Javier Villanueva

Desafíos del nacionalismo vasco
(Hika, 152 zka. 2004ko otsaila)  

CONTEXTO. La ponencia política aprobada en la asamblea del PNV celebrada a mediados de enero, "la ley del partido" según Xabier Arzallus, tiene un título sugestivo: Desafíos del nacionalismo vasco en la primera década del siglo XXI. Pero me temo que el resultado de esta asamblea no ha sido muy claro.

Mi duda se apoya, de entrada, en un doble hecho contrapuesto no fácil de interpretar. Por un lado, el que dicha ponencia política se aprobase por unanimidad, por aclamación y aplauso, como constató al día siguiente la prensa (Deia, 16.01.04). Por otro lado el que, simultáneamente, las dos personas encargadas de su defensa, Xabier Arzallus y Joseba Egibar, tuviesen que hacer esa faena desde una posición incómoda: tras haber perdido la batalla por la presidencia del PNV en un proceso deliberativo tan largo y tenso como democrático, batzoki a batzoki.

En este asunto es poco discutible la derrota de Egibar, aunque fuera por un margen muy estrecho. Tampoco es discutible el fracaso de Xabier Arzallus, dado su interés por colocar a Joseba Egibar. También es evidente que la ponencia política ha quedado relegada en esta batalla y que las opiniones en el partido han estado muy divididas.

Apurando más, cabe decir que se ha vivido con demasiada intensidad lo que no era más que una simple elección entre dos personas que afirmaban no tener diferencias. Podría añadirse incluso la sospecha de que tras la distinción entre los talantes de uno u otro se han solapado movimientos subterráneos en un partido que se muestra unánime en lavar la ropa sucia dentro de casa y en no dar muestra alguna de debilidad.

Es sin duda aventurado asignarle a este asunto un significado claro. Pero, con la mayor prudencia, cabe relacionarlo con la preocupación, más allá del éxito electoral, por la otra cuenta de resultados: la del autogobierno. Las metas que ahora se proponen al respecto (conseguir que salga adelante el nuevo estatuto en la CAV; tender algún puente de colaboración pro-vasquista entre los gobiernos de la CAV y de Navarra; que avance algo lo del Departamento de Iparralde) no parecen demasiado accesibles a corto plazo. No me creo que esa falta de expectativas no suscite inquietud en el amplio mundo del PNV. Ni me creo que a mucha gente del PNV le satisfaga el discurso que justifica esa carencia de resultados y expectativas echando la culpa a los demás; un discurso-dormidera que tranquiliza pero deja las cosas como están.

En la Asamblea anterior del PNV, celebrada en enero del 2000, los redactores de la ponencia política y los asamblearios que la ratificaron tuvieron muy claro qué debían hacer. Debían decirle a ETA y a EH/HB que no apoyaban su propuesta de un referéndum de autodeterminación "en toda Euskal Herria", por falta de realismo. Pero, a la vez, tenían que decirles que no discutían la meta sino el ritmo y el camino y que la causa de ello no era una supuesta falta de voluntad política, como les acusaban, sino una razón fáctica: no veían nada claro quién iba a poner las urnas en Bayona o Tudela. Una frase resumía esta objeción: "el pragmatismo es tan importante como el ideal".

El contexto de ahora está marcado por la apuesta del nuevo estatuto, la batalla desencadenada contra el Plan Ibarretxe y la expectativa de su resultado. Pero como eso está en marcha desde hace un tiempo, la última Asamblea del PNV no tenía que atender requerimientos tan precisos y urgentes como la anterior. Dado que el plato principal ya está sobre la mesa, bastaba con adornarlo.

Otra circunstancia relevante del contexto actual es el reforzamiento de la hegemonía del PNV en el mundo abertzale. Cosa que se debe, entre otras causas, a éxitos propios electorales y políticos, a errores ajenos (de ETA por volver a sus atentados y de Batasuna por no desvincularse de ETA) y a la acción gubernamental-judicial-policial contra los entornos de ETA (como la ilegalización de Batasuna, etc.), por citar las más significativas. En la asamblea del 2000 se vio un PNV acomplejado por el "ímpetu y la imaginación de la Izquierda Abertzale". En la ponencia ahora aprobada el PNV se ha desembarazado del complejo de ir por detrás del nacionalismo radical que le ha acompañado desde que constató que ETA lideraba el resurgir del nacionalismo-vasco bajo el franquismo.

