Fernando Fernández-Llebrez
El suelo de la izquierda se mueve. Podemos,
las elecciones y más allá

(3 de julio de 2014 (*)

Con estas palabras no se pretende hacer un comentario de las elecciones europeas en su conjunto. Más bien, se procura hablar de lo ocurrido en estas elecciones europeas en relación con la izquierda y en concreto ante el “fenómeno” Podemos, la gran novedad de las mismas. Del mismo modo, tómense estas palabras de modo tentativo -debido al poco tiempo transcurrido- y con la intención de contribuir al pertinente debate político desde un punto de vista constructivo.

De este modo, se pueden distinguir tres asuntos que, aunque están relacionados entre sí, apelan a cuestiones que igual conviene diferenciar a la hora de llevar a cabo dicho análisis.

a.- Podemos y los resultados electorales

En términos generales considero que se debe hacer una valoración positiva de lo ocurrido en las elecciones europeas del 25 de mayo. Se produce cierto castigo al PP, mayor aún al PSOE (1), con el cierto desgaste del bipartidismo que esto supone (no llegan ambas fuerzas al 50%). Además, IU aumenta sus resultados y se ha producido la entrada en la escena política de Podemos. Si sumamos los votos de la izquierda electoral, incluyendo al PSOE, vemos que la suma de escaños y votos de PSOE, IU, Podemos y Primavera verde, obtiene una amplia mayoría. Y si sumamos los escaños de IU, Podemos y Primavera verde (12 en total), se aprecia que se quedan a dos escaños del PSOE (14 escaños) (2).

Es cierto que en este desgaste del bipartidismo no solo ha influido la izquierda. El voto a UPyD y a Ciudadanos, por un lado, y el voto a ERC en Cataluña, también ha contribuido a esa caída, siendo preciso recordar dos aspectos más: que ERC gana a CiU en porcentaje de votos y la caída del PSE, del PSC y del PP tanto en Cataluña como en el País Vasco, lo que deja, en general, un panorama novedoso (3).

En todo este movimiento dentro de la izquierda se puede decir que Podemos ha tenido bastante incidencia (4). El suelo de la izquierda en términos electorales se mueve abriéndose nuevas posibilidades, nuevas inquietudes, que eran necesarias ante tanda sordidez; cuestión que considero bastante positiva.

Si nos centramos en Podemos y en su dimensión electoral, parece obvio que, como iniciativa electoral, ha sido un acierto. El “meneo” no es pequeño, sobre todo por lo acostumbrados que estábamos a cierta quietud dentro del panorama electoral. Es verdad que todo esto ocurre en unas elecciones europeas y que las extrapolaciones son peligrosas y engañosas. Pero más allá de su repercusión en otros tipos de comicios (cosa que habrá que concretar, pues algo se va a mover, la cuestión es cuánto) (5), el movimiento en estas elecciones es indudable.

En cuanto al perfil del votante de Podemos (6), un reciente estudio del CIS lo resume en lo siguiente: mayoritariamente masculino; antiguo votante de IU y, más aún, del PSOE y con un alto porcentaje de nuevos votantes (y también algo de antiguo abstencionista); de carácter urbano y con una media de estudios considerable; con un porcentaje de voto mayoritario entre las personas de mediana edad, aunque con un porcentaje también alto entre la población joven (pero menor); y ubicado ideológicamente en la izquierda (3.7, siendo 0 extrema izquierda y 10 extrema derecha), más cercano a la autoubicación ideológica de IU que a la del votante del PSOE (7).

Todo ello indica que el patio de la izquierda se desplaza, quedando por ver si lo hace a partir de un voto que puede ser complementario (8) o de suma cero. Este menester es de interés para la cuestión de la “unidad” (electoral) de la izquierda, pues hay fuerzas y argumentos para un fortalecimiento de la misma, pero también para no juntarse por los recelos de una parte de sus respectivos electorados (y activistas) y porque no siempre uno más uno son dos o tres, sino que puede ser “uno y medio”. Es muy probable que, para saber en qué acaba esta cuestión, sea fundamental ver qué hace el PCE (9): si este no mueve ficha y sigue pretendiendo ser la “reina de taifas”, pues seguramente ocurrirá una cosa, pero si se mueve y “levanta el pie del acelerador” en su pretensión hegemónica, puede que se abran nuevas perspectivas. Y todo parece indicar que ciertos movimientos tiene que realizar, como de hecho algo ya está haciendo con las primarias. La cuestión será ver la profundidad y la dirección de los cambios. En cualquier caso, la entrada en la escena político-electoral de Podemos está afectando a gran parte de la izquierda política y social alimentando cambios que eran difíciles de prever tan solo hace unos meses (10).

b.- Podemos como experimento político

En este apartado destacaré tres cuestiones que analizaré de forma separada aunque, bien es cierto, que están interrelacionadas.

b.1.- En cuanto a sus inicios:

Según la información de la que disponemos, Podemos nace como una iniciativa ciudadana lanzada por Izquierda Anticapitalista (IA) con el propósito de participar en las elecciones europeas. En sus inicios el peso de IA era alto, pero como bien señala Víctor Alonso (11), también desde el comienzo ese grupo no estaba solo. El denominado “grupo de Somosaguas”  también forma parte de los promotores (12). En esa alianza singular la figura que va a terminar aunando las distintas sensibilidades interna y externamente será Pablo Iglesias (13). Esta “alianza” ha tenido sus más y sus menos a lo largo del proceso de constitución de Podemos. Sí estaban de acuerdo en legalizarse como partido -o en un formato similar que les permitiera acudir a los comicios- y en presentarse a las elecciones, pero no lo estuvieron en cómo confeccionar las listas. De ese proceso hay un doble resultado. Por un lado, IA pierde el peso que tenía en su seno, aunque deja algunos candidatos “colocados” en las listas europeas, cobrando protagonismo el “grupo de Somosaguas” y, por otro lado, la expansión de Podemos por la red hace que los controles sean más difusos, lo que a su vez refuerza la posición de Pablo Iglesias y genera ciertos debates democráticos en su funcionamiento interno. Pero es preciso reconocer que, después de todo, salen airosos y reforzados como iniciativa electoral y de cara a la ciudadanía.

El hecho que media en todo este proceso es la apuesta clara de Podemos por unas primarias abiertas, experiencia muy bien acogida en la red y que termina funcionando satisfactoriamente (podía haber salido mal). Y no tanto por el resultado, pues era casi seguro que ganaba y por clara mayoría, como así fue, Pablo Iglesias, sino por la percepción en las redes sociales de una auténtica participación social que ofrecía un “modelo” diferente a los de los partidos tradicionales, incluidos los más cercanos ideológicamente como son IU y el PSOE. Del mismo modo, en todo este proceso la configuración del programa electoral también se hizo por este proceder lo que le dio aun más legitimidad a la dimensión participacionista de  la iniciativa.

b.2.- En cuanto a su funcionamiento:

A parte de las correlaciones de fuerzas que se van dando dentro de Podemos, en todo este proceso se pueden destacar dos cuestiones, a mi entender, relevantes para el funcionamiento de Podemos y que tienen que ver también con parte de su éxito.

