Jesús Prieto Mendaza

Educación en y para la paz.
Euskadi siglo XXI

(Hika, 198zka. 2008ko apirila)

            Gaztaroan ETAk egindako ekintzak ulertu banituen ere, berehala konturatu nintzen, 1977ko amnistia suertatu ondoren, ildo horretatik jarraituz gero mina besterik ez genuela ezagutuko. Tamalez garai hartan igarri nuena errealitate bilakatu zen odolaren eskutik. Hiru hamarkadaz bakegintzan aritu ostean, legitimitate osoz hitz egin dezakedala uste dut. Tortura eta Estatu Terrorismoa salatu ditugunok, koherentziak ematen digun baimenarekin gai gara ETAk egiten dituen Europako azken krudelkeriak salatzeko ere. Euskadiko gizarteak ezin du orain arte bizi izandako egoera gehiago luzatu; onartu behar dugu Euskal Herria bera gaixorik dagoela, eta barrutik dugun minbizia gainditzeko beharrezkotzat jotzen dut Eusko Jaurlaritzatik sortzen den Giza Eskubideak eta Bakerako Plana.
            Bai. Aurkeztutako Hezkuntza Plan honi ongi etorria eman beharko genioke, baina aldi berean ere lehen aipatutako kongruentzia etikoa eskatu beharko genioke zalantzarik gabe. Talde Politiko, Erakunde eta Biktimeen Aldeko Talde asko aurka daudela gogoratzeko beharrean gaude eta hori ez dela hasteko erarik onena azpimarratu behar dugu.
            Aukera paregabea dugu, bai, baina zakarrontzira bota ezin dugun aukera. Bestela gure herriko etorkizunak ez liguke barkatuko.
            Siempre es difícil comenzar un artículo; más si en el mismo hemos de hablar de conceptos tan serios y valiosos como Paz y Derechos Humanos; mucho más si el mismo se circunscribe al ámbito del País Vasco. En este sentido y parafraseando a Juan Aranzadi1, yo diría que nacer español en este siglo, como toda desgracia, puede ser metafísicamente fecundo; sentirse vasco, como toda tragedia, ayuda a vislumbrar los huecos de la telaraña social. Del asombro provocado por el doloroso cruce de esta tragedia y esa desgracia han nacido las presentes reflexiones.
            Durante más de veinte años como maestro en un centro público de Vitoria-Gasteiz, me he visto obligado2 a convivir con el fenómeno de la violencia. Es cierto que en mi juventud, en los años finales de la dictadura, pude mostrar cierta comprensión para aquellos primeros, e idealizados, militantes antifranquistas de ETA; pero pronto comprendí que, después de la amnistía de 1979 en la que todos los presos salieron de las cárceles, aquella organización había emprendido un camino de sangre y horror que tan sólo nos conduciría a una vida de dolor y miseria moral, como así ha sido. He observado, como educador, muchas generaciones de muchachos y muchachas que emborrachados de odio (sentimiento este inoculado en sus mentes por personas adultas y en muchos casos con responsabilidades políticas) han abrazado la causa y han sido capaces de causar extorsión, miedo, sufrimiento e incluso muerte a sus semejantes. Otros muchos, la inmensa mayoría, han mirado para otro lado, se han mostrado insensibles hacia el sufrimiento ajeno y ante la peligrosa deriva ética de nuestra, su, sociedad.
            En estas condiciones ejercíamos la docencia la gran mayoría del profesorado vasco, salvo contadas excepciones, sin mencionar para nada, ya se sabe que lo que no se verbaliza termina no existiendo, a la terrible enfermedad que infectaba a nuestro alumnado, a sus familias y a toda la sociedad.

Fue en diciembre de 1986, en la localidad francesa de Angouleme, hasta donde nos habíamos desplazado varios profesores del Colegio Samaniego, junto con medio centenar de alumnos, para realizar un intercambio, donde se produjo mi conversión.
            El invierno en La Charante es duro, frí, lluvioso y gris. Una mañana nuestros acompañantes franceses se levantaron llorosos, tristes, algunos con las caras desencajadas, se abrazaban y hacían serios comentarios. Esto mismo ocurría a los viandantes, a los tenderos o a las camareras de la cafetería. Todos estaban desolados.