ESTRATEGIAS. Según el diagnóstico del PNV, desde la ruptura de la tregua hay tres estrategias en lucha: 1) la de ETA, de violencia y amenaza, 2) la del PP (en connivencia con el PSOE), de no diálogo, 3) la del diálogo y no violencia del PNV y del gobierno vasco tripartito, una estrategia atenazada por la irracionalidad de las otras dos.

Para el PNV, las dos pinzas de esa tenaza no son simétricas: si una es mala (ETA) la otra aún es peor (el PP); por ello la denuncia del PP ocupa muchas más líneas y se sitúa en el terreno de la épica nacionalista. Esta denuncia queda descrita en el texto con una metáfora: el ataque del último godo, metáfora que conecta con el domuit vascones de los cronicones visigóticos, mil veces citado como prueba cartesiana (resisto luego soy) del ser nacional enfrentado a las invasiones de los extraños. También conecta, en último término, con ese estereotipo de la ortodoxia nacionalista-vasca de que detrás o debajo de un español hay siempre un personaje taimado: "ese Madrid -cito textualmente- que suelta cuerda, promete y sonríe cuando se halla apretado y recoge, retira y rompe lo prometido cuando se siente fuerte".

Cada quien es muy libre de elegir sus tópicos y su épica. Pero esta épica del PNV tiene el inconveniente de que es no menos maniquea que la épica anti-nacionalista-vasca del PP. Lo que no quita para reconocer la razón del PNV cuando denuncia la involución democrática que está llevando a cabo el PP: una larga lista que comprende el sentido antinacionalista-vasco del pacto antiterrorista, la ley de partidos para "impedir la coincidencia nacionalista apartando de la legalidad al nacionalismo radical", la Brunete mediática (la manipulación informativa y el control de los medios principales de comunicación), la Brunete judicial (la no separación de poderes y la utilización política del poder judicial), el ejercicio autoritario de la mayoría absoluta, la vulneración impune de los derechos humanos por los poderes públicos, etcétera.

El problema de este diagnóstico no está en lo que dice, básicamente cierto, si bien se podrían matizar unas cosas o rebajar el grado de otras. Para denunciar esas tendencias involutivas no hace falta exagerar la nota, como si el fascismo estuviera realmente llamando a nuestra puerta, ni es preciso retorcer los argumentos del contrario de mala manera. El problema está sobre todo en lo que oculta.

Es un ejemplo elocuente de ocultación lo que dice de la tregua y Lizarra. Es claro y pertinente cuando critica la ruptura de la tregua por parte de ETA. También lo es cuando critica el "obstruccionismo e inmovilismo" del PP y su demagogia electoralista y antinacionalista vasca. Pero es decepcionante, en cambio, el balance del papel de los demás protagonistas.

Respecto a lo último, la cosa se queda en lamentarse de las circunstancias adversas en que se movieron las iniciativas de Lizarra (bajo un permanente "ataque mediático y político") o de la falta de tiempo para desarrollarlas o de la "frustración y desesperanza por la falta de resultados en la política penitenciaria" o de la dificultad de conjugar las propias fuerzas y sensibilidades "no acostumbradas a realizar un trabajo conjunto", etc. Razones que vendrían a cuento en un balance más exhaustivo pero que en este caso sirven de excusa para no entrar en lo fundamental.

