Javier Villanueva

Un paso más en la movilización
(Disenso, 43, abril de 2004)

La propuesta de Arundhati Roy en el Foro Social Mundial de Mumbai ha provocado opiniones encontradas en el seno del movimiento altermundista. Unos la apoyan y otros se oponen a la misma, alegando que plantear programas y ejecutar acciones concretas exige una centralización política e ideológica que no es propia del Foro. Javier Villanueva se encuentra entre los que apoyan este salto cualitativo del movimiento. En este artículo expone sus razones.

El impulso que tomó cuerpo en la intervención de Arundhati Roy, y que ha de ser muy profundo y general, despertó temores congénitos del Foro Social Mundial y enfrentó resistencias. La verdad es que esos temores me parecen auténticos, no así la oposición que los esgrime para detener el impulso expresado por Arundhati. Por una parte, en efecto, llevar adelante ese impulso implica entrar en una dinámica de discusión, toma de decisiones y acción muy diferente, mucho más exigente y con mayores riesgos que la que se viene dando no sólo en ese Foro, sino en gran parte del movimiento. Representaría, pues, un salto cualitativo, y es por ellos que la intervención de Arundhati es un desafío y despierta temores. Por otra parte, sin embargo, al no responder al desafío y apoyarse en los temores, aquella oposición adopta una actitud propiamente conservadora en lo que al Foro se refiere: el Foro no es para eso, dicen, no elabora programas alternativos, no coordina movilizaciones, no acuerda planes de acción, porque ello implicaría una centralización política e ideológica que resulta imposible e inconveniente. El Foro, según esto, sólo es para formular preguntas para las que aún no hay respuestas, sólo trata de reinventar la política mediante el encuentro, el diálogo y la reflexión entre fuerzas distintas, cuyo único rasgo común es la lucha contra el neoliberalismo. Se sitúa, pues, como oposición a que el Foro se desarrolle, lo amarra a lo que fue decidido desde que nació en contra de lo que pueda decidir al crecer, y se apresura a identificar el nuevo desarrollo que se le propone con un salto hacia atrás, hacia los llamados partidos tradicionales.
El argumento de estos opositores hace agua por todos lados: para conservar el Foro como alternativa a “los partidos tradicionales” les conceden a éstos nada menos que el ser útiles para plantear y resolver las preguntas que formula Arundhati y, al mismo tiempo, renuncian a que el Foro sea y pueda ser una alternativa en torno a estas cuestiones. Esos partidos tradicionales se darán por bien servidos. Pero su falla principal es que eluden la parte medular del argumento de Arundhati: es el desarrollo mismo de la movilización contra el imperialismo, no la rivalidad contra quién sabe qué tradición de la izquierda, lo que está planteando que asumamos esas cuestiones y tratemos de darles una respuesta. En la medida en que esto sea así, y creo que lo es en gran medida —lo que esa posición no discute y le costaría mucho tratar de rebatirlo— entonces las preguntas que formula Arundhati son precisamente las preguntas de esas fuerzas “cuyo único rasgo común es la lucha contra el neoliberalismo”, y la política que queremos reinventar no puede ser otra que la que ponga esas preguntas sobre la mesa, aun cuando sólo nos reunamos para conversar y reflexionar y aun cuando aceptáramos, sin conceder, que los afamados partidos tradicionales ya les han dado una respuesta.
No se puede utilizar el “preguntando caminamos” de los zapatistas contra la posición expresada por Arundhati sobre la movilización —y que, insisto, creo que viene de muy abajo y es muy general—. Es cierto, “preguntando caminamos”, pero esto no quiere decir que lo primero sea preguntar: lo primero es caminar. Es el movimiento el que genera la dialéctica del preguntar y responder, es la acción la que nos descubre el mundo y a nosotros mismos. Las preguntas no surgen de una mente en blanco —en un cuerpo quieto— Lo que preguntamos es hacia dónde caminar, cómo, con quién, contra quién, pasando por encima de qué. En suma, nos preguntamos por la estrategia. Por eso es que nuestros foros apuntan hacia asambleas que sean deliberativas, resolutivas y ejecutivas a la vez, rechazando lo mismo los intentos por imponerles decisiones que por negarles el derecho a tomarlas. ¿Qué otra cosa nos anima, sino la aspiración a tomar en nuestras manos las riendas de nuestros destinos, conscientes de que nuestros destinos están fuertemente entrelazados como un solo destino común y, por consiguiente, que tenemos que tomar esas riendas entre todos y para todos?
Como lo hemos visto en Chiapas, Seattle, Argentina, Bolivia, como lo empezamos a ver en el mismo Iraq, la movilización popular masiva es “un arma preciosa” porque, entre otras cosas, es una respuesta en la que convergen miles o millones de preguntas y que se despliega a través de otras tantas, y al mismo tiempo es una pregunta a la que respondieron y por la que responderán todos los que la hicieron y muchos más que la continuarán. El primero de enero de 1994 no fue una resistencia pacífica, pero no es lo pacífico o violento, sino la movilización, lo que lo hizo ser a la vez una respuesta y una pregunta, una afirmación y una negación, en particular sobre las relaciones entre la violencia y la paz. También lo fueron las movilizaciones contra la invasión de Iraq, aunque a una escala mucho mayor; no sorprende que sus preguntas y respuestas hayan destacado algunos rasgos que de alguna manera ya estaban en Chiapas, pero que luego se desplegarían en toda su dimensión al aparecer una y otra vez esas grandes movilizaciones simultáneas en todos los continentes y con un mismo objetivo.
¿Nos molesta que el desarrollo de la movilización popular nos exija “enfocarnos en blancos reales, librar batallas reales e infligir un daño real”? Pues sí, nos molesta; por eso queremos construir otro mundo donde eso no sea necesario, pero precisamente por eso no podemos renunciar a la movilización, a plantearnos la pregunta por esos blancos, por esas batallas y por esos daños, y a tratar de responderlas entre todos y para todos en medio de la lucha de unos contra otros. Ésa es la movilización real, la condición misma de nuestra existencia en este mundo como movimiento que lucha por un mundo en el que el uso de la fuerza de trabajo sea decidido entre todos y para todos.