La primera es el excelente uso de las redes sociales y su capacidad para llegar a rincones nada fáciles de acceder sin medio de comunicación alguno que lo respalde (14), permitiéndoles conectar con sectores sociales amplios y heterogéneos. En esto, su acuerdo con el Partido X (15), que les facilitó la forma de trabajo en las redes sociales, ha sido uno de los éxitos de Podemos, siendo preciso reconocer la generosidad con la que las personas del Partido X actuaron facilitando su forma de trabajar en la red. Los movimientos en facebook y twitter de Podemos han sido un ejemplo de como moverse en ese mundo, algo que IU, Equo y PSOE deberían de aprender y tomar buena nota. ¿Significa esto, no obstante, que solo con la red se explica su éxito? Pues obviamente no, de lo contrario el Partido X hubiera seguido sus pasos y no ha sido así. Su buena presencia en la red la han combinado con cierto discurso (sobre el que me detengo más adelante) (16), con determinadas propuestas, con personas conocidas y con un “pateo” de la calle también grande, combinando una campaña electoral novedosa en la red con la habitual de mítines y actos públicos. Es esta combinación la que les permite conectar con sectores sociales heterogéneos, transversales y amplios; tan amplios que han obtenido más de un millón doscientos mil votos.

La segunda es el funcionamiento real de Podemos durante la campaña. Es verdad que se crearon los círculos, espacios para la participación social, pero también lo es que realmente la campaña la han hecho lo que se conoce como el “equipo de campaña” (17), trabajando a partir de datos sociológicos y politológicos (18). Ha sido fundamentalmente este grupo (junto a personas que voluntariamente le han dedicado un buen tiempo a todo ello, claro está) el que realmente ha hecho la campaña, ha determinado los mítines, sus contenidos, sus ponentes, a donde ir... llevando a cabo una campaña exitosa y muy bien elaborada. Desde este punto de vista, pese a la imagen de asamblearismo mostrada al conjunto de la ciudadanía o en las redes sociales, el funcionamiento ha sido poco asambleario. En esto han tenido una idea clara y efectiva -probablemente producto de su experiencia en anteriores actividades- y se han puesto a llevarla a cabo dando pocas concesiones a la “espontaneidad”. Hablamos de una iniciativa en la que hay participación en la confección de las listas, del programa y en la emergencia de los círculos, pero en la que quienes han marcado una línea clara de trabajo no ha sido el conjunto, sino ese grupo específico. En este sentido, se puede decir que ha sido, o es, una experiencia con ciertas contradicciones, aunque profundamente eficaz.

En resumidas cuentas, hablamos de una experiencia que, siendo un partido desde el punto de vista legal, y funcionando como tal -o similar- hacia fuera (propaganda electoral, mítines...) su funcionamiento interno no corresponde al de un partido tradicional, actuando más como una “agrupación electoral” o un “comité de campaña” (19). Como señalaba el propio Iñigo Errejón, jefe de campaña de Podemos: “Podemos ha nacido corriendo y en campaña electoral. Como les sucede a otros partidos, durante el tiempo de campaña, hay un comité de campaña que toma las decisiones. Ahora se abre un periodo en el que hay que estructurar la participación y las tomas de decisiones” (20).

En todo esto hay dos cuestiones que parecen quedar claras: i) que el efecto de las primarias a la hora de elegir el candidato ha sido demoledor de cara al funcionamiento de ciertos aspectos de los partidos políticos, siendo muy probable que termine siendo copiado, aun con matices (sobre todo en la izquierda); ii) que ese funcionamiento sirve para una campaña electoral, pero no está claro que sea así para la vida diaria de un “partido político”, aun en el caso, como pretende Podemos, de ser un partido-movimiento político-social. De ahí lo indicado por el propio Pablo Iglesias, en su rueda de prensa tras las elecciones, en el sentido de que se van a dar de plazo hasta otoño para ver como reconfigurar todo ello convocando una “asamblea fundacional” (21). No es pregunta insignificante la de ver qué pasará a partir de ahora cuando tengan que ser un “partido” (o el nombre formal que adopten) no sólo por fuera, sino también por dentro, ya que cuando se tengan que dotar de estructuras habrá que ver cómo son capaces de abordar ciertos asuntos espinosos (jerarquías...). En este asunto, bajo mi punto de vista, Podemos se juega bastante (22).

b.3.- En cuanto a su
discurso (23):

Es obvio -y positivo- que han sido capaces de conectar con sectores sociales progresistas y juveniles, planteando toda una serie de items claros, entre los que destaca el tema de la corrupción (24). Es verdad que en general el lenguaje político, y más en unas elecciones, tiene una tendencia a la simplificación que se da en este caso, pero también en los demás partidos. Aquí se podrían realizar algunas críticas, pero que no serían específicas a Podemos, sino a la dinámica característica de la política y su “costumbre”, sobre todo en tiempo electoral, a la simplificación. No niego que, en ciertos momentos y contextos, es muy difícil eludir completamente esta cuestión, pues al dirigirse a un población muy heterogénea se requiere de un lenguaje sencillo y claro. Esto suele ser algo habitual en el lenguaje político y no es muy problemático siempre y cuando no se abuse de este asunto y se sea consciente de sus limitaciones reales. No me detengo en ello porque son muchas las cuestiones a comentar, aunque algo relacionado con esto señalaré al final del texto.

Tampoco es negativo -más bien al contrario- que se hayan centrado en propuestas concretas. Esto es positivo, siendo, además, deudor de cómo se ha configurado el programa y de uno de los mejores aspectos del “Movimiento de los indignados” o 15M (25), aunque pueden encontrarse ciertas contradicciones entre propuestas tan diversas que igual hubiera convenido atender o limar. El problema, tal vez, esté en que hubiera sido deseable que las propuestas concretas fueran realmente concretas, algo que no está del todo claro. Ejemplo de esto fueron las respuestas evasivas de Pablo Iglesias sobre la renta básica en la entrevista que le hizo Ana Pastor (26). También considero positivas toda una serie de críticas como la política europea de corte neoliberal, la pérdida de peso de la política frente a la economía y el intervencionismo de otros Estados sobre nuestra vida democrática, la esclerosis democrática de una parte del sistema político, la deshumanización de ciertas políticas, el gobernar para los intereses de unos pocos...

Pero, pese a todo esto, lo que más destaca en el caso de Podemos son algunas cuestiones que han tenido mucho peso en su discurso político y de las que destacaré tres que, seguidamente, nos conducirán a un cuarto elemento (27). Estos tres primeros elementos, distintos entre sí, están cortados por un mismo patrón que podríamos denominar como un proceso de sinécdoque (confusión de la parte con el todo).

En primer lugar, está la famosa “casta”. No niego la eficacia popular y mediática de dicha palabra (basta con mirar la prensa y hablar con la gente para ello). Ni tampoco que dicha palabra permita señalar determinados problemas en relación con el proceso de transición y el comportamiento de cierta élite política (y económica) en España (y fuera de ella). Como tampoco niego la larga tradición que esta palabra tiene en las ciencias sociales, y dentro de ella en la Ciencia Política; un uso que va desde el que Gaetano Mosca le da al hablar de clase o casta política y su teoría de la “circulación de la élites”, pasando por el uso habitual que se hace de dicha palabra para hablar de la realidad India, o el que le da la feminista liberal Susan M. Okin para referirse a la discriminación que sufren las mujeres, o el más contemporáneo de la relación entre la casta económica y la élite política (tomada del caso italiano) -que es el que, al parecer, Podemos le da-, entre otros usos que se le puede dar a la expresión “casta”. Y todo ello sin olvidar el sentido castizo de dicha palabra y americanista de la misma.

