Jesús A. Núñez Villaverde
El enfrentamiento por Ucrania
(Página Abierta, 234, septiembre-octubre de 2014).

  En marzo pasado, tras consumarse el “golpe de Estado” contra el presidente electo de Ucrania, Yanukovich, por las fuerzas opositoras –impulsadas por el llamado “Euromaidán”–, Página Abierta publicó un artículo de lo sucedido en ese país (1). Una parte fundamental del texto correspondía a lo apuntado por Jesús A. Núñez Villaverde, con el que habíamos conversado poco antes de que se produjera la anexión rusa de Crimea. Ahora volvemos de nuevo a hablar con él de los cambios producidos en Ucrania desde entonces y del conflicto internacional que enfrenta a Rusia con la UE, la OTAN y EE. UU.
Página Abierta

Le pedimos en primer lugar que nos dé su visión general de la evolución de los acontecimientos internos.

– Hay varios planos de evolución de todo el proceso, porque en uno de ellos, aparentemente, han pasado muchas cosas y en otro, más estructural, quizá los cambios todavía siguen siendo asignaturas pendientes. Porque es evidente que han desaparecido de la escena algunos actores, empezando por el propio Yanukovich, y que han entrado en ella otros que hace apenas unos meses ni conocíamos el nombre: Poroshenko, Turchinov, Yatseniuk..., hoy en el poder (2). En fin, nombres que nos resultan, desde luego, vistos desde aquí bastantes recientes. Es el caso también de Klitschko, uno de los dirigentes más significados del Euromaidán, en la actualidad alcalde de Kiev, la capital ucraniana, tras las elecciones municipales del pasado junio.

Luego, desde ese punto de vista, como digo, parece que sí se han producido cambios. El  más reciente, la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Parecería, pues, que estamos entrando en otra etapa.

Por parte de Rusia está claro que, aunque lo que está ocurriendo no es seguramente el plan soñado por Putin, también ha habido cambios. Unos, fácticos –quizá ya irreversibles– como Crimea. Y otros que siguen mostrando la voluntad del Kremlin de tener capacidad para influir decisivamente en lo que ocurra en Ucrania.

Por debajo de ese plano y, por lo tanto, en uno más estructural, sigue siendo una realidad que los oligarcas clásicos del país están prácticamente en la misma posición que estaban, y lo que han conseguido en esta aparente nueva etapa es seguir defendiendo sus intereses y participar también en el juego político. Consustancial con ello, la corrupción sigue siendo algo importante por resolver.

En ese sentido quizá convenga resaltar que el peso enorme de la crisis de seguridad que vive el país está tapando muchos otros problemas. Incluso desde el punto de vista de una opinión pública que, al estar focalizada en ese asunto, no está presionando para que las reformas que se les prometieron se lleven a cabo. Lo cual no quiere decir que el problema se haya resuelto, sino que en la medida, cabe pensar, que se reduzca la presión en el plano militar va a aumentar en el plano social, porque todas las condiciones siguen siendo prácticamente igual de complicadas, tanto en términos económicos como políticos, que las que existían antes.

Le preguntamos entonces por los intereses del grupo importante de oligarcas que mantenía una especial vinculación con Rusia y sobre en qué medida el conflicto interno y la guerra abierta en el Este los ha afectado.

– Desde luego, hay cosas que, si no imposibles, sí son muy difíciles de cambiar. Y el hecho es que el Donbás es la zona en la está ubicada la práctica totalidad del sector de explotación del carbón. Y donde se genera empleo es allí y no en el oeste del país. Allí es donde está la base industrial de Ucrania y, por lo tanto, eso, desde una perspectiva estrictamente geográfica, nos hace pensar en un este de Ucrania que está muy ligado a Rusia.

Esos oligarcas, pues, tienen un claro interés por que no se rompan los lazos con su principal socio y cliente comercial. Y han sabido hacerlo apostando por un cambio de caras pero no, todavía, por un cambio estructural del régimen, ya digo, desde el punto de vista estructural. En definitiva, creo que han sido suficientemente capaces de seguir defendiendo sus intereses.

Cambiamos de tercio y nos interesamos por su opinión de la pugna geoestratégica internacional, por las maniobras desestabilizadoras y las respuestas defensivas. Del resultado provisional, de quién gana o pierde más.

