Javier Villanueva

País Vasco: ¿unas elecciones de transicion?
(Hika nº 145, junio de 2003)

Las recientes elecciones que acabamos de celebrar venían marcadas por la maldita dinámica frentista de bloques en la que estamos inmersos desde hace casi ya cinco años, una dinámica que corroe los sentimientos de comprensión, compasión, solidaridad y convivencia imprescindibles para ser una comunidad política. En esta ocasión, las elecciones se han dado en un clima envenenado, además, por la concatenación de otras dos circunstancias excepcionales: por un lado la amenaza de ETA a todas las personas comprometidas con las candidaturas de PP y PSE y, por otro, la exclusión, por sentencia judicial, de la posibilidad de un voto válido a AuB y a las candidaturas locales que habrían aglutinado el voto a Batasuna de no haber sido ilegalizada.
Así las cosas, era inevitable que estas elecciones midiesen algunas otras cuestiones políticas ajenas al reparto del poder municipal y foral. Por ejemplo, en la CAV, el plan Ibarretxe o el pulso entre los bloques o la capacidad de atraer el “voto útil nacionalista” por parte de la coalición PNV-EA. Mientras que en Navarra, donde la vida política discurre con otras claves, se presumía que las elecciones iban a constatar el grado de maduración de una alternativa progresista y provasquista al gobierno de UPN.

I. En lo que hace a los resultados obtenidos en número de representantes electos en ayuntamientos, Juntas forales y Parlamento navarro, que es lo que mejor define la foto de ganadores y perdedores, el resumen -en titulares- podría ser el siguiente. En la CAV, la coalición PNV-EA ha ganado y mantiene su posición de centro de la política vasca. El PSE ha mantenido el tipo. IU/EB ha recuperado el nivel electoral de la era Anguita. Aralar ha apañado un resultado aceptable. El voto nulo a AuB ha salido bien parado (si se mide en términos de legitimación política). El PP no ha sostenido el tirón (ascendente de los últimos diez años) y tan sólo puede presumir de ser la lista más votada en Vitoria.
La coalición PNV-EA consigue la mayoría absoluta en las Juntas de Bizkaia y Gipuzkoa; ha recuperado la primera posición en las Juntas de Alava y en la provincia, sin Vitoria, ha sacado más votos que la suma conjunta de todos sus competidores; ha confirmado la primera posición en Bilbao, Getxo y Basauri; ha sido la lista más votada en Sestao, Portugalete y Santurce; ha aguantado bien el pulso con el voto nulo a AuB propugnado por ETA y Batasuna; el balance de sus competidores es mucho más magro.
El PSE obtiene un resultado excelente en San Sebastián y en sus enclaves históricos guipuzcoanos: Irún, Rentería, Eibar, Lasarte, Zumárraga, Andoain, Pasaia y Urnieta.
El valor de los votos nulos a AuB, 118.325 a las Juntas Forales de la CAV y 16.569 al Parlamento Navarro, es ambivalente, según se mire, habida cuenta las circunstancias extremadamente negativas de su ilegalización por un lado, y, de otro, el efecto-llamada a “apiñarse” que le reporta su condición de víctima excluida del juego electoral.
Sin embargo, todos los contendientes, excepto Ezker Batua, tienen claras pérdidas u objetivos no satisfechos o motivos serios de preocupación. La coalición PNV-EA ha salido de las elecciones con una corona de espinas: las derrotas de San Sebastián y Vitoria, quedar detrás de Aralar en Navarra, la amplia mayoría “constitucionalista” existente en un buen lote de instituciones (Juntas de Alava, Margen Izquierda, Irún, Rentería, Eibar, Lasarte, Ermua, parlamento navarro, ayuntamiento de Pamplona), depender del apoyo de IU en Bilbao, Getxo y Basauri. El PSE no despega en Navarra, parece que no se renueva en la Margen Izquierda, ocupa un papel demasiado segundón en las tres Juntas Forales y en las capitales (Vitoria, Bilbao y Pamplona) y debe hacer pactos complicados allí donde ha ganado. En cuanto al PP, salvo en Getxo, ha perdido fuelle en todos sus puntos más fuertes, sobre todo en Bilbao, Vitoria y Juntas de Alava. Mientras que a Batasuna no le ha salido bien el pulso por ser la lista más votada mediante el voto nulo municipal, se confirma el voto perdido en las autonómicas de 2001, Aralar le ha adelantado ya en Navarra y se lleva un varapalo en la población más urbana de Bizkaia, Alava y Navarra.

