Javier Lozano
Sobre ranas y escorpiones
(Hika, 184zka.  Urtarrila 2007eko)

            Cuenta una fábula oriental que el escorpión pidió ayuda a la rana para atravesar un río. Como le hubiera sucedido a cualquiera, a la rana no le pareció muy buena idea, pero el escorpión le dio todo tipo de garantías y explicaciones hasta que logró convencerla. Entonces, el escorpión se subió a lomos de la rana y ésta comenzó a nadar hacia la otra orilla. A mitad del trayecto, cuando atravesaban las corrientes más fuertes, el escorpión alzó la cola y clavó su aguijón a la rana.
            -¿Qué haces? -protestó la rana mientras sentía cómo el veneno paralizaba su cuerpo- ¿No comprendes que ahora moriremos los dos sin remedio?
            -Lo siento -contestó el escorpión-. No lo puedo evitar, está en mi naturaleza.
            Siempre que alguien ha intentando ayudar a ETA a cruzar el río del abandono de la violencia, ésta ha actuado de forma similar. Sin remontarnos a tiempos más lejanos, podemos tomar nota de que el resultado ha sido el mismo cuando el conjunto del nacionalismo vasco ha intentado transportarla hacia su propio paraíso o cuando otros han pretendido su inserción en la vida política democrática: al final ha sacado su aguijón y la maltrecha rana no ha tenido más remedio que abandonar la tarea.
            Claro que, a diferencia del escorpión de la fábula, es difícil de creer que el comportamiento de ETA responda estrictamente a su naturaleza. Hay, seguramente, un montón de razones históricas, ideológicas y políticas que explicarían mucho mejor su comportamiento.
            Si la brutalidad del atentado y el horror de la muerte de dos trabajadores ecuatorianos -que poco tenían que ver con escorpiones o ranas- lo permitieran, ciertas reacciones podrían pasar a engrosar una antología del humor surrealista. Unos nos dijeron que el alto el fuego permanente no se podía dar por roto mientras ETA no lo confirmase. La fe, se suele decir, es creer lo que no vemos. Ahora nos dicen que tampoco debemos creer lo que vemos hasta que la autoridad competente, militar por supuesto, nos autorice a ello. La misma perplejidad que nos produjo ETA al afirmar que todavía sigue manteniendo el alto el fuego permanente
. Joder, pues qué bien ¿Qué significa alto el fuego, que el fuego llegue hasta lo más alto? ¿Y permanente? ¿Existe la permanencia de quita y pon? El uso de una palabra fetiche no puede pretender borrar de un plumazo la cruda realidad del coche bomba y de los cadáveres atrapados entre los escombros.
            También se han levantado voces exigiendo a la rana que prosiga su tarea como si aquí no hubiera pasado nada. Es cierto que, aunque herida, la mordedura no la ha enviado todavía al lecho del río. Y que a cada cual la rana le puede caer más o menos simpática. O puede que haya incluso quienes -por aquello de será un escorpión, pero es nuestro
escorpión- prefieran a éste. Pero la realidad está más allá de los deseos. Conviene recordar que el oficio de transportar escorpiones no es muy popular en amplios sectores políticos y sociales que sólo ven con buenos ojos acabar con ellos a garrotazos. Y que la rana accedió a cargar con el escorpión tan sólo cuando aquél le garantizó que no la picaría. Una vez que la mordedura ha tenido lugar, es imposible imaginar que la rana pueda seguir intentándolo a no ser que le adjudiquemos unos improbables instintos suicidas: la factura política a pagar sería inalcanzable para ella.
            No sabemos qué va a hacer el escorpión. Como en el cuento, su porvenir es incierto. Puede renunciar a cambiar de orilla, pero su territorio está en llamas y ya nada será como antes. Aún podrá sacar su aguijón, pero hace ya tiempo que cuanto más lo utiliza mayor es su autodestrucción y la de los círculos que lo rodean. O puede volver a intentar, esperando en calma a que las cosas se sosieguen, encontrar otra rana dispuesta a la labor. Si optase por esta segunda vía debería tener muy en cuenta que su actuación ha convertido en papel mojado términos como tregua
o alto el fuego: le será imposible encontrar rana alguna si no se desprende del aguijón antes de pretender comenzar el viaje.