Jesús A. Núñez Villaverde
Los atentados en Francia y la amenaza terrorista
(Entrevista realizada por Manuel Llusia).
(Página Abierta, 236, enero-febrero de 2015).

– Tengo dudas sobre el uso del término “guerra” para hablar de la lucha contra el terrorismo yihadista… ¿Qué opinión tienes al respecto?

– Para mí, solamente si algo no es, es una guerra. Recordemos que así lo denominó la Administración de Bush –hijo– después del 11 de septiembre de 200l: guerra contra el terror. Si dices “guerra” es que estás dando protagonismo a los medios militares. Y si algo sabemos, de forma clara hoy, es que el terrorismo nunca se va a poder derrotar por medios militares. La definición de guerra establece un escenario en el cual los ejércitos van a ser los protagonistas a la hora de hacer frente a esa amenaza. Algo que nos lleva a un fracaso detrás de otro; ahí está Afganistán, Irak,  Siria… La política internacional que ahora mismo está llevando EE UU contra el llamado Estado Islámico es nuevo error si no va acompañada de otro tipo de medidas. Por tanto, “lucha contra el terrorismo”, ninguna duda. Hoy existe un terrorismo global, yihadista, que es una amenaza también global que nos afecta a todos y a la que hay que combatir. Otra cosa es con qué instrumentos se responde.

– ¿Con qué instrumentos?

– Deben ser aquellos que tengan en cuenta a qué nos enfrentamos. Yo creo que el terrorismo, desde un punto de vista analítico, tenemos que plantearlo en dos planos: por un lado, cómo hacer frente a los efectos visibles más llamativos de esa amenaza, y por otro, cómo hacer frente a las causas estructurales que lo alimentan. Para hacer frente a los efectos visibles, es decir, a la radicalización de individuos que puedan pensar que la violencia les resuelve problemas, a la preparación y la comisión de atentados, lo fundamental será pensar en servicios policiales, en servicios de inteligencia, en la cooperación internacional en ese ámbito, porque estamos ante una amenaza global; y a la par, en una cooperación internacional entre autoridades económicas para cortocircuitar los canales que alimentan estos grupos y también entre autoridades judiciales para establecer marcos de persecución común del delito.

Pero a la vez, hay que pensar qué políticas sociales y económicas hemos de poner en marcha para la integración de quienes, desde fuera de nuestras fronteras, van insertándose en nuestras sociedades; y qué tipo de ayuda al desarrollo debemos implementar hacia los países que son también origen de ese terrorismo, para que allí su población pueda satisfacer sus necesidades básicas y garantizar su seguridad sin tener que recurrir a la violencia terrorista.

Si nos vamos a las causas estructurales, vemos que están alimentadas por desigualdades dentro de un mismo país y entre diferentes países. Y por dobles varas de medida. Estamos hablando de cómo se responde al comportamiento de determinados Estados que violan la ley internacional con respecto a otros. Al mencionar esto surge siempre el caso de Israel, del que se puede decir que alimenta el terrorismo yihadista. En este sentido es obligado que haya más coherencia entre los modales y principios que decimos defender los occidentales, nuestros Gobiernos, y lo que realmente hacemos en relación con los Gobiernos árabe-musulmanes al apoyar a los indeseables.

En todo eso, los ejércitos tienen un papel secundario. Pueden, en un momento determinado, proteger una infraestructura, como se ha hecho otras veces en España, proteger el AVE, proteger una central nuclear…

Creo que ese es el panorama completo y, obviamente, estamos hablando de asignaturas pendientes, porque de todo eso hoy en la agenda hay muy poco.

– Desde ese punto de vista, cuando la respuesta está en caliente enseguida se señala que hay que tomar medidas que pueden afectar a libertades importantes…

– La reacción está sobredimensionada desde el principio. Me parece que estamos en un proceso de alimentación de la cultura del miedo. Veamos las cifras. El año pasado hubo 10.000 ataques terroristas en todo el planeta. La mitad de ellos no produjeron ninguna víctima mortal; de los que produjeron víctimas mortales contabilizamos 18.000 personas muertas por atentados terroristas en todo el mundo, en 60 países del planeta. Por tanto, está claro que es una amenaza real y que hay que hacerle frente.

Desde el año 2000 hasta hoy solo el 5% de todos los atentados terroristas que se han producido en el mundo se han registrado, fundamentalmente, en países desarrollados, países ricos, países occidentales. Por lo tanto, ¿es una amenaza que nos afecta?, sí; ¿es la amenaza principal o la única amenaza que nos afecta?, no. Por eso digo que se está sobredimensionando la respuesta  y creando una cultura del miedo que, para lo que está sirviendo, en buena medida, es para recortar derechos y libertades de nuestras propias entidades y alimentar la islamofobia en buena parte de nuestros países.