Pero aun reconociendo esto, conviene señalar su carácter simplificador de la realidad económica y, sobre todo, política. Es simplificador tanto en cuanto hace una analogía general entre distintas experiencias sociales, políticas, culturales, económicas que convendría demostrar más que enunciar, para comprobar su adecuación. Pero aun así, parece simplificador en otro sentido más relevante al confundir al conjunto de las personas que se dedican a la política en muchos ámbitos de la misma (representantes y dirigentes políticos, líderes de partidos...) con una parte de la misma, pues parece obvio que ante esa realidad política tan heterogénea hay de todo. De este modo, se confunde de forma consciente lo que es el conjunto de los representantes políticos en su sentido más amplio, incluido la diversidad que caracteriza a la élite política, con una parte de la misma que sí puede ser “casta”. Una sinécdoque que, curiosamente, tiene más peso en su discurso a la hora de hablar de la política que de la economía, lo cual es llamativo, pues la élite económica es menos plural que la política y con una legitimidad bien diferente. De hecho, cuando hablan de la economía su punto de partida es establecer la diferencia entre los empresarios-emprendedores de verdad, valorados positivamente -cosa que no critico- frente a los especuladores, que se cuestionan -cosa que tampoco critico. Sin embargo, cuando remiten a los políticos no parten de ahí, sino que se da el brochazo gordo con la denominación de “casta” (28). Es cierto, que cuando les preguntan, lo matizan, pero la forma en la que se define la “casta” política da por hecho dicha sinécdoque, requiriendo de una explicación ad hoc (hasta el punto de que mucha gente -del mundo de la política o los medios de comunicación- no saben si se les incluye o no en tal categoría, salvo algunos casos muy claros) (29).

Estimo que este proceso de sinécdoque, de confusión de la parte con el todo, es problemático. En mi opinión, hubiera sido más interesante plantear la cuestión de otra manera: señalar que hay representantes políticos y élite política y que la “casta” es una forma de comportamiento específico en su seno. Es decir, acercarse a la "casta" no como una condición de la política actual insertada en las instituciones democráticas, de tal modo que la define y caracteriza, sino más bien como un comportamiento amplio que afecta ya a demasiados sectores y personajes políticos y que conforma cierta “cultura directiva", desvirtuando a la democracia, pero que no queda necesariamente identificada con el conjunto del sistema político. Pudiera ser que la forma que acabo de plantear de aproximarse a la “casta” no se identifique con dicha palabra; y sobretodo que esta manera de abordar el asunto igual no hubiera sido tan eficaz políticamente hablando, pero considero que seguramente sea más certera y veraz.

En segundo lugar, está la crisis de régimen ¿Realmente estamos ante tal crisis? Todo depende de lo que signifique la palabra “régimen”. Si hablamos de crisis de la democracia, que afecta a España y al modelo europeo, mi respuesta es sí. Pero la palabra “régimen” tiene un significado muy concreto, no idéntico a lo anterior, en el que conviene detenerse un poco. El uso habitual que hacen de la palabra “régimen” viene delimitado por un doble propósito. Por un lado, el vocablo “régimen”, sin más adjetivo, es utilizado en clara alusión e identificación con la idea de “antiguo régimen” que, en el caso español, remite al franquismo. Hay una deliberada intención, a este respecto, de identificar la actual democracia española con referencias del pasado no democráticas o pseudodemocráticas. Por otro lado, está la interpretación que Juan Carlos Monedero, entre otros, hace de la transición que la identifica con un régimen político confeccionado y diseñado por una élite de tipo posfranquista y dudosamente democrática (30). Es por ello que se matiza la expresión general de régimen con la expresión de "régimen del 78". Al mezclar esta interpretación de la historia -creando un relato propio- con un uso general y popular de la palabra régimen y sus significados más comunes en nuestra memoria, se produce, bajo mi punto de vista, una “fusión” cuanto menos singular.

¿Qué hay de verdad en todo ello? En mi opinión esta interpretación de la transición es sesgada, confundiendo de nuevo lo que pasó en una parte de la misma con el conjunto del proceso, así como con el resultado final. Al final de ese proceso y durante lo que se conoce como el de “consolidación democrática”, España se convierte en un país democrático que, con una baja calidad de la misma, es homologable -en términos generales- a los países democráticos de nuestro en torno. No hace falta irse a autores del “régimen” para reconocer esta equivalencia entre nuestro sistema político y las democracias de nuestro entorno. Un autor nada sospechoso, y que además le pone muchas limitaciones al proceso de la transición, como Marcos Criado de Diego, señala que “en términos generales se ha logrado consolidar una democracia de partidos y un funcionamiento institucional equiparable al de otros países de nuestro entorno” (31). Y es que a la hora de hablar de nuestra actual democracia conviene no olvidar que esta es más que el “régimen del 78”. Y lo es, entre otros asuntos, por los ciudadanos y ciudadanas (desde asociaciones, movimientos sociales y el campo político institucional) que lucharon en la transición consiguiendo no pocas cosas (en relación a lo que se tenía) y por quienes han seguido actuando y consiguiendo muchas otras hasta desbordar una parte no pequeña de lo que la élite posfranquista tenía en la cabeza (un ejemplo muy notorio es la lucha que se hizo desde la Asociación contra la Tortura contra el GAL).

Por tanto, nos convendría como demócratas reconocer dichos avances y de paso no caer en cierto “historicismo” teórico donde el presente se ve como una sobredeterminación del pasado (el cual, además, es descrito en singular). Los avances y cambios en estos 40 años son significativos. Los ejemplos son muchos: en igualdad, sexualidad, derechos sociales... (32) Estos cambios son incompletos e insuficientes, habiendo carencias y retrocesos (los de los últimos años son espeluznantes) (33). Una democracia no es solo lo que la originó, ni siquiera es solo su marco constitucional (34). Siendo todo ello importante, también lo es su posterior desarrollo legal y político, así como la sociedad civil que está ahí reivindicando y saliendo a la calle exigiendo sus derechos y consiguiendo algunos de ellos (35). Por tanto, si queremos tener una visión un poco más amplia de lo que es una democracia convendría reconocer cierta complejidad en la misma y no solo limitarla al momento “constituyente”.  Por ello considero que no usar la palabra democracia para calificar a nuestro sistema político es un proceso de sinécdoque teórica e histórica (36), producto más de la eficacia en el discurso político que de una mirada atenta a la realidad. Además, ¿por qué no centrarse en las insuficiencias de lo que hay para cambiar esa realidad más allá de donde venga?

Que haya problemas para denominar sin más como “régimen” (o “régimen del 78”) a nuestro sistema político no significa que nuestra democracia, ni nuestra transición, sean “blancas” e impolutas, ni que haya que dar por válido el “mito de la transición” porque sí existen determinados problemas y no pocas limitaciones. En este sentido, son ciertas cuestiones como: i) Que nuestra transición tuvo carencias provenientes de la persistencia de ciertos elementos franquistas y autoritarios. Y señalarlos como tales es necesario y positivo (37); ii) Que el modelo concreto, no sólo constitucional, sino también político, de la transición en relación al bipartidismo, hiper presencia de partidos, falta de representatividad, “conchabeos” políticos, político-económicos e incluso político-sindicales...  y otros asuntos que no cito para no extenderme, se está agotando también lo es, a mi modesto entender. Que hay fallos claros y notorios (la corrupción es su máxima expresión) que requieren de ciertos cambios -y en algunos casos no menores- del marco institucional y político puesto que, además, han pasado ya demasiados años y que la gente joven no se siente identificada, también es algo adecuado de decir y de señalar (y que eso requiere de “nuevos acuerdos” y de ciertos cambios institucionales como una seria reforma constitucional, también, aunque no solo) (38); iii)  Que la transición se explica mejor por un contexto determinado donde había las fuerzas que había y el pasado del que se venía y que esto está cambiando (lo que puede afectar al debate sobre la Jefatura del Estado) (39), también es algo que hay que decir; y iv) Que la visión idílica y mítica de la transición es algo que ya no se sostiene también lo es (40). Pero ¿significa todo esto que necesitamos cambiar una visión mítica de la transición -de corte “buenista”- por su mito inverso -de corte “antibuenista”? ¿O lo que necesitamos es más y mejor pensamiento crítico que huya de ambas mitificaciones?

