Francisco Castejón

La seguridad nuclear, en entredicho
(Página Abierta, 193, junio de 2008)

            Recientemente se han producido unos graves sucesos en las centrales nucleares españolas que ponen de manifiesto que la industria nuclear no se toma en serio la seguridad. Las centrales nucleares de Ascó I (Tarragona), Trillo (Guadalajara), Almaraz I (Cáceres) y Vandellós II (Tarragona) son las que han sufrido recientemente graves incidentes, con el denominar común del desprecio de los protocolos de seguridad y la ocultación de los sucesos. Es reseñable que estas centrales no son las más antiguas del parque nuclear español. Tenemos desde la central de Almaraz, que empezó a funcionar en 1971, hasta las de Trillo y Vandellós II, que lo hicieron en 1989 y son, por tanto, las más modernas del parque nuclear español.
            La central nuclear de Vandellós II, la más moderna de las españolas junto a la de Trillo, sufrió un grave suceso consistente en la ruptura de las dos tuberías de captación de aguas del circuito terciario (1) en 2004. Este suceso, sin embargo, venía gestándose desde 1993, año en que se observaron las primeras señales de corrosión en las tuberías. Durante todo ese tiempo, ni el inspector residente del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) (2), ni las inspecciones rutinarias de este organismo, fueron capaces de sacar a la luz tales deficiencias. Finalmente, en 2004, el CSN obligó a la central a realizar unas reparaciones durante un corto lapso de tiempo. Sin embargo, estas acciones fueron insuficientes, puesto que en 2005 se rompió la tubería, lo que forzó la parada de la central durante varios meses. Los sucesos se prolongan en 2006 con la pérdida de un tornillo que se desplaza por el circuito primario con riesgo de causar daños en éste.
            Almaraz I sufrió a principios de este año un suceso llamativo en su piscina de combustible gastado (3). La bomba de circulación del agua de la piscina, vital para garantizar que la temperatura del agua se mantiene bajo control, se averió mientras la bomba de repuesto estaba bajo mantenimiento. El resultado fue que se evaporó cierta cantidad del agua de la piscina, lo que obligó a la evacuación de todos los trabajadores que se encontraban en el recinto. No lo sabemos con certeza, pero calculamos que se evacuó a unas 300 personas que en aquel momento se encontraban efectuando las operaciones de recarga (4) para evitar el riesgo de irradiación. La gravedad del incidente, que fue revelado por Ecologistas en Acción, fue negada por los explotadores de la central y por el propio CSN. Hasta el pasado mes de abril, fecha en que esta institución reconoció que, en efecto, la situación que se dio en Almaraz fue peligrosa.
El suceso que ha saltado a las páginas de los medios de comunicación recientemente ha sido la fuga radiactiva de la central de Ascó I. El suceso se produjo en noviembre del año pasado, aunque sólo se ha conocido en el mes de abril, y porque lo desveló Greenpeace. La fuga se produjo durante la recarga de esta central. Un trabajador de contrata arrojó un bidón de agua radiactiva a la piscina de combustible gastado para ahorrarse el sellado del recipiente y su tratamiento como un residuo radiactivo de media y baja actividad, lo que sería obligatorio. El resultado de la maniobra es que una cierta cantidad de partículas radiactivas escaparon del recinto de la piscina y contaminaron los tejados de varios edificios de la central. Asimismo, unas 700 personas que visitaron la instalación han debido ser analizadas para ver si sufrieron contaminación y, cuando se escriben estas líneas, el CSN aún no ha concluido una investigación para determinar si la contaminación radiactiva ha escapado del recinto de la central nuclear y ha alcanzado zonas fuera de la valla de la instalación.
            El cuarto suceso que se ofrece como ejemplo ha sido la pérdida de un tornillo en la vasija del reactor de la central nuclear de Trillo, hecho revelado por Ecologistas en Acción, tras la avería de una de las barras de control (5). En la segunda semana de abril, y durante la recarga de Trillo, se procedió a reparar la barra de control averiada, y fue durante estas operaciones cuando se perdió el tornillo (6). Este hecho es triplemente grave por producirse durante la reparación de un elemento vital para la seguridad de la central, en una época en la que los sucesos de Ascó estaban de rabiosa actualidad, lo que supone que las actividades en las centrales estaban bajo control, y por que ya existía el precedente de la pérdida de un tornillo en Vandellós II. Es claro que la central no puede ponerse en marcha con el tornillo suelto circulando por el circuito primario, puesto que podría chocar contra algún elemento de él, rompiéndolo.