Cuando, después de unos atentados como los de París, se despliegan 10.000 soldados, se responde así más por la sensación que deja de que se está haciendo algo que, en realidad, es puntual, episódico, porque se sabe, claramente, que esos 10.000 soldados no van a estar ahí durante todo el año. Estarán unos días, hasta que lo acontecido desaparezca de la agenda y volvamos a lo habitual, Por tanto, este tipo de medidas más o menos llamativas son absolutamente ineficaces, más allá de intentar comprar la tranquilidad social durante unos días y hacer ver que el gobernante de turno responde de algún modo. Pero esa no es la respuesta.

– Se ha insistido, no obstante, en que son necesarias nuevas  medidas de seguridad de contenido preventivo… ¿Lo ves así?

– Si asumimos que esta amenaza nos afecta y que tenemos que responder a ella, obviamente, tiene que haber un componente securitario en la respuesta, aunque, insisto, el principal debe ser social, económico y político… Y en ese apartado de la respuesta securitaria, podemos recordar lo sucedido en España. Antes del 11-M había apenas, se nos dice, unos 150 miembros de las fuerzas policiales y de los servicios de inteligencia dedicados al terrorismo yihadista. Hoy hay 3.000. Bien, porque nos afecta esta amenaza. Luego tiene sentido.

Pero tenemos que entender que vivimos en sociedades abiertas, y lo que define a estas sociedades es que hay que asumir el riesgo, tanto de lo que suponga la libertad de expresión, como de lo que impliquen los peligros a los que nos enfrentamos.

Por lo tanto, creo que nunca debemos admitir que, en esa balanza delicada entre libertad y seguridad, se vuelque todo el esfuerzo hacia la seguridad, porque eso supondría una militarización absoluta de nuestras propias sociedades. Sería poner un policía detrás de cada uno de nosotros, que, a su vez, tendría que ser vigilado por otro policía. Y ni así tendríamos la garantía de poder evitar un atentado terrorista, porque matar es demasiado fácil para quien tiene voluntad de hacerlo; y no digamos ya si el terrorista es suicida. Dado que nunca vamos a tener una seguridad total, tendremos que encontrar el punto de equilibrio entre nuestras libertades y nuestra seguridad.

La respuesta, pues, no puede ser siempre el incremento de la seguridad a cualquier coste, porque cualquier coste significa renunciar a lo que somos.

– ¿Cómo ha reaccionado la sociedad francesa con toda su diversidad ante estos atentados?

– Lo más positivo de todo lo ocurrido ha sido la reacción ciudadana francesa con su masiva movilización. Si hay algo claro es el valor y la necesidad de la unidad de los demócratas para una respuesta fundamental ante la amenaza terrorista. Nada que objetar a ello. Sin embargo, sí me producen algunos malestares e inquietudes lo presenciado. Al repasar las caras de quienes encabezaban de la manifestación, a uno le entran dudas sobre el grado de compromiso con la defensa de la libertad de expresión allí presente. Precisamente, en esa primera fila había muchos representantes cuyos Gobiernos se distinguen por todo lo contrario. Desde Rajoy, con su recientemente aprobada en solitario “ley mordaza” (*), hasta el representante ruso, Labrov, pasando por el de Arabia Saudí, país en el que en ese momento se estaba dando latigazos, mil, a un bloguero por sus críticas al régimen. Una cosa ha sido el poder de movilización de la maquinaria diplomática francesa y otra es que no todo representante estaba en el lugar que le correspondería en esa manifestación.

Al margen de lo dicho sobre esa movilización, son preocupantes las reacciones antimusulmanas producidas. Es obvio que Francia es hoy un escenario en el que la islamofobia crece. Lo muestra, por ejemplo, la reacción inmediata del Frente Nacional, que no tardó ni 48 horas en jugar en clave de señalar a los inmigrantes, en concreto a los árabe-musulmanes, como enemigos, tratando de afianzar su preocupante candidatura a ganar las próximas elecciones. Un islamofobia sin duda creciente en toda Europa.

– ¿Qué comparación cabe hacer con la respuesta aquí tras el 11-M?    

– Dicho lo anterior y casi como nota a pie de página, por una vez y no tenemos muchas oportunidades de decirlo, me siento orgulloso de ser español al observar que España no ha llegado a ese punto de islamofobia. No es que estuviéramos en el paraíso, pero conviene recordar que tras el 11-M nos encontrábamos en un momento propicio para que se produjera la demonización del “moro”. Y no se produjo, no se quemaron mezquitas, no se confundió al inmigrante con el terrorista. Eso ha mostrado, por lo tanto, una tolerancia que en otras sociedades europeas, que nos parecen avanzadas en muchas cosas, no se muestra.

