Ion Arregi

Poder y debilidad: Europa y Estados Unidos
en el nuevo orden mundial
(Hika, 145-146zka. 2003ko ekaina/uztaila)

«Ningún ensayo había generado tanta polémica e interés desde la publicación de El choque de civilizaciones, de Samuel Huntington, y El fin de la historia, de Francis Fukuyama». Con estas palabras recibió The New York Times la publicación del libro de Robert Kagan, escritor y articulista del Washington Post, que se ha explayado en asuntos de la diplomacia y las tradiciones que explican la política exterior actual de los EEUU. Autor principal de los discursos del secretario de Estado norteamericano, estuvo a cargo del Comité de Asuntos Interamericanos en el Departamento de Estado. Este libro, escrito antes de la invasión de Irak y editado en español por Taurus, perfila y anuncia la agresión.

Robert Kagan nos traslada en este libro al mundo de los mecanismos del rechazo que la actual administración norteamericana emplea a diario con respecto a Europa, a la vieja Europa, como gustan decir destacados halcones de moda del gabinete Bush. Remonta las cascadas de la historia reciente y vislumbra la actualidad como un recorrido desde la última gran guerra, donde los EEUU hicieron resucitar a Europa de sus cenizas, para concluir con crónicas molestias contra los europeos por aprovechados, desagradecidos, egoístas dedicados a su bienestar e incapaces de dar cara a los problemas de nuestro tiempo, como poco, de la larga lista de agravios que les dedica.

En sus primeras líneas define su inquietud: “ha llegado el momento de dejar de fingir que Europa y EEUU comparten la misma visión del mundo o incluso que viven en un mismo mundo. Europa comienza a alejarse del poder, se está trasladando más allá del poder a un mundo autosuficiente regido por normas de negociación y cooperación transnacionales, al tiempo que se adentra en un paraíso poshistórico de paz y relativa prosperidad, en la materialización de lo que Kant bautizó como paz perpetua”.

Su tesis central muestra una agria crítica a Europa por no enfrentarse a los problemas de la seguridad, la defensa y el fomento de un orden liberal, que irremisiblemente están dependiendo de la posesión y del uso del poderío militar. En la mayoría de los asuntos internacionales, los EEUU están siempre en la formación de combate de Marte en tanto que Europa ocupa la posición soñadora de Venus y en consecuencia se entienden cada vez peor. Hace tiempo que en la definición de los peligros y los retos de las políticas exteriores llevan caminos diferentes y los europeos ven en los EEUU algo así como a los novios de la muerte, siempre dispuestos al uso de la fuerza por encima de otras consideraciones más multilaterales.

Nutre, en fin, con betún de gruesa capa, las preocupaciones vitales del gigante, dedicado, cual llanero solitario, a sortear los peligros que acechan al planeta, a liberar a los pueblos aunque los pueblos no lo sepan y a lograr estabilidades democráticas a base de una letal maquinaria militar, mientras los europeos se dedican a la diplomacia, el progreso y el bienestar de sus habitantes y a las relaciones comerciales internacionales, como forma de enfrentarse a los peligros estratégicos. Y esta es la otra tesis central del libro, o más bien, diría yo, el soporte básico de la espiritualidad que rezuma: el valor supremo e ineludible de la fuerza como forma de relación internacional.

No resulta muy novedosa, en la historia que conocemos de los EEUU, su proclama, que define como inspiración hobbesiana, una proclama atenta a los peligros, presta a la lucha por encima de legalidades y de justicias, como contraposición al pensamiento kantiano, una debilidad psicológica, ésta, preocupada por un mundo regido por legalidades y en paz.

El libro tiene la virtud de dar a conocer algo más de las incomodidades, desconfianzas y fobias de los gobernantes de la Casa Blanca hacia un uso del poder de Francia y Alemania, que les disgusta sobremanera, y eso sí, siempre desde el punto de vista exclusivo de un valor ineludible para el equilibrio de la civilización: el recurso militar.

Se trata de una certera radiografía del talante con el que se ha elaborado la Nueva Estrategia de Seguridad de los EEUU, y por extensión, la reflexión nos traslada por las geografías y retos que los EEUU se han visto obligados a tomar, en palabras de su autor, desde el final de la 2ª Guerra Mundial para beneficio de Europa sin que ésta lo reconozca ni lo agradezca. Sus teorías son motores de altísimo caballaje justificatorio de todas las aventuras militares de los EEUU y por supuesto de las de Afganistán e Irak

Europa, abunda Robert Kagan, no ha realizado inversiones notables en defensa, ni posee capacidad militar para hacer frente a los retos de hoy. Su máquina militar es, incluida la de Gran Bretaña, como un petulante juego de soldaditos de plomo, siempre fuera de las necesidades estratégicas del mundo moderno. No han sido capaces en ninguno de los escenarios importantes tras la Guerra Fría. Ni en el Golfo, ni en Serbia y Kosovo, ni en Afganistán. Francia destina a su presupuesto de defensa el 7% de lo que destinan los EEUU, próximo ya a los 5 millardos de dólares. El pueblo norteamericano, dice, está dispuesto a más y más gastos militares desde el 11S. Europa se sostiene y se beneficia del paraguas USA. Mientras los EEUU aseguran su seguridad y bienestar Europa vive tranquila a su costa. Ocurrió durante la Guerra Fría y ocurre en los albores del siglo XXI.

En suma, una disquisición de extrema derecha, de la pé a la pá, que ilustra la materia grasienta de la que se compone el cerebro de los peligrosísimos gobernantes norteamericanos con afanes coloniales. Por supuesto, no existen consideraciones ni legales ni pacíficas, ni de otro estilo. La humanidad es invisible, sus sufrimientos son dados por necesarios y el mundo es visto exclusivamente desde el prisma de los intereses de los EEUU, un mundo cuajado de peligros para poder llevarlos a efecto y el uso militar aparece como la dieta imprescindible para su salvaguarda, se trata de un canto irracional a la fuerza carente del mínimo esfuerzo por buscar o profundizar en otras argumentaciones.