Que sea verdad que el modelo concreto sobre el que ha venido pilotando nuestra democracia esté parcialmente agotado (digo parcialmente porque, por poner un ejemplo, el reconocimiento constitucional de los derechos y deberes deberán ser, en todo caso, ampliados, pero no están agotados), y que se necesitan de nuevos acuerdos, no significa que el “régimen político”, es decir, el sistema político en su conjunto, en toda su variedad, diversidad y complejidad, esté muerto. No está claro que haya que partir de cero, que es la sensación que trasmiten expresiones como “crisis de régimen” y -su contrapunto- “proceso constituyente”, en sus sentidos estrictos.

De nuevo, pudiera ser que la crisis de ciertos aspectos democráticos -y no baladíes- se confunda con una crisis generalizada y completa (proceso de sinécdoque del que he hablado). Que haya ciertos o grandes déficit democráticos, no significa que no vivamos en una democracia (de baja calidad). Y que necesitamos transformarla, ampliarla y radicalizarla también es verdad. ¿Pero desde un nuevo mito fundacional? Dejo esta pregunta en el aire ya que lleva a la cuestión del “proceso constituyente”, aspecto sobre el que me detendré más adelante.

En tercer lugar, hay un recurrente, y sin más matización, uso de la palabra pueblo en el discurso de Podemos (en detrimento de la palabra ciudadanía). De nuevo, todo depende del sentido de la palabra pueblo. Si esta se contrapone al de ciudad, no hay debate. O si remite al conjunto de la ciudadanía o habitantes de un lugar (pueblo como las personas que viven en España), tampoco tiene problema. Pero este no es el caso.

En su sentido teórico, en dicho planteamiento discursivo, el vocablo pueblo representa, a la vez, dos cosas contradictorias entre sí. Por un lado, identifica a la totalidad y, por otro y al mismo tiempo, a la parte del pueblo (el pueblo llano), que se contrapone de forma “natural” a la “casta”. Este doble uso vuelve a ser confuso ya que se mezclan dos realidades diferentes. Al identificar lo segundo con lo primero ocurre que una parte del pueblo termina representando a la totalidad del mismo y en su extremo excluyendo a aquellos que no forman parte del sentido restringido (pueblo llano) (41). Esta confusión no parece ser casual, siendo deudora de cierta concepción “populista” (42) que define al pueblo como una “totalidad imposible” que, por ser tal, siempre es una parte que habla en nombre del todo. Esta confusión es problemática porque no reconoce la pluralidad que constituye el conjunto de la población de un territorio y que no queda representada en esta palabra pueblo, requiriendo de la totalidad social o cuanto menos política (el derecho de sufragio universal) para su real reconocimiento. En este sentido, dicha aproximación es no pluralista, pudiéndose ver cierto paralelismo con algunas concepciones nacionalistas al uso (pueblo vasco, pueblo catalán... cuando mencionan a una parte pretendiendo representar a la totalidad) (43).

No es extraño que esta deriva quede relacionada con la expresión pueblo. Esta palabra tiene una dimensión intrínseca de carácter “unitarista” que hace de la “unidad” algo “supremo” e inquebrantable siendo muy complicado, casi imposible, la desagregación entre sus partes (siendo lo común siempre algo más que la suma de las partes). Pueblo remite a una “argamasa”, un entramado, que establece ciertos vínculos (históricos, tradicionales....) que van más allá de la libre unión de voluntades particulares. ¿Es casual que, por ejemplo, sea imposible determinar la palabra referida a sus miembros desde el vocablo pueblo? Por su parte, la palabra ciudadanía -aun también con ciertos problemas- no remite necesariamente a dicha “argamasa”. Expresa una identidad colectiva, e incluso si se quiere tiene cierta dimensión comunitaria (en el sentido de comunidad cívica) (44), pero esta se puede desagregar de tal modo que se reconozcan sus partes internas, sus individualidades (vgr: ciudadanos y ciudadanas). La idea de la ciudadanía sí es plenamente compatible con la de los derechos individuales (DDHH), mientras que la de pueblo se lleva mal.

Si a las dos cuestiones señaladas le sumamos la dimensión mítica que también tiene el vocablo pueblo (“el pueblo unido jamás será vencido”), nos encontramos de nuevo con cierta “melange” en su discurso teórico. La mezcla de estos tres rasgos en la categoría pueblo (confundir el todo con las partes, su imposible desagregación individual y su evocadora dimensión mítica) hace que esta categoría sea problemática desde el punto de vista democrático radical. Que la categoría pueblo sea útil, políticamente hablando, puede ser cierto (a los hechos nos remitimos). Y que a veces sea necesario su uso en ciertos contextos (45), también. Pero del mismo modo lo es que expresa cierto déficit democrático en comparación con un deseable mayor uso de la palabra ciudadanía, la cual también puede recoger mucha de su expresividad y evocación, instalándose, desde mi punto de vista, dentro de una tradición democrático radical que permite complejizar y abordar mejor y más satisfactoriamente asuntos como la pluralidad, la relación con las élites (46), los derechos humanos (individuales)...

Todos estos planteamientos, aglutinados en torno a un problema de sinécdoque, terminan confluyendo en una idea que también tiene presencia en el discurso de Podemos, aunque no solo en él (47). Me refiero a la categoría de “proceso constituyente”. La idea de “casta” -como mal generalizado; la de crisis de “régimen del 78” -como catarsis moral; y la reivindicación del pueblo -como genuina idea del bien público, actúan como piezas de un mecano que al juntarlas nos lleva a una especie de “solución final” (una “solución de soluciones”) con capacidad para resolver todos los males de nuestra sociedad. La creencia (vieja donde las haya dentro de la izquierda marxista -o posmarxista, o...) (48), de que hay una “solución clave” para todos los problemas (que históricamente ha estado encarnada en la idea de revolución) es la que ahora se expresa con la propuesta cuasi-mágica de “proceso constituyente”.

La dimensión transformadora de un “proceso constituyente” no me parece inadecuada. El debate no está ahí, bajo mi punto de vista. La cuestión es la función casi mágica que adopta, y no tanto como “punto final”, sino como mito fundacional. El problema es que ya sea como “final” o como “comienzo” la idea que la sustenta es la misma. Esto ya ocurrió con expresiones similares o idénticas a esta. Esa es la función trascendental que cumple la de “asamblea constituyente” en las revoluciones liberales, incluida la francesa; o por irnos a experimentos más cercanos es la identificación entre “proceso constituyente” y "revolución bolivariana". En todos estos, se identifica dicha expresión con "la" solución de los males proyectándose como mito fundacional genuino, reproduciendo cierto mecanicismo a la hora de solucionar los problemas políticos y creyendo que tenemos la palanca con la que se mueve todo el entramado y en la cual el bien es imposible si no transita por dicho camino. Es su relación unicausal con el cambio político lo que relaciona a “lo final” con “lo inicial”. Es el ejemplo típico de que ya tenemos las respuestas adecuadas y solo nos queda ponerlas en acción. No es casual que uno de los textos de referencia en toda esta concepción sobre el “proceso constituyente” acabe con una última reflexión, a modo de síntesis global del texto, señalando  que ya “tenemos las vías para hacerlo real. Solamente tenemos que ponernos a ello” (49).