            Cuando les preguntamos qué les ocurría, su respuesta no pudo ser más clara: en el curso de las movilizaciones estudiantiles que se desarrollaban esos días en toda Francia, en París y como consecuencia de una carga policial, había muerto un estudiante.
            La muerte de una persona, y a tantos kilómetros de distancia, les había afectado profundamente, tanto que su dolor y su espanto no podían ser ocultados.
            Nuestros alumnos y alumnas, nosotros mismos los adultos, no podíamos sino minimizar la situación. ¡Bah! ¡Por un solo muerto! Nosotros estábamos habituados a esas situaciones, la repetitiva secuencia de asesinatos y violencias añadidas que sufría Euskadi aquellos años nos había insensibilizado ante el horror, la falta de libertad y la muerte.
            Convivíamos con la violencia y nos habíamos acostumbrado a ella3, prostituyendo de esta forma el más sagrado fundamento de una sociedad democrática: su capacidad para conmoverse y llorar ante el horror.
            Aquellas reflexiones, realizadas en territorio francés, y la consecución en nuestra ciudad, de la mano de mi estimado José Ángel Cuerda, del Primer Congreso de Educadores por la Paz, fueron el embrión de un incipiente movimiento pacifista en las aulas de Vitoria-Gasteiz y en todo Euskadi. Surgió el grupo Artesanos de la Paz, también el colectivo ITAKA, fundamos el Grupo por la Paz Samaniego Bakearen Aldeko Taldea, comenzaron las apariciones públicas en la Plaza de Correos bajo la denominación Coordinadora Gesto por La Paz de Euskal Herria, se creo la Organización pro Derechos Humanos, surgieron Bakea Orain, Bakeaz, Elkarri, etc. era evidente que, a pesar de la sangre que se derramaba en nuestras calles, algo estaba cambiando en nuestro tejido social. Son muchos los que apuntan que el denominado movimiento pacifista vasco tuvo un apoyo creciente en el tiempo durante la década de los años ochenta y noventa, para manifestarse, dentro de lo que Durkheim denominaría efervescencia colectiva, en su forma máxima durante la rebelión cívica que siguió al asesinato de Miguel Ángel Blanco en julio de 1997.
            Sí, es cierto, algo se había avanzado. Con esa sensación hemos asistido esperanzados a treguas de ETA, a periodos de cierto respiro en los cuales no se asesinaba, pero todos ellos han finalizado lamentablemente con sangre derramada, con muertos4 y con familias destrozadas hasta llegar al asesinato el día 7 de marzo de 2008 de Isaías Carrasco en Arrasate-Mondragón. Y hemos de apuntar, que a día de hoy, si bien la gran mayoría de vascos, de cualquier ideología (e incluyo también a numerosos simpatizantes de la denominada Izquierda Abertzale que, me consta, abominan de estos procedimientos fascistas) están lejos de apoyar a los asesinos, la minoría que así lo hace consigue, todavía a día de hoy, implantar un régimen de terror e intimidación ( sobre todo en los núcleos rurales) en el que la muerte social del discrepante (también la muerte física evidentemente) es el argumento esencial para que la ciudadanía no exprese de forma explícita ese rechazo.
            Especialmente dolorosa es la captación de jóvenes para esa militancia disfrazada de política, que justifica primero la kale borroka y después el probable paso a la ejecución de ekintzak, es decir el trabajo como verdugo o sicario. No nos engañemos, los docentes conocemos miles de ejemplos de esto que estoy diciendo, alumnos y alumnas que comienzan militando en organizaciones juveniles abertzales y cuyo discurso esta trufado de citas que bien pudieran haber sido copiadas de los manuales de jóvenes camisas pardas nacionalista-socialistas de las Juventudes Hitlerianas. Jóvenes que progresan en el escalafón determinado por la organización y terminan militando en cualquiera de las organizaciones satélites de la misma o directamente en ella. Jóvenes que han suspendido en tolerancia, en solidaridad y en democracia, pues han pasado por nuestras aulas sin que el discurso a favor de la paz haya calado un ápice en ellos.
            El extraordinario libro de John Boyne5 El niño con el pijama de rayas, reproduce fielmente, desde la experiencia del Holocausto judío, el odio inoculado a estos jóvenes; odio contra quien no desee la liberación de una Euskal Herria euskaldun, independiente y socialista. Ese será automáticamente categorizado como un enemigo, y como alguien a marcar y eliminar físicamente.
            Bruno, pregunta a Gretel, su hermana, el por qué de que su amigo Shamuel se encuentre recluido tras la alambrada de Auschwitz. Ella responde de esta forma: «Porque nosotros no somos judíos. Nosotros somos lo contrario. Unos vivimos a este lado de la alambrada y ellos deben vivir al otro. Nosotros somos alemanes, somos superiores».
            Lamentablemente esta filosofía fácil y que tiene el éxito garantizado entre muchos jóvenes (su discurso es elemental, pero se reafirma en un supuesto que todos abrazaríamos sin dudar si no contáramos con un mínimo sentido crítico desarrollado: nosotros somos estupendos, somos los mejores, somos mejores que los demás, los otros son los malos y los culpables: el conocido gora gu eta gutarrak), penetra en determinado sector de población adolescente hasta hacerle cometer las mayores atrocidades.
            La actitud de estos jóvenes que han crecido alimentados con el odio a lo de fuera, no es nueva y ha sido acrecentada por la apatía de los adultos. No podemos engañarnos, cuando llevamos muchos años, demasiados, siendo condescendientes con los conocidos como borrokillas. A nivel de España (también en toda Europa) este mismo fenómeno no ha dejado de crecer peligrosamente en los últimos diez años. Allí, el fenómeno se hace visible en los fondos de los campos de fútbol, donde incomprensiblemente muchos de ellos parecen tener bula para proferir los mayores exabruptos durante noventa minutos, agredir e incluso (recordemos el horrible caso de Aitor Zabaleta) matar impunemente en los aledaños de los estadios. Si aquí son jóvenes a los que el veneno del odio les ha sido inoculado a través de organizaciones cercanas a la denominada Izquierda Radical; en otros lugares el mismo odio, pero con distinta bandera, procede de siglas tales como Falange, España 2000 o Democracia Nacional. En el fondo, los mismos principios ultranacionalistas, de exclusión, de intolerancia y de animadversión a la otredad, representada siempre por enemigos, por extranjeros, por diferentes.
            No faltará quien sostenga que no son lo mismo, que unos son de derechas y otros de izquierdas, que unos creen amar profundamente a Euskadi y los otros a España, que éstos son buenos chicos y aquellos unos fascistas. No amigos, estos argumentos no se sostienen si efectuamos un mínimo ejercicio de análisis de estas realidades; a no ser que lo que deseemos es considerarlas como un mal menor, son lo que el viejo refrán indica: los mismos perros pero con distintos collares.
            El Movimiento Contra La Intolerancia, presidido por Esteban Ibarra, ha constatado en España más de 4.500 agresiones generadas por grupos neonazis o filoabertzales, y Alfonso Salas, autor del conocido libro Diario de un Skin6, nos previene de la posibilidad de que existan más de 70 grupos estables de estas ideologías.
            En este paisaje social, tan descorazonador como preocupante, se produce el mandato del Parlamento Vasco de acometer un plan de acción educativa que contemple, como una línea prioritaria de acción, la deslegitimación de la violencia y la Educación para la Paz en nuestro contexto vasco. Es así como se gesta lo que es en la actualidad el Plan Vasco de acción en Materia de Educación en Derechos Humanos y por la Paz 2008-2011.
            Ya en el borrador de junio de 2007, en su espacio introductorio (pto. 1.0) se reconoce que… «La sociedad vasca es una sociedad lastrada por la persistencia de la violencia y en particular por la persistencia del terrorismo de ETA…»
            Posteriormente en el punto 2.4.1 se afirma que «…existen serias fracturas en la sociedad vasca…», constatación, tardía a mi entender, que por sí sola justifica la necesidad de implementar políticas activas de superación de las mencionadas heridas en nuestro tejido social.
            A estas alturas, creo que los lectores han ya constatado mi apoyo a dicho plan, pues lo contemplo como una imperiosa necesidad que debiera haberse puesto en marcha hace muchos años. No obstante el mismo ha de superar serias dificultades para su puesta en marcha, obstáculos que me atrevo a clasificar en endógenos y exógenos.
            Entre los primeros podíamos citar los siguientes:
            • La Unidad Didáctica propuesta inicialmente7: Una sociedad que construye la Paz, trata el fenómeno de la violencia de una forma genérica (que esta muy bien para contextualizar el tema en su inicio), es decir enmarcada junto a la violencia de género, el acoso escolar, la violencia económica, la tortura, etc…, sin actuar de forma contundente contra la violencia terrorista de ETA.
            • El hecho de que nuestro País Vasco haya vivido largos años de espaldas a las víctimas del terrorismo y a su dolor, al mismo tiempo que ha sido más cálido y cercano con los victimarios, exige que las narrativas de las víctimas tengan mayor peso específico del que tienen, en la mencionada Unidad Didáctica.
            • El calificar de política nuestra violencia terrorista, puede llevarnos a enmascarar el horror y la acción de los verdugos, incluso a entenderse esto como una cierta justificación. Me niego a pensar que el asesinato pueda ser adjetivado con la categoría de político. Quien así lo piensa está justificando, además de a ETA, a los asesinos neonazis, los crímenes del GAL, y los genocidios de Sebrenica o Sarajevo, entre otros. La infamia, la ignominia o la injusticia nunca podrán maquillarse bajo la categoría de políticas. Jamás podré aprobar que determinados dirigentes políticos acudieran a saludar en la cárcel a implicados en los asesinatos del GAL. La simbología de esa visita es la de la cercanía con el asesinato. De igual forma entiendo que un familiar de un asesino de ETA desee lo mejor para su allegado, pero el respeto a los Derechos Humanos de un preso, no puede justificar nunca sus acciones criminales y, lamentablemente, no distingo lo uno de lo otro en determinadas organizaciones de apoyo a presos. Simplemente se ha asesinado durante años y esto debiera de ser suficiente para haber removido las entrañas de todos nosotros, especialmente de aquellos y aquellas que tenemos como función principal educar a las nuevas generaciones en prácticas de convivencia, solidaridad y justicia.
            • Es de vital importancia cómo se desarrolle todo el proceso de puesta en marcha de la Unidad Didáctica. No tengo datos objetivos para opinar, pero es fundamental la formación del profesorado de aquellos colegios e institutos en los cuales se lleve a cabo la experiencia piloto y con posterioridad que desde los propios Berritzegunes8 se de cobertura y asesoramiento a los centros, siempre dentro de la línea prioritaria de convivencia y paz en los centros escolares.
            En cuanto a los segundos, no menos importantes, yo mencionaría:
            • La necesidad de consenso. No creo que este plan de Paz pueda desarrollarse con la oposición de PP y PSOE-EE. Si el objetivo último es avanzar en una cultura de paz, el diálogo y la cesión mutua han de ejemplificarse, de forma didáctica en este caso, por nuestros representantes políticos en primer grado. Por todos aquellos que de forma explícita condenan el asesinato y la extorsión como forma de acción política.
            • La publicitación del Plan de Paz ha de venir acompañada de la credibilidad de las fuerzas políticas que ostentan la responsabilidad de ponerlo en práctica. En este sentido su legitimidad ha sido cuestionada por un amplio sector entre los que se encuentran voces autorizadas de organizaciones pacifistas, alejadas de cualquier acusación de trabajo partidista, y de organizaciones de Víctimas del Terrorismo. Durante muchos años estas han sentido el abandono de ciertas fuerzas nacionalistas vascas, han experimentado su falta de apoyo y calor, cuando no, en un número significativo de ocasiones, cercanía para con los victimarios9. Elaborar y poner en marcha este Plan de Paz exige a las consejerías implicadas hacerlo desde la ética y desde planteamientos prepolíticos10 y para ello han de reconocer sus errores pasados. Esta razón moral se ve automáticamente puesta en tela de juicio cuando estas mismas fuerzas políticas, me refiero a quienes dirigen las consejerías implicadas, son las que optan por retirar la ética a un segundo plano y deciden no condenar en una moción de censura a los victimarios. Desde la incongruencia ética es muy difícil vender este producto llamado Plan de Paz.