II. Un segundo plano, el análisis y valoración de los comportamientos electorales de la sociedad, se presta a un sin fin de interpretaciones, comparaciones, matices... sobre las tendencias, novedades y permanencias que reflejan los votos. En este campo toda prudencia es poca: los resultados electorales informan sobre lo que se vota y sobre sus consecuencias más evidentes e inmediatas pero no sobre los motivos del votante al pasar por las urnas. A ello se añade en esta ocasión la exclusión de las candidaturas que habrían recogido el voto de la ilegalizada Batasuna, por lo cual las comparaciones con otras elecciones no son tan fiables.
¿Ha habido un cambio de tendencia favorable al voto nacionalista-vasco? Basta echar una simple ojeada a los cuadros comparativos (ver cuadros 1 y 2) entre el voto a las distintas fuerzas del nacionalismo-vasco (PNV, EA, AuB y Aralar) y a sus opositores (PP/UPN, PSE/PSN, CDN y UA) para concluir que la cosa no da para tanto. En estas elecciones se han dado a ese respecto unos porcentajes del censo y unas cifras de votos similares a las anteriores de 1999 en Navarra; mientras que en la CAV son casi idénticas a las autonómicas de 1999 y se parecen a las autonómicas de 2001 sólo en que le toca más ración al PNV-EA en el reparto de la tarta.
¿Ha seguido estrechándose la relación entre esos dos bloques, como venía sucediendo desde 1989? La respuesta, a causa de la ilegalización de Batasuna y candidaturas afines, no tiene la contundencia de anteriores elecciones. Pero se puede afirmar que se mantienen los bloques existentes en unos términos muy similares a los definidos en los últimos años. La masa de cada bloque no ha variado demasiado y también se mueve en términos similares la diferencia entre uno y otro. Aunque en esta ocasión se advierte una novedad: por vez primera en los últimos trece años se frena el avance relativo del bloque “constitucionalista” respecto al “nacionalista-vasco” que ha sido constante en todo ese tiempo y se produce una levísima corrección al alza del bloque nacionalista-vasco (cuadro 1). Sin embargo, esta subida no se extiende a Navarra (cuadro 2) donde el voto a UPN y PSN sube más que el del sector autoidentificado como nacionalista-vasco.
Mirando los datos con más detalle, no hay un cambio de tendencia en Alava (ver cuadro 3), donde el porcentaje de voto al PP, a UA y al PSE, respecto al censo, crece más (+ 3´76%) que el voto al “bloque nacionalista-vasco” (+ 2´96%). En Vitoria, que concentra el 75% del voto alavés, el “bloque constitucionalista” también crece más y, en consecuencia, amplia la diferencia con su competidor.
Tampoco hay un cambio de tendencia favorable al “bloque nacionalista-vasco” en las mayores poblaciones de Bizkaia: Bilbao Getxo, Basauri y Margen Izquierda (cuadro 4). En Bilbao y en Basauri, las diferencias con el voto de 1999 son pequeñas y no dan para hablar de cambios de tendencia; lo más significativo es la subida de IU/EB. En Getxo, no sólo no hay tal cambio, sino que la suma del voto nacionalista (PNV-EA, AuB y Aralar) retrocede un poco respecto al voto al PP y al PSE. En la Margen Izquierda, los dos “bloques” han quedado emparejados, a consecuencia de una mejora del voto a PNV-EA (que podría deberse a que la reducción del censo tal vez perjudica más a PSE y PP), e IU acentúa su capacidad para inclinar la balanza a un lado o a otro.
Como viene ocurriendo en elecciones anteriores, en esta ocasión también se han producido significativos movimientos en el interior de cada bloque.
En el bloque “constitucionalista” se apunta un cambio de tendencia, a favor del PSE. Ahora el PSE es el primero. En cuanto al bloque nacionalista, se confirma la tendencia decreciente del porcentaje del voto a HB/EH/Batasuna/AuB, si bien en estas elecciones el voto nulo a AuB supone un freno al retroceso de ese voto, que en 1999 significó el 36´30% del voto abertzale, en 2001 supuso el 19´15% y ahora se ha reducido al 17´77%. Por otra parte, el voto a Aralar, que en Navarra ya se ha situado, ¡a la primera!, a la cabeza del campo que se autoidentifica como nacionalista-vasco, es la muestra más evidente de la recomposición de la izquierda abertzale que se está dando en este momento. Con todo, conviene tener en cuenta que estos dos fenómenos, en la medida en que están relacionados con la caída en picado del valor ETA y con la resistencia de ETA a abandonar su protagonismo mediante atentados terroristas, tienen un aire de cosa provisional, condicionada a lo que haga ETA en los próximos años.
Tras todos estos datos se impone la conclusión de que la victoria de PNV-EA se debe sobre todo a que ha crecido a costa del voto a Batasuna y a que, gracias a ese plus, es quien más se beneficia del hueco dejado por la exclusión de Batasuna. Según los datos presentados por la “comisión de garantías” (Gara, 27.5.03), el voto nulo a AuB le daría 10 procuradores en las Juntas Forales (7 en Gipuzkoa, 2 en Bizkaia y 1 en Alava) y restaría a los demás ese mismo número: 5 al PNV, 2 a IU, 2 al PP y 1 al PSE.

III. En un tercer plano, las consecuencias de estas elecciones y su utilización para la legitimación de unos discursos políticos u otros, es menester concluir que las urnas no han desautorizado la dinámica exacerbada de polarización frentista ni obligan a cambiar de rumbo a sus principales responsables.
La repercusión más trascendente de estas elecciones es la exclusión del mundo de Batasuna de las instituciones locales salvo en unos pocos municipios. Pese a que ha marcado un territorio, con los 134.894 votos nulos a AuB, que le permite reivindicar un espacio político propio, queda descolgado de las instituciones más apreciadas por su parte, las más rentables para la legitimación de ETA y la base que sustenta su logro simbólico más importante de los últimos tiempos: Udalbiltza. Es verdad que los efectos prácticos de esta exclusión se pueden aliviar algo con mano izquierda y un esfuerzo integrador y de distensión, que es obligado en cualquier caso, por parte de las nuevas corporaciones locales. Pero no se puede menospreciar el dato más relevante de la nueva situación: el mundo de Batasuna ha optado por no desvincularse de ETA y ello condiciona de forma tan decisiva como negativa su presente y su futuro. La posibilidad de contrarrestar los efectos destructivos derivados de esa no-desvinculación es muy limitada si ETA no lo deja cuanto antes e incondicionalmente.
ETA se encuentra en un dilema de difícil salida, y parece que desconcertada a tenor de su reciente proceso asambleario y de sus ambiguas y contradictorias declaraciones. Es cierto que sigue teniendo cartas a corto plazo en sus manos, mientras mantenga su capacidad de producir un síndrome de Estocolmo en el mundo nacionalista-vasco, e incluso en buena parte de la sociedad, a cuenta de especular con su supuesto final. Pero sabe que si actúa envenena el clima político y hace imposible cualquier convergencia “soberanista”. Y sabe, igualmente, que si no actúa, máxime ahora: con Batasuna ya en fuera de juego, no está en condiciones de “recoger las nueces”, esto es, de rentabilizar el capital humano invertido en los últimos 25 años. El atentado de Sangüesa, ha puesto en evidencia este dilema: ETA cada vez debe pagar un precio más caro por su intervención letal, incluso aunque se trate de “policías españoles”. Si interviene, debilita aún más a su entorno histórico. Si no interviene, su entorno se va desmoronando.
En lo que hace al plan de Ibarretxe, los resultados de estas elecciones no son nada concluyentes. No ha funcionado el plebiscito que pretendían el PP o el PSE en contra de dicho plan. Pero tampoco ha habido la “marea humana” contra el voto nulo y contra el PP que ha pedido Ibarretxe reiteradamente en esta campaña electoral.
Se pueden contabilizar como negativos para el plan Ibarretxe: a) los resultados de Vitoria y Alava; b) los votos “constitucionalistas” en las mayores ciudades de Bizkaia y Gipuzkoa; c) los resultados de Navarra, donde la fuerza pro-vasquista se ha reducido en el Parlamento (de 11 a 8, entre 51); d) los resultados del PSOE en el conjunto de España, que han oscurecido el horizonte de las próximas elecciones generales: el voto al PP aguanta más de lo previsto y el impulso de cambio es menor de lo esperado.