No niego que haya personas que hablen del “proceso constituyente” y no le den esta trascendencia, desplegando una mirada más abierta. Pero aún así requiere de la evocación de dicha palabra (lo constituyente) para su uso (50). No estoy diciendo que cuando haya “mitos fundacionales históricos” (por ejemplo, los “padres fundadores” en USA) haya que negarlos, pero de ahí a que sea condición necesaria para la existencia de democracias de calidad va un abismo (51). ¿Cuál es el mito fundacional de las holandas, finlandias, suecias, italias (u otras) democráticas? La historia democrática de estos u otros países es mucho más compleja y encaja mal en la del mito fundacional. Es posible transitar a democracias de calidad sin necesidad de toda esa construcción mítica a la que elude dicha expresión. No siempre el “grito más alto” es lo que permite hacer una política más transformadora (52).

Es cierto que en esta concepción del “proceso constituyente” la violencia política ha quedado relegada y deslegitimada en dicho propósito (53). Pero hay una idea base que sigue siendo similar: la creencia de que tenemos una “solución” capaz de arreglar, de una vez por todas, todos los males sociales existentes si juntamos bien las piezas y las “ordenamos adecuadamente”. El problema es que tal “solución final” no existe. Es una quimera. Y cuando parece cobrar vida, entonces, es peligrosa pues tiene la “maliciosa virtud” de expresarse de forma autoritaria -y eso más allá de las buenas intenciones de sus promotores. Ya es hora, a mi modesto entender, que la izquierda democrática abandone dicha idea y entienda la complejidad y apertura democrática de los cambios sociales y políticos (institucional, social, cultural,...).

Si unimos la ambivalencia de vocablos como “régimen” o “casta” con la no menos ambivalente idea de pueblo y la dimensión trascendental del “proceso constituyente” apreciamos que todo ello encaja bien con una alta presencia de elementos emotivos en su discurso. La apelación a lo emocional está hecha conscientemente. Pablo Iglesias hizo mención al papel  relevante de las emociones en la política en una de sus primeras intervenciones (54).  Se hace de lo emocional uno de sus vectores principales a la hora de acercarse al quehacer político. En este sentido, que no en el que le da la filosofía moral, se puede hablar de un fuerte emotivismo en su planteamiento.

Esta cuestión de Podemos contrasta con lo planteado, por ejemplo, por Equo que ha hecho una campaña apelando a argumentos más serenos y sosegados. Este contraste no es pequeño y está en sintonía con el planteamiento de los verdes europeos. De este contraste se pueden señalar dos consideraciones. La primera, que no es necesariamente obligatorio tener un discurso emotivista para actuar en la arena política (institucional) de masas. De lo contrario, Primavera verde no habría obtenido ese escaño que tanto le ha costado. Y la segunda, que siendo cierto lo anterior, también lo es que su eficacia en la arena político- institucional es mucho menor. Seguramente en la diferencia de votos entre Equo y Podemos, con planteamientos políticos muy similares, han influido otros factores (entre otros la floja campaña electoral que Equo ha hecho y su escaso trabajo en las redes). Pero entre estos factores diferenciales no hay que desconsiderar este aspecto relativo a tocar, o no tocar, la tecla de la sensibilidad y de las emociones (55).

A partir de ahí surgen varias preguntas no solo para el caso de Podemos o Equo (tomo Equo como ejemplo, sin más pretensión), sino para cuestiones generales sobre la relación entre las emociones y la “política de masas”. ¿Es posible hacer una eficaz “política de masas” sin tocar esa fibra sensible, ese lado emocional de los seres humanos? Y en el caso de que se piense de que tal envite es imposible, siendo necesaria cierta dimensión emocional, emotiva, en el lenguaje político de masas: ¿qué grado de la misma es tolerable y/o deseable? ¿cómo se combina todo ello con la rigurosidad en los argumentos y las propuestas? Como digo, responder a estas cuestiones no solo sirve para analizar a Podemos, sino para una reflexión más general sobre la política dirigida al gran público (a un gran número de votantes).
Un sentido similar ocurre con las redes sociales que, por su propio formato, se llevan mejor con mensajes concretos, cortos, claros, simples, sencillos y que también tienen cierta tendencia a la emotividad (imágenes, frases grandilocuentes, instantaneidad...): ¿cuánto de esto hace que la forma de relacionarse con las personas que se mueven en las redes conlleve cierto emotivismo y un argumentario breve? ¿es posible combinarlo con otras cuestiones? ¿es inevitable? ¿hasta cuanto es inevitable y hasta cuanto es razonable? ¿justifica esto la mala campaña de Equo o IU o PSOE en las redes? (56). De nuevo estas cuestiones no tienen que ver solo con lo hecho por Podemos, afectando a muchas otras formaciones políticas. En definitiva, ¿cuáles son las posibilidades y límites de ciertos lenguajes tan específicos como es el de la política dirigida a grandes sectores de la población, las redes sociales o los medios masivos de comunicación? ¿cómo afecta todo ello a la democracia?

c.- Podemos como fenómeno social

En este apartado no me refiero ya a los propios discursos de Podemos ni a su funcionamiento real, sino a su impacto y su relación con la sociedad civil. Es en este asunto donde se encuentra su rostro más positivo, aunque podamos detectar algunas contradicciones. Por ejemplo, Podemos es un “partido” o “formación política”, pero también pretende ser un movimiento social (57). Estas combinaciones, si no se afinan bien, suelen ser muy problemáticas, perdiendo normalmente la sociedad civil en favor de la política (institucional). En este apartado, el aspecto más significativo a destacar es su relación con el 15M. Detengámonos brevemente en ello.

Es cierto que en cuanto a su gran movilización electoral, la realidad de Podemos es plural y sus apoyos vienen de distintos lados. Pero, a falta de mejores datos que lo que vemos por la prensa y en la redes, hay bastantes indicios para pensar que Podemos recoge una buena parte de las inquietudes y propuestas del 15M. Y lo hace en tres sentidos complementarios, aunque no en uno muy típico de dicho movimiento: la crítica a los liderazgos dentro del 15M. En este punto, pudiera ser que se hace una análisis critico de la experiencia pasada (58); o bien que se reconoce que son dos campos distintos (uno el de la sociedad civil y otro el de la política, donde la propia transparencia hace inevitable ponerle rostros a la política); o bien que se acepta como un “mal menor” (eficacia: esto es así...); o bien un bandazo sin más por falta de reflexión; o... Nos faltan datos para ir más allá en esto, aunque tal vez no venga mal hacer una modesta y personal reflexión: pasar del extremo de “no a cualquier liderazgo” al de un fuerte liderazgo es, cuanto menos, un poco brusco. No me extiendo más en ello porque es un asunto bastante señalado que, como tal, puede generar algunos problemas (59).

Más allá de la cuestión del liderazgo, los tres sentidos complementarios a los que me refiero son los siguientes.

Un primer sentido remite a que Podemos acoge gran parte de las propuestas u objetivos que, mal que bien, pululaban por el mundo y entorno del 15M: crítica al bipartidismo, denuncia de pérdida de derechos, crítica a la corrupción... No siempre es una réplica exacta, pero el olor es similar.

Un segundo sentido apela a su funcionamiento, haciendo de la red una forma de participación importante y desplegando mecanismos participativos en su seno (más allá de su completa realidad), aunando, además, en esto tanto a las personas que vienen de ciertos grupos altamente ideologizados como a sectores sociales más amplios. Símbolo de este funcionamiento son: i) los círculos, que recuerdan a las “asambleas” (aunque esto, tras los resultados electorales, puede que cambie con el aluvión de personas que se está sumando); y ii) las redes sociales, que recuerda a algunos aspectos de DrY (Democracia Real Ya). En cualquier caso, ambas cuestiones tendrán que concretarse en el funcionamiento futuro de Podemos.

Un tercer sentido es que Podemos recoge en el espacio político institucional una de las aportaciones más positivas y relevantes de la experiencia del 15M. Es significativa, en un contexto proclive a salidas “derechosas” y similares, la capacidad que tuvo dicha experiencia para encauzar la indignación por la izquierda o, si se prefiere, para ser más exactos: pidiendo más democracia y no recortando derechos (civiles, políticos, sociales). Y en esto, Podemos, bebe del 15M.

Ahora bien, ¿significa todo esto que Podemos es la representación del 15M? No lo creo. Hay ciertas fisuras ya señaladas (movimiento social vs política, liderazgos, pluralidad política y electoral -de gente del 15M que ha votado a IU, Equo, incluso UPyD, además de a Podemos...) (60) que hacen que no sea así. La relación entre Podemos y 15M es más adecuado abordarla de manera contraria a la habitual: no es que Podemos represente al 15M, sino más bien que sin el 15M, Podemos no hubiera existido (61).

Podemos lo que sí ha permitido y posibilitado es devolver cierta ilusión a unas personas que estaban desanimadas, desilusionadas, quemadas,... Y eso no es poco. Y ha ilusionado incluso a no votantes de Podemos (desde IU hasta Equo, pasando por otras formaciones políticas... y activando también en concreto a estos dos partidos desde un punto de vista social y reivindicativo), y también a personas ajenas a ese mundo social del 15M, de la izquierda tradicional... (62). Desde este punto de vista, esto es lo mejor de Podemos: lo que ha sido capaz de remover e ilusionar a su alrededor, en torno suya y de otros grupos e iniciativas cercanas a la misma (y más entre la gente joven). En esto, el “fenómeno social Podemos” trasciende al “partido Podemos” abriéndose espacios de participación social a los que habrá que estar atentos. 

Por tanto, y ya para concluir, considero que la iniciativa Podemos tiene aspectos muy interesantes, aportando bastantes facetas positivas al panorama político actual. Pero también estimo que, para un pensamiento crítico riguroso y democrático, es necesario señalar algunas de sus limitaciones y problemas, sobre todo en el terreno doctrinal (63). Y todo ello reconociendo, además, lo bueno que tiene tanto la actual ilusión generada como las movilizaciones que la acompañan; movilizaciones en las que me parece positivo y necesario participar.
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(*) Fernando Fernández-Llebrez es profesor de Teoría Política de la Universidad de Granada.
(1) Ni qué decir tiene que hubiera preferido una mayor caída del PP. Pero la parálisis y desubicación del PSOE está siendo tan notoria que como no reaccionen en serio...
(2) Ver http://elecciones.mir.es/resultados2014/99PE/DPE99999TO.html
(3) Ídem.
(4) No obstante, es un movimiento que no ha afectado solo a la izquierda.
(5) Ya hay varias encuestas a este menester. Ver http://www.eldiario.es/politica/Podemos-tercera-fuerza-politica-pais_0_26877365.html y http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/podemos-sondeo-gesop-escanos-congreso-3294073
(6) El “perfil” del votante no tiene por qué coincidir con quienes participan activamente en Podemos. De esto no tenemos datos por lo que hay que esperar para contrastar ambas realidades.
(7) Ver encuesta de El País (http://elpais.com/elpais/2014/05/31/media/1401571468_769193.html). En la cuestión de la edad sería deseable ver los datos de la distribución del voto de la población juvenil entre los partidos para ver su peso relativo.
(8) Esta es la tesis que defiende Alberto Garzón en su artículo “El momento de la audacia política” (http://www.lamarea.com/2014/05/31/el-momento-de-la-audacia-politica/).
(9) Y digo el PCE y no IU, pues la clave dentro de esta la tiene dicho partido. No obstante, también hay que ver lo que termine haciendo el PSOE y las intenciones por parte de Podemos de hacer coalición de gobierno -o como se concrete- con este o no.
(10) Algunos ejemplos de esto son las dimisiones de Alfredo Pérez Rubalcaba o la de Willy Meyer (distintas entre sí), el “singular” Congreso del PSOE, la reactivación de algunos elementos en el discurso de IU (República, proceso constituyente...)... Y no solo en la izquierda, sino también, por ejemplo, en la abdicación de Juan Carlos de Borbón. Es cierto que en todo esto no solo ha influido Podemos (habiendo más razones que los expliquen y en algunos casos de forma más determinante), pero también lo es que algún tipo de influencia ha tenido. A falta de mejores datos sobre estas cuestiones, sí se puede decir que los resultados del 25M han sido una especie de “terremoto”. Y eso que solo han sido unas europeas...
(11) Ver Víctor Alonso: http://www.eldiario.es/zonacritica/Podemos-final-hicieron-sonar_6_264283579.html
(12) También había otras personas como amigos de unos y de otros (por ejemplo,  Luis Alegre, que va a ser quién “pilote” el proceso “preasamblea” de otoño).
(13) Ex-militante del PCE, que tuvo relación con IA en las anteriores elecciones, que participó en el Foro Cívico y que es amigo y compañero de trabajo de Juan Carlos Monedero, Ariel Jerez... Para un recorrido también por la formación de Podemos véase el texto de Juan Luís Sánchez http://www.eldiario.es/politica/Historia-volcan_0_274723402.html.
(14) El boicot de los grandes medios de comunicación tradicionales hasta el mismo día de las elecciones fue notorio salvo la presencia de Pablo Iglesias en algunas tertulias televisivas. Caso aparte son otros medios de la red como sobre todo Público.es
(15) Ver http://www.publico.es/politica/499800/el-partido-x-cede-su-metodo-de-participacion-ciudadana-a-la-iniciativa-podemos
(16) Para una referencia a la categoría discurso, véase  Ernesto Laclau, “Discursos”, en G. Robert and Ph. Pettit (de.), The Blackwell Companion to Contemporary Political Thought, The Australian National university, Philosophy program, 1993 (Traducción de Daniel Saur). Para una perspectiva más amplia, ver del mismo autor su libro La razón populista, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2005.
(17) Conformado por el propio Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero... y en el que Íñigo Errejón ha tenido un significativo protagonismo. Para ver la composición exacta del equipo de campaña ver http://podemos.info/equipo-podemos/
(18) En este sentido las aportaciones de Ariel Jerez han sido relevantes. Ver  http://www.eldiario.es/zonacritica/Podemos-final-hicieron-sonar_6_264283579.html
(19) Visto desde fuera podría decirse que recuerda a las campañas americanas.
(20) Ver: http://www.eldiario.es/politica/Inigo-Errejon-Podemos-entenderse-formaciones_0_264574476.html
(21) Para lo cual se ha configurado un "equipo de trabajo" que “pilote” dicha asamblea fundacional (Ver http://www.eldiario.es/politica/Podemos-elegira-equipo-preparara-asamblea_0_267723688.html). El sistema para su confección ha sido el siguiente: una propuesta de una lista cerrada de 25 personas, con un cabeza de lista, a presentar y confeccionar en el plazo de 10 días máximo, que propone el propio Pablo Iglesias, siendo factible que los miembros de los círculos puedan presentar la suya, y que se votará por la ciudadanía. Finalmente hubo dos listas y la victoria fue para la encabezada por Pablo Iglesias y Luis Alegre. Probablemente tal decisión sea políticamente atinada tanto en cuanto se  requiere de cierta unidad para configurar un equipo de trabajo. No obstante, su novedad ya es menor. Es novedoso que la lista sea votada por la ciudadanía, así como el lenguaje utilizado (no hablan de dirección, ni comités, sino de equipo de trabajo. Para ver la relevancia de la cuestión del uso del lenguaje conviene leer el libro sobre este asunto de Juan Carlos Monedero, El gobierno de las palabras, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2011 Del mismo modo, para la importancia de los “significantes” en todo esto, véase la presentación de Olga Rodríguez del Cuaderno nº 6 de eldiario.es. Ver http://www.eldiario.es/revistas/Presentacion-Cuadernos_0_276473271.html ). Sin embargo, en lo demás, novedoso -lo que se dice novedoso- no lo es. Todo esto ha generado un debate sobre el funcionamiento interno futuro de Podemos que habrá que seguir con atención.
(22) Esta cuestión organizativa, así como el juego de “alianzas” político-electorales son los dos grandes retos de futuro a los que se tiene que enfrentar esta iniciativa. Debido a que son asuntos prolijos y  que todavía es pronto para decir mucho más sobre esto, habiendo más preguntas que respuestas, dejo ambas cuestiones para otro momento.
(23) Utilizo discurso en el sentido de Laclau (ver nota 16). Esta es la palabra que mejor se adecua a lo planteado por los propios promotores de Podemos. Mejor que el vocablo ideología. Esto no significa que no haya cleavages ideológicos en Podemos, que los tienen (por ejemplo, véase la entrevista a Pablo Iglesias donde habla de sus referencias que son claramente de izquierdas. Ver http://www.eldiario.es/politica/Pablo-Iglesias-poder-izquierda-gente_0_274022987.html). Pero, al mismo tiempo, de forma explícita han querido romper con estos desdibujando el gran item de las ideologías como es el eje derechas e izquierdas (ver de Juan Carlos Monedero http://www.comiendotierra.es/2014/05/07/mas-alla-de-la-izquierda-y-la-derecha/ ) y hablando de superación de las viejas ideologías (su lenguaje, de hecho, se distancia de ello) y apelando a cuestiones transversales como el patriotismo, arriba y abajo, crisis de régimen,... y, sobre todo, a la corrupción.
(24) En esto lo de las “puertas giratorias” ha sido todo un acierto y tener como referencia en este punto a Carlos Jiménez Villajero también. Para la directiva Villarejo, véase: http://podemos.info/programa/.
(25) En esto en concreto, tal vez, sea mejor y más específico decir “deudor” de algunas cosas de DrY (Democracia Real Ya), en cuyo programa hay partes similares.
(26) Ver http://www.lasexta.com/programas/el-objetivo/noticias/pablo-iglesias-%E2%80%9Cno-sobra-gente-que-venga-trabajar-sobra-casta-corruptos%E2%80%9D_2014060100123.html
(27) Que sean característicos de Podemos no significa que todos ellos solo se encuentren en dicha iniciativa. Aspectos como la crítica a la transición o la opción por un “proceso constituyente” son items también postulados por otras formaciones políticas de izquierda. Podemos sí le ha dado cierta unidad y sobre todo -mal que le pese a alguien- los ha situado de manera significativa en el escenario político electoral.
(28) Incluso podría decirse que aunque se circunscriba al PP y al PSOE, también es una exageración en sí misma.
(29) Para algunas matizaciones realizadas por el propio Pablo Iglesias en relación con este asunto ver http://www.eldiario.es/andalucia/Iglesias-Podemos-Susana-Diaz-muchisimos_0_269473618.html
(30) Ver Juan Carlos Monedero, La transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española, Catarata, Madrid, 2011.
(31) Marco Criado de Diego, “El proceso constituyente español de 1977-78: un marco político insuficiente en la actualidad”, en Antonio de Cabo y otros, Por una asamblea constituyente, Sequitur, Madrid, 2012, p. 53. Otro debate es si nuestro marco actual es suficiente o no y cual es el grado de cambio que precisa. En esto, sí que Criado también es claro cuando a continuación de lo dicho señala que “no parece que este logro sea una condición suficiente para encarar los problemas actuales sin importantes fisuras sociales”. Ibidem.
(32) Por ejemplo, ¿se puede comparar la significación política del ejército durante la transición con la que tiene hoy?
(33) En este sentido, es verdad que la quiebra de ciertos acuerdos políticos, y legales, que sostenían al modelo democrático de la posguerra (que es en el que se inserta la experiencia española), la han producido las propias élites y dirigentes políticos. El ejemplo por antonomasia es la reforma del artículo 135 de la CE. Pero también están, de forma paradigmática aunque no exclusiva, el desmantelamiento de los derechos sociales.