            Recordemos aquí las palabras de Primo Levi11 cuando nos recuerda la existencia de aquella zona gris: «…ante la paradójica analogía entre víctima y verdugo, es necesario aclarar dos cosas: los dos están en la misma trampa, pero es el opresor, y sólo él, quien la ha preparado y quien la ha hecho dispararse, y si sufre, es justo que sufra; pero es inicuo que sufra su víctima, que es quien sufre, aun a decenios de distancia».
            Concluyo. Sí doy mi apoyo a este Plan de Paz. Sí creo que hay que intentar llevarlo a efecto y en ese intento no debiera quedar fuera ninguna organización pacifista, ni docente comprometido con tan importante empresa. Pero también he de decir que es necesario llevarlo a cabo y al mismo tiempo actuar en consecuencia con él en el quehacer diario; y aquí me dirijo explícitamente a los representantes políticos que lo han pensado, dado forma y alumbrado.
            Ellos son el mejor ejemplo, han de serlo, para que el mismo se cargue de credibilidad y pueda contribuir a superar los años más negros de la historia reciente de Euskadi.
            Si ustedes, de verdad, se apuntan, pueden contar con todos nosotros. De lo contrario seis millones de euros podrían verse desperdiciados, el mismo final que han tenido más de mil víctimas de las violencias ejercidas en Euskadi.
            No podemos, pensando en la sociedad vasca del siglo XXI12, permitírnoslo por más tiempo.

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NOTAS
1. Juan Aranzadi (2000) Milenarismo Vasco. Edad de oro, etnia y nativismo. Madrid. Taurus.
2. Digo obligado, pues la existencia misma de la violencia terrorista y los excesos de la denominada violencia de Estado (no deseo cometer el error de situar en un mismo plano a una organización terrorista que a un estado democrático; pero esta aclaración no puede hacerme olvidar la que ha sido mi trayectoria como militante pacifista y la necesaria congruencia ética que debo a la misma, y en este sentido también debo condenar con igual rotundidad la práctica de la tortura o los asesinatos cometidos por los GAL) no son deseados por mí. Son los asesinos quienes, violentando mis derechos ciudadanos, me fuerzan a coexistir con la degradación moral que anida en parte de nuestra sociedad vasca.
3. Esta anécdota de Angouleme, fue plasmada en un artículo titulado La tarde más triste, publicado en el diario El Correo el 28 de febrero de 2000, días después de aquella desafortunada manifestación que siguió al asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díez Elorza.
4. La primera vez fueron Fernando y Jorge, la segunda dos jóvenes ecuatorianos: Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. Las rupturas de un alto el fuego, siempre vienen acompañadas de muerte.
5. Boyne J. 2007, Barcelona. Ediciones Salamandra, p.181.
6. Salas A. 2003, Diario de un Skin: un topo en el movimiento neonazi. Madrid. Edic. de hoy.
7. Las modificaciones posteriores han introducido modificaciones aceptando algunas de las recomendaciones hechas.
8. Berritzegunea. Centro de apoyo y recursos para la formación del profesorado. Dependen directamente del departamento de Educación. En Álava existen dos, el A01 y el A02.
9. En una reciente conferencia ante afiliados de EA, Javier Elzo creía que era necesario ese ejercicio de autocrítica por parte de determinadas formaciones políticas.
10. Empleo el término en el sentido tantas veces explicado desde Gesto por la Paz.
11. Primo Levi. (1989) Los hundidos y los salvados. Barcelona. El Aleph editores, p. 22.
12. Una sociedad, la vasca, que convive con la última anomalía, junto con la mafia italiana, de Europa.
Jesús Prieto Mendaza es antropólogo es profesor colaborador de las Universidades de Deusto y Salamanca.