Otro dato que lo puede confirmar es que aquí no existe ningún partido mínimamente relevante que juegue abiertamente con la inmigración en clave xenófoba, racista, y que tenga el islam como enemigo a batir.

– ¿Qué efectos puede tener lo ocurrido?

– Otro problema que me inquieta es el recorte de libertades. Y eso afecta a las autoridades francesas y a todas las demás. Fue inmediata la reunión de ministros del Interior cultivando, una vez más, la cultura del miedo y aprovechando el impacto de los atentados para dar un paso más contra un valor que define a la UE, el espacio libre al movimiento del Acuerdo de Schengen.

– ¿Y la relación con los colectivos y comunidades musulmanas?

– En Francia se sigue cometiendo el mismo error que en otros países. Se sigue identificando a los representantes de las comunidades islámicas como los interlocutores de los ciudadanos que vienen del mundo o tienen un origen árabe-musulmán. Esa población que ve que por lo único que se les considera o se les tiene en cuenta es por pertenecer a una religión, pensarán que eso es lo fundamental que les define. No abrir espacios a otras formas de expresión, a otras interlocuciones con ese heterogéneo mundo islámico, me parece preocupante, porque refuerza la clave religiosa en un mundo que queremos que sea secular.

– ¿Qué objetivos y finalidades crees que encierra este atentado? ¿Y en qué universo ideológico y moral se inserta el terrorismo que se ha venido a llamar “yihadista”?

– En el plano superior, el yihadismo busca la instauración de la sharia –la ley islámica– en toda la Umma, es decir, en toda la comunidad islámica que debe extenderse al planeta en su conjunto. Con una estrategia que consiste, primero, en crear un emirato que sirva de base para la expansión de un movimiento que logre, después, establecer un califato en todo el mundo islámico. Y de ahí dar el salto para convertir al islam a todo el mundo, por las buenas o por las malas. Ese sería el referente máximo…

–… ¿Crees que los responsables del atentado en Francia estaban en ese universo?

– No, no lo creo. Una cosa es el planteamiento maximalista, que está ahí, flotando en el aire, y otra cosa es el individuo que, por la razón que sea, se ha radicalizado: porque no se siente integrado en su comunidad, porque no tiene trabajo, porque se siente rechazado… Y la rabia que ha acumulado le lleva a suponer que la violencia va a resolver o calmar sus problemas. Y alimentado por un discurso que identifica a sus Gobiernos, a los que nos son igual que él o ella, como los responsables de sus desgracias, en el momento en el que da el paso para que esa radicalización suponga la utilización de armas hay que pensar que la va a llevar a la práctica. 

Luego, a posteriori, se trata de justificar su acción en clave ideológica. Eso es lo que se produce probablemente en muchos de estos casos, sobre todo en aquellos en donde, como este, existen serias dudas de que hayan actuado por orden directas de Al Qaeda en la Península Arábiga, como se ha dicho, o del Estado Islámico. Otra cosa es que ellos se sientan inspirados por esos grupos… 

– Quieres decir que en determinados ambientes y situaciones se produce un tránsito de la acción violenta social al terrorismo…

– Sí, de la criminalidad ordinaria, a esa acción emparentada con el yihadismo…

En el caso del 11-M, sí podemos identificar una organización integrada en Al Qaeda del Magreb Islámico, como la llamamos desde hace ya unos años, mientras que en los atentados de París estamos hablando de unos individuos que han tenido un puntual y limitado contacto con las organizaciones yihadistas –sobre todo de uno de ellos con Al Qaeda en Yemen–. Y no podemos pensar que estén operativamente respondiendo a una orden directa de algún líder de esas organizaciones.

Que la diferencia con lo sucedido en Madrid es notable lo asevera lo sofisticado del atentado y el tiempo necesario para prepararlo. Por lo que ha trascendido de lo que han dicho los responsables de los atentados de ahora, se supondría que recibieron una orden para esa acción contra Charlie Hebdo a finales de 2011. Es decir, que han necesitado tres años para prepararla. Son cosas que no encajan. Otra cosa es que despuéstraten de justificar lo hecho poniéndole un marco extraordinario.

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Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). También por turno le corresponde ahora ejercer el cargo de presidente de la UNRWA-España.

(*) En diciembre pasado el Congreso aprobó, solo con los votos del PP, la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana.