Javier Lozano

Euskara y enseñanza, 25 años después
(Hika, 196zka. 2008ko otsaila)

            Se suele destacar el alto grado de consenso que presidió la aprobación de la Ley de Normalización. Veamos. Tras las elecciones de 1980, sobre un total, entonces, de 60 escaños, la composición del Parlamento Vasco era la siguiente: PNV, 25; HB, 11; PSOE, 9; EE, 6; UCD, 6; AP, 2 y PCE, 1. En aquellos años, HB no participaba en el Parlamento Vasco para no legitimarlo, decía, con su presencia. Por tanto, ni tan siquiera tomó parte en las discusiones que se hicieron en sede parlamentaria. En el otro extremo, AP llegó a votar a favor de un 40% de los artículos, pero ello no evitó que presentara una enmienda a la totalidad. También el Gobierno Central presentó un recurso de inconstitucionalidad, que fue rechazado en 1986 por el Tribunal Constitucional tras alguna corrección formal.
            Con todo, cabría destacar la actitud del PNV de la época que, en una situación en la que la autoexclusión de HB le daba la mayoría (25 escaños propios, por 24 que sumaban el resto de los grupos), optó por buscar un acuerdo amplio y transversal.
            La Ley de Normalización, como no podía ser de otra manera en un encuentro entre diferentes ideologías, reflejó algún equilibrio precario y una base amplia de criterios compartidos que resumiría en los siguientes puntos:
            • El euskara debe ser patrimonio común y factor de integración.
            • Los derechos pertenecen a los hablantes, euskaldunes o castellano parlantes, y nadie puede ser objeto de discriminación por razones lingüísticas.
            •La situación de minorización del euskara, y sus propios límites demográficos en comparación con el castellano, reclaman medidas de especial apoyo que este último no precisa.
            • Se busca alcanzar un bilingüismo que permita una mayor cohesión social.
            Las leyes tan sólo dibujan marcos generales que dan paso a desarrollos más concretos y a políticas prácticas. Y, a su vez, todas esas medidas aplicadas desde las Administraciones interaccionan con el quehacer cotidiano de las gentes de carne y hueso. En el balance de estos 25 años es difícil separar estas cuestiones. Sí me interesa resaltar que las políticas en torno al euskara han sido responsabilidad, en lo fundamental, del PNV, ininterrumpidamente en el poder desde esas fechas, y que el consenso de la Ley no ha impedido que diferentes sectores se hayan expresado o hayan actuado sistemáticamente al margen o en contra del mismo.
            Hay una lectura cuantitativa de resultados. Ya en 2001, la última fecha con datos exhaustivos, el 32,3% de la población de la CAE era bilingüe, un 10,7% más que veinte años antes. Los bilingües habían pasado de ser una quinta parte de la población a ser casi un tercio. Pero mucho más significativo es ver los datos por tramos de edad1:



            Como puede observarse en el gráfico, el vuelco es espectacular. No sólo se ha frenado el proceso de disminución de la población euskaldun, sino que se ha disparado su porcentaje. Si entre quienes tienen 50-60 años los euskaldunes suponen poco más del 20%, entre los menores de 25 años no llegarían al 12% los castellano parlantes estrictamente monolingües. Y esta inversión radical de las tendencias se debe, en lo fundamental, a la labor del sistema educativo.
            Los primeros y más fiables datos hablan, en 1978, de un 5% del profesorado de la red pública con titulación de euskara. Para el 83, el porcentaje había subido al 20%, fruto sobre todo del profesorado euskaldun que consiguió la titulación. A junio de 20062 un 77% tenía el PL2, un 8% PL1 y tan sólo un 15% carecía de perfil. Quiero subrayar que la mayoría del profesorado pertenece justo a la franja de edad con menores conocimientos de euskara y que, en consecuencia, una amplia mayoría ha tenido que aprender la lengua. Si viviéramos en un país normal, en la imaginería popular habría tomado cuerpo una nueva figura de heroína de nuestros tiempos: la de la enseñante ya de mediana edad que ha dedicado años al aprendizaje del euskara, lo ha seguido perfeccionando durante toda la vida, ha superado las limitaciones de trabajar en una lengua en la que cuenta con menores recursos expresivos, ha afrontado la escasez de materiales y sus deficiencias y, sin previa experiencia y con escasas ayudas, se ha esforzado por acertar con la metodología que sirva para enseñar una lengua viva.
            A pesar de los datos, siguen siendo un lugar común las visiones catastrofistas. La idea de que Euskal Herria agonizaba es una constante en el pensamiento de Sabino Arana. Dudaba, incluso, que pudiera llegar con vida al siglo XX. Cien años y muchas lluvias más tarde, ETA sigue matando para conseguir las condiciones que permitan sobrevivir a Euskal Herria. Es comprensible que quien parta de esos presupuestos ideológicos tienda a dar sobre la situación del euskara, el factor de identificación nacional por excelencia, una visión siempre trágica.
            Por mi parte, pienso que la historia de estos 25 años ha demostrado la debilidad de ciertas concepciones. La población castellano parlante que ha aprendido euskara ni ha olvidado ni ha dejado de utilizar su primer idioma. Por el contrario, se han hecho capaces de usar una u otra lengua en función del contexto y de su propia voluntad. No se ha dado, por tanto, el proceso de sustitución lingüística con que algunos soñaban. Por otro lado, los famosos territorios de las lenguas se han hecho mucho más porosos. Hoy en día se puede residir en cualquier punto del planeta y utilizar durante muchas horas al día, a través de internet o medios de comunicación vía satélite, idiomas que quizá no conozca casi nadie de los que residen físicamente en el entorno. En estas condiciones de libertad y competencia extremas, cuando la posibilidad de cambiar de idioma reside en un simple clic, la seducción y la calidad son factores decisivos. Por decirlo con un ejemplo gráfico: el que suscribe puede esperar ansiosamente la publicación de la próxima novela de Atxaga, pero ninguna fuerza humana, al menos sin recurrir a la violencia, podrá obligarle a amarrarse a la programación de ETB1. Es la idea de la Euskadi monolingüe euskaldun la que se demuestra irrealizable.
            Curiosamente, el Departamento de Educación del Gobierno Vasco ha sido uno de los principales suministradores de combustible con que alimentar la visión catastrofista. Los famosos resultados de las pruebas sobre conocimiento del euskara al finalizar Primaria y la ESO, basadas en los niveles B1 y B2, han sido la munición preferida.
            Se suele olvidar que la escuela es también un trozo de la propia sociedad y que parte de sus mismas limitaciones. En una sociedad sin música sería ridículo exigir al sistema educativo que produjera Beethovenes en serie. Una evaluación justa sólo puede hacerse comparando los saberes de la población media con los que llega a adquirir la franja joven a través de su práctica escolar. El nivel B2 del Marco Común de Referencia para las Lenguas del Consejo de Europa será la titulación que se alcance en las Escuelas de Idiomas tras su reforma. La investigación realizada ha puesto de manifiesto que no es el nivel adecuado para exigir a todo el alumnado al finalizar la ESO. Incluso un 27,4% de quienes tienen el euskara como lengua familiar suspendió la prueba. Y respecto al B1 marcado para Primaria, los suspensos entre la población euskaldun que estudia en modelo D llegaron al 47,5%. El propio Consejo Escolar de Euskadi sugirió que “el nivel B2 no es el adecuado para la evaluación general del euskara al término de la escolaridad obligatoria” y se atrevió a proponer que “el nivel mínimo requerible en 4ª de la ESO estaría comprendido entre los niveles B1 y B2”.
            A pesar de los datos y de la crítica del organismo que representa oficialmente a la comunidad escolar, el Consejero de Educación ha seguido imperturbable su camino. Los niveles B1 y B2 ya figuran en el famoso currículo vasco. Por decreto. Claro que, de momento, su repercusión práctica es nula: no creo que sean demasiados los enseñantes que empiecen a suspender masivamente en euskara a sus alumnos por no alcanzar esos niveles. Para que esto sucediera tendrían que implementar un sistema externo de coacción, algo a lo que todavía no se han atrevido, aunque los precedentes no son precisamente alentadores.
            Su antecesora en la Consejería, por ejemplo, ya creó de la nada un innecesario conflicto social al privar de la estabilidad a dos centenares de enseñantes que carecían de perfil. Un conflicto, por cierto, que se ha cerrado con la pérdida de la estabilidad también para los 1.500 enseñantes que sí tenían perfil, sin que la división y el ambiente previamente envenenado permitieran la respuesta del sector ante la medida. Un aviso para navegantes.
            Y todo ello cuando está en la agenda del Consejero el espinoso tema de la reforma de los modelos lingüísticos. No sé qué pensará el Consejero de constataciones como la del Consejo Escolar de Euskadi: Por tanto, la segunda conclusión que aporta la prueba de evaluación de 6 º de Ed. Primaria es que un porcentaje importante del alumnado de modelo B no reúne las condiciones idóneas para el aprendizaje cuando el euskera es lengua vehicular, y que algo similar ocurre con un porcentaje considerable del alumnado de modelo D. Una situación, por cierto, que afecta en mucha mayor medida al alumnado procedente de sectores sociales más desfavorecidos. O cómo conjugará el contenido del artículo 15 de la misma Ley de Normalización del Euskara: Se reconoce a todo alumno el derecho de recibir la enseñanza tanto en euskera como en castellano en los diversos niveles educativos.
            Uno tiene la molesta sensación de que nuestros actuales gobernantes se sienten llamados para tan altas misiones que prescinden sin más de la realidad, y no son ni tan siquiera capaces de escuchar cualquier voz que no sea la propia. Es, desde luego, un estilo que poco tiene que ver con el espíritu que dio cuerpo a la Ley de Normalización.
            Y mientras todo esto sucede, sectores que alguna vez conformaron una izquierda crítica en la enseñanza guardan un espeso silencio. Eso es lo que a quien firma estas líneas le parece más insoportable.

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NOTAS

1. Eustat, 2001. Con el nuevo censo se actualizarán los datos que reforzarán sin duda estas tendencias.
2. Datos del último informe del Consejo Escolar de Euskadi.