(34) Que, por cierto, no es tan distinto del de nuestro entorno, siendo manifiestamente mejorable como diré a continuación. ¿O acaso los alegatos hechos desde Podemos u otras formaciones políticas de izquierda o de personalidades como Julio Anguita sobre el “cúmplase” la Constitución son referencias vacías a un texto innombrable? Estoy convencido de que no es así.
(35) De hecho, por ejemplo, sin cierto cambio generacional que demanda una mayor democratización ¿serían concebibles determinadas reivindicaciones sociales y políticas? ¿Cuál es la relación entre esos cambios en los valores cívicos y el éxito de Podemos? Analizar todo ello sería de sumo interés.
(36) Para algunas personas cercanas a este mundo esta deficiencia afecta a casi todas las democracias europeas.  Por ejemplo, según Carlos Fernández Liria “La Ilustración no es un patrimonio europeo. En cierto sentido es verdad que lo que hemos llamado el paquete de la Ilustración no es fácil de entender sin la Revolución francesa. Pero, en otro sentido, Europa ha sido más bien la gran profanadora de la Ilustración. Ha sido Europa la que ha pisoteado todos y cada uno de los principios de la Ilustración. [...] En Europa, la Ilustración no es más que una monumental mentira, una farsa, una estafa retórica. Por eso, precisamente, Luis Alegre y yo escribimos Comprender Venezuela, pensar la Democracia, con la convicción de que la revolución bolivariana podía ser la verdadera oportunidad para el proyecto político de la Ilustración. Europa derrotó la Ilustración” (Ver Fernández Liria y Luis Alegre:  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=176869). Y en otro texto indica que “lo que no es de recibo es llamar Estado de Derecho a este modelo “europeo” en el que se respeta el resultado electoral siempre que ganen las elecciones los que, de todos modos, ya tienen de antemano el poder económico. Esto de que llamemos democracia y orden constitucional a un paréntesis entre dos golpes de Estado, en el que se está seguro de que no se va a atentar contra los intereses económicos del capital, es una tomadura de pelo” (Ver Fernández Liria y Luís alegre: http://rebelion.org/noticia.php?id=176127). En estas palabras se mezclan hechos históricos reales (errores cometidos por países europeos) con el proyecto general de la ilustración europea -en toda sus variantes. Este “antieuropeismo” (en su sentido general) contrasta con una defensa general de ciertos valores ilustrados y con el hecho de que es en la experiencia bolivariana donde realmente se piensa que están encarnados los principios democráticos y la Ilustración. Un antieuropeismo, por cierto, que no supone una defensa del indigenismo sin más.
(37) Un ejemplo notorio de esto es la lamentable manera de abordar la memoria histórica.
(38) ¿Son acaso, por poner dos ejemplos, el problema de la falta de democracia en los partidos o el desmantelamiento de la sanidad pública problemas constitucionales? ¿Haría falta una reforma constitucional para considerar la institución de la revocación o, por el contrario, no sería necesario tal reforma pudiéndose hacer ya si se considera oportuno? Y dentro del debate constitucional: ¿de dónde tiene que venir el impulso: de los dirigentes actuales o de otras fuerzas políticas y sociales? ¿Son incompatibles plenamente ambas cuestiones? O esos nuevos consensos o acuerdos: ¿tendrían que cerrar el debate político? ¿Hasta dónde, hasta cuándo? Como vemos son muchas las preguntas que hay, aun reconociendo la necesidad, oportunidad y relevancia de un cambio.
(39) Y en mi opinión debería. De ahí lo oportuno de la exigencia de un referéndum para que la ciudadanía elija la forma de estado que prefiera, si república o monarquía.
(40) Para una sucinta reflexión sobre la transición, ver Eugenio del Río, “Una mirada sobre la transición”, Página Abierta, 232, mayo 2014.
(41) Es cierto que este uso viene de las expresiones populus y plebs y que se utilizaba de forma indistinta en la época de la primera modernidad, allá por el renacimiento y época cercana a esta, incluso antes (Roma) y después (revoluciones liberales norteamericana y francesa, por poner dos ejemplos). Negar la fuerza de esta categoría para todo ello es irrisorio dentro de la historia de la teoría política. Por tanto, ese no es el problema.
(42) Utilizo la expresión “populista” en el sentido que le da Laclau en su libro La razón populista. Para verlo más detenidamente merece la pena leer el conjunto de este libro, pero especialmente el capítulo 4 (pp. 91-161). Que me centre en Laclau no significa que solo le afecte a este. Hay autores más clásicos y tradicionales como Gramsci que también tendrían cierto eco en todo este razonar. Esta idea “populista -de izquierdas-” está presente en varios experimentos políticos latinoamericanos, aun con todas sus variaciones y matices.  No es extraño que algunos de los promotores califiquen a experiencias cercanas a Podemos como tales (ver http://www.publico.es/publico-tv/program/59/video/193656/la-tuerka---lunes,-26-de-mayo. Últimos 3.30m). En cualquier caso, el uso que hacemos aquí de la palabra “populismo” no es sinónimo de otros más comunes como los referidos al “populismo a lo Berlusconi” o a la extrema derecha, que son usados contra Podemos para descalificarlo y que no se ajustan a dicha realidad. Y que precisamente sean el PP o UPyD quienes les hagan dicha crítica es directamente de risa.
(43) Conviene advertir que esta concepción encaja a la perfección con el reiterado uso por parte de algunos líderes de Podemos de la idea de patriota y patriotismo como elemento identitario de Podemos, aunque es verdad que conforme avanzaba la campaña dicha cuestión patriótica fue perdiendo peso. Esto no quita para reconocer que la categoría pueblo, como toda categoría política, expresa cierto conflicto que es preciso señalar. Pero la cuestión está en si dicha palabra es la más adecuada para ello.
(44) El concepto ciudadanía es un concepto en disputa, no lo niego, pudiendo ofrecer muchas versiones. Aquí lo estoy ubicando en la tradición democrático radical (Thomas Paine, Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, John Stuart Mill, John Dewey...) como espacio de inclusión y participación, aun sabiendo de sus limitaciones.
(45) Por ejemplo, en los casos en los que se quiera contraponer y defender a la “gente normal y corriente” frente a las élites. No obstante, no sería de obligada necesidad el uso de la palabra pueblo pudiendo ser sustituido por expresiones como la de “personas normales y corrientes”.
(46) En la idea de pueblo parece como si lo de las élites fuera un sinsentido en sí mismo, siendo posible vivir sin ellas. En la de ciudadanía se reconocen ciertas asimetrías que conforman la vida en común que deben ser controladas, reducidas y contenidas.
(47) Sobre todo de manera destacada en IU.
(48) De clara raigambre roussoniana.
(49) Ver “Conclusión. Una salida democrática a la crisis” en A. de Cabo: Por una asamblea constituyente. p 152.
(50) Lo mismo ocurre con la expresión de Toni Negri de poder constituyente. Para una crítica a este, véase Fdez-Llebrez, “Pensamiento trágico y ciudadanía compleja: crítica a la razón omnipotente”, Foro Interno, nº 1, Madrid, 2001.
(51) ¿Acaso no supone eso cambiar un mito por otro? ¿Es necesario?
(52) ¿Es necesario avalar la tesis “fundacional” para plantear profundos y serios cambios democratizadores en nuestro actual modelo político? No lo creo. ¿Por qué no pensar los cambios sociales y políticos democráticos y democratizadores como un campo de posibilidades abiertos que nos lleva a nuevas posibilidades y así sucesivamente, sin la necesidad de que haya un telos predefinido que lo constriña o lo delimite? Para el concepto de democratización, véase Charles Tilly, Democracia, Akal, 2010, Madrid.
(53) Lo cual supone un avance, claro está. Por cierto, los intentos, por parte de algunos sectores políticos, de identificar Podemos y ETA no solo son difamaciones, sino que apuntan en un sentido equivocado.
(54) En http://www.eldiario.es/politica/Debate-Iglesias-Garzon-unidad-izquierda-instrumentos_0_226077401.html. Parte final, en el coloquio.
(55) Utilizo la palabra emoción en un sentido general y común.
(56) A esto último la respuesta me parece clara en el sentido de que esa deficitaria campaña se debe más al desconocimiento del medio y sus posibilidades que a las preguntas formuladas arriba.
(57) Ver https://www.youtube.com/watch?v=kmvxPXo5Tw8. (entrevista a Juan Carlos Monedero). Sobre el minuto 11.
(58) Esta es la reflexión que hace Monedero en el vídeo anteriormente citado (ver nota supra).
(59) Este asunto, como casi todos los tratados en este texto, requerirían de una mayor profundización. De manera muy sucinta he de decir que el que haya líderes en una formación política me parece algo normal. Y que hay diferentes formas de liderazgos también. El problema se da cuando ese liderazgo es muy personalista y no hay resortes institucionales que controlen sus posibles excesos. En este sentido, la estructura formal de la que se dote la respectiva organización será una buena manera de contrarrestar estos peligros.
(60) Para una reflexión similar sobre esta cuestión véase el texto citado de Sánchez en http://www.eldiario.es/politica/Historia-volcan_0_274723402.html
(61) En un sentido similar se expresó Íñigo Errejón en una entrevista en El Mundo (Ver: http://www.elmundo.es/espana/2014/05/26/53833e00e2704e530f8b4579.html).
(62) Según decía la noticia de El País en relación con las personas que participaron en la reunión del circulo de Podemos de Valencia tras las elecciones, en esta había personas que habían votado en las elecciones europeas a UPyD y que se metían en Podemos y que ahora les votaría y no lo haría a UPyD. Ver http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/06/01/valencia/1401649569_762530.html
(63) No obstante, como puede deducirse de lo expuesto en estas páginas, si se hiciera un “balance general” gana efectivamente lo positivo.