Las causas de la degradación

            La causa común para la degradación de la seguridad que se ha producido en estas cuatro centrales nucleares es una falta de cultura de seguridad por parte de los empleados y una falta absoluta de compromiso con la seguridad nuclear por parte de los explotadores. La cultura de seguridad consiste en que las actividades en las instalaciones nucleares sigan a rajatabla los protocolos establecidos, sin que importe el tiempo necesario para ello y sin que se produzcan atajos ni ahorro de trabajo o de dinero. En todos los ejemplos citados más arriba se detecta un claro desprecio por la seguridad, que se hubiera traducido en ahorros de tiempo y dinero para los explotadores de las centrales, por acelerar las operaciones de recarga o mantenimiento.
            En el actual sistema eléctrico español, en el que la generación de electricidad está liberalizada, todos los explotadores de centrales de producción de electricidad procuran reducir costes para hacer su fuente de energía más competitiva. El problema es que esta tendencia puede tener graves consecuencias en el caso de la energía nuclear. Como se ve, estos ahorros dan lugar a una reducción en los niveles de seguridad de las centrales. Por una parte, se intenta que las plantas estén paradas el menor tiempo posible, para lo cual se aceleran al máximo las operaciones de recarga, las operaciones de mantenimiento y las reparaciones de elementos averiados. Por otra parte, se procura reducir gastos de personal mediante la reducción de plantillas tanto estables como de contrata, por lo que un número reducido de trabajadores ha de realizar el mismo trabajo. El resultado de estos dos hechos es que todas las operaciones se hacen con precipitación, por lo que es más probable que se produzcan errores que, por ejemplo, den lugar a la pérdida de tornillos, o que se efectúen maniobras que, como en el caso de Ascó I, den lugar a escapes radiactivos, en suma, a poner en riesgo al medio ambiente y a las personas.
            Un elemento más, no desdeñable, es la falta de dureza exhibida durante largos años por parte del CSN hacia los excesos de las centrales nucleares. A menudo se han concedido exenciones a los incumplimientos, si bien leves, de los niveles de los parámetros de funcionamiento de las centrales (7). Especialmente durante el mandato del anterior CSN se concedían un gran número de exenciones a las  ETF, sobre todo durante los fines de semana. El mismo CSN autorizó reparaciones, que no eran sino chapuzas, en la central de Garoña (Burgos) y en la de Zorita (Guadalajara), ya cerrada. Por si todo esto fuera poco, la anterior presidenta del CSN, María Teresa Estevan Bolea, declaró en repetidas ocasiones su opinión favorable a la energía nuclear, pasando por alto la exigencia de neutralidad de la Ley del CSN. Y algunos de los consejeros del anterior CSN habían sido, además, empleados de la industria nuclear, con lo que la independencia de este organismo estaba más que en cuestión.
            Además, antes de los sucesos de Vandellós II, que fue sancionada con 1,4 millones de euros, la máxima sanción jamás impuesta fue de 540.000 euros (90 millones de pesetas) a finales de los noventa a la central de Almaraz. Estas sanciones no suponen ni siquiera un día de funcionamiento de una central nuclear, luego nunca serán disuasorias para sus explotadores. A ellos les compensa, por tanto, mantener la central funcionando, desafiando las reglas, aunque se les impusiera la multa más grave. Sólo ante los gravísimos sucesos de Vandellós II y de Ascó I, el CSN se ha atrevido a cesar a las directivas de las instalaciones. Veremos si, en esta nueva época, el CSN, regido por una nueva ley que, entre otras cosas, contempla la creación de un consejo asesor, se emplea más duramente y con más rigor ante los incumplimientos de las centrales nucleares.

La defensa en profundidad y el riesgo de accidente

            Los accidentes de la Isla de las Tres Millas (Harrisburg, EE UU), en 1979, y de Chernóbil (Ucrania), en 1986, marcaron un antes y un después en la seguridad nuclear. Antes del accidente, el OIEA (8) había calificado a Chernóbil como una central segura. En la actualidad toda la industria nuclear proclama con una sola voz que un accidente como el de Chernóbil es imposible en una central occidental, porque aquel reactor era de un modelo extremadamente peligroso. Pasando por alto estos cambios de opinión, lo cierto es que, tras las enseñanzas de 1979 y de 1986, se ha avanzado mucho en seguridad nuclear, lo que hace muy improbable un accidente de tan graves características. Estos avances en seguridad se han traducido, por cierto, en un encarecimiento de los costes de fabricación de las centrales nucleares, puesto que obligan a duplicar y triplicar algunos sistemas de las centrales.
            Sin embargo, el elemento clave para estos avances en seguridad es el conocido como doctrina de la Defensa en Profundidad. Ésta consiste, en esencia, en averiguar las posibles causas que provocan los accidentes en los diferentes modelos de reactores nucleares para habilitar medios que detengan el accidente, o para prevenirlo incluso antes de que pudiera producirse. En esta tarea de preparar dispositivos que detengan el accidente, los reglamentos estrictos, los protocolos, las ETF y la cultura de seguridad son claves. Por eso es muy importante hacer grandes esfuerzos para construir un compromiso con la seguridad de los explotadores de las centrales nucleares. El papel del CSN es clave para esta tarea. Ha de mostrarse muy riguroso con los incumplimientos de los titulares de las instalaciones nucleares y radiactivas y, además, ha de habilitar los medios para llevar a cabo inspecciones, reforzando la figura de los inspectores residentes, para evitar que la industria nuclear le meta goles, como en los casos de Vandellós II y de Ascó I, casos de los que el CSN tuvo conocimiento oficial por las denuncias de los grupos ecologistas.
            Pero, como conclusión, cabe decir que existen numerosos factores que, de forma coyuntural o de forma estructural, tienden a degradar la seguridad nuclear. En primer término aparece la tentación de los explotadores de las centrales nucleares de ahorrar dinero escatimando medios. Estos factores hacen que el riesgo nuclear sea más fuerte que el calculado teóricamente mediante complejos análisis probabilísticos. En suma, aunque un accidente como el de Chernóbil sea muy improbable, el riesgo es tan enorme que lo más sensato es abandonar esta fuente de energía. Además de los problemas de la seguridad, hay que tener en cuenta otros problemas de las nucleares como son la generación de residuos, el peligro de proliferación nuclear, la escasez de combustible y las enormes inversiones necesarias para construir las centrales.

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(1) Las centrales nucleares disponen de un circuito primario de refrigeración que extrae el calor de la reacción nuclear y que contiene el agua más radiactiva de la central. El circuito primario intercambia calor con el secundario a través de los generadores de vapor, sin que las aguas del secundario estén en contacto con las del primario para evitar la contaminación. El agua del secundario hierve convirtiéndose en vapor, el cual mueve las turbinas que hacen girar el generador productor de electricidad. Y el secundario intercambia el calor residual, a su vez, con un circuito terciario abierto al medio ambiente, bien mediante torres de enfriamiento, bien mediante la captación de refrigerante de una gran masa de agua, como en el caso de Vandellós II, que usa agua del mar para su refrigeración. Aunque pudiera parecer menos importante que los otros dos, el circuito terciario es vital para la seguridad de la central puesto que permite extraer el calor del secundario y, en última instancia, del núcleo del reactor, donde se producen las reacciones nucleares.
(2) El CSN es el máximo organismo que vela por la seguridad de las centrales nucleares y de las instalaciones radiactivas y nucleares. Asimismo se ocupa de la regulación del funcionamiento de tales instalaciones, y sus decisiones son vinculantes para sus explotadores. Se creó en 1980 y sus miembros son designados por el Parlamento. Hasta 1980, era la Junta de Energía Nuclear, organismo creado por Franco en 1954 para la investigación nuclear con fines militares y civiles, la que se encargaba de velar por la seguridad. Este organismo era juez y parte y no ofrecía las debidas garantías de independencia para velar por la seguridad.
(3) El combustible gastado de una central nuclear constituye el material más radiactivo de esa instalación. Son los llamados residuos de alta actividad, peligrosos durante cientos de miles de años. Cuando se saca del reactor de la central y se sustituye por nuevo combustible, se introduce en una piscina. El agua de esta piscina cumple la doble función de refrigerar el combustible, que está muy caliente, y de servir de blindaje frente a la radiactividad. Para que el agua de la piscina refrigere los residuos de alta actividad, es imprescindible que una bomba la haga circular permanentemente. Y si el nivel de agua disminuye, existe riesgo de irradiación.
(4) Las operaciones de recarga de una central nuclear consisten en la extracción de una parte del combustible gastado del núcleo y la introducción de combustible nuevo. Para estas operaciones se contrata siempre a personal ajeno a la plantilla de la central y, de esta manera, el número de trabajadores se multiplica por un factor siete u ocho durante las operaciones de recarga. Este personal extra pertenece a contratas especializadas integradas por un personal que percibe grandes sumas de dinero por trabajar durante el mes o mes y medio que pueden durar las operaciones de recarga.
(5) Las barras de control de las centrales nucleares son unos elementos claves para su seguridad puesto que sirven para detener la reacción nuclear. Una avería de este sistema supone que, de hecho, no hay medio seguro de parar el reactor nuclear.
(6) Los ecologistas proclamaron con sorna: “Locura nuclear: Trillo pierde un tornillo”.
(7) Es lo que se conoce como exenciones a las Especificaciones Técnicas de Funcionamiento (ETF), que dan los valores de funcionamiento de un gran número de parámetros de la central como la temperatura o el flujo del refrigerante.
(8) OIEA: Organismo Internacional de la Energía Atómica, dependiente de Naciones Unidas y especializado en la ampliación del uso pacífico de la energía nuclear.