Javier Díez Canseco

Avances y contusiones políticas tras el paro

(La República, Perú, 18 de julio de 2004)

Un Paro Cívico Nacional indiscutiblemente significativo, el del 14 de julio, salvo para los ciegos que se niegan a ver lo evidente: Ferrero y los ministros, la derecha encarnada en Lourdes Flores Nano, su maltratada UN, los grandes de Confiep y la prensa que los sirve. El malestar ciudadano, extraordinariamente extendido, ha encontrado un importante canal para la protesta y la expresión. El Comando Nacional de Lucha es un paso significativo en articular un bloque de organizaciones gremiales, sociales y políticas que abre la posibilidad de un importante cambio respecto a la disgregación del tejido social que dejó la hiperinflación aprista y -sobre todo- el accionar malsano del fujimorismo neoliberal. La forma ordenada y disciplinada en que millones de peruanos -aunque no fueran ni de lejos todos los que exigen un cambio de la agenda política, del rumbo (y hasta de gobierno) y repudian una política neoliberal inhumana y corrupta- expresaron su protesta y su exigencia de atención a sus aspiraciones de un nuevo rumbo económico y una Asamblea Constituyente que organice un nuevo sistema político, de gobierno y representación ciudadana, evidencia que va naciendo una dirección social popular. Puede ser interlocutor y canalizar las demandas nacionales mayoritarias, si se afirma y continúa ampliando su base social con jóvenes, mujeres, ecologistas, usuarios, entre otros. Es ridículo que quienes alertaban contra la violencia y el caos, identifiquen ahora el orden de la protesta como debilidad. ¿Buscan sangre para reconocer un éxito o para reprimir abiertamente con su anhelado militarismo?
El paro ha dejado una larga serie de lesionados políticos, que se jugaron en contra o buscaron manipularlo. Se quemaron, como los sectores de derecha -dentro y fuera del Gobierno- que desataron una campaña psicosocial denunciando al paro como "golpista", "pro senderista", "violentista", difamando a quienes apoyaban la paralización. Para estos selectos grupillos de privilegiados, la "democracia" debe ser un sistema donde está muy bien que los ricos reclamen, pero el pueblo debe callar y obedecer. Estos sectores y su grita apocalíptica, han hecho el ridículo. No hubo violencia, ni golpe, maremoto o epidemia, como anunciaban estos agoreros. Pero sí una gran protesta cívica y el desenmascaramiento de su campaña, lo que fortalece la forja de una cabeza social popular y esfuma miedos sembrados entre sectores de peruanos y peruanas.
Quedaron bastante contusas las aspiraciones políticas de Lourdes Flores. Jugó a "rompe huelgas" repartiendo alguito en un colegio, para "demostrar" que 9 de cada 10 peruanos estaba trabajando y terminó desmentida por el mismo ministro de Educación. Pero esta ausencia de confianza en el valor y la importancia de la movilización social no es nueva en Lourdes y el PPC. Baste recordar su reconocimiento de las fraudulentas elecciones del 2000 al plantear prepararse para el 2005, en lugar de persistir en la lucha contra la dictadura que terminó expulsando al traidor refugiado en Japón. Si por Lourdes Flores fuera -con su "no hagan olas"- Fujimori y Montesinos estarían en el poder hasta el 2005. Hoy, en coqueteo con el "fujimorismo limpio", mientras busca desarmar la protesta política y desacreditar el Paro Nacional, otra vez se pone a contracorriente del país. ¿No resulta curiosísima la alianza en el Congreso del APRA con UN para la mesa directiva, es decir, de quienes dicen querer un cambio de rumbo y postulan -a la vez- a ser portavoz del continuismo neoliberal que el país y la propia base aprista rechaza?
Otros perdedores son los extremistas que apostaron a la polarización violentista para favorecer sus ilegítimas agendas políticas. Quedaron lejos de la representación ciudadana por la madurez política ciudadana, y quien decía que el paro parecería la procesión del Señor de los Milagros, acabó en un pequeño desfile gritón amenazando asaltar Palacio, lo que parecía un adelanto del pase ante la tribuna del 29 de julio, de un pequeño colegio de barrio.
No olvidamos a grupos políticos, autocalificados de "progresistas" y "populares", que se visten de ambivalencia para quedar bien con Dios y el diablo. No respaldaron el Paro o se quedaron en una tibia reflexión "filosófica", evidenciando su negativa a asumir reformas profundas: recrear la democracia y cambiar la política económica neoliberal, herencia infame del fujimorismo. Dos ejes centrales de la demanda popular. Así, el paro ha dejado victorias, pero también contusos y algún aspirante presidencial en la urgencia de explicar su arroz con mango entre el apoyo al paro en las calles y al PPC en el Congreso.