que he consultado.
– Un grupo de mujeres acudió hace cinco años a un pueblo de gente campesina del alto Egipto [sur del país] e hicieron un acto público de información; hablaron con el alcalde, con los profesores, y llegaron a un índice del 90% en la erradicación de la práctica de mutilación genital femenina, ya que la población tuvo más confianza en este grupo de mujeres que en el propio Gobierno. Éste fue un ejemplo muy importante y está extendiéndose.
Pero aunque el cheij de Al-Azahar (2) declaró públicamente mil veces que esta práctica no tiene nada que ver con el islamismo (3), hay otros de mucho menor rango que, de modo cotidiano, le dicen a la gente que sí, que es una práctica propia de la religión musulmana y, por tanto, para la gente que viva de acuerdo con los preceptos de la religión... Forma parte de las principales ideas del islam político para controlar la sexualidad de las mujeres y degradarnos.
Pero el Gobierno, el ministro de Salud y la señora Mubarak están totalmente en contra de esta práctica. Estoy convencida de que en el mismo alto Egipto [la zona más desfavorecida del país], con el desarrollo político, económico y cultural, con la influencia de gente más moderna, es una práctica que podría verse casi erradicada en cada lugar en menos de cinco años.
– ¿Las jóvenes egipcias comienzan a hablar de otros derechos de las mujeres que tienen que ver con las libertades individuales, más que con sus libertades dentro de la familia, aunque estén relacionadas, claro está, con el código de familia? Me refiero en concreto a su derecho a no casarse, o a su derecho a no tener hijos si ellas no quieren, o a su derecho a mantener relaciones sexuales antes del matrimonio, o libremente, y con personas del mismo sexo.
[Ahmed repite en broma, fingiendo estar extrañado: “¿las jóvenes?”, como si no comprendiese bien mi pregunta, como queriendo decirme que ni siquiera los jóvenes hablan de estas cosas; por otra parte, sé que hablar de sexualidad en público resulta algo difícil para la clase media egipcia, aunque sea en un contexto formal como éste. Además, es el único hombre entre tres mujeres. Pasa una mano por su frente con gesto de asumir un esfuerzo, y Farida comprende que es una pregunta que a él le da cierta vergüenza formular, las tres reímos a carcajadas].
– Algunas jóvenes de nivel social muy alto comienzan a hablar tímidamente con su madre, con su padre, de alguna de estas cuestiones. Pero en realidad serían casos tan poco representativos, que podemos decir que en Egipto no, todavía no.
Claro que existen relaciones lesbianas y relaciones gays, pero aún no pueden hablar de esto en sus casas, sobre esto hay un silencio absoluto. Recuerdo el caso de las detenciones de 54 hombres gays, en el año 2001, en una redada hecha en una discoteca flotante, el barco Queen Boat. Los llevaron detenidos y los retuvieron varios días presos y los procesaron, pese a que los tuvieron que soltar porque no había nada ilegal que imputarles. Lógicamente, incidentes como éste no favorecen un mayor ámbito de libertad.
Me despide con un abrazo, quiere mantener el contacto y yo le prometo volver a Egipto así que pasen los quince años que ella dice que precisan para ver un cambio profundo en la vida de las mujeres. Ahmed comenta: «¡¿Vas a tardar tanto tiempo?!», y Farida añade: «Nuestro próximo encuentro, cuando vengas, quiero que sea en mi casa, y que conozcas a mi familia, a mis hijas e hijos, a mis nietas...».
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1) Líder espiritual, jeque o imán.
(2) Institución reconocida secularmente como autoridad en asuntos islámicos. Ésta no sólo es un gran centro de formación en fundamentos religiosos, una especie de facultad, sino también un órgano consultivo de jurisprudencia. Hoy en día cuenta con la competencia de muchos otros grupos religiosos, islamistas, grupos sociales y predicadores de corbata que hablan en dialecto egipcio para conectar con la gente. Con todo, controla 100.000 de las 130.000 mezquitas existentes en Egipto en la actualidad (datos extraídos de El Cairo en los zapatos: Retrato de una sociedad en el país del Nilo, de Elisabeth Anglarill, Barcelona, Flor del Viento, 2003).
(3) Prueba de esto es que también se practica la mutilación genital femenina en las comunidades egipcias coptas.