En cuanto a los datos que mejoran las expectativas del plan Ibarretxe, hay dos más relevantes. Uno, que los resultados de los partidos implicados en el actual Gobierno vasco (PNV, EA e IU) permiten pensar en la posibilidad de poder alcanzar una mayoría de dichas formaciones en el Parlamento vasco y de poder librarse de la dependencia de Batasuna. Dos, que ha funcionado, por segunda vez consecutiva, y en circunstancias muy excepcionales ahora, el trasvase de un voto útil abertzale a la coalición PNV-EA desde el nicho tradicional de Herri Batasuna/Euskal Herritarrok/Batasuna/AuB.
Así las cosas, el plan Ibarretxe, si bien no ha quedado como para echar cohetes, puede seguir su curso ya que tampoco ha sido derrotado. Pero una vez descontada ya parte de su utilidad política, para motivar el voto a PNV-EA en esta cita electoral y para amortiguar los efectos de la ilegalización de Batasuna, todo apunta a que sigue ante las mismas carencias, problemas y dilemas que viene arrastrando desde el primer momento.
En lo que hace a sus carencias, básicamente: la dificultad de llegar a corto plazo a una situación de “ausencia de violencia”, la necesidad de una mayoría parlamentaria que ahora no tiene (para lo que requiere el apoyo de los parlamentarios de exBatasuna o bien el del PSE o del PP), poder contar con la mayoría del electorado alavés (hoy está bastante lejos de esa posibilidad), superar el consenso político y social del estatuto (hoy parece un imposible), la falta del apoyo necesario en el Congreso de Diputados del estado español. En la raíz de todas estas carencias se encuentra el principal problema del plan Ibarretxe: que no se preocupa ni se ocupa de conectar con los sentimientos de la parte “no-nacionalista” de la sociedad vasca ni de satisfacer sus demandas.
Si no hay “ausencia de violencia”, lo que exige por lo menos una tregua de ETA, no se puede llevar adelante: el lehendakari ha empeñado su palabra en ese compromiso en múltiples ocasiones. Pero es muy problemático intentar sacarlo bajo la sombra vigilante de ETA y de una tregua que siempre será condicionada mientras ETA no abandone la escena de modo definitivo. Creo que no tiene nada que hacer mientras persista ETA de una u otra forma. Por ello, da la impresión de que, en el futuro inmediato, el PNV va a seguir buscando prioritariamente el fin de ETA, a cuenta de aproximarse lo más posible a sus pretensiones y de elevar el listón “soberanista”. De modo que con el pretexto de achicarle el espacio, el Plan Ibarretxe corre el riesgo de darle más cuerda a ETA y de ponerse en sus manos.

IV. Tras las elecciones el clima vasco ha vuelto a ser el de los últimos tiempos, denso, oscuro, asfixiante, depresivo y más repetitivo que el bolero de Ravel. Me refiero en particular a este bucle de acontecimientos: la intervención mortal de ETA en Sangüesa, la constatación de que el decálogo supuestamente innovador de AuB no pasa la prueba del algodón y se atiene a la “contextualización” de los atentados de ETA, el artificioso y liado conflicto -de sabor calderoniano- que se han montado entre el Tribunal Supremo y la mayoría abertzale del Parlamento vasco, la reacción postelectoral del PP que está aguando el triunfo del PNV con el máximo ruido antinacionalista y anti-ETA, el temor a lo que pueda pasar en la constitución de los nuevos ayuntamientos.
Sin embargo, no puede olvidarme de que los resultados electorales también presentan algunos cambios que permiten pensar en términos menos pesimistas. El PNV tiene más margen de maniobra tanto respecto al PP como respecto al mundo de ETA y Batasuna. El PSE se ha reforzado respecto al PP y también gana margen de maniobra y capacidad de más autonomía. También se refuerza notablemente y gana más autonomía IU. Ha emergido una nueva fuerza, Aralar, con vocación de llevar a la izquierda abertzale a un camino político estrictamente civil y democrático. Basta con que converjan un poquito más todos estos cambios para que lo que no es posible hoy día (me refiero a ponerle coto por lo menos a esa nefasta dinámica política actual de extrema polarización a la que todos están encadenados) lo sea algo más mañana.