En la ponencia del PNV no hay ninguna autocrítica, todas las culpas de aquel fracaso son ajenas. No se hace ninguna alusión autocrítica al planteamiento de la tregua: a que fuera una contrapartida de ETA a los compromisos secretos del PNV-EA o viceversa, a que tales compromisos condicionaron la continuidad de la tregua, al sentido político exclusivista y excluyente que quedó plasmado en ese pacto con ETA. Es más ni siquiera se menciona la existencia de dicho pacto. No se hace ninguna alusión autocrítica a que ese condicionamiento de la tregua daba alas a que ETA se atribuyese el "papel evaluador del proceso" que la ponencia critica con razón. No se hace ninguna alusión autocrítica al error de no prever las negativas consecuencias frentistas que desencadenó, consecuencias que todavía perduran cinco años después. La ausencia de autocrítica está presente hasta en lo que más se acerca al reconocimiento de un error propio: cuando se admite que los protagonistas de Lizarra simultanearon el objetivo de "desarrollar un proyecto de construcción nacional entre fuerzas nacionalistas" y el de "ofrecer una metodología democrática de resolución dialogada y multipartita del conflicto". El abstruso lenguaje empleado para definir estos dos objetivos sirve tanto para obviar lo contradictorio de lo uno y lo otro como para minimizar ese error y dejarlo en un mero exceso de buenas intenciones. ¿Hace falta recordar el refrán católico de que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones?.

DESAFÍOS. Según la ponencia ahora aprobada, el PNV se plantea cinco desafíos para la primera década del s. XXI: 1) la prioridad de la lucha contra la exclusión política (la que produce ETA con su violencia y amenaza, la ilegalización de Batasuna, las políticas de UPN de marginación de lo vasco); 2) culminar la construcción de un proceso de paz, poner fin a toda violencia, garantizar la no vulneración de los derechos humanos; 3) la resolución dialogada del contencioso político vasco; 4) frenar e invertir la involución democrática; 5) avanzar en el proyecto político del nacionalismo.

Dado que cada cual es muy libre para elegir sus propios retos, me limito a desgranar algunos comentarios sobre los tres primeros, ya que el cuarto me parece pertinente tal y como se plantea y dejo para más adelante el quinto desafío.

Respecto al primero, es difícil no estar de acuerdo plenamente con los argumentos del PNV: la preocupación por la pérdida de cohesión de la sociedad, el principio de que no sobra nadie, el rechazo de las negativas consecuencias que provoca toda clase de exclusión política en los excluidos... Pero así como acierta al destacar la unidad de todas las causas de exclusión política, comete el error de no subrayar la diferente naturaleza de cada una de ellas. La exclusión que produce UPN no tiene comparación ni en su alcance ni en sus efectos con las otras dos. Tampoco son equiparables la ilegalización de Batasuna y la exclusión que genera ETA. Esta última no tiene remedio por el momento, si ETA se empeña en persistir, mientras que un gesto público de deslegitimación de sus atentados, cuyo buen sentido moral y político es poco discutible, habría evitado la ilegalización de Batasuna o podría revertirla en cualquier momento.

En cuanto al segundo desafío, culminar la construcción de un proceso de paz, el fin de la violencia de ETA y de la vulneración de los derechos humanos desde los poderes públicos, es llamativo el escaso espacio dedicado a este asunto en la ponencia, apenas medio folio. Parece que el PNV lo fía todo a que ETA abandone la vía de la violencia y no deje pasar de largo el último tren que está llamando a su puerta: sumergirse en un apoyo abertzale unánime al Plan Ibarretxe, probablemente la mejor pista de aterrizaje a que puede aspirar en su actual situación. El PNV ha hecho esa apuesta, pensando sin duda que puede salir ganando de cualquier manera, tanto si ETA lo deja como si ETA persiste, y en este último caso como principal beneficiario de la debacle que sufriría por ello el mundo de HB. Pero, ¿y si no salen bien esas cuentas y ETA sigue y no hay tal debacle? Esta interrogante es tanto más inquietante cuanto más patente es el esfuerzo de los dirigentes del PNV en no querer planteársela siquiera.

Sobre el tercero, la resolución dialogada del contencioso político vasco, va de suyo el buen sentido que rezuma el afán de impulsar foros multipartitos de diálogo para "lograr consensos que permitan superar el actual bloqueo político". Menos satisfactoria resulta en cambio su concreción en una amalgama confusa y contradictoria de bases y premisas del diálogo. Y todavía es menos satisfactorio que se identifique la Propuesta del lehendakari como un modelo adecuado de estos procesos de diálogo. De momento al menos, sea por lo que fuere, es un hecho que el Plan Ibarretxe aún no ha aprobado la asignatura del diálogo con sus opositores.

Más allá del texto de la ponencia, creo que la doctrina nacionalista del PNV no acaba de tomarle la medida a qué significa el pluralismo pese a que lo menciona una y otra vez como principio fundamental de su ideario y de su política. Por resumirlo de forma breve y clara, el PNV no acaba de formular bien un problema similar al que tiene la Constitución Española de 1978. Ésta, en su artículo 1.1, enuncia que el pluralismo político es uno de los (cuatro) valores superiores de su ordenamiento jurídico. Sin embargo, al afirmar la soberanía nacional del pueblo español, en su artículo 1.2, contradice la pluralidad de toda aquella ciudadanía que disiente de esa fórmula desde otra identificación nacional (como es notorio en los nacionalismos periféricos) o bien desde una identificación española más compleja: federalista o confederalista. El nacionalismo del PNV reproduce profusamente ese mismo problema casi cada vez que define Euskadi y casi cada vez que menciona la pluralidad y el pluralismo.

Una significativa expresión de ello es la definición del contencioso vasco única o principalmente en virtud de la insatisfacción del nacionalismo-vasco con el encaje de Euskadi en el estado español. Definición que acierta en poner sobre el tapete un aspecto fundamental del conflicto político pero que es al mismo tiempo parcial. Desde hace tiempo es evidente que ha emergido otra manifestación más del contencioso vasco contrapuesta a aquella en buena medida: la insatisfacción del variado mundo vasco no-nacionalista [que incluye a ciudadanos de distinta identificación nacional (españolistas, vasco-españoles, nacionalistas españoles), a auténticos no-nacionalistas y a otras gentes de diversa índole] con el proyecto de país que ofrece el nacionalismo-vasco.

SABINO ARANA PURO. Xabier Arzallus resumió y calificó los principios ideológicos del PNV con esta frase de su estilo: son "Sabino Arana puro". Con esta idea se refería a la afirmación: 1) de un sujeto vasco, el Pueblo Vasco o Euskal Herria, concebido como comunidad natural que viene desde los albores de la historia, 2) de su totalidad: como un ámbito que comprende los siete territorios históricos y toda su población y con una dimensión extraterritorial que incluye a la diáspora; 3) de su ser nacional, del que se deriva su soberanía y el derecho de autodeterminación (a "su innegable naturaleza de Pueblo le es inherente su capacidad de ser y de decidir"); 4) del Zazpiak bat!: llegar a formar un ente político que agrupe a toda Euskal Herria y a todos los vascos y sea reconocido por la Unión Europea y la comunidad internacional; 5) del entendimiento y colaboración entre nacionalistas para impulsar la construcción de la nación vasca, que de momento está paralizado por la persistencia de ETA.

Desconozco si Xabier Arzallus, al referirse a la herencia de Sabino Arana, incluye o no dentro de ella otros dos principios ideológicos enunciados en la ponencia del PNV: 6) el principio de libre adhesión a los objetivos nacionalistas, que afirma su carácter democrático, la exigencia de mayorías para realizarlos y la primacía de la voluntad popular; 7) el principio de rutas distintas. De acuerdo con este último, el PNV opta por una estrategia nacionalista diferente "en cada una de las tres realidades político-jurídicas actuales en que está dividido el país": la máxima velocidad posible en la CAV, mientras en Navarra o en el País Vasco-francés, donde las cosas no pueden ir mucho más allá de mantener la llama nacionalista, hablar de velocidad es casi un eufemismo.

Al margen de lo que piense o diga Arzallus, lo razonable es convenir que el principio de libre adhesión transgrede la doctrina nacionalista sabiniana (entroncada con una concepción objetiva de la nación muy extendida en el pensamiento decimonónico europeo: la nación existe al margen de la voluntad o la conciencia de las gentes y no se supedita a ellas) y que el principio de rutas distintas desborda el esquema político sabiniano (una rígida confederación de los siete territorios vascos históricos).

La ponencia del PNV, empero, mete en un mismo saco todos los principios, los pone al mismo nivel y no hace el menor esfuerzo por advertir los aspectos antagónicos de unos y otros. Según un párrafo (3.4.2) que reproduce enteramente una parte de la ponencia del año 2000: "Tan real es la afirmación nacional -que Euzkadi es una nación y como tal es depositaria de derechos políticos- como la diversidad del entramado institucional y la pluralidad de identidades. Nuestro proyecto político se sustenta en el conjunto de estos principios, sin primar unos sobre otros".

Se está insistiendo últimamente en que los principios de libre adhesión y de rutas distintas ponen al día el ideario sabiniano, actualizándolo a las circunstancias de una sociedad democrática y plural. No negaré lo evidente: si se reconoce y respeta la existencia de distintos Países Vascos y si se reconoce y respeta la voluntad democrática de sus respectivas ciudadanías, se admite y legitima la posibilidad de que se perpetúe la actual situación diferenciada, lo cual no estaba previsto en el tradicional Zazpiak bat! Pero no ha olvidarse que, simultáneamente, la actual doctrina nacionalista del PNV tiene un enganche muy poderoso con Sabino Arana en la idea de que "la extensión de la conciencia nacional es el centro de gravedad de la acción nacionalista". Esta idea es la grapa que le permite al PNV juntar los principios sabinianos predemocráticos y el principio democrático de libre adhesión. La libre adhesión al proyecto nacionalista no se produce por generación espontánea sino que requiere un empujón mediante el adoctrinamiento general y permanente de la sociedad. Y a poder ser, desde el poder institucional, que es el más efectivo en esas faenas. Así las cosas, el lío con la pluralidad y el pluralismo está servido.

SALIR DEL BLOQUEO. La idea un tanto dramatizada de que estamos en una situación política bloqueada y de que el mantenimiento del statu quo actual es poco menos que una catástrofe, etc., es uno de los pilares de la ponencia aprobada. El esquema de la misma a este respecto sigue esta secuencia. 1) El estatuto ha sido incumplido, mutilado y devaluado. 2) El estatuto no tiene futuro. No hay ninguna perspectiva de desarrollo y de seguridad jurídica del autogobierno. 3) Pese al bloqueo político no hay que resignarse a que el contencioso vasco siga sin resolverse. 4) El nuevo estatuto político de Ibarretxe ofrece un horizonte de desarrollo del autogobierno y de seguridad jurídica del mismo.

Cuando expone a continuación sus expectativas para salir del bloqueo, lo que dice también es claro. Con ETA no hay nada que hacer, que abandone la escena y punto. Con Batasuna, tampoco hay nada que hacer hasta que termine ETA o se separe de ETA. Con el PP, tampoco hay nada que hacer, ni siquiera se puede hablar. Con el PSE-PSOE tampoco hay nada que hacer, al menos por ahora.

Pese a este panorama, que no deja resquicio a la esperanza a corto plazo, el PNV insiste en que no se resigna a que no haya salidas... Pero como es obvio que las solas fuerzas del tripartito no pueden garantizar una salida verosímil, no tiene más remedio que cultivar la expectativa de un acuerdo a medio plazo con el PSE-PSN-PSC-PSOE, por lejana y débil que ahora parezca. La planteó Joseba Egibar a su manera, no muy sutil, en la Asamblea del PNV cuando afirmó que los mínimos para recomponer una alianza con el PSE son: "reconocer que el pueblo vasco existe y que tiene derecho a decidir, a su libre determinación" (que equivale, a la viceversa, a que el PSE le exigiese reconocer el estatuto y la constitución o algo similar). Y lo ha planteado también Josu Jon Imaz (en una entrevista con Ander Landaburu. EP, 8.02.04) con otras maneras pero idéntico fondo: "los acuerdos serían posibles si el PSE hace como el PSC cuando dice que Cataluña es una Nación y que Cataluña va a reformar su autogobierno y que la voluntad de los ciudadanos catalanes va a articular lo que tenga que ser el encaje de Cataluña en el Estado".

Este tipo de planteamientos unilateralistas, como ahora está de moda decir, omnipresente en tirios y troyanos, tan alejados del sentido de reciprocidad que ha de impregnar la mirada y las actitudes de los políticos que nos puedan sacar del bloqueo actualmente existente, es un indicativo certero de que las uvas no están aún maduras.