– En el plano estrictamente militar, el principal problema que tiene Ucrania es que, aunque coyunturalmente hay una unidad de intereses entre el bloque representado por Poroshenko y Klitschko, por un lado, y Yatseniuk y Turchinov, por el otro lado –ahora son aliados, tienen un interés común, pero ya veremos mañana lo que ocurre–, pues bien, hoy esa unidad más o menos sólida tiene una gran debilidad, y es la falta de efectivos militares suficientes para hacer frente a los grupos prorrusos y al apoyo que les está prestando Rusia. No tienen capacidad militar para derrotar definitivamente a sus enemigos. Por el contrario, esos grupos prorrusos, con la muy imaginativa manera de implicarse Rusia que está teniendo en este asunto, impiden que los dirigentes de Kiev sean capaces de impermeabilizar la frontera rusa. Y en consecuencia, Rusia está en condiciones de seguir alimentando a esos grupos tanto con armas, como con asesores militares, como con soldados propios más o menos disfrazados de otra cosa.

Luego, en el terreno militar, hoy estaríamos prácticamente en un empate; pero un empate en el que lleva ventaja Rusia, porque le permite seguir influyendo en lo que ocurra en Ucrania. Y creo que no hay forma a corto plazo de darle la vuelta, porque la única forma de hacerlo sería con una implicación mayor por parte de la Unión Europea a favor de Kiev. Y eso no va a ocurrir. En ningún momento, países de la Unión Europea, ni de la OTAN tampoco, van a tomar una posición favorable al Gobierno ucraniano en términos militares, en la medida en la que eso supondría una reacción por parte de Moscú que, hoy por hoy, no están dispuestos a soportar. En ese sentido se empieza a ver ya cómo Poroshenko percibe –lo acaba de ver en la cumbre de la OTAN– el límite del apoyo que va a recibir de Occidente y, por lo tanto, se está viendo obligado a volver a entenderse con Putin, en unas condiciones o en otras.

Siguiendo por este camino, nos detenemos a hablar de la valoración del cruce de medidas y sanciones entre un bloque internacional u otro. Cuánto hay de real, cuánto ha habido de mediático, cuánto de retórico en ese cruce.

– En esto hay que destacar, quizá, un par de cosas. Una es que parece existir una coordinación mucho mayor que en otros casos entre Bruselas y Washington, en el sentido de ir acompasando la graduación de las sanciones, algo que no se ha dado en otras situaciones. Pero también, al mismo tiempo, está claro que las medidas adoptadas hasta ahora –y es difícil pensar que puedan ir mucho más allá– ya han marcado los límites. Pensemos en un caso concreto: el acuerdo de asociación que se acaba de firmar entre la Unión Europea y Ucrania: En él se ha establecido que en el apartado económico (¿y qué otro apartado hay que no sea el económico en el acuerdo de asociación?) se retrasa su implementación hasta el año 2016. Es decir: hay que esperar a ver si Putin entra en razón, a ver si hay forma de no quemar todos los muebles en esta jugada, en la que, ciertamente, las dos partes saldrían dañadas. Hoy por hoy, Rusia tiene más medios para seguir influyendo en Ucrania y para seguir dañando a algunos países de la Unión Europea que lo que la Unión Europea tiene para represaliar a Rusia.

Rusia ya no es solo que, en términos objetivos, tenga reservas de divisas suficientes para soportar una temporada de sanciones que afecten a su comercio, sino que en términos, si se quiere, subjetivos parece –nos ha dado muchas muestras ya– que se crece ante el castigo. Y que, por lo tanto, en la medida en que Bruselas muestre mayor voluntad de castigar, Rusia no va con eso a retirarse, sino a incrementar la apuesta todavía más. Lo cual sería perjudicial para la propia Unión y también para Ucrania. Por lo tanto creo que la retórica, de momento, es mucho mayor que la realidad de unas sanciones que en ningún caso van a torcer el rumbo de Putin.

Varios son los asuntos que se suscitan a partir de lo señalado hasta aquí. Por un lado, la diferencia de papel entre EE. UU. y la UE. Por otro, el carácter, al parecer, más ofensivo de la estrategia occidental, del que se defiende Rusia evitando cambios importantes en su frontera europea y abriendo su campo de alianzas y relaciones económicas… 

– Quien marca el ritmo desde el punto de vista occidental es Washington, y Bruselas acompaña en ese ritmo. Como es lógico por el hecho de que en Estados Unidos decide uno y en la Unión Europea deciden veintiocho. Es más difícil poner de acuerdo a veintiocho. Washington marca el ritmo en un juego geoestratégico que también parece claro. La idea es intentar controlar la casilla del tablero del ajedrez global que es Ucrania. Quizás Occidente ha medido mal sus fuerzas, porque está claro que Rusia no va a ceder esa casilla.

Mi idea sigue siendo que Putin no quiere fragmentar Ucrania. Lo de Crimea fue, básicamente, asegurarse un territorio que para ellos es fundamental, por la base y la flota del mar Negro… Lo que quiere Putin es “finlandizar” Ucrania; es decir, neutralizarla. Si no puede incorporarla a su órbita, integrándola en la unión euroasiática, al menos tener la capacidad para influir en el proceso de toma de decisiones de Kiev. Y para eso, lo mejor que puede hacer es tener actores ucranianos que defiendan sus intereses en el Gobierno de Kiev, en una estructura federal que le permita siempre, cuando se tomen decisiones, poder tener representantes suyos. Y si eso no funciona del todo, mantener lo que ahora ya se ha ido denominando un “conflicto congelado”. Denominación, en mi opinión, incorrecta porque congelado es que nada se mueve. De lo que se trata, en realidad, es de mantener un conflicto en un nivel más o menos larvado que le permita evitar que Kiev vuele por libre, que no sea lo suficientemente sólido como para poder incorporarse algún día a la Unión Europea.

En ese juego geoestratégico, Estados Unidos trata de reservarse esa pieza. Pero Rusia no le va a dejar quedársela, ni a Estados Unidos ni a la Unión Europea. Y al mismo tiempo, a Rusia le viene bien que Estados Unidos vuelva a implicarse en otros escenarios –como  ahora en Siria e Irak por la intervención del Estado Islámico– porque no podrá, en consecuencia, dedicarse tanto al ucraniano. Y mientras, Rusia firma un acuerdo estratégico con China de 400.000 millones de dólares de suministro de gas para los próximos veinte años. En una palabra, le está mostrando a Occidente que tiene alternativas energéticas, comerciales y de otro tipo con otros socios; y que, por lo tanto, sigue teniendo margen de maniobra para no verse encerrada.

Dentro de este juego –por llamarlo así, obviando el dramatismo de las víctimas que produce (3)– existe un trabajo occidental de imagen que busca colocar a la opinión pública internacional contra Putin como responsable único y principal de los peligros de esta crisis que puede llevar lejos el conflicto armado… Y de ahí la necesidad de preparar la defensa basada en la Alianza Atlántica.

– Hoy –no se ha dicho y no se va a decir públicamente– en los pasillos de la Alianza Atlántica hay algunos dando botes de alegría porque gracias a Putin la OTAN vuelve a tener una razón de ser. Es decir, si pensamos en una OTAN que a finales de este año abandona Afganistán, su gran misión durante la última década, y que no tiene ante sí un referente muy claro, el hecho de que Rusia vuelva a aparecer como el enemigo a batir, como el expansionista, como que quiere otra vez reproducir la Guerra Fría y dominar buena parte de Europa, sirve para recentrar otra vez a la OTAN en su tarea originaria: defensa colectiva frente a una Rusia que se expande.

Si miramos el comunicado final de la cumbre de Chicago de la OTAN en 2012 y miramos la de ahora, vemos un cambio de imagen a trasmitir desde la alianza occidental. Todavía en 2012 Rusia es un socio estratégico con el que compartimos muchos intereses, etc. Ahora, en la cumbre de Gales de hace apenas unos días, Rusia aparece 44 veces –si no recuerdo mal– en el comunicado final identificada como un adversario, como mínimo como un adversario. Creo que el cambio es bien sustancial.

Y en todo eso, el yihadismo aparece complicando la situación. Hay algo que a veces no percibimos desde Occidente: cuál es la posición que Rusia toma con respecto al yihadismo. Los dirigentes del Kremlin tienen el temor enorme a que ese yihadismo, que hoy está mucho más concentrado en Oriente Medio, pueda afectar al Cáucaso –Chechenia es un buen referente– y que vuelva otra vez a crearles problemas dentro de casa. Por lo tanto, su intención es, claramente, intentar dejarlo fuera, que no contamine a sus propios territorios a corto plazo. Sin meterse en esa batalla, eso es una cosa de Occidente. Porque, además, en la medida en que tenga a Occidente implicado en eso, obviamente siempre estarán más liberados para poder hacer otras cosas.

Como atender a los países de Asia Central…

– … que es otro ámbito fundamental en el que Rusia está muy interesada, y en el que juega también con ventajas. Algunos de esos países que habían estado tentados de inclinarse hacia el lado occidental vuelven otra vez a mirar a Moscú.

En ese colocar a Rusia como expansionista que pone en riesgo la paz, hace que se cree una corriente de opinión de que estamos en una nueva “guerra fría” que puede llevar a situaciones críticas…

– Reconozco que me siento muy alejado de esos enfoques, porque esto no es guerra fría. No estamos hablando de dos aspirantes al liderazgo mundial. Estamos hablando de una hegemonía mundial, que es Estados Unidos, que está intentando consolidar ese liderazgo, y de una Rusia que está intentando volver a la escena internacional. O sea, no la pongamos al nivel de la Unión Soviética, porque Rusia hoy, en el mejor de los casos, es una potencia regional, no una potencia global. Y lo que a veces nos cuesta desde Occidente es mirar las cosas desde Moscú. Si las mirásemos desde Moscú veríamos que desde el final de la Guerra Fría hasta hoy, si la OTAN estaba a 2.000 kilómetros de distancia, la OTAN hoy está delante de sus propias narices. Por lo tanto, que la sensación de asedio que puede tener hoy Rusia es una realidad objetiva, en la medida en la que tiene a su antiguo enemigo ante sus propias puertas. Y lo que trata es de volver a respirar. Y respirar significa mantener, tanto en Asia Central como en Europa Oriental, unas zonas de influencia que le sirvan de colchón amortiguador.

No pensemos en una Rusia que busca conquistar el mundo con un modelo ideológico que hoy en día no existe tampoco. Por tanto, todo eso descarta la denominación de nueva Guerra Fría.

A Núñez Villaverde se le olvidaba algo…

– Volviendo al comienzo de nuestra conversación hay una cuestión que he mencionado antes y que he citado, quizá, muy de pasada. Se trata de que no conviene quedarse mirando solo en Ucrania a lo que sin duda es una buena noticia: la reducción de la tensión en el terreno militar. Ucrania hoy tiene una situación económica desastrosa, y el Donbás significa el 15% del Producto Interior Bruto del país. Un 15% que, a día de hoy, no está activo, debido a la situación de inseguridad que hay allí. Con unos préstamos por parte del Fondo Monetario Internacional que implican la aprobación de reformas impopulares que van a dañar el bienestar de buena parte de la población. Una parte de la sociedad que se va a ver afectada en su poder adquisitivo y que, obviamente, en cuanto pueda mirar un poquito más allá de la violencia actual, va a protestar y va a crear problemas al gobernante de turno, al que sea. Lo digo con vistas a las elecciones parlamentarias del próximo octubre.

Con vistas a esas elecciones cabe pensar que la unidad gubernamental, formalmente creada en torno a Poroshenko, también se va a fragmentar. A fin de cuentas, Poroshenko y Klitschko necesitarán trabajarse el voto para sus grupos y, por lo tanto, intentarán que sea Turchinov y Yatseniuk los que queden como responsables de que las cosas vayan mal; y al revés. Lo lógico, entonces, es que la solidez actual de esa unión política se quiebre.

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Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estadios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). También por turno le corresponde ahora ejercer el cargo de presidente de la UNRWA-España.

(1) Página Abierta, núm. 231 de marzo-abril de 2014.
(2) Petró Oleksíyovych Poroshenko fue elegido presidente de Ucrania en las elecciones anticipadas de marzo de este año con el 54,7% de los votos, sin necesidad de competir en una segunda vuelta con su oponente Yulia Timoshenko. De larga trayectoria política, es otro de los empresarios más ricos de Ucrania. Oleksandr Turchinov, del Bloque de Timoshenko, fue nombrado presidente interino de Ucrania tras el golpe de Estado de marzo. Arseni Yatseniuk se ha mantenido desde entonces como primer ministro.
(3) Hasta 21 de septiembre, el conflicto en Ucrania causó al menos 3.245 víctimas mortales según el secretario general adjunto de la ONU para los Derechos Humanos, Ivan Simonovic. Cifras más altas han sido señaladas por las milicias independentistas. Por su parte, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estimaba a mediados de septiembre que más de 310.000 personas se han visto forzadas a huir de sus casas y a registrarse como desplazadas dentro del país. Además, las autoridades rusas hablaban en agosto de que otras 160.000 habían pasado a territorio ruso.