Francisco Castejón

La cumbre de Bali sobre cambio climático.
Una crónica urgente

(Página Abierta, 188-189, enero-febrero de 2008)

            Tras la presentación de los capítulos del 4º Informe del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático), elaborados por los grupos de especialistas que se dedican a cada uno de los temas, se ha celebrado en Bali (Indonesia), entre los días 10 y 16 de diciembre, la COP13 (Conferencia de las Partes), para abordar el problema del cambio climático (1). En esta cumbre se pretendían elaborar las líneas maestras para el nuevo acuerdo que debe terminarse en 2009. Este acuerdo establecería los compromisos de reducciones de gases de efecto invernadero tras el año 2012, en que acaban los compromisos del Protocolo de Kioto. Las líneas maestras deberían incluir un calendario y una estructura sólida de la negociación, así como unos objetivos claros de reducciones. El establecimiento de estos últimos en forma de porcentajes debería ser clave para las futuras negociaciones.
            Empieza a ser ya un tópico que el juicio que se hace sobre estas reuniones internacionales destinadas a resolver los grandes problemas a los que se enfrenta nuestro mundo es ambivalente: se producen avances, aunque son insuficientes. Éste es justamente el caso, en líneas generales, de la cumbre de Bali sobre cambio climático (2). Hemos vivido algunos avances, pero el resultado final es insuficiente, puesto que no se acaban de fijar cifras concretas de reducciones de gases de efecto invernadero y no se han establecido compromisos más allá del Protocolo de Kioto. Ni siquiera se ha conseguido que EE UU o Australia ratifiquen el acuerdo.
            Por si esto fuera poco, todavía hubo que asistir a los intentos para desprestigiar los trabajos del IPCC y poner en cuestión que el clima esté cambiando y que el origen de estos cambios sea antropogénico. Fue, fundamentalmente, Arabia Saudí el país que se empleó a fondo en esta tarea. Mariano Rajoy y su primo tienen, como se ve, potentes aliados.
            ¿Dónde están, pues, los avances? La UE sigue siendo el principal agente mundial que presiona para que se produzca la reducción de emisiones y se asuman compromisos concretos en esa dirección. Bien es verdad que en la UE se producen cumplimientos diversos del Protocolo de Kioto, y hay países como Francia, Suecia o Alemania que cumplen, y otros como España y Finlandia que están muy lejos aún de cumplir esos objetivos. Si bien en el caso de España hay que reconocer que en 2006 se consiguieron reducir las emisiones en un 4% por primera vez desde 1990, el año de referencia.
            Como se verá a continuación, la posición de la UE fue clave en los avances que se observaron en Bali.

El papel de EE UU y de la UE


            Como de costumbre, hubo un grupo de países que desempeñó un papel obstruccionista. El líder de este grupo fue EE UU. Y le siguieron Japón, que además lamentaba que la energía nuclear no estuviera entre los mecanismos de desarrollo limpio (3), y Canadá.
            La UE propuso una horquilla de reducciones que iba del 25% al 40% de las emisiones para 2020. Con estas reducciones se pretende evitar que la temperatura media de la Tierra supere los 2,4 grados centígrados. Según los expertos del IPCC, por encima de esta temperatura existen posibilidades de que se produzcan graves alteraciones climáticas irreversibles. EE UU se resistió siempre a asumir compromiso alguno o a dar por válidas esas cifras.
            La UE desempeñó un papel muy llamativo para capitanear una presión fortísima contra las posturas inflexibles de EE UU. La delegación de la ONU se sumó gustosa a esta presión. El resultado fue menor del esperado, se supone que en bien de la búsqueda del acuerdo. Aunque la delegación estadounidense no aceptaba las cifras, finalmente sí admitió que su país participe en las siguientes rondas de negociación. Esto significa que EE UU podría aparecer en los acuerdos post-Kioto con compromisos de reducción de emisiones. Tanto la delegación de la ONU como la europea valoraron que era mejor tener un acuerdo un tanto descafeinado que salir de Bali sin ninguna resolución. El resultado final es que las cifras aportadas por la UE aparecen sólo en un pie de página y a modo indicativo.

El papel de los países emergentes y de los pobres


            En estos momentos, China es el país del mundo que más emisiones de gases de efecto invernadero produce en números absolutos. Obviamente, las emisiones por habitante de China están todavía muy por debajo de las de EE UU, Canadá o de los otros países ricos, por lo que su parte de responsabilidad en la presente situación es mucho menor. Sin embargo, las emisiones de los llamados países emergentes como China, India, Brasil o Indonesia no se pueden ignorar en el cómputo global. Sobre todo porque el crecimiento económico de estos países, al cual tienen derecho indiscutible, está siendo rapidísimo (China crece en torno al 10% anual) y se basa en las mismas tecnologías contaminantes en que se basó el de los países industrializados. Dado que estos países emitían muchos menos gases de efecto invernadero que los países industrializados, quedaron excluidos del Protocolo de Kioto, por lo que no tenían compromiso alguno de reducción de emisiones.
            En la cumbre de Bali, por primera vez, se ha producido un compromiso por parte de estos países de que limitarán de forma voluntaria y bajo supervisión de la ONU sus emisiones de gases de efecto invernadero. La contrapartida que este grupo de países obtiene de los más industrializados es la de que éstos les suministren ayudas y tecnología. Es obvio que si se pretende que los países menos industrializados se desarrollen sin contaminar, la obligación del que posee las tecnologías para que se produzca tal tipo de desarrollo es cederlas.
            Aunque no figuren cifras concretas en el acuerdo, sin duda supone un paso adelante que se tenga en cuenta a estos países en las negociaciones futuras.
            El proceso para alcanzar este compromiso fue tremendamente complejo y, al igual que en la posición final de EE UU, la UE representó un papel clave. La delegación europea llegó a poner sobre la mesa, según denunciaron algunas delegaciones de países pobres, las sanciones económicas, si bien este extremo no pudo ser contrastado.
            Un tema que dejó descontentas a las delegaciones de los países más pobres fue el de las compensaciones para evitar la deforestación. Se establecen compromisos para respetar los bosques y selvas y se afirma que el respeto de estos compromisos conllevará compensaciones económicas; sin embargo, éstas no se fijan, dejándolas a la buena voluntad de los Gobiernos. Un elemento más del acuerdo en que las cifras estuvieron ausentes.

Una opinión final


            Lo sucedido en Bali es una escenificación de las dificultades para atacar este grave y complejo problema. Si bien es difícil hacer predicciones exactas sobre el alcance y consecuencias del calentamiento global, debido a la imperfección de los modelos climáticos, los informes del IPCC muestran, dentro del mejor conocimiento científico disponible, que el cambio climático ya ha comenzado y está causado por las actividades humanas con una probabilidad del 95%.
            Las teorías negacionistas del cambio climático deberían estar basadas en sólidas evidencias científicas, capaces de contrarrestar la enorme cantidad de evidencias en sentido contrario. Las meras opiniones son insuficientes para sembrar la duda.
            La UE está desempeñando un papel de liderazgo en este tema, lo cual resulta gratificante para su población. En esta cumbre, por primera vez, se han usado fuertes medidas de presión diplomática sobre EE UU, lo que es un precedente que quizá abra una nueva época. Fue una pena que la delegación europea no llegara hasta el fondo para intentar que en el acuerdo final aparecieran compromisos concretos en forma de porcentajes de reducción. La misma actitud sirvió para que los países emergentes, cuyas emisiones están aumentando fuertemente, entren en las negociaciones de acuerdos futuros. Las negociaciones que se producirán para establecer acuerdos post-Kioto no serán sencillas pero incluirán a los principales actores. La diversidad de intereses y situaciones es tan grande en el mundo, que los acuerdos  post-Kioto prometen ser tremendamente difíciles.
            Las encuestas de opinión sobre temas ambientales muestran que éstos son una importante preocupación de las poblaciones de muchos países europeos. Por ejemplo, las investigaciones del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señalan que, en España, la población está dispuesta a realizar ciertos sacrificios para combatir el cambio climático. El creciente papel de las opiniones públicas en este mundo globalizado pudiera abrir un punto de esperanza hacia la construcción de formas de producción y consumo más respetuosas con el medio.
            Para que los acuerdos post-Kioto sean posibles, la UE debería predicar con el ejemplo y, como primera medida, cumplir con las cifras de reducciones de Kioto. Pero, además, debería hacerlo mediante políticas locales de reducción de emisiones, sin compensar los aumentos de emisiones propios con mecanismos de desarrollo limpio. De esta forma se desarrollarían tecnologías y se reajustarían las economías para afrontar el desafío del cambio climático.
Un elemento clave sobre el que se actúa poco es el del transporte, que supone la cuarta parte de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, y que no está contemplado en los Planes Nacionales de Asignación (4). Sería también necesario aplicar medidas que tendieran a fomentar el uso del transporte público y a reducir las necesidades de transporte. Estas últimas serían variadas e implicarían aspectos tan importantes como el diseño de las ciudades y la ordenación del territorio. Las medidas de fiscalidad para favorecer el uso de coches más ecológicos y eficientes son claramente insuficientes y podrían generar en los usuarios la falsa ilusión de que al conducir su coche ecológico están siendo respetuosos con el medio.

            Quiero dar las gracias a Pablo Cotarelo, miembro de Ecologistas en Acción destacado en la cumbre de Bali, quien ha enviado puntualmente información sobre lo que allí acontecía que ha sido básica para la elaboración de este texto. Las notas enviadas por Pablo se pueden consultar en http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article9878.

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(1) Los informes del IPCC se pueden consultar en la página web de esta entidad: http://www.ipcc.ch.
(2) Los documentos aprobados en la cumbre de Bali están disponibles en http://unfccc.int/meetings/cop_13/items/4049.php.
(3) Los mecanismos de desarrollo limpio, contemplados en el Protocolo de Kioto, permiten compensar aumentos de emisiones de gases de efecto invernadero mediante la reforestación de terceros países o la construcción de instalaciones energéticas o industriales no contaminantes en países pobres. Si estos mecanismos no fueran suficientes para compensar el aumento de emisiones, los países que superen los límites fijados en Kioto están obligados a comprar derechos de emisión en los mercados. Hasta ahora, el Gobierno español ha comprado derechos de emisión que ha otorgado gratuitamente a las industrias y productores de electricidad españoles. Estos últimos se verán obligados a devolver la friolera de 2.100 millones de euros por cargar el precio de estos derechos sobre las tarifas de los consumidores desde el año 2005.
(4) Los Planes Nacionales de Asignación (PNA) son el principal instrumento de que disponen los Gobiernos firmantes de Kioto para limitar las emisiones de gases de efectos invernadero de las instalaciones de sus países. En los PNA se asignan las cantidades de gases de efecto invernadero que cada instalación puede emitir. Si una instalación emitiera más de lo fijado en los PNA, debería comprar sus derechos de emisión en el mercado internacional.